sábado, noviembre 23, 2024
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RESUMEN DE BERESHIT

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La primera Parashá de la Torá, Bereshit –en español: Génesis–describe la creación del mundo y la humanidad. Comienza con el relato de cómo HaShem creó el universo en seis días y el séptimo dio por concluida su creación.  el séptimo.

Al principio,  Dios creó el universo, incluyendo un planeta especial: la tierra. El primer día, Dios hizo que la luz del sol iluminara a la tierra creando así el caldo luz y oscuridad, que para los seres humanos serán «día» y «noche».

El segundo día, Dios separó las aguas superiores, las nubes, de las inferiores, los océanos, creando así una atmósfera que produce el ciclo del agua (evaporación, precipitación).

En el tercer día, Dios hizo que apareciera la tierra firm desde abajo de los océanos y aseo. Creó la superficie de nuestro planeta. En la tierra, que contaba ahora con luz solar y con lluvia, Dios creó la vegetación: plantas y arables de todo tipo.

En el cuarto día, Dios estableció el sol, la luna y las estrellas en su orbita definitiva desde donde iluminarán la tierra, y marcaran las estaciones, los días, los meses y los años.

En el quinto día, Dios hizo que las aguas crearan los primeros animales: reptiles, animales terrestres, marinos y animales con alas.

En el sexto día, Hashem creó los mamíferos  y en ese mismo día creó al ser humano, Adam, con una capacidad especial (neshamá) que le permite entender las ordenes Divinas y seguirlas o desobedecerlas.  La primera orden Divina es que el hombre imponga su dominio sobre toda la creación.

Dios bendice al ser humano, y le ordena fructificarse, multiplicarse y así poblar la tierra de seres humanos.

En el séptimo día, Dios dio por terminada Su creación y santificó a ese día declarándolo como  Shabbat.

La Torá cuenta ahora la historia de los primeros seres humanos:  Adam fue creado del polvo de la tierra, y Dios insufló en su nariz un alma de vida. Dios creó un hermoso jardín al este del Edén para que el hombre viera allí, y le dijo a Adam que lo trabajara y lo cuidara. En medio del jardín, Dios plantó dos árboles especiales: el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal.

Dios le permitió a Adam comer de todos los árboles del jardín, excepto del Árbol del Conocimiento, advirtiéndole que comer de él resultaría en la muerte.

Dios le muestra a los animales a Adam para que los conozca y les asigne un nombre a cada uno de ellos. Sin embargo, Adam no encontró ningún animal que fuera como él, y se sintió solo.  Dios hizo caer a Adam en un sueño profundo, tomó una de sus costillas y creó a la mujer, Eva. Adam reconoció que  Eva era «hueso de mis huesos y carne de mi carne», y ambos vivieron en el jardín sin vergüenza de no estar vestidos.

La serpiente, el más astuto de todos los animales, convence a Eva para que coma del fruto prohibido del Árbol del Conocimiento. Ella a su vez, comparte el fruto con Adam. Al comer del fruto, ambos adquieren conciencia de su desnudez, lo que los lleva a cubrirse con hojas de higuera. Dios confronta a Adam y Eva por su desobediencia. Como resultado, HaShem maldice a la serpiente, aumenta los dolores de parto de Eva y decreta que Adam tendrá que trabajar duramente para que la tierra produzca sus frutos. Además, Adam y Eva son expulsados del Jardín del Edén para evitar que coman del Árbol de la Vida y vivan eternamente.

Después de su expulsión, Adam y Eva tienen dos hijos, Caín y Abel. Ambos presentan ofrendas a HaShem. Abel ofreció de los mejores frutos de sus cosecha mientras que Cain, ofreció a HaShem de los que le sobraba y había descartado.  HaShem aceptó la ofrenda de Abel y rechazó la de Cain lo que despertó sus celos por su hermano.  Caín asesina a Abel y es castigado por Hashem, convirtiéndose desde ese momento como un nómada sobre la tierra. A pesar de esto, HaShem coloca una señal sobre Caín para protegerlo de aquellos que pudieran matarlo.

La Parashá concluye con la genealogía que traza 10 generaciones desde Adam, destacando especialmente a Enoj, que «caminó con HaShem», y concluye con Noaj, que en medio de una generación que se había corrompido «halló gracia a los ojos de Dios».

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