1. Ostentación.
No podemos evitar completamente ser envidiados, ya que es algo que muchas veces está fuera de nuestro control. Pero hay algo que SÍ podemos hacer para minimizar la envidia. O por lo menos para no alentarla. Me refiero a comportarnos con «humildad». Actuar al revés de lo que nos propone la sociedad de consumo: No exhibir mis bienes materiales. No alardear de las vacaciones que tomamos, no ostentar en las fiestas que celebramos o en la ropa que vestimos o en el automóvil que manejamos. Aprender a mostrar menos de lo que tengo, es un valiosísimo hábito que vale la pena cultivar. Atención: No estamos hablando de vivir con austeridad, lo cual es una opción personal, sino de evitar el exhibicionismo. Yo tengo el derecho de disfrutar lo que HaShem me permitió ganar con mi esfuerzo y mi honestidad. Pero aún así, y especialmente frente a los demás, debo comportarme con modestia y humildad. No mirar con altanería a quienes tienen menos que yo. Y no caer en la trampa que nos tiende la sociedad de consumo, que nos alienta a impresionar a los demás y a despertar su envidia.
2. ¿Hacia donde mirar?
Si la envidia es un instinto natural, imposible de erradicar, por lo menos debe ser canalizado de una manera positiva. Como ya lo explicamos, hay areas de la vida en la cuales la envidia lejos de ser negativa nos puede ayudar a crecer. Para eso, debemos aprender hacia dónde dirigir nuestra mirada. Hay un pasuq (versículo) de la Torá, que si bien se refiere a un tema no relacionado con la envidia, nos sirve como referencia mnemotécnica en este tema tan sensible. La Torá dice que HaShem es nuestro Dios, y que no existen otros dioses ni «en el cielo y arriba [de éste], ni en la tierra y debajo [de ésta]». Apliquemos esta idea en el area de la envidia. «En el cielo» significa en los temas espirituales: conocimiento, humildad, integridad, relación con Dios, etc. En todos estos temas «celestiales» , debo mirar hacia «arriba», es decir, puedo y debo compararme y «envidiar» al que es más y mejor que yo. La envidia/admiración en estas áreas es el mejor incentivo para estimular nuestro propio crecimiento. Asimismo, debo aspirar a tener amigos que sean mejores que yo en las areas «celestiales». Observarlos, admirarlos y «envidiarlos» de una manera que me lleve a imitarlos.
Por el otro lado tenemos lo terrenal. «En la tierra» en asuntos terrenales, en todo lo que tiene que ver con temas materiales, debo mirar hacia «abajo», es decir, debo compararme con el que tiene menos que yo. Si tengo 10, no debo mirar al que tiene 15 y envidiarlo. Esa actitud solo me llevará a sentirme miserable y frustrado. Debo mirar a los que tienen menos que yo. Debo pensar que Baruj HaShem (Gracias a Dios!) tengo 10, que es mucho más que 9, 8 o 7. Y cuando me comparo con quienes tienen menos que yo, de pronto valoro mucho más lo que tengo.
Tenemos que adoptar el hábito de «orientar» nuestros ojos hacia arriba o hacia abajo, según estemos hablando de temas que conciernen a lo material o a lo espiritual.
3. Emuná. Finalmente, lo más importante para evitar la envidia es la Emuná, la fe en HaShem. Hay varios niveles en la fe en Dios. Primero, por supuesto, está la creencia en Él, y todos los aspectos teológicos y filosóficos relacionados a Su existencia. Luego, parte de la fe judía consiste en saber que HaShem «masbia’ lejol jai ratsón», mantiene a cada una de Sus criaturas de acuerdo a Su voluntad, es decir, a Su determinación. Emuná significa la «aceptación» de que HaShem es en última instancia Quien determina cuánto nos toca en lo material. En el contexto de la envidia, «Emuná» se refiere a este elevadísimo nivel de la fe. Saber que a pesar de nuestros máximos esfuerzos laborales, es HaShem el Que tiene la última palabra: cuánto gano, cuánto tengo y cuánto me queda. Y es también Él quien determina cuánto gana y cuánto tiene mi vecino. Saber, reconocer y aceptar, por ejemplo, que si Él así lo quisiera, y a pesar de mis tremendos esfuerzos, yo podría tener mucho menos de lo que tengo (si ח»ו me enfermo, o tengo un accidente, etc.). Reconocer que HaShem está al mando, me debe inspirar una enorme paz interior. Él me da a mí lo que Él considera que yo merezco y necesito, etc. y yo lo acepto en paz. Este pensamiento es un parte integral de la fe judía.
Una última idea: Saber, reconocer y aceptar que HaShem «está en control» es exactamente el contenido del Primero de los Diez Mandamiento. Si el lector lo recuerda lo explicamos así: «Yo, HaShem, soy tu Dios», quiere decir: «Yo, HaShem, estoy a cargo de ti , como quedó demostrado al haberte liberado de Egipto, la casa de esclavos» . Y si HaShem está a cargo de lo que yo tengo y de lo que tiene mi vecino, envidiar a mi vecino pone en duda mi creencia en Él, o mi fe en Su justicia o en Su criterio. Envidiar es desafiar la premisa de que en última instancia HaShem es «Eloqeja», Mi Dios.
De esta manera, concluimos nuestro aprendizaje de los Diez mandamientos, viendo como el último mandamiento nos lleva nuevamente al primero, cerrando así un círculo de Mitsvot muy importantes que debemos recordar permanentemente.
תם ונשלם שבח לאל בורא עולם