5. Judea se libera de Roma

LA VENGANZA SERÁ TERRIBLE 

Como lo explicamos anteriormente, la revuelta armada contra Roma se fue gestando a lo largo de décadas. Esta rebelión, llamada en hebreo HAMERED HAGADOL, «La Gran Revuelta», comenzó oficialmente en el año 66 cuando los judíos supieron que la intención de Florus, el infame procurador romano, era saquear los tesoros del Templo de Jerusalem.  Los judíos se atrincheraron en la ciudad de Yerushalayim, que estaba protegida por muros muy poderosos.  Los romanos fueron sorprendidos por los judíos de Jerusalem y muchos abandonaron la ciudad. Pero para vengarse atacaron a los judíos que vivían en otras ciudades de Israel: Acco, Ashquelón, Cesárea, etc.  Flavio Josefo reporta que decenas de miles de Yehudim fueron masacrados por los romanos en este periodo. Para detener la rebelión, Roma envío un gran ejército con un total de 40.000 soldados al mando de Casius Galus, que mientras avanzaba desde el norte, arrasaba y hacía incendiar toda ciudad y pueblo judío que encontraba en su camino.  Esto también hizo que la rebelión judía contra Roma se expandiera fuera de Yerushalayim y contará con más apoyo interno.

LA HISTORIA SE REPITE

Cuando llegaron a Jerusalem, los romanos sitiaron la ciudad y se organizaron en formación de ataque. Los Yehudim estaban decididos a defender la ciudad con sus vidas.  Los romanos atacaron durante seis días consecutivos. Trataban de escalar el muro con unas torres especiales, pero los Yehudim resistieron y repelieron el ataque.  Flavio Josefo cuenta que los romanos hacían una formación militar llamada “la tortuga”, para protegerse con sus escudos de cualquier ataque desde arriba de la muralla, mientras azotaban con terribles golpes la puerta de la ciudad, tratando de derribarla e incendiarla. Casius también intentó atacar con sus arqueros, para debilitar las defensas judías apostadas en las altas torres de la muralla, pero los judíos resistieron. Durante una semana el ejército de Casius lo intentó todo, pero no pudieron quebrar las defensas judías.  Y entonces, ocurrió lo que nadie esperaba: tal como había ocurrido unos 800 años antes, en los tiempos del rey Jizquiyahu y el general asirio Sanjerib que sitio la capital judía, Casius, sorpresivamente emprendió la retirada. Los historiadores no están seguros si esto se debió a que Casius subestimó la capacidad de los judíos para defender la ciudad, o si su ejército no contaba con los suministros necesarios, ya que las milicias judías comandadas por Shimón ben Guiorá, se encargaban de emboscar y destruir a las caravanas que traían refuerzos y suministros para Casius.  Esta retirada fue un verdadero milagro. Y si hubiéramos permanecido unidos, dijeron nuestros Sabios, nunca nos hubieran vencido.

LA VICTORIA EN LAS MONEDAS

La victoria de los judíos, haber resistido y vencido al ejército más poderoso del mundo, se manifestó, entre otras cosas, con la acuñación de una nueva moneda judía “el shequel”,  símbolo de la nueva autonomía judía. Mientras que las monedas romanas, como por ejemplo los denarios, estaban ilustradas con imágenes de Hércules o dioses paganos, las monedas judías se ilustraban con una copa (moneda del lado izquierdo), que representaba al Bet haMiqdash y sus objetos sagrados, o un Lulab, un Etrog, o una granada (lado derecho) , uno de los frutos especiales de la tierra de Israel. El texto, escrito en hebreo antiguo, dice: ALEF LEJERUT TSION , es decir, “Año 1 de la independencia de Zion”. En la moneda que presentamos en la imagen arriba dice, del lado derecho, AÑO 4, SHEQUEL ISRAEL, y del lado izquierdo se menciona el lugar donde estas monedas fueron acuñadas YERUSHALAYIM QUEDOSHA, “Jerusalem, la [ciudad] santa”.

