SHABUOT: Dios en primera persona

En Shabuot recibimos la Torá. Todo comenzó con los 10 mandamientos.
YO, HaShem, soy tu Dios; aquel que te rescató de la tierra de Egipto, [y te liberó] de la sociedad de esclavos

«YO»
No se trata de un ser humano. Ni de un pariente cercano de Dios, ni de un hombre que encarna a Dios, como el Faraón o Yeshu se definían a sí mismos. Tampoco se trata de un profeta que recibe el mensaje de un ángel, ni de una persona asignada por Dios para hablar en Su nombre. Este mandamiento comienza con la palabra hebrea: ANOJÍ, que significa «yo» (que en este único caso me gusta escribirlo con dos letras mayúsculas: «YO»): Dios se presenta a Sí mismo en primera persona del singular, antes de dictar Su código de ley y ética. Esta introducción se considera en la tradición judía como una orden Divina o Mitsvá: el Primer Mandamiento.
El primer mandamiento es la base de lo que se conoce como el monoteísmo ético, es decir, que es Dios, el Creador, Aquel que establece la definición de lo que es ético y moral, de lo que es correcto o incorrecto, de lo que está bien y lo que está mal hacer. En un lenguaje judío: de lo permitido y lo prohibido. El monoteísmo ético rechaza rotundamente la idea de que la ética emana del criterio o la opinión humana, si no que provienen directamente de Dios, trascendiendo la subjetividad y la arbitrariedad de los tiempos, las modas y las geografías .
YO SOY TU DIOS: ¡Olvídate del Faraón!
Este YO-tú también establece un vínculo directo, personal, casi podríamos decir «horizontal», que desarrolla la idea principal de este mandamiento. Para comprenderlo mejor, debemos tener presente a quién se dirige Dios al dictar Sus preceptos. Hombres y mujeres que, aunque descienden de ilustres patriarcas, han sufrido durante las últimas 4 generaciones un estado de opresión total. Muchos han olvidado a Su Dios y a su historia y han sido programados mentalmente para reemplazarlo por el faraón. Algo así como lo que sucedió con aquellos judíos de Rusia que, en la época de Stalin, fueron programados mentalmente para reemplazar a Dios por Stalin. En las sociedades antiguas de 3500 añosa tras, existía una distancia mínima, indistinguible, entre los dioses y los líderes humanos, el Faraón se autoproclamaba «líder supremo y máximo benefactor de la humanidad». Y Egipto era algo así como Corea del Norte en nuestros días, donde el líder supremo Kim Jong Un prohibe todas las religiones porque está obsesionado con ser «la única divinidad que se puede adorar –y obedecer– en ese país» (ver este artículo estremecedor). El primer mandamiento, entonces, urge a los hijos de Israel a liberarse de esa tiranía ideológica y abandonar el culto a la persona del Faraón.

…que te rescató de la tierra de Egipto, [y te liberó] de la sociedad de esclavos…
La segunda parte de este mandamiento describe de manera breve y exquisitamente sofisticada las diferencias fundamentales entre Dios y el Faraón, lo cual era absolutamente comprensible para aquellos que acababan de salir de Egipto. Dios no se presenta como el Creador universal, sino como Aquel que intervino en nuestras vidas y nos liberó de la esclavitud. El mensaje es muy poderoso: a diferencia del Faraón, que era una deidad egocéntrica, que demandaba obediencia y lealtad incondicional «para su propio beneficio», Dios no requiere nada de nosotros para «SU» propio beneficio. En realidad, y aquí está la gran revolución, ¡Dios quiere lo mejor para nosotros! ¿La prueba? ¡El Faraón te ha esclavizado en Egipto, mientras que Dios te ha liberado! El dios de Egipto buscaba aprovecharse de tu fuerza para sus proyectos faraónicos, mientras que HaShem, tu Dios, quiere TU beneficio. Le importa de ti.

LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD
Y por eso, inmediatamente después de mencionar la libertad, Dios nos dicta Sus leyes, reglas, prohibiciones y preceptos. ¿Por qué? Porque la verdadera libertad no consiste en hacer lo que uno quiere, sino en ejercer el autocontrol moral y un comportamiento adecuado en cuanto a nuestras interacciones con los demás. Esta conducta ética es la que llevará a la verdadera y duradera felicidad. La plenitud de saber que uno está haciendo lo correcto. Este primer mandamiento deja en claro que el motivo por el cual Dios nos explica en los próximos mandamientos cómo vivir una vida de bien es porque Él se interesa por nosotros, ama al pueblo de Israel, y quiere nuestro bien. Nos ofrece una apreciación profunda del monoteísmo ético y moldea nuestra comprensión de la verdadera libertad.




¿QUE APRENDEMOS DE LA HISTORIA DE RUT?

En el Tanaj (Biblia Hebrea) hay 5 libros “pequeños” llamados Meguilot (literalmente: “rollos”). Una de estas “Meguilot», cuenta la historia de Rut, una mujer moabita que se convirtió al judaísmo. Rut llegó a Israel y se estableció en Bet Lejem, en la provincia de Yehudá en Israel, para acompañar y ayudar a su suegra, Naomí, una mujer mayor que había perdido a su marido y a sus dos únicos hijos. Rut sabía que a Naomí le sería muy difícil, sino imposible, pedir o esperar ayuda de los habitantes de Bet Lejem, ya que 10 años atrás, según nos explica el Midrash, su marido Elimélej abandonó Bet Lejem y se exilió en Moab, para no ayudar a los pobres en tiempos de sequía…  Ahora Naomí regresaba en tiempos de abundancia, sola, viuda, sin hijos, pobre, emocionalmente destruida, y absolutamente avergonzada.

