EQEB: Berit Mila del Corazon
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«ומלתם את ערלת לבבכם וערפכם לא תקשו עוד» (דברים י’ טז’).
«ומלתם את ערלת לבבכם וערפכם לא תקשו עוד» (דברים י’ טז’).
EL PRIMER EJÉRCITO DE ISRAEL
Nuestra posesión más preciosa son nuestros hijos. Trabajamos para ellos. Ahorramos para ellos. Y hacemos todos los esfuerzos necesarios para que nada les falte, para que tengan todo lo que necesitan, y más. Mi pregunta es: ¿los padres actuamos consistentemente con este fin en mente, o a veces nos olvidamos y alguien tiene que recordarnos que lo más importante son nuestros hijos?
En nuestra Parashá Matot, la Torá cuenta que las tribus de Rubén y Gad poseían mucho ganado, y antes de entrar a la tierra de Israel, le piden a Moshé asentarse en el otro lado del Jordán, en los territorios de Sijón y Og, tierras muy fértiles. Moshé en un principio se niega. ¿Por qué? Porque el pueblo judío tenía que enfrentarse militarmente a los poderosos pueblos de Canaán, y necesitaban un ejército fuerte y sólido. Estas tribus constituían casi el 20% del ejército, y su deserción iba a causar una gran frustración en todas las demás tribus. Moshé les dice: ¿Cómo se van a establecer en estas tierras y dejar a sus hermanos luchar en las guerras de conquista sin ustedes? Moshé les exige que se unan a la guerra de conquista. Entonces, los líderes de estas tribus le dicen a Moshé que ellos en ningún momento pensaban abandonar al resto de las tribus: el plan era asentarse rápidamente en las nuevas tierras, unirse al ejército de Israel y pelear junto a sus hermanos. Y ofrecen algo más: ir al frente de la batalla, es decir, en la posición más arriesgada. Estas son las palabras que le dicen a Moshé (beMidbar 32:16) «Construiremos corrales para nuestro ganado y ciudades para nuestros hijos… y luego nos alistaremos en el ejército». Moshé acepta la propuesta y les responde afirmativamente (beMidbar 32:25): «¡De acuerdo! Construyan las ciudades para vuestros hijos y los corrales para vuestros animales…».
MOSHE Y SIGMUND FREUD
En este punto, hay que notar, con ojos freudianos, una pequeña pero muy significativa diferencia en un tema incidental entre lo que dijeron los líderes de estas tribus y lo que les dijo Moshé. Moshé cambia el orden de los factores: mientras que los líderes de las tribus mencionaron lo que construirían para asentar «a sus animales y a sus hijos», cuando Moshé responde, primero menciona a los niños y luego a los animales. Tengan en cuenta que en ese tiempo, las vacas y las ovejas no eran mascotas: el ganado era el capital, el dinero y el trabajo de uno. Moshé notó que estos hombres, literalmente, ¡pusieron a su dinero antes que a sus hijos! Finalmente, y luego de escuchar a Moshé, los líderes de las tribus ponen la casa en orden y le dicen a Moshé que harán lo que él les ordena (beMidbar 32:25-26): «Nuestros niños, nuestras mujeres y todos nuestros animales se quedarán allá en las montañas del Gil’ad, mientras nosotros iremos a la guerra». Ahora, primero mencionan a los niños, a sus familias, y luego a los animales. Aunque esta diferencia en la escala de valores no se discute explícitamente, sino que ocurre a un nivel subconsciente, parecería que entendieron que estaban equivocados. Y alcanzó con escuchar a Moshé repitiendo lo mismo que ellos, pero en el correcto orden de prioridades, para que aprendieran la lección.
