El Rab Shemuel Laniado (1530-1605) y las perlas escondidas debajo del pescado.

Ribbí Menashe nació en la isla de Madeira, Portugal, en 1604, bajo el nombre de Manoel Dias Soeiro. Su familia se trasladó a Holanda, en los Países Bajos, en 1610. En aquel entonces, Ámsterdam era un importante centro de la vida judía en Europa. Allí, como muchos otros judíos que llegaban de Portugal, la familia de Ribbí Menashé retornó abiertamente al judaísmo.
El joven Menashé tuvo la mejor educación posible dentro de la tradición sefardí, que mantiene que los estudios seculares deben complementar los estudios religiosos. Sobresalió en sus estudios talmúdicos y en su conocimiento profundo del Tanaj. Dominaba todo el espectro del pensamiento judío, desde la escuela de Maimónides hasta los escritos de los más recientes cabalistas.
En el área secular, se destacó en las lenguas: hablaba diez idiomas y además poseía amplios conocimientos de medicina, matemáticas y astronomía. También estaba muy versado en la literatura clásica y en los escritos de los filósofos y teólogos gentiles. Este conocimiento le facilitó debatir con intelectuales gentiles y refutar sus ideas cuando eran contrarias al judaísmo.
En 1620, a la sorprendentemente temprana edad de 18 años, fue nombrado rabino de la comunidad sefardí y pronto se convirtió en uno de los predicadores más famosos de esa prestigiosa comunidad. Poco después de asumir este cargo, contrajo matrimonio con Raquel Soeiro, descendiente directa del rabino Don Yitzchak Abarbanel, con quien tuvo tres hijos. En 1626, estableció la primera prensa hebrea en Ámsterdam y, de hecho, en toda Holanda, llamada «Emet MeErets Titsmaj». En su imprenta utilizó un nuevo tipo de letra que más tarde sería copiado por muchas imprentas europeas.
En esos años, los holandeses colonizaron Brasil y muchos judíos de la comunidad de Ámsterdam, que eran grandes empresarios del comercio internacional, se mudaron a la ciudad de Recife, en la zona de Pernambuco.
En 1638, Ribbí Menashé decidió visitar Recife y fue probablemente el primer rabino que visitó el suelo americano, pero al poco tiempo de estar allí regresó a Ámsterdam. Habían llegado a esa ciudad dos empresarios judíos portugueses muy importantes, los hermanos Abraham e Isaac Pereyra, que ofrecieron contratar al rabino Menashé para dirigir un Talmud Torá, un colegio judío, que ellos habían fundado en la ciudad.
Uno de los primeros libros de Ribbí Menashé fue «El Conciliador», escrito en español y luego traducido al inglés por Hayim Lindo. Este extraordinario libro (que yo cito varias veces en mi libro «Creación») tiene como objetivo conciliar todos los textos del Tanaj que parecen contradecirse entre sí. Uno de los primeros puntos que analiza, por ejemplo, es la aparente contradicción entre lo que la Torá describe durante los 3 primeros días de la Creación, «y fue la tarde y fue la mañana», y la aparente creación del sol en el cuarto día. Ribbí Menashé presenta 8 posibles respuestas para resolver este tema (los Sabios judíos, dicho sea de paso, explican que el sol y la luna fueron creados el primer día, en el primer acto de la Creación). En este libro, el rabino portugués refuta los argumentos de los autodenominados críticos de la Biblia. Fue una de las primeras obras escritas por un judío en un idioma moderno que despertó un gran interés en los lectores cristianos. Esto le valió a Ribbí Menashé una gran reputación en el mundo académico no judío. Con el tiempo, su fama como erudito y experto en todos los asuntos de aprendizaje y ciencia se extendió más allá de Holanda. Algunas de las personalidades más destacadas del mundo buscaron su amistad y consejo. Entre sus corresponsales y amigos no judíos se encontraban la reina Cristina de Suecia, el pintor Rembrandt, quien pintó su retrato, y el estadista y filósofo Hugo Grotius.
En 1644, Ribbí Menashé conoció a Antonio de Montezinos, un judío converso portugués que había viajado al Nuevo Mundo y se había adentrado en las entonces exóticas tierras y había conocido a los pobladores nativos de las Américas. Montezinos le contó que los indígenas de los Andes sudamericanos practicaban ciertos ritos y tenían ciertos símbolos que eran similares a los judíos y que en su opinión eran descendientes de las 10 tribus perdidas de Israel. Los coloridos relatos de Montezinos y la teoría de Ribbí Menashé respecto a lo que significa este descubrimiento en función de la llegada del Mesías quedaron registrados en uno de sus libros más famosos, que escribió en español: «MIKVE ISRAEL: La esperanza de Israel o el origen de los americanos». Este es el título original de este libro, que no sé por qué no se reimprime. Este descubrimiento impulsó las esperanzas de Ribbí Menashé, ya que el asentamiento de los judíos en todo el mundo se entendía como un signo de que el Mesías estaba llegando.
Unos años más tarde, escribió un extraordinario tratado histórico y filosófico dirigido a las autoridades de Inglaterra, exponiendo los argumentos a favor de la readmisión de los judíos en Inglaterra. Su carta a Cromwell, escrita en perfecto inglés, se puede leer aquí en este enlace de Hebrew books (https://hebrewbooks.org/52715), de donde habían sido expulsados en 1290. En 1653, Ribbí Menashé viajó a Inglaterra para solicitar formalmente la readmisión de los judíos. Allí fue recibido nada menos que por Oliver Cromwell. Sin embargo, se enfrentó con muchísimas dificultades, entre otras la exigencia de que para la readmisión, los judíos debían convertirse en masa al cristianismo.
Dejó Inglaterra triste por no haber logrado su objetivo y materialmente empobrecido, y regresó a Holanda en 1655.
Entre sus obras más destacadas se encuentran:
También produjo un compendio ritual titulado Thesouros dos dinim, que ofrecía una guía práctica para las leyes y costumbres judías. Su obra se extendió más allá de las comunidades judías, influyendo en intelectuales cristianos y fortaleciendo los lazos entre diferentes tradiciones religiosas.
Nunca llegó a enterarse de que fue gracias a sus esfuerzos que Oliver Cromwell finalmente readmitió a los judíos en Inglaterra y les permitió practicar libremente su religión, ya que falleció en Ámsterdam ese mismo año, 1657.
En el siglo XVII, el Rabino Menashé ben Israel fue el judío más famoso del mundo.