Cuando Rut  decidió acompañar a Naomí y quedarse a vivir con ella, lo hizo consciente de que abandonaba la comodidad su hogar, de su familia, de su pueblo etc. Y todo ese sacrificio con la única intención de ayudar a una pobre mujer viuda a sobrevivir en la absoluta indigencia. En el segundo capitulo de la Meguilá vemos las condiciones en las cuales vivían Naomi y Rut, quienes al parecer, ni siquiera tenían un techo para protegerse. Rut, también viuda pero más joven que Naomí,  tuvo que salir a juntar comida (lequet) en los campos, como hacían los pobres y los extranjeros (guer toshab), y proveer así pan de cebada para ella y su suegra Naomí. Sin la ayuda de Rut, Naomí probablemente hubiera preferido morir de hambre que salir a pedir ayuda… .Lo que hizo Rut fue un increíble acto de altruismo: dejar toda su vida atrás para ayudar a que una viuda no se muriese de hambre y vergüenza.

La Meguilá también nos cuenta sobre Bo’az, un familiar de Elimélej, el esposo de Naomí. De acuerdo a la ley judía, cuando alguien empobrece, pierde su tierra o tiene que empeñar su libertad para sobrevivir, la obligación de ayudar y rescatar a esta persona y su familia recae sobre el familiar más cercano. En hebreo a este familiar se lo llama GOEL, el que debe rescatar de la indigencia a su familia. Esta regla, en cierta manera, rige hasta el día de hoy. La Torá establece que en términos de Tsedaqá, ayuda económica, existe un orden de prioridades. Nuestra primera obligación es asistir a nuestros familiares (hermanos, primos, etc. y por supuesto padres e hijos), luego a los pobres de mi ciudad y recién al final a los pobres de otra ciudad (la excepción son los pobres de la tierra de Israel, que siempre tienen prioridad!).  Al principio no vemos que Bo’az se haya apresurado a ayudar a Naomí.  Pero luego sí. Rut fue a recoger cebada “de casualidad” en un campo que pertenecía a Boaz. Cuando Boaz se enteró, se comportó con mucha generosidad con Rut. Mientras que lo normal era que los pobres buscaran su propia agua, y que se sentaran en el piso a comer lo que recogían,  Bo’az le permitió a Rut compartir el agua y la comida con sus empleadas, y le encargó a todos los trabajadores que trataran con mucho respeto a Rut.  Bo’az se comportó con Rut, y por extensión con Naomí, con extrema generosidad excepcional.  Al final, Rut terminó convirtiéndose al judaísmo y Bo’az se casó con ella. Bo’az así restableció la familia de su pariente Elimélej, que de otra manera hubiera desaparecido para siempre. Tanto Rut como Bo’az tuvieron la oportunidad de actuar con generosidad, y no la desaprovecharon.

De Rut y Bo’az nació ‘Obed. De ‘Obed nació Yshai y de Yshai nació David, el gran rey de Israel. Como podemos apreciar la más importante dinastía judía, la dinastía  mesiánica, no se caracteriza por surgir de guerreros o gladiadores sino de un hombre y una mujer que se caracterizaron por su Jesed, un altruismo excepcional.

Creo que de la sencilla y hermosa historia de Rut y Bo’az debemos aprender, entre otras cosas, que muchas veces HaShem nos presenta con situaciones donde podemos actuar con generosidad  y bondad.   Estas situaciones ponen a prueba (nisionot) nuestra moralidad. Son oportunidades para hacer el bien que no debemos dejar pasar.




El pueblo testigo

ועתה, אם-שמוע תשמעו בקולי, ושמרתם, את-בריתי – והייתם לי סגולה מכל-העמים, כי-לי כל-הארץ. ואתם תהיו-לי ממלכת כוהנים, וגוי קדוש

«Y ahora, si ustedes escuchan Mis mandamientos, y guardan Mi pacto, se convertirán para Mí en un tesoro (segulá) entre todos los pueblos … y serán para Mí un reino de sacerdotes (mamlejet kohanim) y una nación santa (goy qadosh) Shemot 19: 5-6.

En el contexto de la entrega de la Torá, que se celebra en Shabu’ot, goy qadosh se refiere a que somos un pueblo «elegido», «consagrado»  por Dios.

¿Elegido para qué?

Fuimos elegidos por Dios para ser los testigos de Dios. En Shabu’ot, cuando recibimos la Tora, HaShem se reveló al pueblo de Israel. No vimos imágenes, pero oímos Su voz. Éramos, y seguimos siendo, los únicos testigos presenciales de la existencia de Dios. La existencia de Dios no puede ser demostrada con evidencias filosóficas o científicas. La evidencia de Su existencia es el pueblo judío. Como dijo el profeta Yesha’ayahu : אַתֶּם עֵדַי, נְאֻם ה’, וְעַבְדִּי אֲשֶׁר בָּחָרְתִּי, לְמַעַן תֵּדְעוּ וְתַאֲמִינוּ לִי וְתָבִינוּ, כִּי אֲנִי הוּא, לְפָנַי לֹא נוֹצַר אֵל וְאַחֲרַי לֹא יִהְיֶה “Así dice HaShem [a Israel] Ustedes son mis testigos, Mi siervos, a quien he escogido. Para que sepan, crean fehacientemente y hagan comprender [al resto del mundo] que Yo existo. Y que no existe [otro] dios ni antes ni después de Mí «.

En una de sus cartas (Igueret Temán) Maimónides explica que lo primero que un padre judío debe enseñarle a sus hijos es la historia de Shabu’ot, conocido en hebreo como מעמד הר סיני (la revelación Divina en el Monte de Sinai) , esto es, cuando experimentamos la Presencia Divina y nos convertimos así en los testigos de Su existencia. Esto es la experiencia que nos define como judíos, como pueblo elegido (o mejor dicho: “Pueblo testigo”).