LO URGENTE Y LO IMPORTANTE
Seguramente todos nosotros sabemos que nuestros hijos son más importantes que nuestro dinero. Cualquier padre o madre a quien preguntemos nos va a contestar que obviamente valoramos a nuestros hijos mucho más que nuestros bienes materiales. Sin embargo, los padres no siempre actuamos de acuerdo con ello. Y como alguna vez dijo Mafalda: «Lo urgente nos hace olvidar lo importante». Es decir: sé que es muy importante estar con mis hijos, dedicarles tiempo, escucharlos, jugar con ellos, «pero no tengo tiempo». Sé que tengo que interesarme por ellos, hablar de cómo fue su día y saber qué están haciendo en internet, «pero estoy tan ocupado». Así, sin planearlo ni quererlo, no nos queda tiempo (o fuerzas) para «lo más importante de nuestras vidas». A veces, sin querer, ponemos a nuestros hijos en un segundo plano. Recuerdo algo gracioso pero triste: una amiga tenía una empleada doméstica a la que le confiaba a sus hijos para que los cuidara. Pero nunca le permitía que pusiera la ropa a lavar en su lavarropas porque no confiaba en que supiera lavar la ropa sin arruinarla.
LA HISTORIA SE REPITE
A veces, sin darnos cuenta, repetimos la historia de nuestros ancestros y le damos más importancia al bienestar material que a la educación de nuestros hijos. Seguramente los hombres de Gad y Rubén sabían perfectamente bien que sus hijos eran más importantes que sus posesiones materiales, pero como casi todos los padres, necesitaban que alguien, en este caso Moshé, les recordara el orden de prioridades. Nuestra brújula, nuestro referente, es la Torá. Y cada vez que la estudiamos, nos debe recordar claramente que nuestros hijos van primero.
SHABBAT SHALOM
HALAJOT. Leyes de Tish’á beAb
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Entre la Perashá de la semana pasada y la Perashá de esta semana, Juqat, han pasado 40 años. Nos encontramos ahora en el último tramo de la travesía que comenzó cuando salimos de Egipto. La generación que había vivido en la esclavitud la mayor parte de su vida, desapareció. Los que quedan son sus hijos, que si bien nacieron en la esclavitud han tenido tiempo, 40 años, para desprogramarse de la mentalidad de esclavos y pensar y actuar como seres humanos libres. Las voces que reclamaban volver a Egipto y regresar a una vida de opresión pero sin responsabilidades, ha desparecido. Y a diferencia de sus padres esta nueva generación, no tiene miedo. Está preparada para luchar y conquistar la tierra de Israel.
LA PREGUNTA
De cualquier manera, la situación no es fácil. Quieren entrar a Israel por el camino de Edom, por el sur, la via mas directa hacia a la tierra prometida. Pero Edom, un pueblo que será su futuro vecino, no facilita el ingreso. Israel tiene que bordear Edom. El camino es muy largo y la gente ya está muy cansada. Ahora nos encontramos con un episodio memorable, pero muy triste. El pueblo se queja por la falta de agua. HaShem le indica a Moshé que tome su bastón (maté) y que congregue al pueblo frente a una roca. Moshé debe hablarle a la roca y por debajo de la misma surgirá un manantial de agua. Moshé hace todo lo que HaShem le dice. Bueno, casi todo. La minúscula digresión de Moshé respecto a la orden divina es que en lugar de hablarle a la roca, Moshé la golpea con su bastón. HaShem le dice a Moshé, sin indicar explícitamente cuál fue su falta, que él y Aharón no van a liderar más al pueblo. Moshé morirá en el desierto. Y Yehoshua tomará el mando y los llevará a conquistar la tierra de Israel. Todos los comentaristas Bíblicos se preguntan qué fue lo que hizo Moshé para merecer una sanción tan severa. Según Rashí. “Moshé no tenía que haberle pegado a la roca, le tenía que haber hablado”. Creo que todavía puede parecer exagerado el castigo a Moshé. ¿Es tan grave el error de Moshé? Especialmente si tomamos en cuenta que HaShem le pidió a Moshé que tomará su vara… Y que 40 años atrás, en una situación muy parecida, HaShem le dijo a Moshé que haría salir agua de una roca y que Moshé debía “golpear” la roca. ¿Cómo se justifica ahora un castigo tan grande por una desviación tan pequeña que puedo haber sido un error?
