¿QUÉ SIGNIFICA JANUCÁ?
Este próximo miércoles 25 de diciembre celebraremos Janucá, la festividad que nos recuerda lo que ocurrió hace un poco más de 2.000 años, cuando los judíos derrotamos al imperio griego-seleúcida, que decidió poner fin al judaísmo. Fue la primera vez en la que un pueblo se rebeló, no para preservar su vida, sino para mantener sus valores religiosos. Los judíos que se resistieron, conocidos como Jashmonayim o Macabeos, se alzaron contra los griegos, lucharon contra ellos y, milagrosamente, los vencieron. Cuando recuperaron el Bet haMiqdash, el gran Templo de Jerusalem, que había sido transformado en un santuario pagano para la adoración de los dioses griegos, los Jashmonayim lo purificaron y procedieron a su reinauguración, es decir, a dedicarlo nuevamente al servicio divino. La palabra «Janucá» significa literalmente «inauguración» y nos recuerda este evento.
EL ACEITE Y LA ESPADA
Cuando se inauguró el Templo, los judíos sólo encontraron una pequeña vasija de aceite puro que necesitaban para encender la Menorá, es decir: el candelabro, indicando que el Templo estaba operando normalmente. Esta pequeña cantidad de aceite duró más de lo esperado y alcanzó hasta que se pudo preparar y transportar un nuevo aceite. Por este motivo, la celebración de Janucá se hace a través del encendido de 8 velas, una por cada noche de la festividad, como explicaremos más adelante.
Todo esto es muy conocido, pero es solo una parte muy pequeña de la historia completa de Janucá. El significado de esta festividad es muy profundo –y relevante– ya que se relaciona con la lucha de nuestros antepasados y el enfrentamiento armado contra el enemigo para preservar la Torá en un momento en que el judaísmo estuvo a punto de desaparecer.
La heroica rebelión armada de Matitiyahu y sus hijos, sus milagrosos triunfos militares y cómo renacieron de las cenizas en esos tiempos tan difíciles no se enseña en nuestras comunidades y escuelas. ¿Por qué? Durante 200 años, desde que los Jashmonayim establecieron un estado judío independiente en el año 145 antes de la era común y hasta el año 68 de la era común, que perdieron la independencia y pasaron a ser súbditos del imperio romano, los judíos celebrábamos todas estas festividades en las fechas indicadas.
Pero una vez que perdimos nuestra independencia, estas festividades, registradas en Meguilat Ta’anit, fueron canceladas, y solo preservamos la festividad de Janucá y el milagro del aceite, que puede ser visto desde un sentido más espiritual que «nacional». El recuerdo de la milagrosa gesta y victoria militar de los Macabeos fue preservado en la oración «al hanisim», que mencionamos en nuestra Tefilá durante Janucá. En esa oración expresamos nuestra convicción de que todas nuestras victorias militares fueron posibles gracias a la intervención divina.
Relataré la historia de Janucá en ocho capítulos, enfatizando los detalles de la epopeya militar de los Jashmonayim. Recomiendo que durante Janucá se lea un capítulo cada noche después de encender las velas, y así nuestros corazones se llenarán de orgullo. Nos inspiraremos a agradecer al Creador «al hanisim» por los milagros que hizo a nuestros antepasados y rezar para que siga haciéndolo con nosotros y nuestros hermanos en Medinat Israel.
«על הנסים ועל הפורקן ועל הגבורות ועל התשועות ועל המלחמות שעשית לאבותינו בימים ההם בזמן הזה»
ALEJANDRO MAGNO
Cuando tenía poco más de 30 años, Alejandro Magno se convirtió en uno de los más grandes conquistadores en la historia de la humanidad. Alrededor del año 330 a.e.c (antes de la era común), los ejércitos de Grecia y Macedonia bajo su mando derrotaron a las fuerzas del poderoso imperio persa, con el que había estado en guerra desde la época de Ajashverosh (Jerjes, 480 a.e.c). Los dominios de Alejandro se extendían desde Grecia hasta la India, ocupando todo el Medio Oriente. Cuando Alejandro Magno visitó la tierra de Israel, llegó a Jerusalem y exigió lo que se consideraba en ese entonces un gesto normal de sumisión por parte de los pueblos que formaban parte de su nuevo imperio: erigir la estatua de Zeus, el dios superior de los griegos, en el santuario principal de la ciudad. Es decir, en el Bet HaMiqdash o Gran Templo de Jerusalem. Para todos los pueblos politeístas, honrar a dioses extranjeros que otorgaron el triunfo era un acto de sumisión y por lo tanto los pueblos sometidos al reino de Alejandro habían adoptado los dioses del nuevo emperador sin oponer resistencia. ¿La única excepcion? Los judíos.NO TENDRÁS NINGÚN OTRO DIOS…