Ser el pueblo elegido no significa que tener más derechos que otras naciones. Por el contrario, significa que HaShem espera de nosotros un comportamiento ejemplar. Dios examina nuestra conducta mucho más estrictamente que el resto de las naciones. Tiene más expectativas y demandas de nosotros. Quizás, nadie formuló este concepto tan importante mejor que el profeta Amós (3: 2). Así dijo HaShem, רק אתכם ידעתי מכל משפחות האדמה על כן אפקד עליכם את כל עונתיכם  “Sólo a Ustedes [el pueblo de Israel] He conocido (= amado, elegido) de entre todas las familias de la tierra; Por tanto, te haré responsable por todas tus iniquidades … »

Si un judío actúa con deshonestidad, se comporta mal, ofende a otros, etc., entonces se descalifica a sí mismo como uno de los testigos de HaShem, causando Jilul HaShem, esto es,  “haciendo que la evidencia de la existencia Divina sea más débil».

Ser judío implica la conciencia permanente de que la prueba de la existencia de Dios depende de nuestro testimonio. Y que este testimonio lo expresamos cada vez que cumplimos con nuestro «Pacto».




¿Qué significa ser judío?

ועתה, אם-שמוע תשמעו בקולי, ושמרתם, את-בריתי – והייתם לי סגולה מכל-העמים, כי-לי כל-הארץ. ואתם תהיו-לי ממלכת כוהנים, וגוי קדוש

AM SEGULÁ

Cuando Dios le ofrece al pueblo de Israel celebrar un pacto con Él dice lo siguiente (Shemot 19: 5-6) “Y ahora, si Ustedes aceptan escuchar Mis mandamientos y mantener un pacto conmigo, serán para Mí una ‘segulá’ entre todos los pueblos una nación de sacerdotes” .   Comencemos por el primer concepto. ¿Qué significa la palabra “segulá”?  En Dibré haYamim (I, 29: 3) el rey David, dirigiéndose al pueblo de Israel, les dice que él ha asignado las reservas del tesoro real, el dinero recolectado a través de los impuestos, para construir el Bet-haMiqdash, el gran Templo de Jerusalem.  Y luego dice:”Además [de las riquezas del tesoro real], en mi deseo [de construir] el Templo para HaShem mi Dios,  voy a donar también de mi tesoro personal (=segulatí) oro y plata para el Templo..”.     

El rey David llamó a su tesoro personal —su capital privado— «segulá».   Ser el pueblo “segulá” de HaShem significa literalmente ser Su bien más preciado. Su capital “privado”, el cual uno cuida y protege. Con esta hermosa y profunda metáfora la Torá nos quiere indicar que HaShem se compromete a cuidarnos y protegernos de la misma manera que un hombre protege su posesión más valiosa. Nos asegura que el pueblo judío, como nación, nunca desaparecerá. Israel será «atesorado», protegido directamente por Dios. Contra todo pronóstico, y después de haber sido perseguidos desde tiempos inmemoriales por casi todos los pueblos y civilizaciones de la historia, todavía existimos como nación, gracias a la más poderosa Segulá: la supervisión directa de HaShem sobre Su Pueblo, Israel.  

NACION DE SACERDOTES

Esta cercanía con Dios, ser supervisado por El Todopoderoso de manera directa, es una moneda con dos caras. Por un lado, HaShem garantiza la eternidad de este pacto y nuestra existencia como pueblo. Pero por el otro lado, ser el pueblo elegido no significa tener más privilegios que otras naciones. Por el contrario, significa que, como fuimos y somos los testigos de la Revelación Divina, Dios espera de nosotros un comportamiento ejemplar. Dios examina nuestra conducta mucho más estrictamente, más de cerca, que el resto de las naciones. Tiene más expectativas y más demandas de nosotros. Probablemente nadie formuló este concepto tan importante mejor que el profeta Amós (3: 2). Así dijo HaShem, רק אתכם ידעתי מכל משפחות האדמה על כן אפקד עליכם את כל עונתיכם  “Sólo a Ustedes [el pueblo de Israel] He conocido [= amado, elegido] de entre todas las familias de la tierra; y por tanto, los consideraré responsables [y NO negligentes]  de todos vuestros errores [pecados] … »   Ser el pueblo elegido no implica tener más derechos sino más obligaciones. Una mayor responsabilidad por nuestras acciones.

La Torá también dice que Dios nos consagrará como “una nación de sacerdotes” (Cohanim).

Los Cohanim / sacerdotes son los judíos que solían dedicarse exclusivamente al servicio de Dios. En los tiempos del Bet haMiqdash los Cohanim tenían varias funciones específicas.

1. Antes de la destrucción del segundo Templo no existía el concepto de «rabino» como lo conocemos hoy. Durante siglos, los encargados de preservar y principalmente enseñar la Torá al pueblo de Israel eran los Cohanim.  Como dijo el profeta Malají (2:7)     כי שפתי כהן ישמרו דעת ותורה יבקשו מפיהו  “Los labios del Cohen preservarán la instrucción [religiosa], y de él podrán demandar la [enseñanza de la ] Torá».  Los Cohanim eran los maestros de Am Israel.

2. Los Cohanim también estaban a cargo de las principales operaciones del Bet haMiqdash. Se dividían en 24 guardias (mishmarot), se ocupaban de todas las tareas concernientes a los sacrificios diarios (qorban hatamid) y de las festividades.  Los Cohanim eran los más cercanos a Dios en el ámbito del servicio religioso en el Templo.

Los Cohanim todavía conservan algunos de estas funciones religiosas. Por ejemplo, todos los días (o en la tradición Ashkenazi: cada Yom Tob) recitan la ברכת כהנים o bendición sacerdotal. 

3. Pero por estar más cerca del servicio a Dios, los Cohanim tenían también más responsabilidades y más limitaciones que los judíos comunes. Hay un importante número de restricciones matrimoniales y rituales, relacionadas con el luto, por ejemplo, que aún hoy se aplican exclusivamente a los Cohanim. El privilegio de servir a Dios implica un mayor nivel de obligaciones (“nobleza obliga”).