Algunos hombres son más ángeles que hombres. Es el caso de Ribbí Saadiá Benzaquén z”l, mi primer maestro. Lideraba la hermosa sinagoga de la calle Piedras, que sólo se llenaba en Rosh Hashaná y Yom Kipur, porque su amada comunidad marroquí argentina, a la cual pertenecían mi padre y mi abuelo, no contaba con numerosos feligreses que concurrieran asiduamente a las Tefilot diarias o semanales. El Rabino Benzaquén era un gran líder, un visionario con grandes ambiciones para el pueblo judío. Pensaba que la comunidad de Argentina necesitaba imperiosamente rabinos jóvenes y bien capacitados, que pudieran enfrentar los desafíos del presente; que manejaran un vocabulario lo suficientemente sofisticado como para comunicarse con los jóvenes profesionales que se asimilaban cada vez más y no entendían a los rabinos mayores. Quería formar líderes rabínicos que fueran elocuentes y capaces de expresar las eternas ideas de la Torá en un lenguaje moderno. Corría la mitad de la década del ’70. Me parece que Ribbí Saadiá, como muchos otros genios, fue un adelantado. No contó con el apoyo de instituciones que lo ayudaran a crear un semillero rabínico ortodoxo, pero eso no lo hizo desistir de su sueño. Lejos de rendirse, se dedicó a preparar en persona a sus propios alumnos: los motivó a cursar estudios de Torá dirigidos a la obtención de la ordenación rabínica.
Yo fui uno de esos privilegiados. En 1980 Ribbí Saadiá se enteró de que el Rab Yaakob Eljarrar z”l oriundo de Marruecos español estaba comenzando un Kolel de Dayanim —una escualos de altos estudios rabínicos— y le pidió que organizara un programa especial de Rabinato para tres de sus alumnos. Con 19 años tuve el privilegio de ocupar uno de esos lugares. Dejé por la mitad mis estudios en Yeshivá University y me fui a Israel, al Kolel de la calle HaTurim 4, al lado del mercado Majané Yehudá, en Jerusalem. El Kolel se llamaba, creo, Zejor Ledavid y contenía la biblioteca del célebre Ribbí Itzjak Bengualid, la luminaria de la judería de Tetuán, ciudad donde habían nacido mis abuelos y Ribbí Saadiá. Por insistencia de Ribbí Saadiá, el Rab Eljarrar nos consiguió el mejor maestro posible, el hoy famosísimo Rabino de Baqaa, Jerusalem, y candidato a Rab HaRashi de Israel, el Rab Eliyahu Abergel Shelita. Bajo la dirección del Rab Abergel y del Rab Eljarrar y con la constante supervisión de Ribbí Saadiá, su hijo Rab Abraham Benzaquén, el Rab Mijael Acrich y yo estudiamos intensamente durante unos cuantos años. Pasamos cuatro exámenes en la Rabanut Harashit de Israel y obtuvimos la ordenación rabínica, cumpliendo así uno de los sueños de Ribbí Saadiá.
Pero esto fue solo un aspecto de lo que hizo por nosotros. También nos proporcionó una gran preparación en un área clave para un rabino comunitario: nos enseñó a hablar en público. Esto ocurrió un poco antes, cuando yo tenía 15 años. Mi niñez había transcurrido en Castelar, provincia de Buenos Aires. Luego de mi Bar Mitzvá, celebrado en el templo de Piedras, el santuario del Ribbí, mis padres decidieron mudarse a la Capital: estaban preocupados porque mis hermanas y yo estuviéramos en un ambiente judío. Compraron un pequeño departamento en la calle Chacabuco, en el barrio de San Telmo. Eligieron ese lugar exclusivamente por la cercanía con el templo de Piedras. Los encuentros donde nos preparaba para hablar en público tenían lugar los Shabbatot por la tarde. No es fácil describir lo que era compartir un Shabbat con Ribbí Saadiá. Luego de almorzar con mi familia me apresuraba a llegar a su casa en la calle Sargento Garay. Entrar al edificio era una aventura, porque el portero nunca estaba disponible. Me veo a mí mismo gritando a todo pulmón desde la planta baja hasta el segundo piso: “¡Alberto! ¡Albertoooo! ¡Albertooooooo!”. Seguía así hasta que Abraham bajaba a abrir la puerta. Ya dentro de la casa estudiábamos Guemará y Mishná Berurá hasta la hora de seudá shelishit, que por razones de fuerza mayor teníamos que hacer antes de Minjá. Ribbí Saadiá se sentaba a la cabecera de la mesa, durante muchos años junto a su padre Abraham y su querida esposa Rajel, que pasaba más tiempo de pie que sentada, atendiendo a sus invitados de honor: el puñado de alumnos de Ribbí Saadiá. Doña Raquel nos servía unas deliciosas rosquitas dulces, almibaradas y esponjosas y un embriagante té con yerba luisa. En ocasiones especiales también nos deleitábamos con fiyuleas, unas masas crocantes de hojaldre enrolladas, también almibaradas. Luego de la majestuosa seudá shelishit caminábamos todos juntos a la sinagoga de Piedras. El tiempo normal hasta llegar debía ser diez minutos, pero nunca demorábamos menos de media hora. ¿Por qué? Porque Ribbí Saadiá se detenía a saludar a todos los vecinos que encontraba en su camino. Todos: el diariero, el farmacéutico, el verdulero, las vecinas que limpiaban las veredas y los señores que estaban sentados en la mesita de afuera de un bar jugando al truco. Conocía a todos por su nombre. Y su saludo no era un formal “buenas tardes”, sino toda una conversación en la que el tema siempre eran ellos: los vecinos, sus padres, sus hijos, sus familiares. Ribbí Saadiá les preguntaba por todos con mucho interés. Los vecinos, como no podía ser de otra manera, demostraban un gran respeto y mucha admiración por ese hombre tan especial que se interesaba por todos ellos. Era media hora de Quidush HaShem.
