El undécimo principio del judaísmo afirma que Di-s es justo. Que Él recompensa a los que guardan sus mandamientos y castiga a quienes los transgreden.
¿De dónde aprendemos este Principio?
Maimónides lo explica: Cuando Bené Israel hicieron el becerro de oro en el desierto y HaShem le indico a Moshé que el pueblo judío merecía ser eliminado por este gran pecado, Moshé intercedió y le rogó a HaShem que perdone a Su pueblo, y lo pidió que si no los perdonaba, «elimíname de Tu Libro que escribiste» [=mátame]. HaShem le contesta a Moshe: «[Sólo a] aquel que pecó contra Mi, a ese individuo borraré de Mi libro.
De aquí vemos que HaShem no actúa con arbitrariedad sino con una justicia que nos resulta comprensible, en cuanto a que cada ser humano, en función de su libre albedrío, es responsable por sus propios actos.
Más allá de esta básica noción, es mucho lo que no podemos comprender de la justicia Divina, ya que como se explica ampliamente en el libro de Job, esta comprensión está por encima de nuestro entendimiento.
Algunos ejemplos.
1. Ignoramos, por ejemplo, QUIÉN merece ser castigado o recompensado y quién no. Ya que no sabemos exactamente cómo HaShem mide nuestros méritos y errores. Me explico: Sólo HaShem sabe el verdadero potencial del hombre, «nuestro denominador». Un profesor de matemáticas juzgará a dos estudiantes con la misma vara: Si el estudiante «A» responde correctamente en un examen 8 de 10 preguntas, su puntuación será 8 . Y si el estudiante B responde correctamente 5 de 10 preguntas, su puntuación será 5. HaShem en virtud de Su omnisciencia (=que lo sabe absolutamente todo) puede saber, por ejemplo, que el estudiante que respondió 8 preguntas tiene la capacidad de responder bien 10 preguntas, pero no hizo su mejor esfuerzo. Mientras que el estudiante que respondió 5 preguntas tiene el potencial intelectual para responder bien 5 preguntas, y él hizo todo lo posible para alcanzar su máximo potencial y lo logró. Ahora bien: mientras que para el profesor de matemáticas, 8 será superior a 5, y «A» será recompensado y «B» será castigado, para HaShem, 5 será superior a 8. Ya que a pesar de que 8 es mayor que 5, 5/5 es mayor que 8/10. El «privilegio» de HaShem es que Él (y sólo Él) conoce el denominador de cada individuo, y por lo tanto, sólo Él puede determinar si A o B merecen ser recompensados.
2. También ignoramos CUÁNDO y DÓNDE se llevará a cabo la justicia Divina. Los Yehudim creemos absolutamente en la vida después de la vida, en la inmortalidad del alma. No hay recompensa necesariamente inmediata para un acto de bondad, ni un castigo automático para una transgresión. No siempre vemos con nuestros propios ojos el castigo del malvado y la recompensa de los justos. La ejecución de la justicia Divina, tanto el castigo como la recompensa, no se limita a esta vida terrenal. Y es posible que una mala acción sea castigada en el mundo por venir, después de esta vida, y no en la vida terrenal. O viceversa.
3. Tampoco sabemos CÓMO nos castiga o nos recompensa Di-s.
Sabemos que HaShem nunca castiga en el sentido de venganza, y también sabemos que no todos los sufrimientos son un castigo. A veces tenemos que sufrir en esta vida para corregirnos, con el fin de abandonar nuestras malas acciones, o para educarnos en los ideales más altos. Quizás para comprender a los que sufren, o para hacernos más sensibles y llevarnos más cerca de Dios, etc.
Nuestros Sabios también explicaron que hay sentimientos y emociones que son parte de, o que expían, nuestro castigo, como el remordimiento y la culpa. O la pérdida de nuestra propia autoestima por la mala acción cometida, o la pérdida del respeto de los demás, o la vergüenza que nuestro pecado provoca en nuestras familias, o la conciencia de que hemos ofendido a Di-s, que tanto nos da. Todas éstas son formas de «penas» por los pecados cometidos.
En resumen: HaShem es justo. Las buenas acciones son o serán recompensadas, y la maldad será castigada. Aunque no sabemos con precisión quién, cuándo, dónde y cómo.