Ahora podremos entender mejor que el pueblo judío fue elegido para ser respecto al resto del mundo, lo que los Cohanim son respecto al pueblo de Israel.

Comencemos por el final

1. El pueblo judío tiene más obligaciones y restricciones que los gentiles. Mientras que la Torá indica que un Yehudí debe observar 613 preceptos, un gentil sólo tiene 7 leyes a seguir.

2. El pueblo judío fue designado para dedicar su vida el servicio de HaShem. Tan cerca nos sentimos de Dios, que en nuestras Tefilot (plegarias) nos dirigimos a Él en la segunda persona del singular: no usamos el «Usted» sino el “Tú”(Bendito eres Tú, HaShem…. ).

3. Nuestra misión global como pueblo elegido es llegar a ser los “educadores” del resto del mundo.  No con palabras, discursos ni proselitismo sino exclusivamente con nuestro ejemplo. Cada Yehudi debería ser un modelo a imitar, la inspiración para el resto del mundo (=or lagoyim). Cuando lo judíos nos comportamos observando la Torá y los gentiles ven que los judíos procedemos con integridad y decencia, y no abandonamos nuestros principios religiosos, entonces estamos cumpliendo nuestra misión universal en el máximo nivel, este es: “Quiddush haShem”, la santificación del nombre de Dios, cuando nuestro justo proceder inspira al gentil a reconocer la Presencia y voluntad de HaShem en este mundo.




¿Cómo comenzó el judaísmo?

Este próximo jueves por la noche es Shabu’ot, la festividad que celebra la entrega de la Torá. Hace 3.500 años el pueblo de Israel en el desierto del Sinaí experimentó el evento más importante de la historia humana: una alianza ; un pacto formal entre una nación y Dios. Los eventos que tuvieron lugar en el Sinaí se conocen en hebreo como «ma’amad har Sinai», la revelación de Dios al pueblo judío en el Monte Sinaí.

Lo que sucedió allí puede describirse en tres actos.

הצעת הברית 1. HaShem nos ofreció convertirnos en Su pueblo elegido, estableciendo un pacto con Él. Los judíos aceptamos y Dios prometió considerarnos como Su pueblo protegido, su segula (ver aquí).

מתן תורה 2. Dios nos dio la Tora, el «documento» que contiene las pautas y condiciones del pacto entre Dios e Israel.

קבלת התורה 3. El pueblo judío acordó acatar las leyes de la Tora. La Tora fue adoptada por nosotros a partir de entonces como nuestra Ley Nacional o «Constitución».

Este pacto entre Dios y un pueblo es único en la historia de la humanidad, y se describe en detalle en el capítulo 20 y el capítulo 24 del libro Shemot (Éxodo). 

הצעתהברית

LA PROPUESTA

En el primer día del mes de Siván, Moshé ascendió al Monte Sinaí y recibió este mensaje Divino: (Éxodo 19: 3-6): “Le dirás esto a la casa de Ya’aqob y así le hablarás a los hijos de Israel: ustedes  han visto lo que hice a los egipcios [las diez plagas, etc.], y [también han visto] cómo los guié [protegiéndolos] como un águila [que protege a sus polluelos] en sus alas, y los he traído hacia Mí. Y ahora, si ustedes [ están dispuestos a] obedecer Mi voz y a cumplir Mi pacto, se convertirán en una posesión preciosa para Mí [segulá] entre todas las naciones, un pueblo especial. …serán para mí un Reino de Sacerdotes y una nación consagrada [a servirme]. «

Dios propuso al pueblo de Israel establecer un pacto con Él. Dios ofreció convertirnos en una nación de sacerdotes (cohanim), es decir, un pueblo consagrado a Dios. Sirviendo a Dios, aprendiendo y enseñando Sus Leyes, y dando testimonio de Su existencia, Su Presencia y Su voluntad revelada. La condición de ser una Nación de Sacerdotes implica el privilegio de la cercanía y la atención Divina. Por otro lado, este privilegio  exige un mayor nivel de moralidad y una gran cantidad de obligaciones que cumplir y preceptos a seguir.  

EL COMPROMISO

Entonces Moshé bajó del monte Sinaí y presentó los términos del pacto al pueblo de Israel. La gente escuchó la propuesta y acordó entrar en un pacto con Dios, y así nos convertimos en «una nación a su servicio» al declarar con una sola voz: (Éxodo 19: 8) «Estamos dispuestos a hacer todo lo que HaShem ha dicho.»    Sin embargo, esta NO fue la aceptación final del Pacto, sino la aceptación de la propuesta de entrar en un pacto con Él. El mejor ejemplo para comprender esta fase es el de «un compromiso» en el marco del casamiento. En el compromiso, la novia y el novio acuerdan avanzar y casarse. El pueblo de Israel declarará su voluntad de entrar en el pacto una vez más, después de escuchar los 10 mandamientos. Y luego, una tercera vez cuando verbalizarán su consentimiento final (el «Sí, quiero” de un casamiento gentil) al decir las famosas palabras: «Todo lo que Dios ha dicho, haremos y escucharemos».  Después de esa tercera y última declaración, el «matrimonio», nuestro pacto con Dios, comenzó formalmente.

PREPARACIONES PARA EL GRAN DÍA

Cuando el pueblo de Israel expresó su disposición de entrar en un Pacto con Dios, HaShem anunció entonces que se revelaría a toda la nación dentro de tres días, es decir en Shabu’ot. Dios le dijo a Moshé (Éxodo 19: 10-12): “Ve y consagra a la gente hoy y mañana. Diles que se purifiquen, que laven su ropa y se preparen para el tercer día, porque ese día descenderé al Monte Sinaí a la vista de todos”. Según nuestros Sabios, la purificación y lavado de la ropa mencionada en este versículo se refiere a la inmersión en un Mikvé, el baño ritual judío (lo mismo hace una novia antes de la boda). Los hijos de Israel se purificaron durante esos tres días (3, 4 y 5 de Sivan) y estaban listos para entrar en un Pacto con Dios al día siguiente.