Cuando por fin llegábamos a la sinagoga, Ribbí Saadiá nos hacia sentar arriba, en los asientos reservados para los “futuros rabinos” y para Samuel Chocrón, su secretario, jazán asistente y prácticamente su hijo adoptivo. Meldábamos (rezábamos) Minjá y luego llegaba el momento esperado. Teníamos que hablar en público. Éramos tres o cuatro oradores. La derashá (el discurso rabínico) debía durar unos cinco o diez minutos. Nos preparábamos lo mejor que podíamos tratando de seguir las indicaciones de Ribbí Saadiá: que lo que habláramos sea claro y relevante y que nuestro discurso tuviera un mensaje aplicable a la compleja vida moderna. Dicen que hablar en público es el miedo humano número uno, más intenso que el miedo a la muerte o a las serpientes. Obligarnos a hacerlo era la mejor (o la única) manera de ayudarnos a superar ese temor. Contábamos con dos ventajas estratégicas fundamentales. Primero, que en la sinagoga no había una gran cantidad de público. De hecho, aparte de nosotros había allí unos siete u ocho hombres más, todos de una edad bien avanzada y con mucha facilidad para quedarse dormidos. En ese laboratorio ideal de oratoria nos podíamos arriesgar a hablar sin temor a pasar un papelón, porque aunque nuestro discurso fuese un desastre —lo cual no era poco común— “no pasaba nada”. Recuerdo que una vez mientras daba mi derashá sufrí una laguna. Mi cerebro se bloqueó, se paralizó por completo, y no me sabía cómo seguir. Hay que tener en cuenta que parte de la privilegiada preparación que tuvimos fue que, por ser Shabbat, estábamos forzados a memorizar nuestro discurso y no podíamos leerlo ni tener notas. Estuve sin hablar durante un interminable minuto. Pasé un poco de vergüenza, pero al rato todo se olvidó. Porque la intensidad del papelón era tan baja como el número de oyentes.
El otro elemento estratégico era el señor Moisés Gozar. Una persona muy especial. Socio, o sospecho que cómplice, de Ribbí Saadiá en nuestra preparación para la oratoria. El señor Gozar (no sé si alguna vez conocí su nombre de pila) era una persona mayor, pero de muchísimo porte. Alto, delgado, energético, impecablemente vestido con un elegante sombrero marrón. Lo más parecido que recuerdo a un caballero inglés. El señor Gozar tenía una mirada penetrante y prestaba total atención a lo que decíamos. Pero no así nomás, sino de manera activa: sus ojos nunca se desviaban del orador de turno y a veces se abrían más que de costumbre, elevando sus frondosas cejas, en un gesto de aprobación a las ideas que estábamos articulando. Claro que yo, y creo que a todos nos pasaba lo mismo, no podía dejar de mirar al señor Gozar. Prácticamente le hablaba a él. Trataba de ir por el premio mayor: su sonrisa de beneplácito, equivalente a sentir un gran aplauso o una ovación emanada de su rostro. Los permanentes gestos aprobatorios del señor Gozar eran increíblemente estimulantes para nosotros, los aprendices de oratoria. Para nuestra satisfacción, cuando todos habíamos terminado nuestros discursos, se reunían los expertos: Ribbí Saadiá y el señor Gozar, a repasar en voz alta, analizar e, inevitablemente, elogiar frente a nosotros la gran calidad de los discursos, el altísimo valor de las ideas y la brillantez de los oradores. Era un desborde de loas, que nosotros ingenuamente nos la creíamos, y así nos ayudaba a inflar nuestros egos, nos hacía perder el miedo a hablar en público y nos estimulaba a esmerarnos aún más el siguiente Shabbat. Así fue como Ribbí Saadiá Benzaquén nos preparó para disertar en público y para ser mejores rabinos de cara a un mundo con un ritmo de vida cada vez más complejo.
Rab Yosef Bitton
«… Busca el bienestar de la ciudad donde te envié en el exilio, y reza a Dios por ella, porque en su bienestar encontrarás tu bienestar». Jeremías 29:7
PRIMER RABINO DE CANADA
El rabino Abraham de Sola fue también un famoso orientalista y destacado científico. Fue reconocido como uno de los líderes más influyentes del judaísmo sefardí y ortodoxo en Canadá y Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XIX, en un momento en que la lucha entre la ortodoxia y la reforma estaba en su clímax. Su padre fue David Aaron de Sola, un famoso rabino de la comunidad Sefaradí de Londres. Su madre era hija del rabino Raphael Meldola. En 1847, a la edad de 21 años, de Sola llegó a Montreal, Canadá desde Londres y allí se desempeñó como rabino de She-earit Israel, la comunidad española y portuguesa. En 1852 se casó con Esther Joseph, cuyo padre fue uno de los primeros colonos judíos en Montreal.
TORA UMADA
El rabino de Sola pronto formó parte de la comunidad intelectual de Montreal. Era un conferencista elocuente, muy popular, un prolífico escritor y un hombre de amplios intereses. Con frecuencia visitaba la Asociación de Bibliotecas Mercantiles de Montreal, el Club Literario de Montreal, la Sociedad Numismática y la Anticuaria de Montreal, el Instituto de Mecánica de Montreal y la Sociedad de Historia Natural (de la que se desempeñó como presidente en 1867-68). En 1848, fue nombrado profesor de literatura hebrea y oriental en la Universidad Mac Gill de Montreal (la universidad más prestigiosa de Canadá), y finalmente se convirtió en profesor principal de su Facultad de Artes. En 1858, en reconocimiento a sus extraordinarios logros académicos, McGill le confirió el grado de LL.D. (Legum Doctor, un doctorado honoris causa). En 1873, por invitación del presidente Ulysses S. Grant, el rabino De Sola recitó la oración inaugural en el Congreso de los Estados Unidos. Se convirtió en el primer súbdito británico en abrir así la sesión de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos. Fue el pionero en lo que hoy se conoce como Tora uMada, la forma de estudiar y combinar armónicamente la ciencia y el judaísmo.
El rabino de Sola murió en Nueva York, en 1882 y fue enterrado en Montreal. Hay una calle que lleva su nombre: Rue Abraham-De Sola, en Côte-Saint-Luc, Montreal.
SUS OBRAS
Fue un escritor muy prolífico y autor de decenas de libros, artículos y ensayos.
Entre ellos:
“Behemoth haTemeoth: la identificación y clasificación de los animales prohibidos ene Leviticus, Montreal, 1853.
“Biografía de David Aaron de Sola”, un libro sobre su padre, el difunto rabino principal de la comunidad judía portuguesa en Londres, Filadelfia, 1864.
“El Día de la Expiación: un sermón pronunciado en Yom Kippur en la sinagoga She-erith Yisrael, Montreal”, publicado en Occident, and American Jewish Advocate Philadelphia, 1848.
«Algunos puntos de interés en el estudio de la historia natural», Canadian Naturalist and Geologist, .1868.
“Los juicios de Dios en la tierra: un sermón pronunciado en la sinagoga ‘Sheerith Yisrael’ de Montreal, durante la pandemia del cólera asiático.
“Autores hebreos y sus oponentes”, Jewish Chronicle London, 1849.
“Historia de los judíos de Polonia”, Jewish Messenger, Nueva York, 1870.
“Historia de los judíos de Francia”, Jewish Messenger New York, 1871.
“Una investigación sobre el primer asentamiento de los judíos en Inglaterra”
“Vida y escritos de Saadia Gaon”, Cincinnati, Ohio, 1881
“La cosmogonía Mosaica,” (creación del universo) Mensajero Judío, Marzo 1870.
