KI TETSÉ: Andar con los ojos bien abiertos.
Por Rabbanit Coty Bittón.
Por Rabbanit Coty Bittón.
כי האדם עץ השדה
Debarim 20:19
Hacia el final de la Parashá de esta semana, la Torá aborda las leyes de guerra y enseña al soldado judío a comportarse con respeto y dignidad, incluso en el campo de batalla. Uno de los detalles más notables se refiere a no destruir la ciudad o los campos sin motivo. Los árboles son particularmente mencionados, indicando que no deben ser vistos y atacados como «el enemigo”. El inusual lenguaje que utiliza la Torá en esta ocasión, se presta a interpretaciones metafóricas que surgen al comparar hombres y árboles.
Hoy me gustaría extender esa comparación al área de la educación de nuestros hijos (parenting) y reflexionar sobre la inagotable paciencia que esta tarea demanda.
En ocasiones, nuestros hijos parecen estancarse, no madurar al ritmo que esperábamos. Esta preocupación se intensifica cuando tienen hermanos o hermanas que sí parecen avanzar. Los padres a veces no comprendemos la influencia del tiempo en el desarrollo de nuestros hijos y nos vemos atrapados en preocupaciones, sufriendo tensiones innecesarias. Nos olvidamos de lo que un experto en la materia una vez mencionó: que la mayoría de los problemas de comportamiento de los hijos se resuelve con el tiempo.
Recuerdo a ciertos alumnos de nuestro Talmud Torá: en quinto y sexto grado eran un desafío constante. Inquietos, no dejaban de hablar e interrumpir. Molestaban a sus compañeros, desobedecían a los maestros y, a menudo, la única solución que quedaba era enviarlos fuera del aula. Pasaban más tiempo con el director que con sus compañeros de clase. Pero, con el paso del tiempo, luego de 15 años o más, he visto que muchos de estos niños “insufribles” se transformaron en padres ejemplares, exitosos empresarios, brillantes profesionales o personas de una admirable disciplina religiosa.
¿Qué pasó?
Simplemente estaban madurando a su propio ritmo o, como dicen los neurólogos, “el cerebro necesitaba tiempo para fortalecer las conexiones entre sus diferentes secciones y hemisferios”.
Tener paciencia no significa que los padres nos vayamos a quedar de brazos cruzados esperando —y rezando— que nuestros hijos maduren. Es esencial que siempre estemos presentes para hablar, guiar y alentar a nuestros hijos. Nunca debemos dejar de hacerlo.
Para comprender mejor el proceso de crecimiento que muchos de nuestros hijos atraviesan y entender nuestro rol de padres en este proceso, me gustaría compartir con ustedes la historia del crecimiento del árbol del bambú.
Al comienzo, es fundamental preparar el suelo, seleccionar un lugar óptimo con suficiente luz y humedad. Luego uno siembra las semillas. Durante el primer año, se riega constantemente el suelo con las semillas, pero no ocurre nada visible. En el segundo año, se riega y se fertiliza, pero aún no brota ni un solo retoño. El tercer año se continúa regando y cuidando el área con la esperanza de ver algún cambio, pero sigue sin haber señales del bambú. En el cuarto año, se observa el terreno y no se ve ningún progreso. Llega el quinto año y, al no ver resultados, uno podría pensar que ha fracasado en su intento de cultivar bambú. Sin embargo, sorprendentemente, en la mitad de ese año, el bambú comienza a crecer rápidamente y ¡en solo seis meses alcanza una impresionante altura de hasta 30 metros!
La pregunta del millón es: ¿Cuánto tiempo le llevó al bambú crecer? La respuesta inmediata parece ser “6 meses”. Pero en realidad, al bambú le tomó 5 años y medio crecer. Es decir, despegarse del suelo, literalmente, y comenzar a crecer. Y una vez que comenzó, ya nadie lo puede parar.
También hay que saber que, aunque el progreso no se notaba, en realidad, durante esos 5 años y medio, el bambú estaba creciendo «hacia abajo»: estaba formando un robusto sistema de raíces capaz de sostener su gran tamaño.
