viernes, enero 31, 2025
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Yonatán, cuando el Judaísmo estuvo al borde de la extinción

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LA MUERTE DE YEHUDA

Unos anos después de que ocurriera el milagro de Janucá, y luego de firmar la paz con Yehudá Macabí y cancelar los decretos que prohibían la práctica de la religión judía, el general Lisias regresó a Antioquía. Antiojus Epifanes había muerto, y Lisias se convirtió en regente de su hijo Antiojus V. Para Yehudá Macabí y sus hombres, esta era una situación ideal: después de años de lucha, el emperador griego era ahora un aliado y los judíos podíamos vivir en paz y regirnos de acuerdo a nuestra Torá.

El 24 del mes de Av fue el día que oficialmente los judíos de esa época dejaron de obedecer las leyes griegas volvieron a adoptar la Torá como la constitución del pueblo judío. Dicho sea de paso, durante dos siglos, este día se festejó con mucha alegría y orgullo, como lo explica Rashí en Baba Batra 115b:

בעשרים וארבעה באב חזרנו לדיננו הראשון  «El 24 de Av volvimos a nuestra ley original.»

Pero la paz no duró mucho tiempo.

Dos años después, en el 161 a.e.c.,  Demetrio atacó y mató a Lisias y al hijo de Antiojus. Al tomar el poder, Demetrio decidió reanudar sus ataques contra Yehudá y los judíos.

Para este objetivo,  envió a su mejor general, el famoso Baqjides, con 20,000 soldados y 2,000 jinetes con la misión de capturar y matar a Yehudá Macabí.  Baqjides no llegó por mar, como solían hacerlo las tropas griegas, sino que vinieron desde Turquía y Siria y llegaron por el Golán. Yehudá fue tomado por sorpresa. No esperaba una guerra y como pensaba que la paz iba a durar solo se había quedado con un pequeño ejército de 800 hombres, y había enviado el resto de sus hombres de regreso a sus hogares.

Baqjides y sus tropas encontraron poca resistencia y mataron a Yehudá y a sus combatientes. Las consecuencias fueron desastrosas. Flavio Josefo relata que los nuevos decretos antijudíos fueron reimpresos y las persecuciones fueron aún más intensas y brutales que en los tiempos de Antiojus Epífanes. Baqjides asignó a un sacerdote judío helenizado, Alquimos, para administrar el Templo. En su primer acto oficial como Gran Sacerdote (Cohen Gadol), el malvado Alquimos ejecutó públicamente a 60 rabinos. Miles de judíos fueron asesinados, esclavizados o exiliados. Sin Yehudá Macabí, sin ejército, sin Jerusalem y sin el Bet HaMiqdash, parecía que la milagrosa rebelión iniciada por Matitiyáhu en el año 167 a.e.c. había llegado a su fin.

Todo se había perdido.

¿EL FIN DEL JUDAÍSMO?

Hay milagros, como el del aceite que duró ocho días, donde la intervención divina es del 100%. Y hay otros milagros donde la intervención divina se combina con la grandeza humana: Dios inspira el espíritu de los hombres de bien, les concede fuerza y coraje para luchar y les muestra un destino posible cuando el futuro parece irrealizable.

Esto fue lo que sucedió con los hermanos de Yehudá que habían sobrevivido:  Yojanán, Shimón y Yonatán. Junto a unos pocos soldados sobrevivientes, decidieron no rendirse. Yonatán tomó el mando y comenzó a planear la lucha contra el poderoso Baqjides. Baqjides había puesto precio sobre las cabezas de los Jashmonayim, sus soldados y, por primera vez, ¡también sobre sus familias: esposas e hijos. Yonatán decidió huir al desierto de Judea, cerca de la ciudad de Tekoa. Allí hay cuevas profundas donde los combatientes podia desaparecer del ojo del enemigo. Algunas de estas cuevas tienen varios niveles y se adentran más de 50 metros en la montaña, lo que las hace de difícil acceso. Los valientes soldados de Yonatán podrían acceder a estas cuevas, pero para las mujeres y niños el acceso era muy arriesgado. https://youtu.be/dH4mekMOD9s?si=MzGTYjagwkZzOCFd. 

Yonatán acudió a sus aliados, los nabateos, y les pidió que protegieran a sus familias mientras ellos combatían a Baqjides. Los nabateos, un pueblo nómada de la península arábica y enemigos de los seléucidas, habían sellado una alianza militar con Yehudá. Yonatán envió a su hermano Yojanán con las mujeres y los niños algunos soldados. Sin embargo, los nabateos, tentados por la recompensa monetaria ofrecida por Baqjides, traicionaron a los Jashmonayim: matando a Yojanán y a los cientos de mujeres y niños de sus familias. Solo un soldado logró escapar y llevar la trágica noticia a Tekoa.

EL PEOR MOMENTO

El libro de los Jashmonayim cuenta que, al enterarse de la tragedia, Yonatán y sus hombres guardaron duelo y lloraron amargamente durante siete días (shivá) en las cuevas de Tekoa. Es difícil imaginar lo que pasó por sus mentes en esas terribles circunstancias. Todo indicaba que se rendirían. ¿Por qué luchar si ya no quedaban mujeres ni niños por quienes regresar? El futuro del pueblo de Israel y su religión estaba en manos de unos pocos hombres traicionados,  agotados y devastados por la trágica muerte de todos sus familiares. Los helenistas habían ganado, y el judaísmo podría desaparecer si Yonatán se rendía.

Increíblemente, Yonatán sacó fuerzas de su fe en el Creador (las Fuerzas del Cielo), se levantó del duelo y decidió continuar la rebelión. Primero, atacó violentamente a los nabateos durante una boda, recuperando su fuerza disuasiva, siguiendo el ejemplo de Shimón y Leví en Shejem.

Yonatán comenzó a reclutar y entrenar soldados judíos en las aldeas y llevó a cabo una guerra de desgaste contra Baqjides. Durante dos años, desde el 161 a.e.c. hasta el 159 a.e.c., el improvisado ejército de Yonatán atacó por las noches sin pausa a las tropas griegas, sus suministros y depósitos de armas.

En el año 159 a.e.c., frustrado por no poder capturar a Yonatán y viendo cómo sus tropas se debilitaban por esta guerra de desgaste, Baqjides abandonó la tierra de Israel para librar batallas más sencillas y que le dieran mas fama. ¡Yonatán, Shimón y sus hombres habían triunfado nuevamente! La ciudad de Jerusalem, gobernada por los helenistas, estaba al alcance de sus manos. Sin embargo, y aparentaste contra toda lógica, Yonatán decidió no invadir Jerusalem como lo había hecho Yehudá unos anos atrás y se estableció en Mijmás durante los siguientes siete años.

¿Por qué? Porque entendió que si quería una victoria decisiva y duradera, no podia apoyarse únicamente en sus pocos combatientes: tenía que crear formalmente un ejército judío. 

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