viernes, noviembre 22, 2024
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SHALOM BAYIT: Paz en el hogar, y la diferencia esencial

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והאדם ידע את חוה אשתו 

Génesis 4: 1

La armonía entre marido y mujer es la base fundamental de un hogar judío. En la familia judía, hombres y mujeres tienen diferentes obligaciones y cumplen diferentes roles. Porque somos conscientes de que el Creador nos formó como dos seres diferentes. Con talentos y características que son necesarios para crear sinergia en nuestro matrimonio.

Nos parecemos, pero somos diferentes. Muy diferentes. Tan diferentes que no estoy seguro si se puede clasificar a hombres y mujeres como pertenecientes a la misma especie :). No me refiero sólo al aspecto físico, sino más que nada al área psicológica y mental.  Hoy en día, gracias a los avances en tecnología médica y científica, sabemos mucho mejor cómo funcionan el cerebro y las hormonas. Y los científicos han descubierto que somos mucho más diferentes de lo que suponíamos cuando John Gray nos enseñó en 1992 que los hombres veníamos de Marte y las mujeres de Venus. La disimilitud entre hombres y mujeres es muy profunda y tiene un origen biológico. Esto lo explica con maestría el neurocirujano Simon Baron-Cohen, un especialista en psicología biológica, en su libro revolucionario: “La diferencia esencial”, donde explica que existen dos cerebros humanos: el femenino y el masculino.

Reconocer estas diferencias nunca fue más necesario que en nuestros días.

Primero, porque el nivel de interacción y comunicación que se espera entre hombres y mujeres, especialmente en el matrimonio, es mucho más intenso y activo de lo que era desde el principio de la humanidad. Incluso en el pasado reciente, la interacción entre los cónyuges era limitada y reservada a conversaciones sobre el funcionamiento de la casa, las necesidades materiales, la educación de los niños, etc. La conversación emocional, el intercambio: “Cómo te sientes / cómo me siento”, un diálogo que para la mujer es natural y terapéutico, no tenía mucho lugar entre esposo y esposa.  Las mujeres hablaban sobre sus problemas y emociones con otras mujeres: madre, hermana y vecina. Hoy, sin embargo, la expectativa de interacción entre marido y mujer es diferente. Una esposa moderna, intuitivamente, espera que su esposo empatice con sus emociones, sus problemas, sus frustraciones, sus dudas y sus miedos.  La mayoría de las mujeres ignoran que para los hombres el diálogo emocional no surge de manera natural.  Los hombres, en general, no sobresalen en el arte de comunicar emociones y sentimientos.  Para un hombre, participar en una conversación emocional requiere aprendizaje y entrenamiento. Porque cuando un hombre se enfrenta a un problema, no siente la necesidad de compartir o hablar sobre ellos con otras personas. Ni siquiera con su esposa. El hombre tiene un mecanismo mental diferente (¡opuesto al de una mujer!) para procesar sus tensiones y emociones.

Por otro lado, muchos hombres piensan que las esposas hablan demasiado, o que hablan en círculos, o que no saben cómo expresar claramente lo que quieren. Y se comunican con sus esposas como se comunican con “Alexa” o “Siri”. No saben que las mujeres no solo hablan para comunicar un problema, sino que también usan la comunicación para descargar sus problemas. Para colmo, de estas diferencias fundamentales entre hombres y mujeres, poco se sabe. No muchas personas han escuchado que los dos cerebros son diferentes. Lo sé porque he dado varias clases sobre «Cerebro femenino contra cerebro masculino» y generalmente no encuentro muchas personas que conozcan estos temas.

En segundo lugar, en nuestros días una gran parte de la sociedad moderna no considera políticamente correcto hablar de diferencias psicológicas, mucho menos biológicas, entre hombres y mujeres. La visión ultra feminista postula que lo que distingue a los hombres de las mujeres son elementos estrictamente sociales y culturales. Según esta ideología liberal, “diferencia” es igual a “desigualdad”. Por lo tanto, razonan, deberíamos educar a la nueva generación de manera neutral, ni como hombres ni como mujeres, y así las diferencias desaparecerán.

La ignorancia de las diferencias innatas entre los géneros, el hecho de que tan poco se enseñe al respecto y la negación deliberada de estas diferencias, es en gran parte responsable de la crisis actual de la institución del matrimonio.

¿Qué hacer?

La primera vez que la Torá habla de amor es en referencia a Adán y Eva. Y en ese contexto, la palabra que usa la Torá para describir el amor es “yada‘», es decir: “saber”, :”conocer”.  «Adán conoció a Eva, su esposa Eva» (Génesis 4: 1). Es muy difícil, o imposible, amar a otra persona sin conocerla , sin saber cómo él o ella piensa, cómo razona y especialmente cómo transmite y comunica sus emociones. Amar es conocer y conocer es amar.  Aprender más sobre nuestra esposa o esposo – y lo que caracteriza a su género- es querer amarlo más.

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