El final del capitulo 4 de Meguilat Ester nos cuenta que los Yehudim se enteran de la existencia de un decreto para eliminar a los judíos del imperio persa, esto es, todos los judíos del mundo, probablemente unas 200 o 300 mil almas, incluyendo 50.000 judíos que vivían en la tierra de Israel. Todos el mundo sabía acerca de este decreto, menos el rey y los que vivían en el palacio, entre ellos la reina Ester. Evitar que esta información llegara hasta el palacio era parte del plan de Hamán, para impedir que el rey eventualmente vetase ese terrible edicto, que era esencialmente una venganza personal de Hamán.
PELIGRO, AREA RESTRINGIDA
Acto seguido, Mordejai le informa a Ester lo que está sucediendo y le pide su intervención. Ester era la única persona en el mundo que podía tener acceso al rey. Pero sorpresivamente Ester se niega a intervenir. Y le explica a Mordejai por qué. Nadie, incluyendo la misma reina, podia solicitar una audiencia con el rey. Solicitar una audiencia era la prerrogativa exclusiva del rey. Y no había otra forma que Ester pudiera encontrarse a solas con el rey, ya que como ella misma lo explicó, Ajashverosh no había pedido verla— en sus aposentos— hacia ya un mes. El lector moderno puede pensar que ya que vivía en el palacio Ester podría simplemente acercarse al rey en algún momento que él estuviese libre y contarle al rey su problema y solicitarle clemencia para su pueblo. Lo que debemos entender es que por razones de seguridad el rey vivía protegido (me imagino que casi recluido) en el JATSER HAPENIMIT, una zona de alta seguridad, como una “oficina presidencial” (o el “Oval Office” en la Casa Blanca) a la cual NADIE tenía acceso, a menos que fuera convocado por el mismo el rey. Y si alguien cruzaba la linea e ingresaba ilegalmente (אשר לא כדת) en este perímetro, la ley ordenaba que los guardias, que estaban armados para este propósito con largas hachas, debían matar al intruso de inmediato. Incluso si el intruso era alguien de confianza, como la propia reina. Todo esto era parte de las extremas medidas de seguridad que los emperadores habían concebido para protegerse de atentados contra sus vidas, que no eran poco comunes. Y a veces participaban de estas atentados personas muy allegadas al rey. Recordemos que este mismo rey, Ajashverosh, fue asesinado por Artebano, su tío y jefe de su guardia personal.
SALVARSE, JUSTO A TIEMPO
Pero a pesar del inminente riesgo de muerte, Ester decide llevar a cabo su misión suicida e ingresar al perímetro de máxima seguridad. Su esperanza era que el rey la viese antes de que los guardias la llegasen a matar, y que el rey decidiera perdonarle la vida, extendiendo hacia ella su cetro real.
Consciente del altísimo riesgo de su misión, Ester le pide a Mordejai que todos los judíos de Shushán ayunen (y recen) por su éxito. Este no era un ayuno común de 12 o 24 horas. Los judíos de Shushán, y la misma reina Ester junto con sus doncellas, ayunaron por tres días seguidos, sin comer ni beber, implorando a Dios que protegiera a Ester y la ayudará en su misión. Digamos de paso que una de las razones por la cuales ayunamos en el día 13 de Adar (esta año el 20 de Marzo, la víspera de Purim), es justamente para recordar este importante ayuno colectivo que duró 72 horas .
En el comienzo del capitulo 5 leemos que en el tercer día del ayuno, Ester finalmente cruzó la zona de seguridad. Ajashverosh la vio y Ester “halló gracia en sus ojos”. Y fue gracias a este “providencial” sentimiento que el rey decidió perdonarle la vida. Y antes de que fuera ejecutada por sus guardias, le extendió su cetro y la indultó. En ese momento, el rey le preguntó a Ester qué podia hacer por ella. Y agregó: Pídeme lo que quieras, “hasta la mitad del reino te será concedido”.
Y aquí la gran sorpresa. Contra todas nuestras expectativas Ester “desaprovecha la oportunidad” y en lugar de informarle al rey sobre el edicto del genocidio de los judíos y pedirle que anulase este documento, Ester no menciona ningún edicto y ningún conflicto . Lo único que hace Ester es invitar al rey a un mishté, a una cena o recepción, que ella había organizado para esa misma noche para el rey y para un invitado especial: Hamán. El rey, fiel a su promesa de complacer a Ester, no hizo preguntas. Y como no le incomodaban las fiestas se prestó al enigmático juego, aceptó de inmediato la invitación y mandó a traer a Hamán a la cena que ofreció Ester.
Continuará…