“Notas sobre los judíos de Persia bajo Mohammed Shah” Occidente y American Jewish Advocate, 1850.
«Observaciones sobre las instituciones sanatorias de los hebreos en relación con las regulaciones sanatorias modernas», Canada Medical Journal and Monthly Record of Medical and Surgical Science, Montreal, 1852.
“La revelación en Sinaí; su posibilidad y necesidad: un sermón pronunciado en la sinagoga, Sheerith Yisrael, Montreal,
“El hombre justo: un sermón que conmemora la concesión de honores públicos a Sir Moses Montefiore, por parte de la ciudad de Londres; predicado en Montreal, en Shabbat Noah 5625, Montreal, 1865.
“Vida de Shabetai Tsevi, el pseudo-Mesías”, Jewish Messenger, marzo. 1869.
“Yehuda Alcharizi y el libro Tachkemoni”, Jewish Record Philadelphia, 1879.
“Examen crítico de Génesis III:16, en referencia al empleo de anestésicos en casos de parto”, publicado en el British American Journal of Medical and Physical Science, Montreal 1849.
El Rabino Abraham de Sola, apoyó la anestesia obstétrica en desafío a los tradicionalistas cristianos de esa época que opinaban que el uso de la anestesia en el parto contradecía el versículo bíblico en el cual Dios le dice a Eva que «tendrá hijos con dolor’ » . El rabino de Sola, basado en comentarios bíblicos judíos, reinterpretó el texto clave de Génesis 3:16 y explicó que el texto dice que la mujer daría a luz con «duro esfuerzo» no con «dolor».
SUS PRIMEROS AÑOS
El rabino Obadiá ben Abraham de Bertinoro, conocido popularmente como “Bartenura”, nació en el año 1455. Fue alumno del famoso Rabino Yosef Colón, מהרי”ק, y ejerció como rabino de su propia ciudad, Bertinoro, en la provincia de Cesena, Italia. Allí se desempeñó también como banquero. Su nombre se menciona en la parte superior de la lista de banqueros autorizados para otorgar préstamos a los residentes cristianos en un documento oficial del Papa Inocencio VIII, fechado el 12 de febrero de 1485. Al cumplir sus 30 años decidió establecerse en la tierra de Israel, y específicamente en Yerushalayim, Jerusalem. Tenemos detalles muy minuciosos de su viaje a Israel –que en esos tiempos no era ni fácil ni corto– ya que muchas de las cartas que describen esta travesía fueron encontradas y publicadas, como lo mencionaremos más adelante.
DE ITALIA A JERUSALEM
A finales de 1486 abandonó su ciudad natal. Pasó por Roma y Nápoles y finalmente llegó a Palermo, Sicilia, donde permaneció tres meses, y cada Shabbat prounicaba el sermón, en la sinagoga local. En Palermo, la ciudad principal de Sicilia, vivían alrededor de 850 familias judías, todas en una mismo barrio situado en una de las mejores areas de la ciudad. Los judíos de allí eran artesanos, herreros o estibadores. Y trataron de convencerlo para que se quedara como Rabino de esa comunidad, pero rehusó el ofrecimiento porque su mayor deseo era establecerse en Yerushalayim. Viajó a través de Rodas, Grecia, hacia Alejandría, Egipto, donde llegó a principios de 1488. De Alejandría procedió a El Cairo, donde el Rab Natan ha-Kohen Shoulal, dirigente principal de la comunidad local (naggid), lo recibió con grandes honores. También allí le ofrecieron permanecer como rabino, indicándole entre otras cosas que la situación de los judíos en Jerusalem era muy precaria, pero nuevamente se negó. Continuó su viaje a través de Gaza —que en ese entonces era la cuarta ciudad con mayor población judía de Israel (luego de Jerusalem, Safed y Hebron) y de allí se trasladó a Hebrón. Finalmente llegó a Yerushalayim en la víspera de Pésaj de 1488. A su llegada fue recibido por el rabino de la ciudad, y se hospedó en su casa por el resto de la festividad.
SI ME OLVIDARE DE TI, OH JERUSALEM…
En esos años Jerusalem estaba bajo el control de los mamelucos, un grupo musulmán que dominó la ciudad hasta 1517. En Jerusalem vivían unas 4.000 familias gentiles, musulmanes y cristianos. La comunidad judía local contaba con aproximadamente 70 familias. Muchos judíos habían muerto de hambre, literalmente. Los más pudientes habían escapado de la ciudad santa por los exorbitantes impuestos que les demandaban los mamelucos. Los pobres no tenían donde ir y su vida se hacía insostenible. Según escribe el Rab Obadiá: “en la ciudad había muchas viudas y ancianos pobres… los que tienen un poco de pan para comer…se consideran ricos… “. El rab Obadiá también cuenta que quien lo recibió al llegar era un rabino italiano, Ya’aqob de Colombano. Este rabino era tan pobre que únicamente se permitía comer un pedazo de pan durante Shabbat, mientras que durante la semana se alimentaba de las vainas secas de algarrobo que los productores desechaban después de producir la famosa “miel de algarrobo” o algarrobina (ver aquí https://es.wikipedia.org/wiki/Algarrobina).
LAS SINAGOGAS
El Rab Obadiá también escribe que unos años antes de su llegada había en Jerusalem unos 300 Sifré Torá—rollos de Torá rituales que se leen en la Sinagoga. Pero ahora virtualmente ya no quedaban más. Los “me’ilim» , es decir, las fundas decoradas hechas de telas finas que envuelven a estos rollos, y sus adornos que muchas veces se hacen de metales preciosos, habían desparecido ya que las sinagogas eran frecuentemente saqueadas. La única Sinagoga que funcionaba en Jerusalem era muy precaria, estrecha y oscura. Sin embargo, el Rab nota que había algo muy especial en Jerusalem: las plegarias. Que no eran comparables en su belleza con ningún otro lugar en el cual él había orado. Los sábados por la mañana, escribe el rabino, «los hombres se levantan una o dos horas antes del amanecer a cantar las dulces plegarias ” conocidas como “baqashot”. Luego recitaban el Kaddish, y entonces dos oficiantes (jazanim) comenzaban las plegarias con la recitación del Shemá Israel, al salir los primeros rayos del sol (vatiquin).
