Hace unos días regresé de Israel. Tuvimos el gran mérito de estar en Yerushalayim por varias semanas, celebrando las bodas de dos de nuestros queridos hijos. Además de la gran felicidad que tuvimos como padres, también disfrutamos de la alegría de estar en nuestra amada tierra de Israel, y más específicamente en Jerusalem, Yerushalayim ‘ir haQodesh.
Israel es una tierra de milagros. No sólo milagros del pasado, en los tiempos de nuestros Reyes y Profetas. Israel es un país donde uno experimenta también los milagros del presente. «Identificar» un milagro no es algo fácil.. Es más fácil reconocer un milagro cuando ya ocurrió, que identificarlo mientras está ocurriendo. Nuestros Sabios ya nos dijeron «quien experimenta un milagro, no lo puede identificar» ( אין בעל הנס מכיר בניסו). Hay como una barrera psicológica que nos dice: «Si me está ocurriendo a mí, aquí y ahora, y lo veo y lo vivo, no debe ser un milagro». En las próximas lineas intentaremos superar esa barrera.
וישבתם לטח בארצכם
Para empezar, la sensación de «seguridad» que se siente en Israel no la he sentido en ningún lugar del mundo, ni en los barrios mas seguros de Estados Unidos, y mucho menos en Sudamérica.
Durante la noche uno puede caminar por las calles de Yerushalayim y la verdad es que uno no siente inseguridad. Todo lo contrario. Uno puede caminar por Mamila o por la antigua estación de trenes, que ahora es una zona de restaurantes de lujo, a las 11 o 12 de la noche, y la ciudad está llena de gente, familias con sus hijos y nietos, disfrutando pacíficamente de la fresca brisa de Yerushalayim.
En Yerushalayim, y en todo Israel, uno ve mucha gente con armas de fuego. Probablemente no haya ciudad en el mundo entero donde se vean tantos hombres, soldados y civiles, portando armas. Pero uno no siente miedo. Por el contrario, se siente seguridad. Porque uno confía en las manos que sostienen esas armas. No puedo imaginar no sentir pánico al ver tantos civiles armados en cualquier otra ciudad del mundo…
Personalmente, lo que mas me sorprende, es ver durante el día niños y niñas pequeños caminando por sí mismos, con mucha tranquilidad y sin miedos. He visto muchas veces un niño de 6 o 7 años de edad caminando, subiendo o bajando del autobus y ocupándose de su hermanito o hermanita de 4 o 5 años de edad. ¡He vivido en muchos países y nunca vi nada parecido!
Lo más milagroso de todo esto, es que esta sensación excepcional de seguridad tiene lugar irónicamente en el único país del mundo cuya existencia esta abiertamente amenazada. En la zona más peligrosa de nuestro planeta. Israel está, literalmente, en el centro del Medio Oriente, en el medio del campo de batalla más peligroso del mundo entero. Donde cada día cientos, o miles, de personas son brutalmente asesinadas.
El milagro es también que esta sensación de seguridad se experimenta en un país donde nuestros vecinos son nuestros enemigos… Recuerdo que en mi primera visita a Israel, nuestro guía señaló en un lugar de construcción el hecho de que todos los trabajadores de la construcción eran árabes. Y nos dijo: «Cuando se trata de Israel, si no crees en milagros, no eres realista. Y aquí está la prueba: Las mismas manos que quieren destruir Israel, la están construyendo».
וקבצתי אתכם מכל העמים
Y luego viene la parte más importante de Yerushalayim. El Kotel haMa’arabí, el Muro Occidental. A mi me gusta ir a rezar al Kotel los viernes por la noche. ¿Por qué el Kotel? Nuestros rabinos dijeron que aunque ya no tenemos el Bet haMiqdash, la Shejiná, un reflejo de la presencia Divina, aún reside en el Kotel. Rezar en el Kotel es rezar lo más cerca posible de HaShem, lo más cerca de Su morada. Es experimentar en nuestras almas un eco de Su presencia.
¿Y qué tiene de especial rezar en el Kotel los viernes por la noche? Los viernes por la noche se puede experimentar la otra dimensión milagrosa del Kotel, la dimensión humana. Me explico: Los judíos estamos, lamentablemente, muy divididos: religiosos, no religiosos; Sefaradim, Ashkenazim; Jasidim, Mitnagdim; ejército, no ejército; 45% de los judíos viven en Israel, 55% fuera de Israel; hay judíos Yemenitas, Etíopes, Rusos, Sudamericanos; están los Norteamericanos y están los franceses(mas presentes que nunca) . Somos tan diferentes ,unos de los otros. Y normalmente se ve a los Jasidim con los Jasidim, a los soldados con otros soldados, y a los franceses con los franceses. Excepto el viernes a la noche, en el Kotel haMa’arabí. Cuando termino mi Tefilá, me gusta mirar el Kotel desde el balcón, y observar lo que es probablemente el milagro más grande de nuestros tiempos. Ser testigo, con mis privilegiados ojos, de lo que nuestros profetas solo pudieron visualizar en sus profecías más optimistas: la reunión de los exilios (qibbuts galuyot), el final de 20 siglos de separación y divisiones que sufrimos en la diáspora. Porque todos los viernes por la noche en el Kotel uno ve, literalmente, a todo el pueblo de Israel representado en ese lugar tan especial. Todos juntos, con un mismo sentimiento en el corazón, עם אחד בלב אחד. Un increíble arco iris humano donde Yehudim de todos los colores y extracciones rezan, bailan y cantan «juntos». Y nada ni nadie los separa. No conozco ningún otro lugar en el mundo, ningún otro momento, donde se pueda presenciar semejante milagro. Donde se pueda reconocer tan fácilmente este increíble milagro.
Quiera haShem que sigamos disfrutando de muchos años de paz, seguridad y unión en Erets Israel. Y que nosotros, todos los que aún estamos en nuestro exilio voluntario, tengamos el mérito de vivir muy pronto nuestra redención definitiva, בב»א