En la Parashá de este Shabbat, ITRO, leeremos los diez mandamientos. El último de ellos es el que nos advierte «No Envidiarás» .
«No envidiarás la casa de tu prójimo, no envidiarás la mujer de tu prójimo, ni a su siervo, ni a su sierva, ni a su buey, ni a su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.»
La Torá nos enseña que la felicidad no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos. Y si bien el ideal más alto de un Yehudí es desarrollar un carácter que sea inmune al sentimiento de envidia, es casi imposible evitar que un pensamiento de envidia ingrese en nuestra mente. Pero lo que sí podemos evitar es que ese pensamiento se instale en nosotros, y se quede allí a controlar nuestra mente y causarnos un gran daño emocional.
Ésta es quizás la lección más antigua que HaShem le enseñó a la humanidad. Cuando Cain vio que Hashem recibió la ofrenda de Hebel (Abel) y rechazó la suya, Cain se llenó de envidia y se deprimió. ¿Qué había pasado? Mientras que Hebel le había ofrecido a HaShem, como gesto de gratitud, lo mejor de su cosecha, Cain ofrendó lo que a él ya no le servía, lo que iba a desechar. HaShem le explico a Cain lo que tenia que hacer para que sus ofrendas fueran recibidas. «Cain, ¿por qué estas deprimido? Si simplemente haces las cosas mejor, y eres un poco menos egoísta, tu ofrenda será recibida «הלא אם תטיב שאת»… Y si no lo haces, quiero que sepas que el pecado [de la envidia] te hará caer, y si no lo controlas, terminará controlándote a ti… . Pero como sabemos, Cain no escuchó las palabras de HaShem y en lugar de concentrarse en hacer mejor las cosas, para lograr así su objetivo, que su ofrenda sea recibida, eligió la via más fácil: matar a la competencia.
En Melajim 1, capitulo 21 tenemos otro ejemplo del poder destructivo de la envidia. Nabot tenía una viña. Y Ajab, el rey, quería su viña. Y le dijo a Nabot: véndeme tu viña, que está cerca de mi palacio, para que yo me pueda hacer allí un hermoso jardín. Nabot le respondió a Ajab que no podía vender su viña, ya que era la heredad de sus padres. Ajab se fue a su casa, triste y deprimido. El rey, que todo lo tenía, estaba ahora obsesionado por tener el campo de Nabot. Su esposa fenicia, Izebel, le hizo la misma pregunta que HaShem le hizo a Cain: ¿Por qué estás deprimido? Y cuando Ajab le contó la causa de su tristeza, Izebel le aconsejó a su esposo exactamente lo contrario de lo que HaShem le aconsejó a Cain. Ella le dijo: ¿No eres tú el rey? Levántate y observa como yo te daré la viña de Nabot. Izebel planeó un complot contra Nabot. Lo acusó falsamente de haber blasfemado a Di-s y al rey. Contrató dos falso testigos para incriminar a Nabot, y finalmente el tribunal encontró a Nabot culpable. Lo sentenciaron a muerte y lo ejecutaron. Y entonces Izebel le dijo a Ajab: «Ahora puedes confiscar su viña y hacer con ella lo que te plazca.»
Es interesante observar que violar el ultimo mandamiento, el de la envidia, llevó a que se violara también el noveno, «NO DARAS FALSO TESTIMONIO», cuando se acuso falsamente a Nabot; el octavo, «NO ROBARAS», cuando Ajab «confiscó» la propiedad de Nabot, y finalmente el sexto Mandamiento, «NO MATARAS», cuando ejecutaron al pobre Nabot.
La envidia es destructiva. Nos empuja a destruir a los demás. Pero también termina destruyéndonos a nosotros mismos. Ya que si bien Hebel y Nabot fueron víctimas fatales de personas envidiosas, Cain y Ajab, tuvieron un final trágico, y fueron víctimas de su propia envidia.
Pero. ¿Como se combaten los pensamientos de envidia? Una respuesta seria y profunda a esta pregunta demandaría todo un libro.
Así que voy a compartir con los lectores una simple idea que me enseñó mi abuelita z»l. Ella decía que hay que adquirir una «mentalidad de berajá» (lo que Stephen Covey llama: «win/win mentality»). Brevemente, no hay que pensar que para que yo gane alguien tiene que perder. Y principalmente, no hay que pensar que para que yo tenga más, alguien tiene que tener menos.
La mentalidad de Berajá consiste en pensar que Baruj HaShem, HAY SUFICIENTE PARA TODOS.
SHABBAT SHALOM!