UNA POSIBLE RESPUESTA
¿Qué les parece si profundizamos el aspecto simbólico de “pegarle” a la piedra vs. “hablarle” a la piedra? Recordemos el contexto: la generación anterior era una generación de esclavos que estaba entrenada a obedecer a los golpes. La única forma de hacerlos reaccionar era con el látigo o el palo: los castigos físicos. En un artículo llamado “Esclavitud, una institución que deshumaniza” Nell Painter explica que en el siglo 16, 17 los esclavos africanos estaban expuestos a todo tipo de torturas físicas y sicológicas, los marcaban como animales, los mutilaban, y los obligaban a ver las torturas aplicada a los miembros de su familia. En Egipto , 3000 años antes, las condiciones de los esclavos hebreos no pueden haber sido mucho mejor…. y eso dejó sus secuelas. Pero la nueva generación era diferente. Ya tuvieron tiempo para adoptar su nueva identidad: ahora se transformaron en el pueblo de HaShem, el pueblo que se somete voluntariamente a las instrucciones de Torá, la autodisciplina (quedushá). Este nuevo pueblo elegido tiene que ser educado y liderado con palabras; no con golpes. Pensemos en la diferencia entre nuestra sociedad moderna y la generación anterior. Hace solo 40 o 50 años atrás los maestros golpeaban a sus alumnos en la clase para disciplinarlos. El mundo, en ese aspecto, cambió radicalmente. En ningún país civilizado se concebirá que un maestro le pegue a sus alumnos. Un fenómeno parecido ocurre en el seno de las familias. Conozco muchos padres que fueron criados “con el látigo”, y que hoy en día les cuesta liberarse de esa carga. Porque es difícil dejar de usar la fuerza como una herramienta de persuasión cuando uno no se entrenó en otras formas de imponer la autoridad. Los padres más jóvenes, sin embargo, aprendieron a sustituir el látigo por la palabra y establecer su autoridad por el peso de lo que dicen.
Es posible que en el caso que trae nuestra Perashá sea algo parecido. La nueva generación tenía que olvidar el poder del «golpe». Es como si HaShem le hubiera dicho a Moshé “Toma la vara, ¡pero no la uses! Háblale a la piedra ¡y no la golpees!. Quiero que la nueva generación se libere de la pesada herencia del látigo, y aprenda a usar la palabra.”
SHABBAT SHALOM
2024:
VIP: «drapetomania», segun el diccionario de Oxford: “Una forma de disfuncionalidad que supuestamente afectaba a los esclavos en el siglo XIX, manifestada por un impulso incontrolable de escapar de sus amos blancos, que era prevenible mediante azotes regulares
En la Parashá de esta semana, la Torá introduce la dieta del pueblo judío: el Kashrut. Esta dieta no tiene que ver necesariamente con el bienestar físico, como una dieta baja en calorías u otras dietas que seguimos hoy para adelgazar o mantenernos saludables. El Kashrut concierne explícitamente a una conducta, un comportamiento «especial» o Quedushá (santidad) que Dios exige a Su pueblo.
KASHRUT Y AUTOCONTROL
De acuerdo a la Torá, la santidad, o en hebreo Quedushá, se enmarca en primer lugar en un concepto cardinal: el autocontrol y la disciplina, particularmente en aquellas áreas del comportamiento humano relacionadas con la satisfacción de instintos primarios como la alimentación y la vida sexual. Controlar nuestros impulsos nos confiere «santidad», pues nos humaniza, es decir, nos diferencia de los animales, que obviamente no pueden controlarse y «decir NO» a sus impulsos primarios. La Guemará en Pesachim (49b) revela algo sorprendente sobre este tema al afirmar que no todas las personas tendrían el derecho de consumir carne. Según Ribbi Yehudá haNasi, un ser humano que no sabe controlar sus impulsos no debería consumir carne animal, aunque dicha carne sea Kasher. רבי אומר: עם הארץ אסור לאכול בשר. «Una persona sin una mínima educación no puede consumir carne». ¿Por qué? Porque un individuo sin conducta moral mínima, una persona incapaz de decir NO a sus deseos, no se encuentra en un nivel por encima de los animales que le otorgaría el derecho de consumir su carne.
