viernes, octubre 25, 2024
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SHEMINI: Judaísmo y dieta vegetariana

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En la Parashá de esta semana, la Torá introduce la dieta del pueblo judío: Kashrut. Esta dieta no tiene que ver necesariamente con el bienestar físico, como una dieta baja en carbohidratos u otras dietas que seguimos hoy. Kashrut tiene que ver explícitamente con una conducta, un comportamiento “especial”, o Quedusha (santidad) que HaShem nos demanda. Como nos dice la misma Torá en Vayiqrá (11:44): “Porque yo soy HaShem, vuestro Dios. Debéis purificaros y ser Santos, porque Yo soy Santo. No te impurifiques con animales [impuros = no kosher]…. Pero, ¿cómo se relaciona la santidad con una dieta o con un tipo específico de animal? Independientemente de la razón por la que ciertos animales están permitidos y otros no (lo que debería ser tema de una conversación diferente), el hecho de que algunos alimentos estén permitidos y otros no, nos entrena para alcanzar la Quedushá.

En la Torá, la santidad, o en hebreo Quedushá, tiene que ver con el autocontrol y la disciplina. Especialmente en aquellas áreas del comportamiento humano relacionadas con la satisfacción de los instintos primarios. Particularmente con respecto a lo que consumimos, y el área de la sexualidad. Cuando ejercitamos nuestro libre albedrío, desarrollamos el “poder” para controlar nuestros impulsos, lo que nos diferencia de los animales. Los seres vivos, excepto los humanos, no pueden alcanzar ninguna Quedushá porque son seres “naturales”. Y como parte de su naturaleza, no pueden controlar y “decir NO” a sus impulsos primarios. Gracias a que pensamos con palabras –y captamos la realidad lingüísticamente– los humanos tenemos un espacio para más de una respuesta o reacción cuando uno de nuestros instintos «pide ser atendido”. Poseemos libertad de elección o RESPONS/ABILIDAD “response» (= respuesta, reacción) –“habilidad (para reponder de una manera diferente)”. La Quedushá se alcanza cuando practicamos un comportamiento que nos posiciona en un nivel por encima de la naturaleza y más cerca de HaShem. Sobre este tema, la Guemará en Pesajim (49b) dice algo muy interesante. Algunos rabinos contemporáneos, entre ellos el Rab Kook, llevaban una dieta vegetariana. Pero más como una elección, personal o una cuestión de salud, que por un tema relgioso. Sin embargo, hay una referencia al vegetarianismo en el Talmud que no es muy conocida. Allí se menciona que no todas las personas deben sentirse con el derecho a comer carne animal. Hay una categoría de personas que, según Ribbi Yehuda haNasi, no debe consumir carne. רבי אומר: עם הארץ אסור לאכול בשר. “Una persona sin una mínima educación no puede consumir carne”. Es decir, un individuo sin conducta moral, disciplina o autocontrol: alguien que no es capaz de decir NO a sus impulsos. Estos individuos no pueden ejercer el derecho a comer carne, porque no están en un nivel por encima de los animales.

Los judíos nos entrenamos en el autocontrol desde una edad muy temprana. Recuerdo una vez, en una fiesta de Bar Mitzva, un señor no judío se acercó a mí y me felicitó por uno de mis hijos. Esto es más o menos lo que me dijo: “Rabino, ¿cómo se hace? ¿Qué hiciste para educar a un niño de 5 años para que tenga autodisciplina? Yo tengo 3 hijos, uno de esa edad. Y la verdad es que no puedo con sus apetitos. Los niños de hoy son consumidores voraces, entrenados por la sociedad moderna para consumir todo lo que se presenta ante sus ojos insaciables… Tu hijo, sin embargo, es diferente. Le ofrecí unos dulces, los tomó y me dio las gracias. Pero, para mi sorpresa, antes de llevarse el caramelo a la boca, fue a preguntarle a su hermano mayor si podía comérselo… Entonces dime: ¿Cuál es tu secreto? ¿Qué regalo prometiste a tus hijos si no comen dulces? ¿Los amenazaste con algún castigo severo?» . Le respondí que no había premios ni amenazas. Y que mi hijo no es el único niño con este nivel de autodisciplina. En realidad, cualquier niño judío cuya familia observa las leyes de Kashrut, tiene ese mismo nivel de autocontrol. También confesé (y mientras lo decía, me sorprendí al escucharme) que nunca tuve que explicarles a mis hijos las leyes de Kashrut. Aprendieron imitando lo que vieron de sus padres y hermanos.

La Torá que nos enseña a alcanzar un nivel de disciplina que nos eleva sobre la naturaleza y sobre nuestros instintos más básicos.

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