LA VENGANZA SERÁ TERRIBLE
Como lo explicamos anteriormente, la revuelta armada contra Roma se fue gestando a lo largo de décadas. Esta rebelión, llamada en hebreo HAMERED HAGADOL, «La Gran Revuelta», comenzó oficialmente en el año 66 cuando los judíos supieron que la intención de Florus, el infame procurador romano, era saquear los tesoros del Templo de Jerusalem. Los judíos se atrincheraron en la ciudad de Yerushalayim, que estaba protegida por muros muy poderosos. Los romanos fueron sorprendidos por los judíos de Jerusalem y muchos abandonaron la ciudad. Pero para vengarse atacaron a los judíos que vivían en otras ciudades de Israel: Acco, Ashquelón, Cesárea, etc. Flavio Josefo reporta que decenas de miles de Yehudim fueron masacrados por los romanos en este periodo. Para detener la rebelión, Roma envío un gran ejército con un total de 40.000 soldados al mando de Casius Galus, que mientras avanzaba desde el norte, arrasaba y hacía incendiar toda ciudad y pueblo judío que encontraba en su camino. Esto también hizo que la rebelión judía contra Roma se expandiera fuera de Yerushalayim y contará con más apoyo interno.
LA HISTORIA SE REPITE
Cuando llegaron a Jerusalem, los romanos sitiaron la ciudad y se organizaron en formación de ataque. Los Yehudim estaban decididos a defender la ciudad con sus vidas. Los romanos atacaron durante seis días consecutivos. Trataban de escalar el muro con unas torres especiales, pero los Yehudim resistieron y repelieron el ataque. Flavio Josefo cuenta que los romanos hacían una formación militar llamada “la tortuga”, para protegerse con sus escudos de cualquier ataque desde arriba de la muralla, mientras azotaban con terribles golpes la puerta de la ciudad, tratando de derribarla e incendiarla. Casius también intentó atacar con sus arqueros, para debilitar las defensas judías apostadas en las altas torres de la muralla, pero los judíos resistieron. Durante una semana el ejército de Casius lo intentó todo, pero no pudieron quebrar las defensas judías. Y entonces, ocurrió lo que nadie esperaba: tal como había ocurrido unos 800 años antes, en los tiempos del rey Jizquiyahu y el general asirio Sanjerib que sitio la capital judía, Casius, sorpresivamente emprendió la retirada. Los historiadores no están seguros si esto se debió a que Casius subestimó la capacidad de los judíos para defender la ciudad, o si su ejército no contaba con los suministros necesarios, ya que las milicias judías comandadas por Shimón ben Guiorá, se encargaban de emboscar y destruir a las caravanas que traían refuerzos y suministros para Casius. Esta retirada fue un verdadero milagro. Y si hubiéramos permanecido unidos, dijeron nuestros Sabios, nunca nos hubieran vencido.
LA VICTORIA EN LAS MONEDAS
La victoria de los judíos, haber resistido y vencido al ejército más poderoso del mundo, se manifestó, entre otras cosas, con la acuñación de una nueva moneda judía “el shequel”, símbolo de la nueva autonomía judía. Mientras que las monedas romanas, como por ejemplo los denarios, estaban ilustradas con imágenes de Hércules o dioses paganos, las monedas judías se ilustraban con una copa (moneda del lado izquierdo), que representaba al Bet haMiqdash y sus objetos sagrados, o un Lulab, un Etrog, o una granada (lado derecho) , uno de los frutos especiales de la tierra de Israel. El texto, escrito en hebreo antiguo, dice: ALEF LEJERUT TSION , es decir, “Año 1 de la independencia de Zion”. En la moneda que presentamos en la imagen arriba dice, del lado derecho, AÑO 4, SHEQUEL ISRAEL, y del lado izquierdo se menciona el lugar donde estas monedas fueron acuñadas YERUSHALAYIM QUEDOSHA, “Jerusalem, la [ciudad] santa”.
«SINAT JINAM» Y SUS CONSECUENCIAS
Mientras los Yehudim celebrábamos esta milagrosa victoria, el emperador romano Nerón preparaba una nueva ofensiva contra la ciudad, esta vez al mando del experimentado comandante Vespasiano. Nuestra mayor problema para luchar contra los romanos era que no teníamos un frente unido. Por el contrario: estábamos más divididos que nunca. Así que al mismo tiempo que enfrentábamos al ejército romano, también peleábamos entre nosotros mismos. Por un lado, estaba Menajem haGeuelilí, que al mando de un gran número de combatientes había derrotado a los romanos y eliminado a todos los soldados apostados en Jerusalem. Por otro lado, estaban los saduceos y Agripas II, con unos 3.000 soldados, que se negaban a rebelarse contra Roma. Menajem había atacado la famosa fortaleza de Metsadá (Masada) y se había hecho con muchas armas capturadas de los romanos. Y una vez que terminó con los romanos, comenzó a utilizar su ejército y sus nuevas armas para luchar contra Agripas. Esta guerra civil, que dejo miles de muertos, duró una semana, y finalizó con la victoria de Menajem.
LA UNION HACE LA FUERZA
Por el otro lado, se organizó un nuevo comando judío liderado por El’azar hijo del gran sacerdote Jananyiá. El’azar en su momento había ordenado que no se ofrecieran más sacrificios en el Bet haMiqdash en honor al emperador romano. Esta era una clara señal de que los judíos ya no aceptaban la autoridad de los romanos y se estaban declarando como un estado independiente de Roma. De haberse unido, estos dos líderes podrían haber resistido al ejército romano. ¡Pero ocurrió lo peor que podía haber pasado! Una ve que los romanos fueron vencidos, comenzaron los conflictos internos: quien va a liderar la contraofensiva. Menajem asesinó a Jananiyá, el padre de El’azar. Y El’azar se enfrentó con Menajem, diciendo que Menajem se comportaba como un tirano. “No queremos cambiar a un tirano [el emperador de Roma] por otro tirano [Menajem]”, dijo El’azar. Los ejércitos de Menajem y El’azar y luego Shimón ben Guiorá se enfrentaron en sangrientas batallas internas. Y así, enfrentados y sin un liderazgo competente que nos uniera, nosotros mismos preparamos el terreno para nuestra derrota y la destrucción del Bet haMiqdash el 9 de Ab del año 68.