KASHRUT Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Los judíos nos adiestramos en el autocontrol desde una edad temprana. Recuerdo una vez, en una fiesta, un señor no judío se acercó a mí y me felicitó por uno de mis hijos, a quien le había ofrecido un dulce que mi hijo rechazó porque no sabía si era Kasher. Esto es más o menos lo que me dijo este señor: «Rabino, ¿cómo se hace para educar a un niño de 5 años a que tenga autodisciplina? Yo tengo 3 hijos, uno de esa edad, y la verdad es que no puedo con sus apetitos. Los niños de hoy son consumidores voraces, entrenados por la sociedad moderna para consumir todo lo que se presenta ante sus ojos, son insaciables… pero tu hijo es diferente. Le ofrecí unos dulces, los tomó y me dio las gracias. Pero, para mi sorpresa, antes de llevarse el caramelo a la boca, fue a preguntarle a su hermano mayor si podía comerlo… ¿Cuál es el secreto? ¿Qué regalo le prometiste a tus hijos si no comen dulces? ¿Los amenazaste con algún castigo severo?«. Le respondí que no había premios ni amenazas y que en realidad, cualquier niño judío cuya familia observa las leyes de Kashrut posee ese mismo nivel de autocontrol. También le confesé (y mientras lo decía, me sorprendí al escucharme) que nunca necesité explicarles a mis hijos las leyes de Kashrut, las aprendieron naturalmente, imitando lo que vieron de sus padres y hermanos.
KASHRUT E IDENTIDAD
La dieta Kosher es también una poderosa señal de identidad judía. A veces, he estado en un avión y me he sentado al lado de una persona que no tenía ninguna identificación judía: ni Kippa, ni Maguen David, ni nada que lo mostrara como judío, hasta que le sirvieron su bandeja Kosher… En un viaje, en un hotel o en una reunión de negocios, hoy en día, uno puede identificar a quienes son judíos por el Kashrut. Al seguir una dieta kosher, los judíos nos hacemos más conscientes de nuestras elecciones alimentarias y evitamos participar de eventos sociales con aquellos que no comparten nuestras prácticas religiosas. Esto crea una barrera natural que nos ayuda a preservar la identidad judía y evita la asimilación en círculos no judíos. Al mismo tiempo, fomenta la interacción y la conexión entre los judíos en torno al elemento que siempre está presente en eventos sociales: la comida.
KASHRUT Y ASIMILACIÓN
La primera vez que la Torá se refiere a la dieta como un elemento distintivo que ayuda a prevenir la asimilación fue en Egipto. La cultura y la sociedad egipcias eran muy diferentes de las sociedades semíticas, fundamentalmente en el tema de la alimentación. La Torá menciona que, para los egipcios, los animales eran sagrados y eran adorados como dioses, como las vacas en la India. La ganadería era ofensiva para los egipcios y comer animales se consideraba to’ebá, una abominación o «tabú». Los hermanos de Yosef, entonces, se presentaron como pastores que criaban, esquilaban y consumían ovejas y carneros. Y por esta razón, cuando Yosef le contó al Faraón que su padre y sus hermanos han llegado de Canaán, le solicita al Faraón un lugar de residencia «especial», separado de sus súbditos egipcios. Al no vivir en la misma área los Hijos de Israel no se asimilaron y pudieron preservar su identidad por varias generaciones. Esta y otras diferencias culturales/religiosas en la alimentación, explica Seforno, evitó que los hijos de Israel se integraran socialmente a los egipcios.