Nuestros hijos muchas veces experimentan un proceso similar al bambú. Su crecimiento requiere constantes cuidados “aunque no se noten los resultados”, con una paciencia inagotable. Recordemos el bambú: si durante los primeros 5 años uno hubiera desistido y dejado de regar o proteger al bambú, ese árbol jamás hubiera surgido.
Cada palabra de aliento que les damos, incluso en sus momentos de rebeldía o inmadurez, es edificante. Son como el agua para el bambú. Nuestros hijos crecen y se desarrollan de formas que no vemos. No sabemos cuándo ese crecimiento interno comenzará a manifestarse hacia afuera y alcanzará alturas sorprendentes, a veces incluso superando a sus hermanos que parecían desarrollarse más rápidamente.
Como los árboles de bambú, nuestros hijos necesitan que los nutramos permanentemente con amor y esmero.
Con el tiempo, y con la ayuda divina, madurarán y florecerán.
Rab Yosef Bitton
Nuestra Perasha describe 3 características del rey de Israel:
Esta semana, la Torá describe el sistema judicial del pueblo judío. Hay un rey, que tiene que ser humilde y vivir en relativa austeridad, reconociendo que por encima de él hay otro Rey: HaShem, el Rey de Reyes. Como recordatorio constante, el rey judío tenía que llevar consigo su propio Sefer Torá «todos los días de su vida».
También tenemos «Shofetim», jueces, los encargados de administrar la justicia. Los jueces judíos tienen que ser honestos, deben rechazar los sobornos y aborrecer la corrupción, y juzgar con la mayor objetividad posible, sin reconocer las caras de amigos, celebridades, pobres o ricos. Los Shofetim generalmente no actúan por sí mismos (cuando lo hacen, actúan más como mediadores o árbitros), sino en un Bet Din, un tribunal judicial generalmente compuesto por tres jueces para demandas civiles y mercantiles o para delitos menores.
La Torá menciona también a los «Shoterim», oficiales o agentes de la ley, algo similar a la fuerza policial y al sistema penitenciario juntos. Ellos aplicaban las leyes, las multas, los reglamentos, etc.
Cabe observar que el pueblo judío tenía este sofisticado sistema de «ley y orden» en un tiempo en el que los pueblos vecinos de Israel vivían en la anarquía, practicando libremente el parricidio y la violación, y donde la ley, basada en el nepotismo, era la prerrogativa del tirano de turno y del físicamente más fuerte.
Los Jajamim del Musar vieron algo más en las primeras palabras de esta Parashá, algo que se relaciona con el comienzo del mes de Elul y el proceso de Teshubá, arrepentimiento. Las primeras palabras literalmente significan: «Jueces… deberás asignar para ti mismo». Cuando analizamos nuestra propia conducta, por lo general adoptamos el rol de «abogados» de nosotros mismos. Naturalmente, defendemos nuestras propias acciones. Pensamos más acerca de nuestras siempre-buenas-intenciones que acerca de los resultados de lo que hemos hecho mal. De esta manera, nos absolvemos a nosotros mismos del mal proceder y nos liberamos de la culpa. Nuestros rabinos observaron hace mucho tiempo las dificultades psicológicas que debemos sortear cuando queremos evitar esta actitud: «kol derekh ish yashar be’enav», «todo lo que una persona hace es (o termina siendo) correcto a sus propios ojos».
Las palabras: «Jueces… deberás asignar para ti mismo», nos enseñan que la Teshubá no es posible a menos que abandonemos la zona de confort de la auto-defensa y tengamos el coraje de observarnos a nosotros mismos «desde el balcón» (=como otras personas nos ven). Juzgarnos a nosotros mismos con la objetividad de un juez, y no con la indulgencia de un abogado, es un prerrequisito fundamental para que nuestra Teshubá sea efectiva.
El vuelo a Shanghai
Fabián, más allá de ser un experto mundial en informática telefónica, es un joven judío que, a pesar de no usar Kippá, tiene un compromiso religioso total con Shabbat y Kashrut. Su empresa lo sabe y lo deja libre los sábados y las festividades, y la secretaria de la empresa siempre se preocupa de encargarle comidas Kosher en vuelos y hoteles. Pero por las dudas, Fabián lleva consigo sándwiches de atún envueltos en papel de aluminio, que antes le preparaba su mamá y ahora los prepara Leah.
