Javier Milei y Janucá
“En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino del poder que viene del Cielo”, dijo el presidente argentino Javier Milei en su primer discurso como nuevo jefe de estado del país. Esta frase, que se convirtió en un eslogan de su campaña y en una cita permanente de su gestión, proviene del Libro de los Macabeos, un texto judío de carácter histórico que narra la sublevación y la lucha por preservar la libertad de culto de los judíos frente al intento forzoso de “helenización” por parte del rey Antíoco IV Epífanes.
Como vemos en las historias de los Jashmonayim, eran muy pocos los que se enfrentaban al enrome ejército del imperio seleucida , que contaba con decenas de miles de soldados profesionales, bien entrenados y equipados con armas.
“No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Janucá, la fiesta de la luz, ya que esta celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles sobre los poderosos, de los pocos sobre los muchos, de la luz sobre la oscuridad, y, sobre todas las cosas, de la verdad sobre la mentira”, dijo el líder de La Libertad Avanza durante su asunción frente a las escalinatas del Congreso de la Nación.
Y agregó: “Recuerdo que en una entrevista me habían dicho: ‘Pero si ustedes son dos [congresistas] en 257, no van a poder hacer nada’. Y también recuerdo que ese día la respuesta fue una cita del libro de Macabeos 3:19, que dice que la victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo. Por lo tanto, Dios bendiga a los argentinos, y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío”.
Los Jashmonayim se refieren a Dios muchas veces como “el Cielo”, el poder celestial o las fuerzas del cielo, en una expresión similar a la que usan los Sabios judíos cuando dicen en hebreo Min Hashamayim o en arameo Si’ata Dishmaya .
El Libro de los Macabeos, particularmente el Libro de los Macabeos I, no forma parte del Tanaj, que de acuerdo a nuestras sabios es fruto de la profecía (nebiim) o de inspiración Divina (Ruaj HaKodesh) pero es considerado un libro histórico y por este motivo no fue canonizado por los Sabios como parte de la Biblia hebrea.
Sin embargo, y en el caso particular del primer libro de los Macabeos, las atribuciones al Creador y las expresiones de agradecimiento por Su constante intervención, nos inspiran a ver y aprender de la valentía y la fe de nuestros antepasados. Y el paralelo con nuestros valientes soldados del ejercito de Israel, que hoy en día siguen luchando para preservar a nuestro pueblo y nuestra Torá.
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JANUCA: Leyes y costumbres básicas de Janucá
Este miércoles por la noche, 25 de diciembre, correspondiente al 25 de Kislev, 5785, encenderemos la primera vela de Janucá.
La celebración de Janucá dura ocho días consecutivos.
¿Cómo celebramos Janucá?
HADLAQAT NEROT
La celebración más característica de Janucá es la Mitsvá de encender las velas. Cada noche encendemos las velas de Janucá, como explicaremos más adelante. Además de esta Mitsvá, hay otras costumbres y tradiciones para celebrar esta festividad.
RECITACIÓN DEL HALEL
Durante todos los días de Janucá, recitamos el Hallel Shalem. El Hallel es una Tefilá (oración) de alabanza a HaShem, que consiste en la lectura y entonación de algunos Mizmorim (Salmos) de Tehilim relacionados con la celebración y la alegría. El Hallel también se recita en Pesaj, Shabuot, Sucot, etc.
‘AL HANISIM
También introducimos en la Amida (la oración principal diaria) y en el Birkat haMazón (la oración después de las comidas) un párrafo especial donde agradecemos a HaShem por haber salvado a nuestros antepasados de sus enemigos en los tiempos de Matitiyahu y sus hijos, los Jashmonaím.
LECTURA DE LA TORÁ
Durante los ocho días de Janucá, leemos los textos bíblicos correspondientes a la ceremonia de inauguración del Mishkán (el Tabernáculo, es decir, el Santuario erigido en el desierto del Sinaí), cuando cada uno de los Nesíim (líderes) de cada tribu de Israel trajo una ofrenda a HaShem para inaugurar el altar (mizbeaj). Incluso los lunes y jueves, días en los que leemos la sección semanal, interrumpimos la lectura de la Parashá de la semana y leemos solo los párrafos asignados a Janucá.