Rabban Gamliel dice que hay tres palabras que se deben exponer en el Seder para cumplir con la obligación mínima de enseñar a nuestros hijos la historia de nuestro Éxodo de Egipto: Pésaj, Matzá y Maror.
Maror representa el sabor de la esclavitud.
Matzá representa el sabor de la libertad obtenido a través de la intervención divina.
¿Pero qué es Pésaj?
¿Qué significa «Pésaj» y qué nos enseña que podemos aprender hoy?
Pésaj fue un sacrificio animal, una ofrenda. Pero a diferencia de los sacrificios mencionados en la Parashá de nuestra semana, Vayiqra, el sacrificio de Pésaj tenía un propósito único. Un cordero, una oveja joven, tenía que ser sacrificado por los esclavos judíos el 14 de Nissan. HaShem le dijo al pueblo judío que sacrificara un cordero y marcara el poste de la puerta de sus casas con su sangre. Las casas judías con la sangre en las puertas no serían afectadas por la peste que condenaba a los primogénitos a la muerte.
LIBERTAD MENTAL
Este sacrificio de Pesaj representa lo que el pueblo judío tuvo que hacer para merecer su libertad física. Y la razón es la siguiente: los cambios socioculturales generalmente tardan muchos años o décadas en ocurrir. En el caso del pueblo judío, todo sucedió en unas pocas horas. El 10 de Nissan, Dios ordenó a los judíos que tomaran una oveja y la sacrificaran el 14 de Nisan. Recuerden que los egipcios adoraban a muchos animales porque creían que los animales poseían algún poder sobrenatural dado por los dioses. Las ovejas, especialmente el macho adulto llamado «carnero», representaban la virilidad y el poder de la procreación. Los israelitas ahora enfrentaban un serio desafío: Dios, por un lado, les había ordenado que tomaran a uno de los «dioses egipcios» y lo sacrificaran, lo asaran y lo comieran. Al hacerlo, los israelitas demostrarían a Dios, pero principalmente a sí mismos, que eran «libres» de la cultura idólatra de los egipcios. Tengan en cuenta que los judíos vivían completamente integrados en la sociedad egipcia durante 210 años y que, obviamente, estaban expuestos a todo tipo de supersticiones de la sociedad aboda zara (idolatría). Matar a un cordero, por lo tanto, presentaba una gran dificultad psicológica. ¡Después de todo, sus amos egipcios consideraban al carnero «un dios»! Y si un esclavo naturalmente temía a sus amos, ¡cuánto más temería al dios de sus amos! En la víspera de Pésaj, sin embargo, el pueblo judío sacrificó el cordero, y en un único acto extremadamente difícil y de extraordinario coraje, se liberaron de la cultura de la idolatría y sus supersticiones. Esa noche, al hacer el sacrificio de Pésaj, los judíos abandonaron mentalmente Egipto y le mostraron a HaShem que
estaban listos para seguirlo a Él.
PROTECCIÓN
Todo lo anterior se refiere al sacrificio de Pesaj. Pero aún necesitamos entender el significado de la palabra «Pésaj». En inglés, por ejemplo, Pésaj generalmente se traduce como «Passover» (es decir, pasar por encima), de acuerdo con esto, cuando HaShem causó la muerte de los egipcios primogénitos, «pasó por encima» de las casas de los judíos y no los afectó. Sin embargo, según el rabino Menashe Ben Israel (1604-1677) y otros comentarios, la idea de «Pésaj» en la Torá es un poco más profunda y, al mismo tiempo, menos conocida. En su opinión, la palabra «Pésaj» y su verbo «Pasaj» no deben entenderse como «pasar por encima» sino como «protección». Así es como el Targum Onkelos tradujo «pasaj», jayis, le importó>cuidó (como אדם חס על ממונו). Y esto, entonces, es lo que sucedió: Cuando HaShem desató la décima plaga, una epidemia enviada por Dios –que la Torá llama el «maschjit» y causaba la muerte de los primogénitos (ver Shemot 12:13 y 12:23)– HaShem «protegió» (pasach ‘al) las casas de los israelitas, que estaban marcadas con sangre en los postes de las puertas, y no permitió que esta plaga mortal afectara a los primogénitos judíos. En «Pesaj», por lo tanto, recordamos que Dios protege constantemente y directamente al pueblo de Israel. Esta protección sobrenatural (hashgacha peratit) comenzó la noche del 15 de Nisan, la noche del Seder, conocida en la Torá también como lel shimurim, «la noche de protección». La supervivencia del pueblo judío desafía las estadísticas y las predicciones lógicas. El grupo humano más perseguido en la historia de la humanidad existe gracias a la protección milagrosa y permanente de Dios. ¡Y eso es exactamente lo que celebramos en Pesaj!