מתןתורה

LOS TÉRMINOS DEL PACTO

En este pacto, Dios se ofreció adoptar al pueblo de Israel como Su pueblo. Esto significa que Él supervisará directamente a Israel; no permitirá que el pueblo de Israel desaparezca y nunca cancelará ni modificará este pacto, ni la condición de Israel como la nación elegida. El pueblo de Israel, por su parte, acepta ser gobernado por la Ley Divina, la Tora, transformándose así en una Nación de Sacerdotes, es decir, consagrada al servicio de Dios. El pueblo judío también es testigo directo «privilegiado» de la existencia de Dios, ya que presenció Su Revelación (ma’amad har Sinai) directa. El judío, entonces, tiene el derecho y el deber de dirigirse a Dios cuando reza sin intermediarios. Los términos de este pacto, que no son pocos, se detallan ampliamente en la Tora, los 5 libros de Moshé, y están organizados en 613 preceptos.

LA NOCHE DEL PACTO

En la noche del 6 de Sivan (entre el 5 y el 6 de Sivan) la ceremonia del pacto continuó con Dios anunciando los 10 Mandamientos. Esta fue la única vez que Dios se reveló a una nación entera. Dios comenzó a enunciar directamente, y sin la mediación de Moisés, los dos primeros mandamientos. La Torá nos cuenta que la gente no pudo tolerar (¿físicamente?) el impacto de la Revelación Divina. Dios no habla con una voz producida por cuerdas vocales. La “voz Divina” y su efecto, es indescriptible. La Torá expresó esta experiencia única con una frase muy singular (¿poética?): «Y la gente veía las voces» … Vieron las «palabras», probablemente en su mente, cuando HaShem se dirigía a ellos. Los Sabios explican que la experiencia de la Revelación de Dios fue tan intensa que se hizo parte de la memoria genética judía, ha moldeado nuestro carácter y a reforzado principalmente nuestra creencia en Dios.

A PEDIDO DEL PUEBLO

Después de escuchar el segundo mandamiento, los judíos piden la mediación de Moshé, para transmitir el resto de los mandamientos. Esa misma noche, después de escuchar todos estos preceptos (Éxodo 21-23), la gente declaró por segunda vez su disposición a celebrar el pacto y comprometerse a obedecer las leyes que se presentaron hasta ese momento. Esto es lo que dice la Tora (Éxodo 24: 3): “Moshé … transmitió al pueblo todas las palabras de Dios y todas las leyes. Y la gente respondió con una sola voz diciendo: Todo lo que HaShem dijo, lo cumpliremos. “Moshe permaneció despierto toda esa noche y escribió lo que Dios le había transmitido en un documento que la Tora llama sugestivamente: Sefer HaBerit, el libro del pacto.

קבלת התורה

EL DIA DEL PACTO

Al día siguiente, el 6 de Sivan al amanecer, Moshé erigió un altar, que representa la Presencia Divina, y 12 pilares, que representan las doce tribus de Israel. Luego, envió a los jóvenes a ofrecer sacrificios. Moshé tomó la sangre de los sacrificios y la dividió en dos. Vertió la primera mitad en los receptáculos de los 12 pilares y la otra mitad en el altar. La Tora describe así la ceremonia de la celebración formal del pacto (Éxodo 24: 7) “Entonces Moshé tomó el libro del pacto y lo leyó en los oídos de la gente. Y la gente declaró: «Todo lo que HaShem ha dicho, lo haremos y obedeceremos». Esto significa, literalmente, que las personas aceptaron obedecer todo lo que ya habían escuchado, y se comprometían a aceptar todas las demás leyes y directrices que escucharían en el futuro. Entonces Moshé tomó la sangre de los sacrificios y la roció sobre el altar, que representa la presencia Divina, y sobre los pilares que representan al pueblo. Moshé dijo entonces (24: 8): “Esta es la sangre del pacto que HaShem estableció con todos ustedes; (el pacto) que consiste en todas estas palabras (leyes, que han escuchado). «

Con esta ceremonia formal se estableció nuestro pacto eterno con Dios.

Desde este momento, los judíos nos comprometimos, para siempre, a obedecer la Ley Divina, la Tora, la Constitución de nuestra nación.




La Segulá de Shabuot

ועתה, אם-שמוע תשמעו בקולי ושמרתם את-בריתי והייתם לי סגולה מכל-העמים כי-לי כל-הארץ. ואתם תהיו-לי ממלכת כוהנים וגוי קדוש    

Explicamos anteriormente que la entrega de la Torá ocurrió en el marco de un evento más comprensivo: la celebración de un Pacto entre Dios y el pueblo judío. También vimos que los pasos de ese Pacto se pueden comparar con la celebración de un matrimonio: Hay una primera oferta de entrar en el Pacto, proposición; luego la presentación oral de los términos del pacto y la aceptación de estos términos; luego la escritura de los términos y condiciones (sefer haberit, documento del pacto, en nuestro ejemplo esto sería la ketubá) y su lectura pública; y finalmente la aceptación definitiva del pacto (como un «Sí, quiero!») de parte del pueblo judío al decir «naasé venishmaá» .  