Hace algunos años, en uno de esos innumerables viajes, abordó en Nueva York un avión rumbo a Shanghai. Fabián descubrió que la aerolínea había cometido un error: no le subieron la comida kosher para él. Resignado, sacó su paquetito con papel de aluminio, que desentonaba totalmente en business class. En ese preciso instante, una agradable chica que estaba sentada detrás, Leah, notó la situación y se dio cuenta de que ella no había sido la única que se había quedado sin Kosher. Sin dudarlo, le ofreció compartir sus frutas. Fabián le ofreció uno de sus sándwiches. Y luego de compartir ese largo viaje juntos, se prometieron volver a verse. Y así, lo que comenzó como una comida accidental en un vuelo se transformó en una propuesta de matrimonio y en la formación de una hermosa familia judía, “por culpa” de un simple sándwich de atún.
La conferencia en Suiza
En otro de sus viajes, Fabián asistió a un congreso en Suiza organizado por su empresa. El evento culminó en un lujoso restaurante, donde cientos de empleados de distintos países se deleitaban con manjares como caviar y buey Wagyu. A pesar de que la empresa usualmente es muy considerada, ese día olvidaron solicitar una vianda kosher para Fabián. Sin hacer alarde y con discreción, Fabián no probó nada. Y a la hora de los postres, Fabián sacó su fiel sándwich de atún que le había preparado Leah y lo disfrutó en un discreto rincón del amplio salón.
Lo que Fabián no esperaba es que el fundador y CEO de la empresa lo estuviera observando. Tras la cena, se acercó a Fabián no solo para disculparse por el error con su comida, sino también para ofrecerle un ascenso a un puesto ejecutivo de mayor prestigio. Fabián, sorprendido, pensó que el dueño estaba siendo excesivamente cortés con él por la omisión de la comida Kosher. Sin embargo, el magnate le aclaró: «No busco compensarte por una comida. Busco tener en mi equipo a alguien que, incluso en los detalles más pequeños, muestre convicción y personalidad. Tu lealtad y tu compromiso con tus principios son admirables, y eso es lo que nuestra empresa necesita en sus líderes. Creo que encontré a la persona indicada».
Moraleja
No todas las historias de observancia de Kashrut terminan así: el 99% de casos como los que mencionamos , cuidar Kasher es sacrificado y no siempre acompañado de una gratificación inmediata o recompensa. Pero lo que rescato de estas historias de vida reales es que el Kashrut va más allá de una dieta. Kashrut es identidad. Es lo que hace que personas judías se conecten y se conozcan en los lugares más remotos del mundo. Y además, la observancia de Kashrut es un ejemplo de convicción en un mundo donde lo que prima es la conveniencia. En la conferencia de Zúrich, Fabián no era el único judío presente. Pero era el único judío absolutamente leal a sus principios religiosos, en una actividad que a veces es la más mundana y otras veces la más importante en el plano social: el acto de comer.
Rab Yosef Bittón
EL PRIMER EJÉRCITO DE ISRAEL
Nuestra posesión más preciosa son nuestros hijos. Trabajamos para ellos. Ahorramos para ellos. Y hacemos todos los esfuerzos necesarios para que nada les falte, para que tengan todo lo que necesitan, y más. Mi pregunta es: ¿los padres, actuamos consistentemente con este fin en mente, o a veces nos olvidamos y alguien tiene que recordarnos que lo más importante son nuestros hijos?