Tarde… pero no irremediablemente tarde, aprendí una de las lecciones más valiosas en la educación de los más pequeños: cómo «leer» sus dibujos. Todos los niños dibujan. Algunos lo hacen un poco mejor que otros, pero casi sin excepción, nuestros hijos quieren que veamos y admiremos sus obras de arte. ¡Especialmente cuando nos dedican uno de sus dibujos! A mí nadie me había enseñado cómo hacerlo… Y entonces, todo lo que intuitivamente hice fue era mirar el dibujo por 2 o 3 segundos y decir: «¡Qué lindo dibujo! o ¡Qué obra de arte!», y listo. Mi entusiasmo, deliberadamente exagerado, era mi forma de demostrar admiración por los dibujos de mis hijos.
Con el tiempo me di cuenta que esos intensos segundos de atención no eran suficiente. Tuve que aprender a “leer” los dibujos de mis hijos. Mirando y admirando cada detalle “en voz alta”, describiendo pacientemente y con mis propias palabras mientras repaso con el índice lo que voy encontrando. «¡Qué lindas ventanas tiene esta casa!… ¿Cómo hiciste para dibujar tan bien estas cortinas?. ¡El picaporte se ve igual al de la puerta de nuestra casa! ¡Qué hermoso árbol! Y esas frutas rojas tan bonitas, ¿qué son? Parecen manzanas gigantes… ¡Qué hermosa chimenea! ¿Cuántos ladrillos tiene? A ver vamos a contarlos … uno, dos, tres, cuatro,… Y el humo, ¡Hay tanto humo que llega hasta las nubes!”.
Al comentar en voz alta los detalles que identificamos en el dibujo, recreamos —y acompañamos— el proceso de dibujar por el que pasaron nuestros pequeños artistas que nos dedicaron su obra maestra. Y mientras más sean los detalles que identifiquemos, menos indiferentes seremos a al amor que pusieron en ese dibujo. Porque como alguien dijo con mucha inteligencia: lo contrario del amor es la indiferencia. Mientras menos indiferencia, más cariño se crea. ¿Se entiende?
Solo una vez que internalizamos esta gran lección en la crianza y educación de nuestros hijos, podremos comprender mejor la Parashá de esta semana: Vayaqhel-Pequde. El texto de la Torá que leeremos mañana y el próximo Shabbat puede llegar a ser frustrante si no tenemos la idea del dibujo de nuestros hijos en mente.
¿Por qué la Torá nos cuanta con tanto detalle cómo fue la construcción del Mishkán? Como indicaron algunos comentaristas, hubiera bastado con uno o dos renglones que dijeran: «Y los hijos de Israel edificaron el Mishkán tal como Dios lo había ordenado». No parece necesario detenerse en tanto detalle… a menos que el Mishkán haya sido para HaShem algo parecido a lo que un dibujo de los hijos es para un padre…
¿Qué era el Mishkán?