AM SEGULÁ

Cuando HaShem ofrece al pueblo de Israel celebrar este pacto le dice lo siguiente (Shemot 19: 5-6) «Y ahora, si Ustedes aceptan escuchar Mis mandamientos y mantener un pacto conmigo, serán para Mí un tesoro (segulá) entre todos los pueblos …»   ¿Qué significa esta palabra «segulá», que aparece muy pocas veces en la Biblia Hebrea?    En Dibré haYamim (I, 29: 3) «segulá» significa tesoro. Dirigiéndose al pueblo de Israel, el rey David dice que él ha asignado las reservas de oro y plata de su reino, el dinero recolectado a través de los impuestos, para construir el Bet-haMiqdash. Y luego agregó:«Además [de las reservas reales asignadas], en mi deseo [de construir] el Templo para HaShem mi Dios, yo voy a donar también mi tesoro personal (=segulatí) de oro y plata para el Templo..».     El rey David llamó a su tesoro personal, su capital privado, «segulá».   Ser el pueblo «segulá» de HaShem significa literalmente ser el bien más precioso de Dios, Su posesión «privada». Con esta hermosa y profunda metáfora la Torá nos quiere indicar que HaShem se compromete a cuidarnos y protegernos de la misma manera que un hombre protege su tesoro, su posesión más valiosa. Nos asegura que el pueblo judío, como nación, nunca desaparecerá. Israel será «atesorado», protegido directamente por Dios. Contra todo pronóstico, y después de haber sido perseguidos desde tiempos inmemoriales por casi todos los pueblos y civilizaciones de la historia, todavía existimos como nación, gracias a la más poderosa Segulá: la supervisión directa de HaShem sobre Su Pueblo, Israel.  

LA OTRA CARA DE AM SEGULA

Esta cercanía con Dios, ser supervisor por El Todopoderoso de manera directa, es una moneda con dos caras. Por un lado, HaShem garantiza la eternidad de este pacto y nuestra existencia como pueblo. Pero por el otro lado, ser el pueblo elegido no significa tener más privilegios que otras naciones. Por el contrario, significa que, como fuimos y somos los testigos de la Revelación Divina, Dios espera de nosotros un comportamiento ejemplar. Dios examina nuestra conducta mucho más estrictamente, más de cerca, que el resto de las naciones. Tiene más expectativas y más demandas de nosotros. Probablemente nadie formuló este concepto tan importante mejor que el profeta Amós (3: 2). Así dijo HaShem, רק אתכם ידעתי מכל משפחות האדמה על כן אפקד עליכם את כל עונתיכם  “Sólo a Ustedes [el pueblo de Israel] He conocido [= amado, elegido] de entre todas las familias de la tierra; y por tanto, los consideraré responsables [y NO negligentes]  de todos vuestros errores [pecados] … »   Ser el pueblo elegido no implica tener más derechos sino más obligaciones. Una mayor responsabilidad por nuestras acciones.

Shabbat Shalom y Jag Shabuot Sameaj!




¿Qué celebramos en Shabuot?

ויקח ספר הברית ויקרא באזני העם ויאמרו כל אשר דבר יהוה נעשה ונשמע
Exodo 24:7
Explicamos que el judaísmo, la relación entre Dios y el pueblo de Israel, se define a sí mismo como un «pacto» o alianza (berit) entre Dios y el pueblo judío. Ayer comenzamos a explorar los detalles de este pacto (ver aquí).
LOS TERMINOS DEL PACTO
Dios ofrece tomar al pueblo de Israel como SU pueblo. Esto significa que Él supervisará de manera directa al pueblo de Israel, no permitirá que el pueblo de Israel desaparezca, y nunca cancelará o modificará este pacto, ni la condición de Israel como pueblo elegido. Israel, por su parte, se compromete a regirse por la Ley Divina, la Torá, transformándose así en un pueblo de sacerdotes, es decir, individuos consagrados a Dios. El pueblo judío es tambien un privilegiado testigo de la existencia Divina, ya que presenció  Su Revelación (ma’amad har Sinaí) y por eso debe mantenerse completamente alejado  de todas las ciencias y prácticas idolatras, dedicadas a «dioses imaginarios». El judío tiene simultáneamente el  derecho y el deber de acceder a Dios, exclusivamente, sin intermediarios. Los términos de este pacto, que no son pocos, están detallados ampliamente en la Torá, los 5 libros de Moshé, y organizados en 613 preceptos. Continuaremos ahora con el tema de la historia de este pacto, conocido como Ma’amad Har Sinai «La Revelación de la Voz de Dios en el Monte Sinaí».
LA NOCHE DEL PACTO
La noche del 6 de Siván (entre el 5 y el 6 de Siván) la ceremonia del pacto continuó con la enunciación por parte de Dios de los 10 mandamientos. Este fue el evento más importante de nuestra historia, la única vez que HaShem se reveló a todo el pueblo.  Dios comenzó a enunciar directamente, y sin la mediación de Moises, los primeros Mandamientos. La Torá nos cuenta que el pueblo no pudo tolerar (¿físicamente?) el impacto de la revelación divina. Dios no habla con una voz producida por cuerdas vocales. La «voz» Divina es indescriptible y los sentidos de aquellos que la escuchaban se confundían.  La Torá expresa esta experiencia meta sensorial con una frase (¿poética?)  única: y todo el pueblo «veía» las voces… . Los Sabios explican que la experiencia fue tan intensa que los presentes  sintieron que iban a morir.  Esta experiencia, dicen, es parte de la memoria genética de los judíos, y ha condicionado nuestro carácter, nuestros valores y nuestra forma de actuar.
EL PUEBLO LO PIDE 
Luego de escuchar el segundo mandamiento el pueblo pide la intermediación de Moshé, quien transmite el resto de los Mandamientos.
Esa misma noche luego de escuchar todos estos preceptos (Éxodo 21-23) el pueblo declaró por segunda vez su voluntad de celebrar el pacto y comprometerse a obedecer las leyes que habían sido expuestas hasta ese momento (Exodo 24:3). Así lo describe la Torá: ”Moshé…le transmitió al pueblo todas las palabras de Dios y todas las leyes. Y el pueblo respondió a una sola voz diciendo: Todas lo que HaShem ha dicho, lo cumpliremos”.  Moshé permaneció despierto durante toda esa noche y escribió lo que Dios le había transmitido en un documento que la Torá llama : sefer haberit, el libro del pacto.
EL DIA DEL PACTO
Al otro día, en la madrugada del día 6 de Siván, Moshé erigió un altar, representando la Presencia Divina y 12 pilares, representando a las doce tribus de Israel. Luego, envió a los jóvenes del pueblo a hacer sacrificios. Moshé tomó la sangre de los sacrificios y la dividió en dos. Vertió la primera mitad en los receptáculos de los 12 pilares y la otra mitad en el altar. La Torá describe así la ceremonia de la celebración formal del pacto (Exodo 24:7) “Entonces Moshé tomó el libro del pacto y lo leyó a los oídos del pueblo. Y el pueblo declaró: “Todo lo que HaShem ha dicho, haremos y obedeceremos” . Esto significa, literalmente, que el pueblo aceptaba obedecer todo lo que ya había escuchado y se comprometía a aceptar todas las demás leyes y pautas que escucharía en el futuro. Acto seguido, Moshé tomó la sangre de los sacrificios y la roció sobre el altar, que representa la presencia Divina y sobre los pilares que representan al pueblo. Moshé dijo entonces (24:8): “Esta es la sangre del pacto que HaShem estableció con todos ustedes; (el pacto) que consiste en todas esta palabras (leyes, que han escuchado). “
Con esta ceremonia formal se estableció nuestro pacto eterno con Dios.
A partir de este momento el pueblo judío se comprometió voluntariamente, y para siempre, a obedecer la Ley de Dios, la Torá, y la adoptó como su Constitución Nacional.
…Y esto es lo que celebraremos este próximo Shabu’ot!



