domingo, noviembre 24, 2024
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ESTER 1:11.¿Qué era más importante para el rey, su imagen o su dinero?

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להראות העמים והשרים את יופיה
Ayer comenzamos a analizar el carácter disfuncional del rey Ajashverosh y cómo sus problemas psicológicos afectaron las decisiones que casi llevan a la aniquilación del pueblo judío.
La inseguridad del rey Ajashverosh lo hacía necesitar del aplauso de los demás.   Y como sus recursos eran ilimitados, el rey decide invertir una fortuna en una enorme mega-fiesta que dura 187 días.
Es muy interesante que cuando la Meguilá explica por qué el rey Ajashverosh hizo su fiesta dice literalmente así: «para mostrar(בהראותו, mostrar, exhibir o hacer ver) su riqueza y la gloria de su esplendoroso reino». En otras palabras: esta fiesta no era un acto de caridad con los pobres. El rey no repartió «pan»; repartió exuberantes cantidades de vino. Es una fiesta que él hizo para sí mismo. Para ostentar y exhibir su grandeza y su riqueza.
El Rab Almosnino, un experto en musar (psicología judía del comportamiento humano) explica que hay dos elementos que pueden guiar la conducta de gobernantes o líderes disfuncionales: el dinero y la imagen (el ego). Para algunos políticos el dinero es prioridad número uno. Estas personas tratarán de alcanzar el poder sólo para acumular dinero, y estarán dispuestos aún a sacrificar su imagen con el fin de obtener más dinero.  Para otros líderes políticos, su imagen y su ego están por encima del dinero. Estas personas, a diferencia de las primeras, estarán dispuestas a sacrificar todo su dinero con el fin de alcanzar una imagen positiva, que los haga sentir bien consigo mismos. Ajashverosh, dice el Rab Almosnino, pertenecía a esta segunda categoría. Despilfarró una enorme fortuna con un solo fin en su mente:  mejorar su imagen a los ojos de todos sus súbditos.
¿Por qué es importante saber que para Ajashverosh era más importante su ego que su dinero?  Dice este Rab que cuando el lector llegue al punto más tenso de la historia de Purim, cuando el rey Ajashverosh autoriza a Hamán a eliminar  al pueblo judío, uno podría pensar que a lo mejor es posible sobornar a este Rey, ofrecerle más dinero del que le ofreció Hamán para que cancele ese terrible edicto.  Sin embargo, al entender que para este rey su ego es más importante que el dinero, nos daremos cuenta que tal opción no existía. No porque este rey sea muy honrado e insobornable.  Sino porque este rey, es tan inseguro que no puede dar marcha atrás en algo que ya decretó.
Las personas arrogantes, como explica el rab Abraham Twersky, sufren de falta de  autoestima.  Su inseguridad los lleva a la arrogancia, un acto inconsciente compensatorio.  Y la arrogancia es impide decir: «Me equivoqué». Reconocer un error es imposible para el arrogante justamente porque el arrogante es inseguro. Reconocer un error  equivaldría a reconocer que él no es tan grande y perfecto como quiere «mostrase». Admitir un error iría en contra de su disfraz psicológico de perfección, lo cual haría colapsar toda su farsa social.  Sólo la persona sabia , y humilde, es decir, una persona que tiene una sana dosis de autoestima es capaz de reconocer errores. Ya que no hay ningún ego inflado que se vaya a desinflar…. Para Ajashverosh no existe admitir errores. (Incluso vemos mucho más adelante, Ester 8:8, que el decreto original nunca es derogado: Mordejai y Ester tuvieron que convencer a Ajashverosh que firmara un nuevo decreto para que los judíos pudieran defenderse!)
Algo más: al final de la fiesta el rey quiso seguir «mostrando» más. Y una vez que ya había «mostrado» todas sus riquezas su vino, sus copas de oro, su jardín, etc. sólo le quedó una cosa por «mostrar». A su bella esposa Vashti.   La Meguilá (1:11) lo dice explícitamente, utilizando el mismo verbo que antes : להראות, «Para «mostrar» a la reina Vashti a los súbditos del reino y a los ministros, porque era muy bella». Los Jajamim explican que Ajashverosh pretendía «mostrar» a su esposa sin ropa, y esta obviamente se negó.
Todo esto, como explicaremos mañana, terminó muy mal para Ajashverosh.
El mensaje es muy claro y muy fuerte. La ostentación lleva la autodestrucción. Este rey infinitamente rico, pero miserablemente inseguro y arrogante, no puede controlar su impulsos exhibicionistas. Y al final de la fiesta, en la que tanto invirtió para aumentar su ego, termina deshonrado y humillado por todos (היה אחשורוש שחוק לכל העולם).

 

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