miércoles, diciembre 4, 2024
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Los comienzos del antisemitismo: LA DEMONIZACION

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Durante los dos últimos días escribimos acerca de los orígenes del antisemitismo y demostramos que estos se remontan hasta el antiguo Egipto. El proceder anti-judío del Faraón, explicábamos, no se relacionaba directamente con algo que los hijos de Israel habían hecho mal.  Las causas de antagonismo del Faraón hacia los judíos tenía que ver con una nueva situación política: su oposición al gobierno anterior, que era amistoso con los judíos, especialmente en consideración Yosef. Esta es la increíble paradoja que surge de lo que explica la Torá en esta Parashá: los judíos siempre fuimos muy leales al gobierno de turno. De esta manera,  por ejemplo, cuando el hijo del previo rey sucedía a su padre, los judíos eran respetados por el nuevo monarca, por la lealtad demostrada hacia su padre. Pero si el previo rey no era sucedido por su hijo, su hermano menor o alguien de su elección, sino que era destronado o derrocado por la oposición, los judíos ahora deberían pagar por su lealtad al gobierno anterior.
Ahora bien: ¿cómo hace el nuevo rey egipcio para poner a su pueblo, a las masas, en contra de sus nuevos enemigos políticos, los judíos? Es aquí donde encontramos lo que llamamos los orígenes de la propaganda antisemita. El Faraón desarrolla un discurso que, tanto en su forma como en su contenido contiene todos los ingredientes de un discurso antisemita.  En la Parsahat Ki-Tabó la Torá se refiere sucintamente, con una sola palabra,  a un elemento clave en el antisemitismo. Nos dice que los egipcios, antes de castigarnos con trabajos forzados, nos dañaron vayare’uotanu  (וירעו אותנו המצרים ויענונו).  Esta sofisticada palabra hebreavayare’u  se suele traducir por «nos dañaron»o «nos hicieron mal».  Pero hay otra posible lectura, sin forzar la delicada semántica de este término. En lugar de traducir «nos hicieron mal», este versículo nos está diciendo algo más profundo: los egipcios «nos hicieron malos», es decir, «nos hicieron ver mal» o «nos demonizaron». Hablaron mal de nosotros y nos acusaron falsamente, para luego justificar perseguirnos, matarnos, destruirnos, etc.  El Faraón nos demonizó al sugerir que los judíos en Egipto se enriquecieron robando a los egipcios, o que por ser un pueblo separado, los judíos practicábamos una dudosa lealtad.
La demonización de los judíos fue, y lamentablemente sigue siendo, el primer paso del proceder antisemita. Durante siglos los judíos fuimos culpados de los más horrendos y ridículos crímenes: envenenar pozos de agua,  matar dioses, matar niños para comer su sangre, etc.  Algunas de estas acusaciones, increíblemente, se siguen propagando hasta el día de hoy (ver por ejemplo aquí). La «demonización» de los judíos fue, es y seguirá siendo, un pre requisito para perseguir y culpar  a los judíos. Hoy, lamentablemente,  lo sabemos tan bien como ayer…
El Faraón continuó su discurso inflamatorio:
הבה נתחכמה לו: «Los judíos son astutos, seamos más astutos que ellos«. Los judíos tenían fama de ser inteligentes, estudiosos. El Faraón no lo niega. Pero en su discurso antisemita el faraón «demoniza» la inteligencia y la presenta como un tipo de «astucia» maligna que lleva a la traición.
ונוסף גם הוא על שונאניו ונלחם בנו ועלה מן הארץ
El discurso del Faraón es el típico discurso demagógico de un dictador. Nótese que el Faraón NO se dirige a su corte, a su congreso o a su gabinete. Le habla directamente al pueblo (por cadena nacional:).
El Faraón termina su discurso con la más popular, infundada y dañina acusación antisemita.   «Los judíos nos van a traicionar, se unirán a nuestros enemigos y se llevarán nuestras riquezas.» El Faraón siembra el miedo en la población y como muchos otros tiranos utiliza la característica esencial del pueblo judío, su unión, para demonizarlo. La mayor fortaleza del pueblo judío es usada por el antisemita como su mayor punto de vulnerabilidad.   Así, aunque sea mentira, no hay nada más creíble que acusar de deslealtad a un pueblo que resiste la asimilación….
Así como HaShem nos ayudó y nos rescató de Mitsrayim de manos del Faraón, también nos liberará de las manos de todos aquellos que se levanten para destruirnos. 
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