En el tercer capítulo de Hiljot Teshubá, Halajá 5, Maimónides afirma que los Yehudim tienen parte en el mundo por venir, olam habba, la vida después de esta vida.
A continuación (3:6) Maimónides describe las excepciones a esta regla. Es decir, aquellos que por la gravedad de su mal accionar están excluidos de la vida en el mundo por venir, a menos que se arrepientan mientras están con vida y reparen el daño causado. Maimónides enumera veinticuatro tipos de ofensas graves que pertenecen a esta categoría. Por ejemplo, cuando alguien hace declaraciones heréticas, como negar la existencia de Dios, atribuir a HaShem una imagen o cuerpo, negar la divinidad de la Torá, etc. En esta categoría también se incluyen pecados con efectos irreparables, como actos de traición hacia otro Yehudí o hacia el pueblo judío (moserim), o cuando uno causa que los demás abandonen o se alejen de la Tora, etc.
Hacia el final del capítulo (3:14) Maimónides se refiere a ocho casos, que a pesar de ser de una gravedad menor, también fueron mencionados por los rabinos como pecados que merecerían perder la vida en el mundo venidero.
Entre ellos menciona casos que en términos modernos los categorizaríamos «acoso» o «abuso verbal». Por ejemplo, cuando nos burlamos de otra persona llamándola con un apodo ofensivo; cuando hostigamos a alguna persona repitiendo una y otra vez ese sobrenombre; cuando avergonzamos a alguien en publico, o cuando humillamos a alguien, para parecer nosotros más importantes.
El acoso verbal, avergonzar o humillar al otro, es una ofensa que puede causar tanto daño como la violencia física, o más. A diferencia de la violencia física, el acoso verbal no suele ser penalizado por la ley secular y podría pasar desapercibido durante mucho tiempo. Las víctimas de acoso verbal, son por lo general niños vulneravles de caracter débil, y/o jóvenes que sufren de una baja autoestima. Por eso no se atreven a denunciar a aquellos que los molestan. La baja autoestima, a su vez, se incrementa cuando uno es víctima de la violencia verbal… Debido a esto, este abuso psicológico deja secuelas emocionales que pueden ser más devastadoras que la violencia física, ya que pueden durar por mucho tiempo.
En algunos lugares, por ejemplo en las escuelas publicas de Estados Unidos, consideran que este tipo de agresión psicológica entre los niños (conocido en inglés como «bullying») se ha tornado epidémico. En las aulas o en el autobús escolar los estudiantes se dividen en tres grupos: los líderes matones que hostigan verbalmente de los demás, las pobres víctimas, y los estudiantes que miran y no hacen nada.
Como padres, tenemos que estar alerta de este fenómeno y detectar los síntomas de violencia verbal. Debemos enseñar a nuestros hijos, en primer lugar a identificar y denunciar el acoso, si son víctimas de él. En segundo lugar, debemos enseñarles a no ser espectadores pasivos cuando son testigos de abuso o acoso a otros niños. Y en tercer lugar, lo más importante, es enseñarles a respetar la dignidad de todo ser humano y mantenerse muy alejado de este comportamiento destructivo.