En nuestra Parashá Matot, la Torá cuenta que las tribus de Rubén y Gad poseían mucho ganado, y antes de entrar a la tierra de Israel, le piden a Moshé asentarse en el otro lado del Jordán, en los territorios de Sijón y Og, tierras muy fértiles. Moshé en un principio se niega. ¿Por qué? Porque el pueblo judío tenía que enfrentarse militarmente a los poderosos pueblos de Canaán, y necesitaban un ejército fuerte y sólido. Estas tribus constituían casi el 20% del ejército, y su deserción iba a causar una gran frustración en todas las demás tribus. Moshé les dice: ¿Cómo se van a establecer en estas tierras y dejar a sus hermanos luchar en las guerras de conquista sin ustedes? Moshé les exige que se unan a la guerra de conquista. Entonces, los líderes de estas tribus le dicen a Moshé que ellos en ningún momento pensaban abandonar al resto de las tribus: el plan era asentarse rápidamente en las nuevas tierras, unirse al ejército de Israel y pelear junto a sus hermanos. Y ofrecen algo más: ir al frente de la batalla, es decir, a la posición más arriesgada. Estas son las palabras que le dicen a Moshé (beMidbar 32:16) «Construiremos corrales para nuestro ganado y ciudades para nuestros hijos… y luego nos alistaremos al ejército». Moshé acepta la propuesta y les responde afirmativamente (beMidbar 32:25): «¡De acuerdo! Construyan las ciudades para vuestros hijos y los corrales para vuestros animales…».
MOSHE Y SIGMUND FREUD
En este punto hay que notar, con ojos freudianos, una pequeña pero muy significativa diferencia entre lo que dijeron los líderes de las tribus y lo que les responde Moshé. Así, casi sin querer, Moshé modifica el orden de los factores que presenta en su declaración : mientras que los líderes de las tribus mencionaron que construirían «corrales para sus animales y asentamientos para sus hijos», Moshé primero menciona a los niños y luego a los animales. Tengan en cuenta que en ese tiempo, las vacas y las ovejas no eran mascotas: el ganado era el capital, el dinero y el trabajo de uno. Moshé notó que estos hombres, literalmente, ¡pusieron a su dinero antes que a sus hijos! Finalmente, y luego de escuchar a Moshé, los líderes de las tribus ponen la casa en orden y le dicen a Moshé que harán lo que él les ordenó (beMidbar 32:25-26): «Nuestros niños, nuestras mujeres y todos nuestros animales se quedarán allá en las montañas del Gil’ad, mientras nosotros iremos a la guerra». Ahora, primero mencionan a los niños, a sus familias, y luego a los animales. Aunque esta diferencia de valores no se discute explícitamente, sino que ocurre a un nivel subconsciente, parecería que entendieron que estaban equivocados. Y alcanzó con escuchar a Moshé repitiendo lo mismo que ellos, pero en el correcto orden de prioridades, para que aprendieran la lección.
LO URGENTE Y LO IMPORTANTE
Todos nosotros sabemos que nuestros hijos son más importantes que nuestro dinero. Cualquier padre o madre a quien preguntemos nos va a contestar que obviamente valoramos a nuestros hijos mucho más que nuestros bienes materiales. Sin embargo, los padres no siempre actuamos de acuerdo con ello. Y como alguna vez dijo Mafalda con mucha sabiduría: «Lo urgente no me deja tiempo para lo importante». Es decir: sé que es muy importante estar con mis hijos, dedicarles tiempo, escucharlos, jugar con ellos, «pero no tengo tiempo». Sé que tengo que interesarme por ellos, hablar de cómo fue su día y saber qué están haciendo en internet, «pero ¡estoy demasiado ocupado trabajando». Así, sin planearlo ni quererlo, no nos queda tiempo (o fuerzas) para «lo más importante de nuestras vidas» y sin querer, ponemos a nuestros hijos en un segundo plano. Recuerdo algo gracioso pero triste: una amiga que tenía una empleada doméstica a la que le confiaba a sus hijos para que los cuidara pero no le permitía que lavara la ropa en el lavarropas porque temía que pudiera arruinarla.
LA HISTORIA SE REPITE
A veces, sin darnos cuenta, repetimos la historia de los portavoces de las tribus y le damos más importancia al bienestar material que a la educación de nuestros hijos. Seguramente los hombres de Gad y Rubén sabían perfectamente bien que sus hijos eran más importantes que sus posesiones materiales, pero como casi todos los padres, necesitaban que alguien, en este caso Moshé, les recordara el orden de prioridades. Nuestra brújula, nuestro referente, es la Torá. Y cada vez que la estudiamos, nos debe recordar claramente que nuestros hijos van primero.