Nuestros antepasados se negaron absolutamente a servir y adorar ídolos. Y rechazaron el pedido del joven emperador griego de colocar la estatua de un ídolo pagano en el Bet haMiqdash. ¿Por qué? Porque el monoteísmo no solo consiste en la afirmación de que creemos en «un Dios». El monoteísmo judío también incluye la negación de otros dioses. Como dice el segundo mandamiento: «No tendrás [no creerás en] ningún otro dios además de mí». Para tratar de convencer al emperador de que la negación a adorar a sus dioses no equivalía al rechazo de su reinado, una delegación de judíos, encabezada por Shimon haTsadiq, el Gran Sacerdote, se organizó para encontrarse con él. Los judíos le explicaron a Alejandro que el monoteísmo judío demanda “exclusividad de culto», algo que era difícil de entender para los pueblos de la antigüedad. Los judíos también clarificaron a Alejandro que si él no aceptaba su explicación y quisiera tomar medidas contra los judíos, ellos no ofrecerían ninguna resistencia armada. Aceptaban al nuevo emperador y estaban dispuestos a sacrificar sus vidas pacíficamente –‘al Quiddush HaShem– con tal de no llevar a cabo la demanda de adorar otros dioses o introducir un ídolo en el Templo. Además, según una famosa leyenda, los judíos ofrecieron, como signo de sumisión y reconocimiento al emperador, que todos los niños judíos nacidos ese año fuesen nombrados «Alejandro» en honor al nuevo emperador. Alejandro Magno aceptó la explicación de los judíos y renunció a su demanda de erigir un monumento a su dios en Jerusalem, y para sorpresa de todos, comenzó a interesarse en el judaísmo.MONOTEÍSMO Y ANTISEMITISMO
Los generales y los consejeros de Alejandro interpretaron el rechazo de los judíos a los dioses griegos no desde punto de vista religioso sino político y demandaban a Alejandro la destrucción de Jerusalem y la aniquilación de los judíos.
Sus argumentos eran los siguientes:
1. No se debe tolerar que los judíos no acepten la coexistencia de su Dios con otros dioses «¿Qué tiene de malo que nuestro dios esté junto con el Dios de los judíos?», razonaban. «¡Ningún otro dios pagano exigía exclusividad! ¿Por qué tolerar que los judíos se comporten de esa manera?» La negativa de los judíos a aceptar otros dioses era interpretada o como un signo de rebelión o en el mejor de los casos como un gesto de arrogancia, y esa falsa interpretación generaba odio y resentimiento contra los judíos.
2. Los judíos no solamente se niegan a aceptar a los dioses del vencedor, reclamaban los asesores de Alejandro, sino que también quieren seguir obedeciendo las leyes de su propio Dios ¡y se niegan a reemplezarlas por las leyes de los soberanos griegos! Esto también era algo que los fastidiaba a los griegos. En tods las demas culturas paganas a los dioses se los consultaba para adivinar el futuro o se le ofrecían sacrificios para apaciguarlos, pero los dioses paganos no revelaban leyes o mandamientos. ¡Dictaminar leyes era la prerrogativa «del rey», no de los dioses! Los judíos, sin embargo, rechazaban las leyes de los reyes humanos y seguían una Ley que Divina proclamando a Dios como su rey. Los asesores de Alejandro aconsejaban convencer a los judíos a obedecer las leyes de los vencedores amenazándolos con la pena de muerte, como hizo 140 años más tarde Antiojus Epifanes.
PROTECTOR DE LOS JUDÍOS
Contra toda lógica contemporánea, Alejandro Magno no escuchó a sus consejeros. Aceptó la explicación de los judíos y no los castigó por su desobediencia. Por el contrario, el monarca griego comenzó a estudiar la Torá, el monoteísmo y la naturaleza del Bet haMiqdash, guiado por su maestro Shimón HaTsadiq. Y lejos de buscar persuadir a los judíos para que dejaran su religión, les otorgó derechos especiales para que pudiesen seguir respetando su religión en todos los ámbitos de su imperio.
Así, Alejandro Magno se convirtió en el protector de nuestro pueblo.
Algunos ejemplos,
1. Como todo emperador, Alejandro exigía que cada nación sometida a su imperio enviase refuerzos militares para servir en sus ejércitos. Los judíos, que también fueron reclutados, tenían su propio batallón que servía en las filas del ejército griego. Para acomodar las ncesidades de los soldados judíos, Alejandro ordenó que se les permitiera practicar su religión en términos de su dieta alimenticia –Kashrut –y la observancia del descanso sabático (Shabbat).
2. Se ha encontrado una carta en la que Alejandro solicita que se entregue un aceite especial “kosher” a los soldados judíos en Antioquia; ya que los judíos no podían consumir el aceite común (considerado en ese entonces impuro o tamé).
3. También se encontró documentación donde Alejandro Magno instruye a sus generales a que eximan a los soldados judíos de participar en la construcción de un templo pagano en Babilonia (Bickerman).
La actitud amistosa de Alejandro Magno hacia el pueblo judío, y particularmente el hecho que haya aceptado que su dios no fuese introducido en el Templo de Jerusalem, debe ser considerado en mi opinión, como uno de los milagros de Janucá