El Mishkán (literalmente: «residencia») era el santuario dedicado a HaShem que los yehudim construimos en el desierto. Era un lugar que nos recordaba permanentemente la presencia de Dios. Un punto de encuentro entre nosotros y Él, parecido a lo que hoy en día representa una sinagoga, pero más imponente. Hay quienes describen al Mishkán como una jupá, es decir, un lugar que simboliza la unión especial entre el pueblo de Israel y Dios, basada en el mutuo amor que existe entre Él y nosotros.
El material y la mano de obra que se usaban para la construcción de los templos o monumentos llevados a cabo por reyes o gobiernos en la antigüedad se recolectaban a través de altos impuestos. Los impuestos no solo consistían en fondos o materiales que los súbditos debían contribuir forzosamente. El «impuesto» más habitual era la mano de obra, es decir, la obligación de los súbditos de presentarse a trabajar por interminables horas para las aventuras arquitectónicas del rey. A veces, como sucedió con nosotros mismos en Egipto, el tirano de turno esclavizaba a millones de personas, poblaciones enteras, para llevar a cabo sus proyectos «faraónicos».
El Mishkán representaba todo lo contrario a un proyecto faraónico. No fue construido por esclavos y la participación fue voluntaria. No había impuestos forzados, sino que se construyó con materiales donados voluntariamente por los Yehudim y por mano de obra voluntaria de los mismos.
Como leímos en Terumá: «Todo aquel cuyo corazón lo impulsa… [puede participar donando materiales, construyendo, elaborando las delicadas telas, etc.].» Las donaciones llegaban «todas las mañanas» (Shemot 36:3). Estas innumerables demostraciones de amor no pasaron desapercibidas por HaShem.
Creo que la forma que la Torá eligió para expresar la apreciación de Dios por el desprendimiento y el cariño que demostramos los Yehudim en la construcción del Mishkán fue mencionar y comentar cada pequeño aspecto de su edificación. Como un padre que observa el dibujo de sus hijos, Dios apreció, valoró y disfrutó cada detalle.
Si aprendemos esta gran lección en la crianza y educación de nuestros hijos, podremos comprender mejor la Parashá de esta semana. El texto de la Torá que leeremos mañana y el próximo Shabbat puede resultar frustrante si no tenemos en mente esta idea. Parece que la Torá nos cuenta con demasiado detalle cómo fue la construcción del Mishkán. Algunos comentaristas indican que hubiera bastado con uno o dos renglones que describieran su construcción.
אמר רבי יהושע בן לוי לבניו: הזהרו בזקן ששכח תלמודו מחמת אונסו, שלוחות ושברי
לוחות מונחים בארון
ברכות דף ח
En la Parashá de esta semana el pueblo de Israel protagoniza un terrible pecado y uno de los eventos más estremecedores de su historia: la adoración del becerro de oro. Todo esto ocurría mientras Moshé (Moises) estaba ausente recibiendo de Dios las Tablas de la Ley. Cuando Moises desciende del Monte y ve al pueblo completamente descontrolado y adorando a un ídolo egipcio, tiró las Tablas de la Ley y las rompió. Hay mucho, muchísimo, para analizar de todo lo que ocurrió alrededor de este desafortunado evento. Pero quisiera concentrarme hoy en un punto aparente marginal, pero con una gran enseñanza moral para todos nosotros. Como ya sabemos, más tarde Moisés recibió una nueva «copia» de las Tablas de la Ley, que las colocó en el Arca de la Alianza (Aron haBerit). Y la pregunta es: ¿qué pasó con las primeras Tablas, con esos pequeños trozos de las primeras tablas rotas? Nuestros rabinos explican que los restos de las tablas rotas ¡no fueron enterrados! Moshé las recogió y las depositó en el Arca de la Alianza junto con las nuevas tablas. ¿Por qué? Porque las tablas de la ley rotas son un permanente testimonio para que el pueblo judío nunca olvide su pasado, que atesore esas lecciones y aprenda de ellas para su presente y su futuro.