RUT Y EL AMOR INCONDICIONAL

וַתִּשֶּׂנָה קוֹלָן וַתִּבְכֶּינָה עוֹד וַתִּשַּׁק עָרְפָּה לַחֲמוֹתָהּ וְרוּת דָּבְקָה בָּהּ

En la fiesta de Shabu’ot, que muy pronto celebraremos, leeremos Meguilat Rut. El texto del Tanaj que relata la historia de una mujer Moabita que se convirtió al judaísmo y que fue la bisabuela del rey David.    Brevemente, Naomí, su esposo Elimelej, y sus dos hijos Majlón y Kilión abandonaron la tierra de Israel en un tiempo de hambruna y se radicaron en Moab (Jordania, en nuestros días) . Allí, los hijos de Naomí se casaron con mujeres Moabitas: Rut y Orpá.    Trágicamente, Elimelej falleció y también sus dos hijos.  Orpá,  regresó a su pueblo Moab.   Rut, sin embargo decidió unir su destino al de su suegra Naomí y por extensión (“Tu pueblo es mi pueblo, tu Dios es mi Dios”), al destino del pueblo judío. A su debido tiempo, Rut se convirtió al judaísmo, se casó con Boaz y tuvieron un hijo: Obed. Obed fue el padre de Ishai, que fue el padre de David: el Rey más importante de Israel, y de cuya dinastía procederá el Mashiaj.

Volviendo a Rut, hay un término muy interesante con el que la Meguilá  describe la decisión de Rut de unirse al destino de Naomí      ורות דבקה בה    VERUT DABQA BAH. “Y Rut se apegó a ella” [a su suegra Naomi].   Este verbo DABAQ (que en hebreo moderno da origen al sustantivo “debeq”, goma de pegar) cobra aquí un significado muy especifico y que se aprende de su contexto: al unirse a su suegra, Naomí, Rut lo dejó todo; se “despegó” definitivamente de su familia, de su casa, de su pueblo, y se apegó a Naomí sin tener nada que ganar.  En realidad, su apego a Rut fue totalmente incondicional y en teoría esta nueva relación la hubiera dejado en la indigencia. Rut no tenia ninguna esperanza de casarse otra vez, o de prosperar económicamente. Ni siquiera de tener un techo para dormir o alimento para comer.  No nos debe extrañar entonces que Rut se haya convertido en el modelo de la conversion al judaísmo, donde el prosélito se convierte sin motivos ulteriores, se despega de su pasado, de su identidad, y por amor al pueblo judío está dispuesto a perder todo lo que posee o podría poseer.

Analicemos con más profundidad esa palabrita “DABAQ”. Los Rabinos del Talmud dijeron: דברי תורה עניים במקום אחד ועשירים במקום אחר “Las palabras de la Torá son pobres en un lugar y ricas en otro lugar.” Esto significa que a veces una palabra se encuentra en un contexto “pobre”, que no alcanza para iluminar todo el sentido de la misma. Y otras veces, esa misma palabra se encuentra en un contexto más «generoso», que ilumina toda la riqueza de su significado. Y así el contexto más rico ayuda a entender la palabra que se encuentra en una contexto mas reducido.

Veamos.  La Torá nos dice que debemos «apegarnos» a HaShem .  לאהבה את ה’ א’ ללכת בכל דרכיו ולדבקה בו , “Amar a HaShem, encaminarnos en Sus senderos y apegarnos a Él.”  De Meguilat Rut aprendemos que «apegarse» significa un nivel muy superior de amor: estar dispuestos a “renunciar” , “sacrificar” beneficios materiales. Apegarse a HaShem significa amar a HaShem cuando las cosas me van bien y también cuando no me van bien. Cuando HaShem responde mis oraciones y cuando no responde mis pedidos. Ser leal y fiel a  HaShem incondicionalmente, en las buenas y en las malas.

