Un famoso Midrash describe a Téraj, el padre de nuestro patriarca Abraham, como fabricante y vendedor de ídolos. En una ocasión, Téraj le pidió a su hijo que lo reemplazara en el negocio. Una clienta trajo un poco de harina como ofrenda para los ídolos, y Abraham aprovechó la ocasión para hacer algo dramático: destruir los ídolos de su padre. Pero eso no fue todo; Abraham también buscaba desenmascarar la falsedad de su progenitor. Cuando su padre regresó y vio la destrucción de su preciada mercadería, Abraham le explicó que los ídolos se habían peleado entre sí, compitiendo por la ofrenda de harina. El Midrash relata la reacción de Téraj ante esta respuesta: “¿Te estás burlando de mí? ¿Acaso pueden los ídolos saber algo o actuar por sí mismos?” A lo que Abraham respondió: “¿Eres consciente de lo que tus propias palabras admiten? [es decir, que los ídolos no tienen vida ni poder alguno]”. Enfurecido, Téraj entregó a su hijo Abraham a las autoridades gubernamentales: el rey Nimrod.
Analicemos brevemente este profundo Midrash.
El negocio de la superstición
Basado en esta historia, y usando un poco de licencia literaria, podría afirmarse que Téraj no vendía ídolos a los ricos o a los reyes, sino a personas humildes y pobres, como esa mujer que quizás no contaba con dinero para comprar un ídolo y solo podía ofrecerles un humilde tributo (que luego iría a los bolsillos de Téraj). Los ídolos de Téraj eran el equivalente de lo que hoy llamamos “amuletos o talismanes de la suerte”. Para triunfar en esta industria y vender “pirámides mágicas” a clientes ingenuos, se requiere ser un embaucador profesional y carecer de escrúpulos morales. Según el Midrash, Téraj sabía muy bien que esos ídolos eran inútiles, pero aun así los vendía, abusando de la gente humilde que venía desesperada en busca de soluciones mágicas en momentos de enfermedad o extrema pobreza. El oficio de Téraj exigía una falta absoluta de honestidad intelectual, falta de sentimiento de culpa o falta de empatía hacia el sufrimiento ajeno. Téraj explotaba a los pobres, sabiendo que cuanto mayor era la vulnerabilidad de su cliente, más fácil era sacarle dinero, harina o servicios para su beneficio.
Sacrificar el futuro económico
Desde niño, Abraham conocía la trastienda de la idolatría y percibió el doble discurso de su padre: alabar los poderes mágicos de los ídolos frente a sus clientes y, en privado, reconocer que todo era un negocio. Gracias a su conocimiento del trasfondo lucrativo de la idolatría, Abraham le perdió el miedo a los ídolos y a las supersticiones populares. Y en un dramático acto de liberación espiritual, Abraham fue capaz de desafiar a su propio padre, consciente de que tendría que pagar un alto precio. Al destruir los ídolos sacrificó la fuente de ingresos estable y próspera que en el futuro heredaría de su familia. Esta honestidad «costosa» no es algo común: la mayoría de las personas en una situación similar, creo, probablemente optarían por cerrar los ojos, autoengañarse y continuar con la lucrativa industria familiar. Pero Abraham era diferente. Su compasión hacia los pobres le generó una intolerancia visceral hacia los embaucadores con fines de lucro o, como los llama el presidente argentino Javier Milei: los “gerentes de la pobreza”.
Cuando el rey Nimrod…
La compasión lo llevó a la honestidad, y la honestidad lo transformó en alguien que literalmente estuvo dispuesto a pensar con libertad. Distinto al resto del mundo, a pesar de las costosas consecuencias. Y las consecuencias no tardaron en llegar. En un acto no menos dramático, su propio padre, Téraj, lo denunció y lo entregó a las autoridades, el tirano rey Nimrod, quien no solo apoyaba a los explotadores de la idolatría sino que era su principal socio y beneficiario. Nimrod sentenció a Abraham, quien solo pudo salvarse gracias a la intervención de “las fuerzas del cielo”.
Causas y efectos
La compasión de Abraham, su reacción alérgica hacia la corrupción y su intolerancia ante el abuso, lo liberaron de la idolatría, pero también lo alejaron de la sociedad pagana. Abraham, se mantenía del lado de la verdad, pero estaba solo. Hasta que un día se encontró con Él –o fue encontrado por Él–y escuchó que le decía, «Abraham: LEJ LEJA, deja la casa de tu padre y ve a la tierra que te mostraré. No te preocupes por tu futuro; Yo estaré contigo. Y haré que te transformes en el patriarca de una gran nación”. Y lo demás es historia. La historia de un pueblo digno de Abraham. Nuestra historia.
Shabbat Shalom
Rab Yosef Bittón
Dedicado al presidente argentino, Javier Milei, y a todos aquellos que luchan contra la corrupción y la deshonestidad.