CORRUPCION
El Rab Bartenura se queja de la corrupción generalizada en Jerusalem. Cuenta como ejemplo que un hombre musulmán mató a su propia madre, degollándola con un cuchillo, en un ataque de ira. Cuando lo trajeron ante el tribunal local, el asesino se justificó diciendo que estaba borracho. Como sabemos, los musulmanes tienen prohibido en su religión beber alcohol, y por lo tanto, no producen ni venden bebidas alcohólicas. ¿Cuál fue entonces el veredicto de los jueces? El tribunal culpó a la comunidad judía por haber producido el vino que provocó a este hombre emborracharse y asesinar a su madre. Los jueces, que siempre buscaban obtener algún beneficio económico, impusieron a la comunidad judía pagar una multa de 6 monedas de oro «por el crimen cometido», y el asesino quedó libre.
DESDE TUS RUINAS TE CONSTRUIRÉ
Al principio el Rab Obadiá tuvo que hacerse cargo personalmente de todas las necesidades materiales de la comunidad. Incluyendo cavar las tumbas en el cementerio judío y enterrar a los muertos, ya que nadie más podía dedicarse a este deber religioso. El Rab Obadiea decidió abocar todos sus esfuerzos a recaudar fondos para ayudar a la población judía de Yerushalayim y evitar que esta ciudad quedara sin poblacion judía. Sus amigos y conocidos en Italia le proporcionaron generosamente el dinero necesario para asistir a los pobres. Con el tiempo y gracias a la solidaridad de los judíos italianos y de otros países pudo establecer instituciones de beneficencia y asistencia médica para los enfermos. Emanuel Hai Camerino de Florencia, a quien el rabino Obadiá le había confiado la administración de sus propiedades en Cesena, le enviaba 100 ducados (monedas de oro) al año, a lo que él añadía otros 25 ducados de su propio bolsillo para la caridad, junto con otros donativos de parte de los familiares y amigos del Rab Obadiá. Así la comunidad judía fue creciendo y también el nombre de su principal benefactor: el Rab de Bertinoro, que desde que llegó a Jerusalem, trajo su bendición. Al cabo de unos años, gracias a la excelente reputación de integridad que tenía el Rab Obadiá en Jerusalem, los mismos musulmanes acudían a él para que resolviera disputas legales y conflictos comerciales, ya que sabían de su honestidad.
DE CASTILLA A JERUSALEM
En 1492 el mundo judía fue sacudido con la notica de la expulsion de los judíos de España. Los refugiados no tardaron en llegar a Turquía, Egipto, Safed y también a Jerusalem. El rabino Obadiá se convirtió en el líder espiritual de estos refugiados y los ayudó a sostenerse materialmente, ya que llegaban sin dinero, y para quedarse en la ciudad debían pagar un impuesto a los mamelucos, el yiziá, que se cobraba por cabeza. Lo que significaba que con el aumento de la población judía los pesados impuestos se incrementaban cda vez más. Sin embargo, luego de unos pocos años, estos judíos que habían llegado de España sin nada, pero que tenían oficios y estaban entrenados en el comercio internacional, comenzaron a crecer económicamente, y la comunidad judía de Yerushalayim comenzó a florecer. Como muestra de su enorme gratitud, los exiliados de España le hicieron al Rab Obadiá de Bertinoro el mejor regalo que él podía haber soñado: le construyeron su propia Yeshibá (academia rabínica) en Yerushalayim. ¡Esta fue la primera Yeshibá en Jerusalem luego de 1200 años!
El Rab Obadiá fue declarado como “abi hayishub”, patrón o benefactor máximo de la ciudad de Jerusalem.
Murió en 1515 y su cuerpo descansa en el Har HaZetim (Monte de los Olivos) el cementerio más famoso de Yerushalayim y del mundo judío.
REVIVIENDO EL IDIOMA HEBREO
El Rab Obadiá de Bertinoro es conocido principalmente por su comentario a la Mishná. La Mishná comprende las tradiciones orales rabínicas, es decir, la aplicación y los detalles de todas los preceptos de la Torá. La Mishná se estudia por lo general junto con la Guemará, o Talmud, que la explica, la expande y elabora sus detalles. Maimónides fue el primer rabino que escribió un comentario independiente sobre la Mishná, basado obviamente en las explicaciones de la Guemará. El rabino Obadiá siguió su ejemplo y escribió su propio comentario sobre la Mishná, que se convirtió en el más popular durante siglos. Al punto que es difícil encontrar una edición de la Mishná que no contenga su comentario. ¿Por qué razón el libro del Rab de Bertinoro fue más aceptado que el comentario de Maimonides? Porque a diferencia de Maimónides que escribió originalmente en árabe, el comentario del rabino Obadiá fue escrito en hebreo.
Aparte de este comentario, el Rab Obadiá escribió tres famosas cartas que describen su travesía y que contienen invaluables descripciones de la gente y las costumbres de las comunidades judías que visitó en el camino, desde Italia hasta Jerusalem. Estas cartas fueron escritas a su padre y a su hermano y se publicaron con el nombre «Darjé Ẓión» y «HaMasa le-Eres Yisrael”.
Aparte de sus libros sobre el Talmud (Pirush haMishnayiot) , la Halajá (Mishné Torá), la filosofía judía (More Nebujim) y la medicina, diez tratados sobre temas médicos, Maimónides también escribió centenares de respuestas rabínicas sobre preguntas que le llegaban de todos lados del mundo. Y también compuso unas famosas cartas, Iguerot HaRambam, que a diferencia de las preguntas y respuestas son más extensas y podrían considerarse como monografías o pequeños libros sobre ciertos temas interesantísimos.
Una de estas cartas se llama Igueret haShmad, la carta sobre “Las conversiones forzadas”.
LOS YIHADISTAS ALMOHADES
En ese entonces los judíos estaban sufriendo la persecución religiosa de un grupo extremista musulmán, los Almohades, que aparte de luchar contra otros grupos islámicos también trataban de imponer su religión a los cristianos y judíos. Este grupo se hizo muy poderoso a partir de 1147, cuando Maimónides tenía 12 años. Como sabemos, Maimónides y su familia escaparon de Córdoba y luego de España, hacia el norte de Africa y al final llegaron a Egipto. Pero la persecución dejó sus cicatrices en Maimónides y entre otras cosas su experiencia le fue muy útil cuando tuvo que escribir a los judíos que como él, habían sido víctimas de la persecución.
ISIS EN EL SIGLO 13
Cuando llegaban los Almohades a las juderías, amenazaban de muerte a los judíos, hombres mujeres y niños, y muchos optaban por convertirse al Islam. Estas conversiones no eran sinceras sino forzadas y todos esperaban que en poco tiempo la presión cediera y la vida volviera a la normalidad. Una vez convertidos los judíos vivían exteriormente como musulmanes pero hacían todo lo posible, a veces arriesgando sus vidas para observar el judaísmo de la mejor manera posible.
