MATERIA: En el principio, Dios crea los cielos y la tierra. Es decir: la materia. (1) El microcosmos, formado por moléculas, átomos y partículas sub-atómicas, y (2), el macrocosmos: 2000 millones de galaxias, con 2000 millones de estrellas cada una, con un inestimable número de planetas alrededor de cada estrella. Dentro de ese vastísimo universo hay un planeta único y singular: la Tierra. Un planeta donde los átomos se combinan en forma de agua líquida, y que está ubicado a una distancia muy precisa del sol: la distancia necesaria para la tierra posea una temperatura promedio de 14 grados. Lo que permite preservar el agua en estado líquido.
VIDA: Luego, en el Quinto Día, después de haber creado la atmósfera terrestre, los océanos, los continentes, las plantas y el sistema solar, es decir, todo lo necesario para sostener la vida, HaShem crea a los seres vivos. Durante el Quinto Día HaShem crea: reptiles, aves, artrópodos, anfibios y peces. ¿Qué tienen en común todos estas criaturas? Que son ovíparos (nacen de huevos).
LENGUAJE: En el Sexto Día, HaShem crea a los mamíferos. Ese mismo día llegamos a un tercer nivel de creación: la creación del ser humano. Una criatura que comparte muchos rasgos físicos con los demás mamíferos, pero que se distingue por un elemento que lo hace único y categóricamente diferente de los demás seres vivos: Su neshamá (alma). Para entender qué es la neshamá, en su nivel más básico, usemos la palabra «mente». 1. La capacidad de pensar, la inteligencia, la imaginación. 2. El libre albedrío: la posibilidad de elegir. De obedecer o desobedecer. De hacer el bien o el mal. De arrepentirse o pedir perdón. 3. Y un elemento más, a veces olvidado. El Targum Onquelós nos enseña que el hombre, por encima de los animales, es «ruaj memalela», un ser que puede «hablar» o pensar con palabras, o enunciarlas con sonidos, o escribirlas con signos, y combinarlas para crear oraciones y expresar ideas o emociones. Ruaj memalelá es la inteligencia lingüistica. La neshamá con la que el hombre fue dotado.
EMPATIA: La narración de la Creación sigue un orden absolutamente progresivo. Casi se podría llamar «evolutivo». Donde cada elemento creado es superior al anterior e inferior al que seguirá. Pero, la última creación de HaShem no fue el hombre. Lo último que HaShem creó fue la mujer. Dentro de este esquema de creación progresiva ¿qué es lo que caracteriza a la mujer? ¿qué la hace diferente del hombre? Hace 2000 años atrás los rabinos del Midrash notaron este detalle. Y dieron una explicación, que creo que es muy convincente. Dijeron: biná yeterá nitená laishá, la mujer fue dotada con una inteligencia «superior» [presumo que habrán querido decir: superior a la del hombre]. ¿Qué quisieron decir? Los científicos modernos que estudian el cerebro humano (Simon Baron-Cohen entre muchos otros) explican algo que quizás nos ayude a comprender lo que insinuó la Torá y lo que explicaron nuestros Sabios: el cerebro femenino está estructurado de manera que NO depende exclusivamente del lenguaje (1) para expresarse y especialmente (2) para entender (descifrar) lo que otro ser humano expresa. Esto es lo que le permite a una madre entender y atender todas las necesidades de su bebé, un ser que durante dos años no se comunicará a través del lenguaje. La mujer está capacitada para «leer» situaciones. Entender lo que otra persona siente, quiere, necesita, sufre (y hasta «piensa») sin que medien palabras. Más que inteligencia emocional yo lo llamaría inteligencia comunicativa. O como dice Baron-Cohen,empatía (superlativa!).
Leyendo entre líneas la historia de la Creación vemos que primero HaShem crea la materia, luego la vida, luego la inteligencia semántica y por último la emocional. Desde el principio, uno puede descubrir la exquisita precisión y sofisticación de nuestra Torá. Y entender que cuanto más comprendemos el mundo a nuestro alrededor, mejor apreciamos la infinita Sabiduría del Libro de los Libros.
שבת שלום