«SINAT JINAM» Y SUS CONSECUENCIAS

Mientras los Yehudim celebrábamos esta milagrosa victoria, el emperador romano Nerón preparaba una nueva ofensiva contra la ciudad, esta vez al mando del experimentado comandante Vespasiano. Nuestra mayor problema para luchar contra los romanos era que no teníamos un frente unido. Por el contrario: estábamos más divididos que nunca. Así que al mismo tiempo que enfrentábamos al ejército romano, también peleábamos entre nosotros mismos. Por un lado, estaba Menajem haGeuelilí, que al mando de un gran número de combatientes había derrotado a los romanos y eliminado a todos los soldados apostados en Jerusalem. Por otro lado, estaban los saduceos y Agripas II,  con unos 3.000 soldados, que se negaban a rebelarse contra Roma. Menajem había atacado la famosa fortaleza de Metsadá (Masada) y se había hecho con muchas armas capturadas de los romanos.  Y una vez que terminó con los romanos, comenzó a utilizar su ejército y sus nuevas armas para luchar contra Agripas.   Esta guerra civil, que dejo miles de muertos, duró una semana, y finalizó con la victoria de Menajem. 

LA UNION HACE LA FUERZA

Por el otro lado, se organizó un nuevo comando judío liderado por El’azar hijo del gran sacerdote Jananyiá.  El’azar en su momento había ordenado que no se ofrecieran más sacrificios en el Bet haMiqdash en honor al emperador romano. Esta era una clara señal de que los judíos ya no aceptaban la autoridad de los romanos y se estaban declarando como un estado independiente de Roma. De haberse unido, estos dos líderes podrían haber resistido al ejército romano. ¡Pero ocurrió lo peor que podía haber pasado! Una ve que los romanos fueron vencidos, comenzaron los conflictos internos: quien va a liderar la contraofensiva. Menajem asesinó a Jananiyá, el padre de El’azar.  Y El’azar se enfrentó con Menajem, diciendo que  Menajem se comportaba como un tirano. “No queremos cambiar a un tirano [el emperador de Roma] por otro tirano [Menajem]”, dijo El’azar.  Los ejércitos de Menajem y El’azar y luego Shimón ben Guiorá se enfrentaron en sangrientas batallas internas. Y así, enfrentados y sin un liderazgo competente que nos uniera, nosotros mismos preparamos el terreno para nuestra derrota y la destrucción del Bet haMiqdash el 9 de Ab del año 68. 