CÓMO EQUIVOCARSE DE RABINO
Los líderes de las comunidades judías le escribieron una misiva a un rabino (presumiblemente de Europa y que vivía entre cristianos) y le preguntaban cómo debían proceder y qué podían hacer para reparar lo hecho. Este Rabino tuvo palabras muy duras para ellos y les dijo que habían hecho muy mal en convertirse, que era imperdonable y que tenían que haber sacrificado sus vidas en lugar de haber pretendido aceptar el islam. Este rabino ya no los consideraba judíos.
Los líderes religiosos quedaron profundamente amargados con esta respuesta y estaban desesperados porque muchos judíos que habían arriesgado sus vidas para mantener algo de su judaísmo en lo oculto habían perdido ahora toda su motivación y decían: “si de todas maneras ya no somos considerados judíos, convirtámonos completamente al islam”. Los lideres religiosos se dirigieron en onces a Maimonides, explicándoles las circunstancias que estaban viviendo y copiando la respuesta que dio el primer rabino.
CARTAS QUE CURAN
La carta que Maimónides le escribe a estos judíos es conocida como “Igueret haShmad”, la carta acerca de las conversiones forzadas.
En primer lugar Maimónides critica muy duramente al primer rabino y lo trata de insensible e ignorante.
Maimónides explica por ejemplo que a diferencia de la conversion al cristianismo que implicaba la ceremonia del bautismo y la adoración a ídolos, los que se convertían al islam solo tenían que hacer una declaración verbal en la que decían que “Mahoma era el enviado de Dios”. Y que se justificaban que hayan pronunciado esas palabra para salvar sus vidas y las de sus hijos.
Incluso en el caso de un judío que se vio forzado a adorar ídolos no se lo puede condenar y alejar sino que cuando quiere regresar al judaísmo hay que ayudarlo a integrarse nuevamente en la comunidad y mostrarle el camino de regreso con amor y atención.
¿RABINO JUEZ O RABINO MEDICO?
Maimónides les dio mucho aliento a todos los que se tuvieron. que convertir por la fuerza y los motivó a seguir cumpliendo con la Torá secretamente hasta que las cosas volvieran a la normalidad.
La crisis espiritual no hay que verla como un delito sino como una enfermedad. No necesita de un juez que la venga a sentenciar, sino de un médico que la venga a curar. Y ese médico fue Maimónides.
LOS ÚLTIMOS AÑOS DE MAIMÓNIDES
Hay una carta interesantísima que Maimónides escribe para uno de sus alumnos, Shemuel Ibn Tibón, que estaba traduciendo “La Guía de los Perplejos” del árabe al hebreo. Ibn Tibón vivía en Provenza, Francia, y le escribió a Maimónides en 1199 manifestándole su intención de viajar a Egipto para visitarlo, estudiar con él por unos días y consultarle algunos temas de su guía. Maimonides le respondió con una famosa carta donde deja entrever su compleja vida y su extraordinaria bondad.
“Vivo en Fostat y el sultán reside en el El Cairo; estos dos lugares están alejados uno del otro [3 o 4 kilómetros]. Mis obligaciones con el Sultán son muchas. Lo visito todos los días, temprano por la mañana; y cuando él o alguno de sus hijos, o cualquiera de las mujeres de su harén están indispuestos … permanezco en el palacio la mayor parte del día. También sucede con frecuencia que uno o dos oficiales de la corte se enferman, y yo los debo atender y curar. Por lo tanto, por lo general llegó a El Cairo muy temprano por la mañana y no regreso a Fostat hasta avanzada la tarde.
En nuestro último artículo hablamos sobre este aspecto de la vida diaria de Maimonides, su trabajo como médico de la corte del famoso Sultán Saladino.
MEDICO SIN FRONTERAS
Lo que sigue es menos conocido. Maimónides relata en esta carta lo que él hacia una vez que regresaba a su casa, y después de haber trabajado todo ese día; hoy diríamos: “en su tiempo libre”.
[Al llegar a mi casa en Fostat ] casi muerto de hambre … encuentro los pasillos de mi casa llenos de pacientes, tanto judíos como gentiles, nobles y gente común, jueces y alguaciles, amigos y enemigos, una multitud mixta que espera el momento de mi regreso. Desmonto de mi animal, me lavo las manos, me acerco a mis pacientes y les suplico que tengan paciencia conmigo mientras tomo un ligero refrigerio, la única comida que consumo en veinticuatro horas. Luego salgo para atender a mis pacientes y escribo recetas e instrucciones para sus diversas dolencias. Los pacientes entran y salen hasta el anochecer y, a veces, te aseguro solemnemente, hasta dos horas o más una vez entrada la noche. Converso con ellos [sobre sus dolencias] y les prescribo sus medicinas mientras me recuesto por el cansancio y cuando cae la noche, estoy tan agotado que apenas puedo hablar.
Maimónides estableció en su casa una clínica médica “gratuita” donde atendía a todo tipo de pacientes: judíos, gentiles, amigos y enemigos, pobres y ricos.
UNA OBRA SIN TERMINAR
Maimónides no contaba con mucho tiempo extra. En realidad su obra literaria –intelectual– estaba aún inconclusa. Entre sus planes estaba dedicarse, por ejemplo, a escribir un comentario sobre el Talmud de Babilonia.
También quería escribir un libro sobre los Midrashim y las Hagadot del Talmud, donde explicaría la lógica detrás de las metáforas rabínicas y las historias Talmúdicas que parecen irreales (algo que su hijo, Rabbenu Abraham, hizo brevemente en su Ma-amar al Hagadot Jazal)
Pero lo más urgente era resguardar la credibilidad su obra magna, Mishné Torá, el libro que detalla exhaustivamente toda la ley judía. Algunos rabinos contemporáneos de Europa criticaban esta obra porque si bien formulaba la ley final no hacía referencia a las fuentes específicas de las cuales Maimónides había extraído sus Halajot. Y aunque dejar las fuentes afuera y formular la ley era la deliberada intención de el libro que el había escrito como un código cuya intención es prestar el verdecito final de la ley, Maimónides pensaba que la aceptación de su libro en Europa dependía de que él escribiera las fuentes de su libro y tenía la intención de hacerlo.
Ahora podemos apreciar mejor la pregunta anterior: ¿cómo es que con tanto trabajo que le quedaba por hacer, Maimónides dedicó su tiempo libre a curar a los enfermos en lugar escribir sus libros? Porque Maimónides decidió que era hora de poner en práctica todo lo que él había enseñado en sus innumerables escritos. Su preciosísimo tiempo estaría dedicado ahora a algo que él podía hacer mejor que ningún otro hombre de su época: curar a los enfermos.