SHABBAT SHALOM
HALAJOT. Leyes de Tish’á beAb
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En nuestra Parashá, Pinejás, los judíos están por entrar a la tierra de Israel. Han pasado 40 años desde la salida de Egipto. Moisés todavía es el líder, pero se enfrenta a una generación diferente. Estos jóvenes adultos no fueron criados como esclavos, sino como hombres libres. Aún guardan ciertos vicios de la generación anterior o se dejan llevar por las pasiones de la idolatría o a veces le dan la espalda a Dios, a pesar de Su abrumadora presencia en cada aspecto de su vida en el desierto. Pero siguen necesitando un líder. Moshé tiene ya 120 años. Recientemente ha encabezado el ejército en las luchas contra Sijón y Og, pero ahora, cuando se avecina una nueva guerra contra Midián, Moshé pide un cambio. Dios elige a Yehoshúa Bin Nun.
¿Por qué? Moshé imploró a HaShem que asignara a un líder con una característica especial: un hombre «asher rúaj bo», que con sus palabras pudiera llegar al corazón y mover el espíritu de aquellos que lo escuchan. Un líder con la sabiduría para lidiar con diferentes tipos de personalidades y escenarios. Que sepa dirigirse y llegar al espíritu de aquellos que necesitan una mano fuerte, y de aquellos que necesitan un enfoque más sensible. Que sepa comunicar, y persuadir con su palabra a aquellos que no piensan como él. Porque fue justamente en este aspecto, la comunicación con la nueva generaron, que Moshé sentía que no lo había logrado: Como cuando golpeó a la piedra en lugar de usar la palabra o cuando el pueblo pecó con Midián, y se quedó sin palabras. HaShem designa a Yehoshúa como sucesor de Moshé porque era «un maestro» de la comunicación. Yehoshúa fue un líder que supo guiar el espíritu de su pueblo y de su mano el ejército de Israel logre sus mas espectaculares victorias. Vencer a docenas de naciones en Canaan y vivir con paz, prosperidad y lealtad a Dios por dos generaciones.
No es fácil ser judío en 2024. En Europa, es peligroso. Tanto es así que muchos han sacado las Mezuzot de sus casas, han dejado de mandar a sus hijos a escuelas judías o usan una gorra deportiva en lugar de una kipá. En EE.UU. es menos grave. POR AHORA. Aunque en Nueva York, la ciudad con la mayor cantidad de judíos en el mundo entero (1.4 millones), en algunos lugares da miedo caminar por la calle, por la enrome cantidad de árabes con una animosidad manifiesta y sin escrúpulos hacia Israel y los judíos. Hay una gran desmoralización. Porque irónicamente, nosotros, el pueblo que enseñó al mundo la justicia y la solidaridad, está siendo demonizado como asesino y genocida. O está siendo culpado incesantemente por la mayoría de los medios, las Naciones Unidas y hasta la Corte Penal Internacional de La Haya en Holanda. Es como que el mundo no entiende, no le interesa reconocer quiénes son los buenos y quiénes son los malos de esta película. Israel es tratado por el mundo con las mismas actitudes que un antisemita clásico trata a un individuo judío: acusaciones falsas, demonización y mentiras sin escrúpulos. A Israel se le acusa de genocidio porque se atrevió a defenderse. Porque NO OFRECIÓ A HAMÁS LA OTRA MEJILLA. El mundo, y sus portavoces en los medios internacionales, optan por ignorar cínicamente y sin pestañear los crímenes perpetrados el 7 de octubre. Omiten deliberadamente de la opinión pública que todo lo que tiene que suceder para que haya un alto el fuego en Gaza y para evitar la muerte de los civiles palestinos es que el grupo terrorista Hamás se rinda y entregue a los judíos secuestrados. Pero nadie apunta sus reclamos contra Hamás: increíblemente—o no —apuntan sus dardos contra la víctima, el Estado de Israel.
