viernes, noviembre 15, 2024
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KI TISA: ¿Qué le preguntarías a Dios?

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La Parashá de esta semana, Ki Tisá, trata de varios temas. Entre ellos, el episodio del becerro de oro. El pueblo, impaciente por la ausencia de Moshé durante 40 días seguidos, piensa que ha muerto y decide entonces reemplazar a Moshé con un becerro que los guiaría en el desierto hacia la tierra prometida. El becerro (la cría de la vaca) era uno de los ídolos adorados por los egipcios, debido a su gran instinto de orientación: cuando tiene que mamar, el becerro puede encontrar a su mamá aunque estuviera con los ojos vendados. Por supuesto, este episodio representó una gravísima traición a Dios y un regreso del pueblo de Israel a las más primitivas formas de la idolatría. Y todo esto, a poco más de un mes de haber presenciado la manifestación de HaShem en el monte Sinaí, revelando los Diez Mandamientos. HaShem le manifiesta a Moshé que eliminará al pueblo judío. Moshé intercede, reza por ellos, los defiende y le dice a HaShem que también tendría que eliminarlo a él. Al final, en el día de Kipur (10 de Tishréi), HaShem acepta la Tefilá de Moshé y decide perdonar al pueblo de Israel.

Esto es, por supuesto, algo maravilloso, que recordamos todos los años en Yom Kipur. Sin embargo, hay algo más, menos conocido, que ocurrió en ese mismo evento. Luego de que HaShem perdonara al pueblo de Israel, se desarrolla una “conversación” entre Dios y Moshé. Y en un punto, Moshé le dice a HaShem: “הראני נא את כבודך”, que más o menos significa: “Enséñame Tu Gloria”. Los rabinos explicaron que aquí ocurrió algo excepcional. Hasta este momento, la comunicación de HaShem con los seres humanos siempre fue unilateral: HaShem se manifiesta a los profetas o al mismo Moshé Rabenu, transmitiéndoles un mensaje o una visión. Pero en esta ocasión, por primera y última vez, es un hombre el que pudo iniciar “un diálogo con Dios” y preguntarle algo al Todopoderoso, sabiendo que podría esperar una respuesta de su Interlocutor. Moshé tuvo esta única oportunidad y, en cierta manera, representó a toda la humanidad frente a HaShem.

¿Qué le preguntó Moshé a Dios? ¿Cuál es la pregunta que más preocupa a la humanidad con respecto a Dios?

Los Sabios explican que Moshé le preguntó a Dios: ¿Por qué sufren las personas buenas? למה צדיק ורע לו

En mis propias palabras: Si Dios es Todopoderoso y Todo Bondad, ¿por qué permite que les ocurran cosas malas a las personas buenas? Para el hombre de fe, no existe una pregunta más crítica y crucial. A propósito, esta mañana mientras escribía estas líneas, y por pura curiosidad, hice una breve “búsqueda” en Google. Escribí en inglés: “What would you ask God” (¿Qué le preguntarías a Dios?) y lo que encontré me resultó sorprendente. El primer artículo que apareció en la búsqueda reporta los resultados de una encuesta hecha a cientos de estudiantes universitarios (no judíos) a quienes se les preguntó: «Si pudieras preguntarle a Dios sobre cualquier cosa, ¿qué le preguntarías?»

La pregunta número UNO que se registró es muy parecida a la de Moshé…

“¿Por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? Si Dios es Todo bueno y Todopoderoso, ¿no tiene los recursos para prevenir el mal y el sufrimiento?”

Estoy seguro de que muchos lectores probablemente no compartan mi fascinación con el tema de “la pregunta” de Moshé y estarán impacientes por saber cuál fue la respuesta de Dios a Moshé Rabenu. El judaísmo es único en reconocer que esa pregunta NO tiene una respuesta clara para el ser humano, pero que la Torá nos revela, sin embargo, por qué no podemos obtener una respuesta.

Saber cómo Dios administra Su justicia supera nuestras posibilidades intelectuales y epistemológicas.

HaShem le respondió a Moshé (breve y metafóricamente) que Moshé, o cualquier otro ser humano, nunca podrá ver “el frente” de la Presencia o de la Intervención Divina, solo podrá ver “el dorso” de la Intervención de Dios, la parte de atrás. וראית את אחורי ופני לא יראו

El mejor ejemplo que puedo ofrecer es, irónicamente, un ejemplo visual: el de un tapiz. Solo HaShem ve el tapiz desde el frente. Nosotros, los seres humanos, que estamos restringidos en el limitado tiempo de nuestras cortas vidas y en el espacio de esta dimensión física, solo vemos la parte de atrás del tapiz: los hilos y los trazos que parecen aleatorios y caóticos, los colores, los nudos, los bucles, etc. Para nosotros, todos estos zigzagueos del tejido no tienen sentido, pero hacen posible la imagen perfecta en el frente del tapiz, al que solo Dios tiene acceso.»

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