Es interesante observar que la primera vez que esta palabra DABAQ se encuentra en la Torá está allí para definir la relación marido y mujer (Gen. 2:24)  ודבק באשתו והיו לבשר אחד  “Y el hombre se apegará a su mujer y serán una sola carne.”   A las ya muchas y hermosas  interpretaciones sobre este versículo podemos agregar ahora una interpretación más, que aprendimos de Rut. El amor entre marido y mujer, más allá del enamoramiento y el romance,  implica renunciamiento y sacrifico. Debe ser incondicional y desinteresado. Debe continuar y crecer en las buenas y en las malas. Cuando yo tengo razón y cuando ella tiene razón. Cuando estamos de acuerdo y cuando no estamos de acuerdo.

En resumen, gracias al generoso contexto de la palabra “dabaq” en Meguilat Rut podemos comprender ahora que la palabra DABAQ define un nivel de amor donde uno debe estar dispuesto a renunciar y sacrificar para entregarse incondicionalmente a quien (o a Quien) uno ama.




Somos todos Cohanim

ועתה, אם-שמוע תשמעו בקולי, ושמרתם, את-בריתי – והייתם לי סגולה מכל-העמים, כי-לי כל-הארץ. ואתם תהיו-לי ממלכת כוהנים, וגוי קדוש

Este próximo sábado por la noche celebraremos Shabu’ot, una de las principales fiestas del calendario judío. En Shabu’ot conmemoramos nuestra elección como pueblo de HaShem. D-s nos distinguió de todos los pueblos al entregarnos su Torá. Así dijo HaShem a Israel (Shemot 19, 5-6) «Y ahora, si van a escuchar mis mandamientos, y mantener el pacto conmigo, se convertirán para Mí en un tesoro (segulá) entre todos los pueblos … y ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes (mamlejet kohanim) y una nación consagrada (goy qadosh).

Ayer explciamos el concepto de «segula». Hoy vamos a explicar el segundo concepto, mamlejet cohanim, que significa, un reino (=una nación) de sacerdotes.

Como sabemos, los judíos estamos divididos en Cohanim (sacerdotes), levem (levitas) e Israel. Los Cohanim / sacerdotes son los Yehudim que solían dedicarse exclusivamente al servicio de D-s. En los tiempos del Bet haMiqdash los Cohanim tenían varias funciones muy específicas.

1. Eran los los maestros del pueblo judío. Antes de la destrucción del segundo templo no existía el concepto de «rabino» como lo conocemos hoy. Durante siglos, los encargados de preservar y principalmente enseñar la Torá al pueblo de Israel eran los Cohanim.  Como dijo el profeta Malají (2:7)     כי שפתי כהן ישמרו דעת ותורה יבקשו מפיהו  «Los labios del Cohen preservan la instrucción [religiosa], y de él podrán demandar la [enseñanza de la ] Torá».  Los Cohanim eran los maestros de Am Israel.

2. Los Cohanim también estaban a cargo de las principales operaciones del Bet haMiqdash. Se dividían en 24 guardias (mishmarot) y se ocupaban de todas las tareas concernientes a los sacrificios diarios (qorban hatamid) y de las festividades.  Los Cohanim todavía conservan algunos de estas funciones religiosas. Por ejemplo, todos los días (o en la tradición Ashkenazi: cada Yom Tob) los Cohanim recitan la ברכת כהנים o bendición sacerdotal. Los Cohanim eran los servidores más cercanos a D-s en los campos de la educación y el servicio religioso.

3. Pero por estar más cerca del servicio a D-s, los Cohanim tenían más responsabilidades y más limitaciones que los judíos comunes. Hay un importante número de restricciones matrimoniales o rituales relacionadas con el luto, por ejemplo,  que aún hoy se aplican exclusivamente a los Cohanim. El privilegio de servir a Dios implica un mayor nivel de obligaciones («nobleza obliga»).

Ahora podremos entender mejor que significa que el pueblo de Israel es designado como una nación de «Cohanim». En cierto sentido el pueblo judío fue elegido para ser respecto al resto del mundo, lo que los Cohanim son respecto a am Israel.

Comencemos por el final

1. El pueblo judío tiene más obligaciones y restricciones que los gentiles. Mientras que la Torá indica que un Yehudí debe cumplir 613 preceptos, un gentil sólo tiene que cumplir 7.

2. El pueblo judío fue designado para dedicar su vida el servicio de HaShem. Servimos permanentemente a HaShem. Tan cerca nos sentimos de D-s, que en nuestras Tefilot (plegarias) nos dirigimos a Él en la segunda persona del singular: no usamos el «Usted» sino el «Tú» (Bendito eres Tú, HaShem…. ).

3. Nuestra misión «global» como pueblo elegido es llegar a ser los «educadores» del resto del mundo.  No con palabras, discursos ni proselitismo sino exclusivamente con nuestro ejemplo. Cada Yehudi debería ser un modelo a imitar, la inspiración (or lagoyim) para el resto del mundo.  Cuando esto ocurre y los gentiles ven que los judíos procedemos con integridad y decencia, y cuidamos con devoción y no traicionamos nuestros principios religiosos, entonces estamos cumpliendo nuestra misión global en el máximo nivel: a este nivel se lo conoce como «Qiddush haShem», santificación del nombre de D’s, cuando nuestro justo proceder inspira al gentil a reconocer la Presencia y voluntad de HaShem en este mundo.

Halajot

Shabu’ot comenzará BH este Sábado por la noche.  Hay que tener en cuenta que la se’uda shelishit se debe realizar, como cualquier otro Shabbat, comenzando antes de la sheqi’a. En este caso específico, como al terminar Shabbat tendremos inmediatamente la cena de shabu’ot, para la cual debemos estar con apetito, la se’uda shelishit suele ser un poco más ligera que de costumbre. En nuestra congregación, por ejemplo, haremos esta se’uda shelishit con frutas. Cada congregación tiene sus costumbres respecto a cómo hacer esta seudá más ligera.