¿Dónde será posible encontrar una plataforma multitudinaria y respetable para comunicar nuestra historia, nuestro lado de la verdad? ¿Dónde encontramos al líder judío que nos represente? ¿Un líder con la sabiduría de Yehoshúa para que sus palabras puedan entrar los corazones y mover los espíritus de aquellos que lo escuchan?
Creo que esta semana encontramos a ese líder. Esta miércoles pasado el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, habló en Washington ante las dos cámaras del Congreso de EE.UU.
Era la cuarta vez que se dirigía al congreso en su vida política. No existe otro mandatario en el mundo con un récord semejante. Habló por casi una hora, y fue ovacionado con aplausos de pie unas 50 veces. Fue visto y escuchado por miles de millones de personas. Y le presentó al mundo el punto de vista de Israel. Describió gráficamente la terrorífica masacre del 7 de octubre y el Holocausto que sufrieron las víctimas: padres, abuelos, hijos y bebés. Habló de los rehenes judíos y presentó a la joven israelí Noa Argamani, cuya fotografía se ha convertido en el icono del horror de los secuestrados. Luego introdujo a tres soldados de Israel. El mundo vio el verdadero y noble rostro de los soldados judíos, que representan a cientos de heroicos jóvenes que sacrificaron sus vidas para defender a Israel, o los miles de combatientes heridos que han perdido un brazo, una pierna o la vista, pero han conservado su valentía para regresar y luchar en esas condiciones. Todo esto — y un poco más — fue lo que logró demostrar Benjamín Netanyahu en Washington, D.C.
Netanyahu denunció a Irán como la cabeza del pulpo que maneja sus tentáculos: Hamás, Hezbollah y los Hutíes del Yemen.Y afirmó que Irán está financiando las protestas pro-Hamás en todo el mundo, incluyendo las que tenían lugar en ese momento afuera del Congreso, en las cuales estaban incendiando la efigie de Netanyahu, quemando banderas americanas, profanando los monumentos históricos, cantando a favor del terrorismo de Hamás y alzando banderas palestinas. Acusó a estos activistas de ignorancia y de ser los “idiotas útiles» de Irán.
Netanyahu no fue apologético: todo lo contrario. Representó a Israel con una enorme dignidad y un orgullo contagioso. Un orgullo que lo llevó a afirmar, y con razón, lo que nunca antes (y no creo que nunca después) ha dicho un mandatario extranjero en la cara del Congreso estadounidense: «WE ARE PROTECTING YOU” (Nosotros, Israel, los estamos protegiendo a ustedes, EEUU, de Irán), lo cual le valió un aplauso y una ovación multitudinaria porque, por más que suene arrogante, es verdad. Israel está al frente, llevando a cabo una guerra que no es un choque entre civilizaciones, sino una batalla entre la civilización y la barbarie: entre aquellos que aman la vida y aquellos que aman la muerte de los que no piensan como ellos.
Netanyahu fue muy firme respecto a nuestro derecho a la tierra de Israel: “Es la tierra de nuestros antepasados, donde rezaron Abraham, Isaac y Jacob; donde profetizaron Isaías y Jeremías, y donde reinaron David y Salomón”. Lo dijo con un orgullo y con mucha convicción. Y tocó las fibras no solo de los judíos presentes, sino también de los senadores americanos cristianos que se identifican con la Biblia hebrea, que no son pocos.
Netanyahu no solo representó al Estado de Israel, sino a todo el mundo judío.
Concluyó con un pedido de ayuda para Israel, pero incluso aquí fue muy medido y honorable. Explicó que Israel no necesita que EE.UU. mande sus tropas, soldados americanos que sacrifiquen sus vidas por Israel como lo hicieron en Vietnam, Irak y Afganistán. Netanyahu dejó claro y con mucho orgullo judío que el ejército judío es autosuficiente para eso y solo necesita que EE.UU. le envíe el armamento necesario para lidiar con los múltiples conflictos que enfrenta Israel, lo más rápido posible.
