לא תחמד
El último mandamiento dice «No codiciarás». «No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni a su siervo, ni a su sierva, ni a su buey, ni a su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.» (Exodo 20:17).
Como sabemos, los 10 Mandamientos fueron repetidos por Moshé al pueblo de Israel 40 años después, antes de que el pueblo entrara a la tierra de Israel. Las dos versiones de los 10 Mandamientos son virtualmente idénticas. Con algunas pocas excepciones. Una de estas excepciones tiene que ver con el Décimo Mandamiento. Mientras que en el libro de Shemot (Exodo) dice: «No codiciarás (לא תחמוד) la casa de tu prójimo…», en el libro Debarim dice también «No desearás…» , (לא תתאווה) la casa de tu prójimo, etc. Maimónides y otros rabinos explican que el décimo Mandamiento incluye no una sino dos Mitsvot, dos niveles diferentes en el area de la envidia.
De acuerdo a Maimónides, «No desearás» se transgrede cuando uno desea algo que el prójimo posee y piensa o planea la forma de obtener ese objeto de él. Esta prohibición tiene que ver exclusivamente con el pensamiento.
«No codiciarás» por el otro lado, tiene que ver con la acción. Cuando no sólo envidio lo que tiene mi vecino, sino que activamente trato de adquirirlo de él, lo presiono para que me lo venda, lo intimido, etc. Este mandamiento se transgrede cuando obtengo el objeto de mi deseo, aunque haya pagado por él.
Existen tres niveles relacionados con el acto de la endivia o la codicia.
1. El primer nivel de envidia es cuando espontáneamente deseo lo que tiene el prójimo. Este pensamiento, si bien como vamos a explicar más adelante, es la raíz de todo lo demás, no está técnicamente «penalizado», ya que estos pensamientos ingresan involuntariamente en nuestras mentes. 2. La segunda etapa es cuando yo permito y dejo que ese pensamiento espontáneo de envidia se instale en mi mente, y lo transformo en mi propio pensamiento. Esto sucede cuando yo pienso cómo obtener lo que deseo. Aquí ya hay un elemento de «acción voluntaria» y responsabilidad personal, aunque sólo se dé al nivel del pensamiento. Por eso, planear, calcular y especular acerca de cómo podría obtener lo que le pertenece a mi vecino representa la transgresión del décimo mandamiento. 3. Cuando mi plan se concretiza, y obtengo lo que codicié, aunque sea por medios permitidos, transgredí el nivel más serio del décimo mandamiento.
Como explicamos, la envidia espontánea (el primer nivel) no puede ser erradicada. Un poeta judío europeo, Solomon N. Rabinovich, escribió la siguiente sátira para ilustrar el problema humano de la envidia. Una de sus personajes confiesa: «El día que me va muy bien en mis negocios, cuando llego a mi pueblo le cuento a todos mis vecinos que me fue muy mal, y así, yo estoy contento y ellos están contentos. Y el día que me va muy mal, cuando llego al pueblo les digo que nunca tuve un día mejor, así, yo estoy triste y ellos también están tristes». Mas allá de lo cómico, esta dura sátira nos muestra que los seres humanos, por naturaleza, somos envidiosos. Pero, hay formas de conquistar la envidia. La Torá nos enseña que uno se puede educar a no ser envidioso, en primer lugar no dejando que los sentimientos de envidia se instalen en nuestra mente. En los próximos días B’H veremos cómo se logra esta auto-educación .
(Continuará...).