Un famoso rabino del Talmud, el rabino Yehoshua ben Levi, nos enseñó una lección maravillosa inspirado en el hecho de que las tablas no fueron enterradas. “debemos respetar a un anciano que perdió su memoria, y concederle el mismo respeto que tenía cuando su memoria estaba intacta”. No podemos “enterrar” el pasado de una persona, hacerlo desparecer. El presente es importante, pero lo que pasó no debe ser suprimido. Las malas experiencias del pasado, cerradas, dentro del Arca, las cargamos con nosotros como un tesoro.
MAS PROFUNDO Y PERSONAL
Nuestros errores o nuestros dolores, no tienen que estar allí en la superficie de la conciencia, condicionando nuestra felicidad presente. Pero por otro lado, son una parte de nosotros que no debemos enterrar.
Un par de ejemplos.
Muchas veces he tratado que ayudar a individuos que estaban destrozando sus vidas por su adicción al alcohol. Se negaban a recibir ayuda profesional. Y si bien creo que hice lo posible por ayudar, siempre he sentido que mi asistencia no era suficiente. ¿Por qué? Porque gracias a Dios, no disfruto del alcohol. No sé, ni entiendo hasta al final, esa terrible adicción. Pero tengo un amigo que siempre se ofrece a asistir en estos casos, y su ayuda, sin excepción, resultó ser muy, muy efectiva. Mi amigo no es un psicólogo profesional ni un trabajador social. Es un ex alcohólico. Un hombre que tocó fondo, que perdió todo lo que tenía y amaba, y tuvo que empezar su vida de nuevo. Y ahora, feliz y totalmente recuperado, decidió no enterrar sus «Tablas rotas”. Las lleva siempre con él, en su Arca mental privada, como un recordatorio permanente de lo que tiene que evitar y para ayudar a los demás.
Todos tenemos nuestras tablas rotas. Errores que cometimos o tragedias que sufrimos. En abril de 2016, unas pocas semanas antes de Pésaj, recibí la devastadora noticia de que tenía cáncer de colon en nivel 3. Fue sin duda la experiencia más difícil y dolorosa de mi vida. Gracias a Dios, ahora estoy muy bien. Y por lo general, evito hablar del tema. De hecho, creo que estoy escribiendo sobre mi cáncer por primera vez. Los recuerdos de la quimioterapia, las náuseas, el dolor, la fatiga, el hospital, los mareos, los miedos y las lágrimas no me afectan en mi vida diaria. Están en mi Arca privada que por general permanece cerrada.
Pero hay momentos en los que abro el Arca y resucito mis tablas rotas. ¿Cuándo? Cuando un miembro de la comunidad, un amigo o un desconocido me cuenta que ha sido diagnosticado con cáncer. En esos momentos, abro el Arca de mi corazón, literalmente, y muestro la cicatriz del «port» de la quimioterapia. Esa cicatriz, una pequeña pero permanente mancha morada en mi pecho, representa mis Tablas rotas. Y cuando alguien que está sentado frente a mí reconoce esas tablas, la conversación se transforma porque mi interlocutor sabe ahora que yo realmente sé y entiendo por lo que está pasando. Y le ayuda a abrirse y a tener más esperanza. Antes de que yo tuviera cáncer, cuando no tenía esas tablas rotas en mi privilegiada vida, trataba de ayudar o empatizar con los que sufrían, pero no era lo mismo. Mi cicatriz morada se ha transformado en un instrumento de ayuda para los demás. Mis Tablas son como un MODE ANI personalizado, un permanente recuerdo de que estar vivo es un privilegio por el cual siempre debemos agradecer a nuestro Creador.
Todos nosotros, especialmente los que ya vivimos una gran parte de nuestras vidas, cargamos con cicatrices emcionales o reales, tablas rotas, en nuestras arcas privadas. No dejemos que interfieran con disfrutar el presente, ¡pero no las enterremos!
Tenemos que atesorarlas y de vez en cuando abrir el Arca y usarlas; para ayudar los demás o a nosotros mismos.
SHABBAT SHALOM