¿COMO MURIO MAIMONIDES?
Maimónides dejó su vida en esta monumental obra de bien. La mayoría de los biógrafos de Maimónides no se extienden demasiado explicar qué causó la muerte de Maimónides y se limitan a indicar la fecha exacta de su partida: el 13 de Diciembre de 1204. Aunque un historiador de principios del siglo XX , De Goeje, señala que Maimónides murió de “agotamiento físico” (exhaustion).
El Jajam Yosef Faur z”l en su clase sobre “Los cuatro gigantes de Sefarad» cuenta un detalle muy importante, y que hoy, en tiempos del COVID19, podemos apreciar mejor que nunca: Está documentado que Maimónides falleció como consecuencia de una epidemia. Ya que se negó a dejar de atender a sus pacientes y así se contagió y luego de un tiempo murió por este motivo (escuchar aquí, 1.17m)
Los Jajamim explican que la Torá comienza con Jésed (benevolencia) y termina con Jésed. Y los ejemplos de benevolencia que traen los Sabios no son actos de bondad realizados por seres humanos, sino por el mismo Creador. En su comienzo la Torá nos relata que HaShem proveyó de vestimenta a Adam y Eva, y vestir a los que no tiene lo que ponerse es un acto de Jesed) y la Torá termina contándonos que el Todopoderoso enterró a Moshé Rabbenu, otro acto de beneficencia.
En los últimos años de su vida, Maimónides se reinventó. Y del estudio pasó a la práctica: a la imitación de Dios.
Presento a continuación la “ORACION PARA UN MEDICO” atribuida a Maimónides (mi traducción). Miles de doctores, judíos y gentiles, en Israel, Estados Unidos y el resto del mundo , recitan esta oración todos los días, antes de comenzar su trabajo medico.
Señor del mundo, antes de comenzar la sagrada tarea de curar a Tus criaturas, expreso mi ruego delante de Ti, para que me concedas el valor y las fuerzas para hacer mi trabajo médico con integridad, y que el deseo de acumular riquezas o ganar fama no sea lo que guíe mi tarea o enceguezca mis ojos.
Señor del Mundo, es sabido por todos Tus súbditos que Tú eres quien envía el sufrimiento a quienes lo merecen y Tú eres Quien se apiada de los que sufren. Y con Tu infinita Sabiduría, Tú quisiste que yo, Tu humilde servidor de carne y hueso, hecho de polvo y ceniza, con mi limitado saber y mi pobre intelecto, haya aprendido acerca del cuerpo y la mente del ser humano que Tu creaste en este mundo material.
Y he aquí que yo, siguiendo Tus ordenes y Tus mandamiento y contando con Tu ayuda me preparo a curar, de acuerdo al alcance de mi conocimiento y sabiendo que en última instancia la vida, la muerte y la curación de las enfermedades están en Tus manos y que eres Tú quien determina el éxito o el fracaso de mi curación.
Señor de los Cielos, Rey Eterno, que sea Tu voluntad conceder a Tu servidor la fuerza y la capacidad de seguir aprendiendo el arte de la curación durante el resto de mi vida de boca de aquellos que saben más que yo.
Concédeme el mérito para que nunca deje de sentir compasión por todos lo que sufren, y concédeme la sabiduría para asistir a quienes vienen a consultar mi consejo, sin diferenciar entre el rico y el pobre, el amigo o el enemigo, el hombre bueno y el hombre malo, para que así, cuando alguien necesita mi ayuda, que yo solo vea al ser humano que sufre la enfermedad y el dolor.
Que mi amor por el arte de curar me dé el valor para que la verdad sea la luz que me guíe, porque soy consciente que mi negligencia en mi trabajo médico puede resultar en el sufrimiento o en la muerte de la obra de Tus manos.
Te ruego, Dios, Tú que eres compasivo y misericordioso, que concedas fuerza a mi cuerpo y valor a mi mente, e implantes en mí un espíritu de integridad.
Bendito eres Tú, Amo de todas las obras, Creador de todos los seres vivos.
AMEN
אֵל עֶלְיוֹן, טֶרֶם שֶׁאֲנִי מַתְחִיל בַּעֲבוֹדָתִי הַקְדוֹשָׁה
לְרַפֵּא אֶת יְצוּרֵי כַּפֶּיךָ, אֲנִי מַפִּיל אֶת תְּחִינָתִי
לִפְנֵי כִּסֵא כְּבוֹדְךָ, שֶתִּתֵּן לִי אֹמֶץ רוּחַ וּמֶרֶץ רַב
לַעֲשׂוֹת אֶת עֲבוֹדָתִי בֶּאֱמוּנָה, וְשְׁהַשְׁאִיפָה לִצְבֹר הוֹן אוֹ
לְשֵׁם טוֹב לֹא תְּעַוִּר אֶת עֵינַי מִלִּרְאוֹת נְכוֹחָה.
אָדוֹן הֲעוֹלָמִים, גֲלוּי וְיָדוּעַ לכֹל בְּנֵי בְּרִיתֶךָ שְׁרָק אָתָה לֶבָד
הוּא מָעָנִישׁ וְמְחַנֶן, מָכֶּה וְמְרָפֶּא. בְּרָם בֶּחֹכְמָתְךָ אֵין
סוֹף רַצִיתָ שְׁאָנִי, עַבְדֶךָ הָאָבְיוֹן, בָּשָׂר וָדָם, עָפָר
וָאֶפֶר בִּיכֹלְתִי הָצָנוֹעַה וּבֶשִׂכְלִי הָקָטָן צָבָרְתִי יֶדָע עָל
גוּף הָאָדָם ועָל רוּחוֹ, שְׁאָתָה בְּרַחֲמֵיךָ הָגָדוֹלִים גִילִיתָ
בֶּעוֹלָמְךָ הָגָשְׁמִי. וְהִנֶה, אָנִי בְּפְּקֻדָתְךָ, בְּמִצְוָתְךָ
וּבְעֶזְרָתֶךָ מַתְחִיל לֶרָפֶּא יְצוּרֵי כַּפֶּיךָ בְּהָבָנָתִי
הָמְלֵיאָה שְׁרָק בִּימִינְךָ הָרָמָה וְהָנִשְׂאֶת הָהָחְלָטוֹת עָל
חָיִים וְעָל מָוֶת, עָל הָבְרָאָה וְעָל חוֹלִי, עָל הָצְלָחָתִי
בְּרִפּוּי הָחוֹלֶה וְעָל כִּשְׁלוֹנִי בְּעָבוֹדָתִי.