Personalmente, estoy muy agradecido a Dios de que Netanyahu sea el primer ministro de Israel. Y le ruego a HaShem que lo proteja y le siga dando la sabiduría que le dio a Yehoshúa Ben Nun para liderar el ejército judío hacia la victoria en su incesante lucha contra tantos enemigos. AMEN
DE ADENTRO HACIA AFUERA
Hasta ahora, la mayoría de los problemas del pueblo de Israel en el desierto tenían que ver con conflictos internos: la gente insatisfecha, la falta de apreciación, quejas por la comida (maná), quejas de los espías que desalentaron al pueblo, la rebelión de Koraj contra el liderazgo de Moshé, etc. Esa generación que salió de Egipto tuvo que, literalmente, desaparecer. Ahora, 40 años más tarde, los problemas no terminan, pero se transforman: son conflictos externos. Israel está en el lado este del río Jordán, listos para ingresar a la tierra prometida. Balaq, el rey de la nación de Moab que vive allí, ve desde lo alto de su montaña al pueblo judío y tiene miedo. Se dio cuenta de que los judíos son ahora diferentes a la primera generación: pareciera que aprendieron las lecciones de convivencia entre sí y, aparte, ahora saben defenderse y luchar, como ha quedado demostrado en las avasallantes victorias contra Sijón y Og. Balaq teme que su vida y la de su reino terminen de una manera parecida. Para evitarlo, se le ocurre una idea no convencional, en inglés se dice: “out of the box”.
EL SECRETO DE LA SUPERVIVENICIA JUDIA
Balaq reflexiona sobre el pueblo judío y sus espectaculares triunfos: si la primera generación, los que salieron de Egipto y no sabían luchar, vencieron a la mayor superpotencia del Medio Oriente y humillaron al faraón y su ejército, su triunfo NO se basaba en su poderío militar. Algo tiene que explicar por qué Israel nunca perdió una guerra a pesar de no ser un pueblo agresivo, guerrero y despiadado. Balaq concluye, correctamente, que el secreto de Israel no está en su destreza militar. Hay algo no convencional que les ayuda a ganar las guerras. Y asume que el secreto de las victorias judías está en el comandante en jefe de su ejército: Moshé, y su relación con HaShem, el Dios de Israel. El Dios de Moshé es superior y ha vencido a todos los dioses egipcios. Balaq tiene muchos recursos propios: adivinos, brujos y magos. Pero decide buscar a alguien que compita con Moshé en su propia arena: alguien que invoque al mismo Dios de Moshé. Y recuerda que hay un individuo muy famoso llamado Bil’am, aliado de sus aliados los mediatintas, y lo manda a buscar. ¿Cuál era su plan? Balaq no piensa como un monoteísta. Piensa como un idólatra. Y parte esencial de la idolatría era la creencia que los dioses no tienen voluntad propia, no pueden querer a alguien en la dimensión humana, por ejemplo. Los dioses paganos son casi mercenarios. Si los humanos les ofrecen sacrificios o regalos, pueden ser comprados, manipulados.Y cree que Bil’am puede invocar la bendición de Dios para bendecir o la maldición de Dios para destruir. Balaq le pide a Bil’am maldecir a Israel y así remover la bendición divina sobrenatural que los protege. Luego de algunas negociaciones, Bil’am al final llega a lo de Balaq y trata de invocar a Dios para maldecir a Israel. La costumbre de insultar a los judíos es un deporte nacional de nuestros enemigos. Pero Dios interviene en las palabras de Bil’am, lo inspira —lo posee— y en lugar de maldiciones, pone bendiciones en su boca, reafirmando que Dios ama a Israel: algo incomprensible para Balaq y como veremos ahora, decepcionante para Bil’am.