4. La Rebelión de los judíos contra el imperio romano

DE MAL EN PEOR
Tras la muerte de Agripa (año 44 de la era común), que fue el mejor gobernador que tuvo Judea, se inició un período muy difícil para Am Israel, que culminó con la destrucción de Bet haMiqdash en el año 68. Los romanos impulsaron a los paganos a establecerse en Israel, los eximieron de impuestos y los favorecieron con sus leyes. Por otro lado, cuando un judío, por ejemplo, no pagaba los exorbitantes impuestos a los romanos, su tierra era confiscada y entregada gratuitamente a los paganos. La población judía se sentía cada vez más desplazada y privada de su tierra. En el plano religioso la situación no era mejor: Las provocaciones y humillaciones contra los judíos seguían creciendo cada vez más.
CUMANO Y FELIX
Maimónides indica que la terrible ofensa de Apostomus, que quemó públicamente un Sefer Tora, tuvo lugar en la época del gobernador Cumanus (48-52). Luego vino Marco Antonio Félix, que gobernó Judea durante 8 terribles años (52-60). Félix fue un esclavo en su juventud, guardaba rencor a los judíos y abusaba de su poder. El historiador romano Tácito denunció su actitud diciendo que Félix: «… practicó toda clase de crueldades y abusos, abundó su poder de procurador [gobernador de los judíos, designado por el emperador romano] desatando contra ellos los agravios de su esclavitud». Los romanos hicieron todo lo posible para anexar Judea y exigían a los judíos que se convirtieran en ciudadanos «normales» del imperio o que abandonaran Israel. La situación era desesperante.
FLORÚS
La agresión de los romanos contra los judíos alcanzó su punto máximo en tiempos del procurador Florus, del 64 al 66 de la era común. Florus fue designado por el extravagante y tiránico emperador romano Nerón, que reinó del 54 al 68. El objetivo de Florus era saquear el Bet-haMiqdash (Gran Templo de Jerusalén) y robar los objetos sagrados del Templo que estaban hechos de oro puro. En el año 66, Florus llegó a Yerushalayim y robó doce talentos de plata del Bet haMiqdash, alegando que estaba actuando en nombre del emperador romano. También exigió que todos los judíos de la ciudad fueran a saludarlo y bendecirlo. Muchos lo hicieron por temor a la impredecible reacción de Florus. Al día siguiente, Florus exigió que todos los líderes judíos que no estaban allí fueran ejecutados por faltarle el respeto. También ordenó a sus soldados que tomaran represalias matando a todos los judíos que encontraran en las calles de Jerusalem. En un día, Florus asesinó a 3.600 judíos: hombres, mujeres y niños. Y ordenó a sus soldados que crucificaran a los líderes judíos (vale la pena aclarar que la crucifixión era el método de ejecución utilizado por los romanos, no por los judíos).
PROVOCACIÓN CON FINES DE LUCRO
Como si esto fuera poco, Florus convocó a los líderes rabínicos ya los Cohanim a venir del Bet haMiqdash para calmar la situación. Los líderes judíos aceptaron ingenuamente las demandas de Florus con la esperanza de que esto detuviera las masacres, pero cuando llegaron, el ejército de Florus los atacó y mató a muchos de ellos. Algunos historiadores creen que Florus estaba provocando deliberadamente a los judíos sabiendo que eventualmente se rebelarían. Y planeó usar esta rebelión como una excusa para saquear el oro del Bet-haMiqdash.
TRATANDO DE DETENER LA REBELIÓN
Flavius ​​​​Josephus escribe que el líder judío Agripa II trató de evitar una rebelión alegando que el problema era Florus, no los romanos. Estaba tratando de convencerlos de que luchar contra los romanos sería un acto suicida, sin posibilidad de éxito. Los esfuerzos tenían que ser diplomáticos, no militares: el emperador tenía que reemplazar a Florus. Pero muchos sintieron que habían llegado a un punto de no retorno y que si no se rebelaban desaparecerían. Así en el año 66 de la era común se inició la Gran Revuelta de los judíos contra los romanos (המרד הגדול). Cuando Nerón se enteró de la insurrección, envió a Judea la poderosa 12.ª legión llamada «Fulminata». Pero antes de que pudieran llegar a Jerusalem, la legión fue emboscada y destruida por las milicias judías dirigidas por El’azar ben Shimon en Bet Horon. Los líderes romanos quedaron atónitos porque no creían que los judíos, famosos por su pacifismo, pudieran luchar con tanto coraje.
E PLURIBIS… NULLUM
Pero a pesar de estas victorias esporádicas y la gran cantidad de soldados judíos, estábamos atrapados en un problema grave que no nos permitía triunfar: estábamos completamente divididos. Atomizados en muchos grupos con diferentes ideas: si atacar o rendirse a Roma; cómo atacar y, especialmente, quién debía ser el líder de los judíos. Estos grupos estaban tan divididos que peleaban y literalmente se mataban unos a otros (sinat jinam). Esta situación fue explícitamente reportada por Ribbí Yohanan en el Talmud de Jerusalem (Sanhedrín, capítulo 10), diciendo que la destrucción de Yerushalayim y el exilio ocurrió porque los judíos estaban divididos en 24 grupos con diferentes ideologías, como veremos B”H la próxima vez.
YOSEF BITTON