Nosotros, los padres, sabemos muy bien cuál es la base adecuada para una relación positiva y afectiva con nuestros hijos. La atención personalizada. Escuchar lo que nuestros hijos tienen para decir. Estar presente. Demostrarles que ellos son nuestro interés más importante. Debemos dar a nuestros hijos lo que tanto necesitan: nuestra atención total. Pero, qué difícil es aplicar esta idea. Con frecuencia nos vamos a dormir sabiendo que nos comportamos durante el día de manera que, lejos de acercarnos a nuestros hijos, hemos creados más distancia entre nosotros…
¿Por qué es tan difícil?
Nuestros horarios agitados hacen que una relación sólida con ellos sea muy difícil. Incluso cuando estamos con nuestros hijos, nos es casi imposible desconectarnos de nuestras preocupaciones y conectarnos con ellos tranquilamente. Transmitiéndoles el mensaje: «Aquí estoy, soy toda tuya». Nuestros hijos perciben que aún cuando estamos fisícamante con ellos, mentalmente estamos distraídos. Hoy tenemos tanta riqueza material, que podemos darle todo lo que necesitan, menos lo que más necesitan: nuestro tiempo.
Hay más: en esta generación ambiciosa y ultra laboriosa, el calendario de nuestros hijos es también muy cargado. La tarea escolar, los tutores, las clases de karate, los partidos de fútbol, las fiestas de cumpleaños…. Ellos tienen que hacer tantas actividades en tan poco tiempo!
Nuestro papel como padres es cada vez más difícil: no hay tiempo para cultivar una buena relación con nuestros hijos. Operamos como si nuestro única misión como padres fuera conseguir que nuestros niños estén vestidos, alimentados y fuera de la puerta a tiempo para la próxima actividad ….
Y sabemos muy bien cuál es la solución: Desacelerar. Atesorar los momentos que estamos con nuestros hijos y disfrutar … y hacerles disfrutar de la cercanía de un padre o una madre feliz, relajada.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Tratamos, y a veces conseguimos por algunos momentos estar juntos, pero nuestros cerebros aún siguen conectados a las obligaciones pendientes. Nuestras vidas son demasiado complicadas y nos encontramos siempre corriendo contra el reloj.
Pero HaShem realmente nos quiere. Él es nuestro «Padre». Él nos ama, por lo menos tanto como nosotros amamos a nuestros hijos. Él nos dio la Torá y las Mitsvot que son un sistema de leyes que más allá de regular nuestro comportamiento son también bendiciones para nuestras vidas.
Piensen en el regalo de Shabbat.
Nuestros Sabios describen el Shabbat como el «regalo que Hashem nos dio de Sus tesoros». Hay muchos detalles que hacen a la observancia del Shabbat. Uno de ellos es que creamos un «espacio» especial de descanso. Un «Shabbat mode» (pienso en el «Airplane Mode» de nuestros celulares, no hay asuntos entrantes ni negocios salientes). Desacelerar nuestras vidas en Shabbat no es una opción. Estar presente es el «modus operandi» de Shabbat. El regalo de Shabbat es hoy más necesario que nunca. Caminamos con nuestros hijos a la sinagoga con nuestros oídos libres de auriculares. En casa, no se nos permite ni siquiera hablar de nuestros negocios diarios. Hay que sentarse a la mesa y sentir como si ya se hubieran pagado todas nuestras facturas, como si todo nuestro trabajo estuviera ya completado, y toda la tarea del hogar ya concluida. Estamos libres de ocupaciones y también de preocupaciones.
Shabbat es el espacio ideal para restablecer y nutrir la conexión con nuestros hijos. En la mesa de Shabbat, nuestro altar familiar, nos comunicamos, compartimos nuestras respectivas semanas, cantamos juntos, y más que nada, tenemos tiempo de escucharnos. Todo esto tiene lugar en un ambiente tranquilo y agradable, donde los texts, los iPhones y los X-Box no están permitidos.
El Shabbat es uno de los más importantes regalos que HaShem nos dio. Y hoy en día, es más necesario que nunca.