שוֹכֵן בִּמְרוֹמָיו, מֶלֶך חַי וְקַיָם, יְהִי רָצוֹן מִלֶפָנֵיךָ שֶתִתֶן לִי,
לֶעַבְדְךָ, לֶבֶּן אֲמָתֶךָ חֶפֶץ, כֹּח וֶיָכוֹלֶת שִׂכְלִית
לֶהַמְשִׁיךְ לִלְמוֹד רַפוּאָה בַּאֵין הָפְסָקָה לֶאוֹרֶךְ כֹּל חָיָי
מִפִי רוֹפְאִים נֶבוּנִים מִמֶנִי.
תְזַכֵּנִי לְהַבִּיט עַל כֹּל סוֹבֵל, הַבָּא לִשְׁאֹל בַּעֲצָתִי, כְּעַל אָדָם,
בְּלִי הֶבְדֵּל בֵּין עָשִׁיר וְעָנִי, יְדִיד וְשׂוֹנֵא, אִישׁ טוֹב
וְרַע, בַּצַר לוֹ הַרְאֵנִי רַק אֶת הָאָדָם, אַהֲבָתִי לְתּוֹרַת
הָרְפוּאָה תְּחַזֵּק אֶת רוּחִי, רַק הָאֶמֶת תִּהְיֶה נֵר לְרַגְלַי,
כִּי כֹל רִפְיוֹן בַּעֲבוֹדָתִי יָכוֹל לְהָבִיא כִּלָּיוֹן וּמַחֲלָה
לִיְצִיר כַּפֶּיךָ. אָנָא ה’ רַחוּם וְחַנוּן, חַזְּקֵנִי וְאַמְּצֵּנִי
בְּגוּפִי וּבְנַפְשִׁי, וְרוּחַ שָלֵם תִּטַּע בְּקִרְבִּי.
בָּרוּך אַתָה, אָדוֹן כֹּל הֲמָעָשִׁים וּבוֹרֵא כֹּל הֲהָבְרָאוֹת
Aparte de ser uno de los Talmudistas y juristas más importantes en la historia del pueblo judío Maimónides fue también un famoso médico. Su padre, Ribbí Maimón, fue quien seguramente le inició en la medicina, que era una profesión muy común entre los judíos españoles hasta la época de la expulsión en 1492. A una edad temprana Maimónides tuvo que abandonar Córdoba, España, debido a las persecuciones religiosas de un grupo musulmán fundamentalista: los almohades. La familia de Maimónides llegó a la ciudad de Fez, Marruecos y permaneció allí durante 7 años. Es en Fez donde se presume que Maimónides tuvo la oportunidad de profundizar sus estudios de medicina asistiendo a médicos judíos muy conocidos Abu Yusef ben Muhalem. En 1165 llegó a Egipto. Maimónides siempre se opuso a ejercer profesionalmente el rabinato, y por muchos años se mantuvo de una sociedad comercial que tenía con su hermano David, quien se dedicaba a viajar por el mundo para este propósito. Pero luego de que su hermano falleciera trágicamente cuando su barco se hundió, Maimónides se dedicó a ejercer la medicina profesionalmente.
En Egipto fue llamado a ejercer como el médico de la corte del Sultán Saladino el Grande (1138-1193), famoso por su lucha contra los cruzados y por haber reconquistado Jerusalem. Esta era una difícil profesión ya que además de examinar y curar al Sultán también tenía que ocuparse de toda su familia -sus esposas y sus hijos- y los funcionarios de la corte real.
Maimónides era el médico más respetado de todo Egipto. Y eso le costó los celos y la rivalidad de los otros sabios y consejeros de la corte de Saladino quienes siempre conspiraban para tratar de desprestigiarlo. Recuerdo que cuando yo era chico mi tío Jajam Yosef Faur z”l, me contaba historias de Maimónides y el permanente acoso que sufría de parte de los envidiosos sabios de la corte. Recuerdo 5 cuentos. Uno de ellos es el siguiente: “En sus libros de medicina Maimónides afirmaba que la ceguera de nacimiento no podía ser curada. Los sabios de la corte lo desafiaron y dijeron que ellos habían desarrollado una operación quirúrgica que podía devolver la vista a los ciegos y que estaban dispuestos a hacer una demostración en una sesión especial donde estuvieran presentes el Sultán y Maimónides. Llegado el día los sabios de la corte trajeron a un paciente con la cara y los ojos vendados y lo presentaron como un individuo ciego de nacimiento que recién habían operado. Le sacaron el vendaje y el hombre comenzó a gritar: “¡Puedo ver, puedo ver! Estos sabios me han curado!” Acto seguido los sabios le demandaron al rey que expulsara a Maimónides de la corte por su ignorancia y tozudez. Maimónides le pidió al Sultán permiso para examinar al paciente. Y le preguntó: “¿Es verdad que eres ciego de nacimiento?”. Y el hombre contestó: “¡Sí! Nunca pude ver, desde que nací hasta este momento que los sabios me han curado “. Entonces Maimónides tomó un pañuelo rojo que traía en su bolsillo y le preguntó: “Si realmente puedes ver, ¿me podrías decir de qué color es este paño?” . “¡Rojo!” dijo el paciente con mucho entusiasmo. “¡Este pañuelo es rojo!”. Maimónides se dirigió al Sultán y le dijo: “Su Señoría, una persona que ve por primera vez, no conoce los colores, no los puede describir. Este hombre es un impostor.”
Lista de las obras médicas de Maimónides
1. “Extractos de Galeno o el arte de la curación”, un resumen de los extensos escritos del famoso médico griego.
2. “Comentario de los Aforismos de Hipócrates”,que Maimónides combina con sus propios puntos de vista.
3. “Aforismos Médicos de Moisés”, 1.500 instrucciones en los que se describen varias condiciones médicas.
4. “Tratado sobre las hemorroides”, discute también el mecanismo de la digestión.
5. “Tratado sobre la cohabitación”, contiene recomendaciones para una vida sexual sana.
6. “Tratado sobre el asma”, discute los diversos climas y dietas y su efecto sobre el asma. Hace hincapié en la necesidad de aire limpio.
7. “Tratado sobre los venenos y sus antídotos”, este libro de toxicología siguió siendo popular durante siglos.
8. “Régimen de la salud” , es un discurso sobre la vida sana y la conexión mente-cuerpo.
9. “Discurso y explicación de la moderación”, aboga por una vida saludable y enseña que uno de los principios fundamentales de la medicina preventiva es evitar los excesos.
10. “Glosario de nombres de medicamentos”, presenta una farmacopea con los nombres de un gran número de medicamentos en árabe, griego, sirio, persa, bereber (dialecto marroquí) y español.