BILAM EL MONOTEISTA
El relato es fascinante y deja muchos interrogantes abiertos. Pero me voy a concentrar en uno solo. ¿Por qué Bil’am ayuda a los enemigos de Israel? Es muy raro porque Bil’am es una persona religiosa, temerosa de Dios. Cuando Balaq lo va a buscar, le dice que solo dirá lo que Dios le indique. Y hay un detalle extremadamente importante: Bil’am no solo cree en “Dios”, como hemos visto en los numerosos ejemplos que cita la Torá de no-judíos que se refieren a “Dios”. En todos esos casos los gentiles usan el nombre ELOQIM, que significa “Dios” en un sentido general. Pero Bil’am invoca a Amonay (con “d”), HaShem: es decir, al Dios de Israel. Esto es increíble y merece un breve análisis. Primera pregunta, ¿cómo llegó Bil’am a conocer y enterarse acerca del Dios de Israel? Por lo que recuerdo, los comentaristas no ahondan en esta pregunta. Por lo que asumo que la respuesta debe ser demasiado simple. Bil’am es parte, o está asociado con Midyán, el pueblo del suegro de Moshé, Yitro. En el libro de Shemot leímos que Yitró llegó al campamento de Israel alabando y reconociendo al Dios de Israel. Y hace unas semanas atrás vimos que Yitró regresó a Midyán, y de acuerdo a algunos Midrashim, al regresar a su pueblo, Yitro difundió el culto al Dios de Israel. Esta Parashá sucede 40 años más tarde. Y al parecer las semillas de la creencia en el Dios de Israel dieron sus frutos, por lo menos en algunos individuos como Bil’am. Pero esta reflexión abre otro interrogante fascinante y muy relevante para nuestros días.
LA COMPETENCIA RELIGIOSA
La religión de Bil’am y la de Moshé tienen un origen en común. Ambos son monoteístas y creen en el mismo Dios. Bil’am seguramente lo llamaría en su propio idioma, como los musulmanes pueden llamar a Dios “Alá”, pero se refieren al mismo Dios bíblico, el Dios de Abraham. Pero si la religión de Bil’am y la de Israel eran tan parecidas, ¿por qué Bil’am quiere eliminar a Israel? Por su afinidad ideológica ¡Bil’am tendría que actuar como el protector de Israel! O por lo menos como su aliado más sólido. ¿Como se explica el antagonismo de Bil’am hacia Israel?
Creo que, una vez más, para entender el pasado bíblico debemos utilizar el presente político.
Pensemos en quienes son hoy en día los enemigos más feroces de Israel. Sin duda los musulmanes, particularmente los islamistas, es decir, los musulmanes más religiosos como Hamas, la hermandad musulmana o el Jihad islámico. Recordemos que el Islam se forma a partir de los textos e ideas judías: el patriarca Abraham, la Biblia, el monoteísmo, el rezo, el ayuno, etc. ¿Por qué entonces esa enemistad, cuando en realidad, los musulmanes —nuestros primos hermanos— deberían ser nuestros protectores o al menos “aliados naturales”? En lugar de eso son nuestros peores enemigos. ¿Cómo se explica?
LA TEORIA DEL REEMPLAZO
El profesor Mordejai Kedar y otros analistas israelíes que saben árabe y comprenden el Islam, explican que detrás de todo el odio político de los islamistas contra Israel hay una base religiosa: ¿quién es el verdadero representante del Dios de la Biblia: Israel o la nación islámica? ¿Quién fue el mayor de los profetas: Moshé o Mahoma? ¿Quiénes son los auténticos representantes de Dios sobre la tierra: los judíos o los musulmanes?
NADA NUEVO BAJO EL SOL
Este tema —la fervorosa lucha religiosa, el Jihad, por demostrar supremacía— viene de un solo lado: del lado islamista contra el lado judío. Los judíos, BH, no tenemos la necesidad de atacar o destruir a otros pueblos o regiones para emerger victoriosos en una guerra santa que valide nuestra condición de pueblo elegido. Pero por el otro lado hay una desesperación religiosa por demostrara la supremacías religiosa. Y la creencia que aquel que vence en el campo de batalla es el elegido de Dios.
Esta reflexión me hace pensar que lo mismo ocurrió con Bil’am. A pesar de todo lo que tenía en común con Moshé, a Bil’am NO LE INTERESABA relacionarse con Moshé, admirar a Moshé, convertirse en su aliado, sumarse a su pueblo. El egoísmo de Bil’am, su inseguridad, y especialmente su extrema arrogancia lo llevaban a aspirar en lo más profundo de su ser A REEMPLAZAR a Moshé. Y por eso se transformó en su mayor enemigo e intentó destruirlo.
Pero Dios no lo permitió en ese momento. Ni lo permitirá hoy.
SHABBAT SHALOM