jueves, noviembre 21, 2024
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¿Cómo convencer al rey?

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Una vez que Hamán decidió llevar a cabo el exterminio del pueblo judío, tenía que convencer al rey de que lo autorizara firmando un documento oficial, un edicto real. Ajashverosh fue fácilmente persuadido, y ni siquiera se molestó en leer o firmar el documento. En lugar de eso, el rey le entregó a Hamán su sello real para que él dispusiera en nombre del rey lo que quisiera hacer con ese pueblo. 

Este edicto significaba el genocidio de los judíos del imperio persa, incluyendo unos 50,000 judíos que vivían en la tierra de Israel. La totalidad de los judíos que había en el mundo. En ese edicto, firmado el día 13 de Nisán del año 474 antes de la era común, se indicaba que al cabo de once meses, el día 13 de Adar,  aquellos ciudadanos del imperio persa que así lo desearan podían “matar” a los judíos y “quedarse con sus bienes” (ושללם לבוז). Al igual que en Polonia, Ucrania, Hungría, etc. durante el Holocausto, quedarse con los bienes de los judíos asesinados representaba un estímulo irresistible aun para aquellos gentiles que no tenían una animosidad personal contra sus vecinos judíos. 

El tema que me gustaría abordar hoy es cómo convenció Hamán al rey Ajashverosh para que aprobara, activa o pasivamente, este asesinato en masa. 

Mucho se ha escrito sobre este tema.  Y lo primero que se debate es si el rey Ajashverosh estaba al tanto de lo que decía ese edicto, o si Hamán, de alguna manera lo engañó.  Algunos comentaristas dicen que, aunque por razones diplomáticas el texto Bíblico no lo mencione de manera explícita, Ajashverosh sabía perfectamente bien de lo que se trataba y la idea de la “solución final” no le pareció mal. 

De acuerdo a otras opiniones,  y siguiendo el sentido literal del libro de Ester, Hamán engañó a Ajashverosh. Uno de los comentaristas que así lo explican es el Rab Moshé Almosnino en su libro Yedé Moshé.

Para entender esta opinión tenemos que leer con mucha atención las palabras de Hamán cuando le presenta al rey su plan.

Capitulo 3

8: Hamán le dijo al rey Ajashverosh: «Hay en tu reino un pueblo que se ha esparcido y distribuido entre todos tus pueblos y tus provincias. Sus leyes son diferentes a las de cualquier otro pueblo, y no acatan las leyes del rey. Y en nada beneficia el rey dejarlos así. 

9: Si al rey le parece bien, que sea escrito un edicto para causar su perdición. Y yo me ocuparé que diez mil talentos de plata sean ingresados por los que ejecuten este trabajo a las arcas del rey.»

10: El rey se quitó su anillo y se lo dio a Hamán hijo de Hamedata el Agagueo, el enemigo de los judíos, 

11: y le dijo: «Puedes quedarte con la plata. Y con ese pueblo, puedes hacer lo que mejor te parezca.» 

A continuación escribiré con mis propias palabras los comentarios del rab Almosnino. 

Según este rabino, en sus calculadas palabras Hamán sembró falsas pistas, minimizando su plan y manipulando al rey para que acepte firmar un documento. 

UN PUEBLO SEPARADO Y ESPARCIDO: Hamán enfatiza que el pueblo judío vive en un exilio voluntario.  Al no estar unidos, ni concentrados en un mismo lugar geográfico, no representan un peligro para la estabilidad del imperio. Los judíos, si bien son muy importantes para el comercio, militarmente son muy débiles, y no opondrán resistencia.

SUS LEYES SON DIFERENTES …NO OBEDECEN LAS LEYES DEL REY.  Hamán presenta este argumento como la justificación principal del edicto. Los judíos tienen su propia relgion y desobedecen las órdenes del rey.

QUE SEA ESCRITO UN EDICTO PARA “CAUSAR SU PERDICIÓN”. La palabra clave en el texto hebreo es le-abedam (לאבדם) que generalmente se traduce en la Meguilá como “destruirlos” o “matarlos”. Mi imperfecta traducción “causar su perdición” no es fruto de una distracción, sino un esfuerzo para captar la ambigüedad deliberada del discurso de Hamán.  

Veamos. En el Shemá Israel esta palabra va-abadtem (ואבדתם מהרה ) que literalmente significa “os perderéis”, significa que el castigo Divino por la desobediencia será el exilio, una forma de perdición o destitución. Al usar esta palabra Hamán dio a entender al rey que los quería destituir, expulsar o exiliar del imperio.  

O también, que los quería “esclavizar”, otra forma clásica de destituir. Esclavizar a los judíos para  causar su perdición fue exactamente lo que hizo el Faraón con el incipiente pueblo de Israel en Egipto. Hamán insinuó, cínicamente, que el castigo para los que desobedecen al rey debe ser la obediencia total al rey, el sometimiento a la esclavitud.  Expulsar a los judíos o someterlos a la esclavitud, implicaría la confiscación de sus bienes, y aquí está la otra falsa pista que planta Hamán:  Diez mil talentos de plata que ingresaran a las arcas del rey.  

Finalmente, le-abedam puede referirse no al pueblo sino a sus propias leyes.  Hamán da a entender que lo que quiere es ”suprimir sus leyes” , es decir, forzarlos a abandonar el judaísmo. 

En resumen, el rab Almosnino (al igual que Ralbag y otros) explica que Hamán hizo todo lo posible para ocultar del rey su verdadera intención: llevar a cabo el genocidio del pueblo judío,  fruto de su animosidad personal hacia Mordejai (sumado a su procedencia Amalequita)

Hamán hablo con ambigüedad, sugiriendo que quería exiliarlos, esclavizarlos o convertirlos.  Nunca habló de matarlos.   El rey mordió el anzuelo y le entregó su sello.   

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