SEUDÁ
Aunque no hay una Mitsvá formal de realizar una Seudá (una comida festiva, como lo hacemos en Purim), en muchas comunidades es costumbre servir comidas especiales de celebración donde se comparten palabras de Torá y se cantan canciones alegres. Estas comidas se celebran con familiares, amigos e invitados. Muchos también sirven platos lácteos en memoria del acto heroico de Yehudit, la hija de Yojanán Cohen Gadol. Otros sirven lebibot, sufganiot u otros pasteles fritos en aceite.
También hay ciertas prácticas que suspendemos durante Janucá para mantener el espíritu festivo y alegre de estos días.
Ejemplos:
AYUNO
Muchas personas observan un ayuno en el aniversario del fallecimiento de un padre. Sin embargo, si este aniversario coincide con Janucá, el ayuno se pospone hasta después de que Janucá termine.
DUELO (HESPED)
Es costumbre no realizar elogios (hesped), como didan, shloshim, arayat o discursos fúnebres, durante Janucá. Además, se evitan las visitas al cementerio en los aniversarios de fallecimientos. Estas visitas pueden programarse antes o después de Janucá, dependiendo de la costumbre de cada comunidad.
TACHANÚN
Durante Janucá, se omiten las tefilot (oraciones) de confesión (tajanún) y los mizmorim (salmos) de súplica. Como se mencionó anteriormente , esto se hace para preservar el ambiente festivo y alegre de Janucá.
Recuperar Jerusalem y re-inaugurar el Templo
Yehuda Macabí y las fuerzas del Cielo
«לא בחיל ולא בכח כי אם ברוחי אמר ה
Ni con el ejército ni con la fuerza, sino con Mi espíritu, dice el Eterno
Zejaria 4:6
EL COMIENZO DE LA REBELIÓN
En el año 167 a.e.c., Matitiyahu y sus hijos El’azar, Yehudá, Shimón, Yojanán y Yehonatán, junto con otros valientes judíos leales a la Torá, lanzaron lo que se conoce como Mered haJashmonayim, la rebelión armada que esta familia judía lideró contra el ejército de Antiojus Epifanes que pretendía obligar a los judíos a abandonar sus prácticas religiosas. La rebelión de Matitiyahu no consistió en una confrontación frontal contra los griegos en el campo de batalla. Los guerreros judíos, a pesar de ser muy valientes, eran muy pocos comparados con los griegos, y no tenían ni armas ni preparación militar. Los Jashmonayim se vieron obligados a atacar por sorpresa a pequeños grupos de soldados griegos seléucidas y luego huir a las montañas o al desierto, ya que los enemigos habían puesto precio a sus cabezas.
LA ESPADA DE APOLONIO
Yehudá era el tercer hijo de Matitiyahu. Después de la muerte de su padre, Yehudá tomó el mando de la resistencia judía con un objetivo final muy preciso: liberar Jerusalem y recuperar el Bet haMiqdash, el gran Templo de Yerushalayim. Yehudá era muy consciente de la superioridad numérica de las fuerzas seléucidas. Su primera misión fue reclutar al mayor número posible de judíos fieles a la Torá para unirse a su ejército. Los ataques de Yehudá tenían lugar generalmente por la noche. En su primera batalla, Yehudá, que se escondía con sus hombres en las montañas de Judea, emboscó a las fuerzas griegas dirigidas por Apolonio. Apolonio había sido enviado por Antiojus con instrucciones muy claras: sofocar la incipiente rebelión de los judíos y no dejar sobrevivientes. Sin embargo, Yehudá los tomó por sorpresa, y los griegos fueron derrotados fácilmente. Los guerreros judíos, que no fabricaban sus propias armas, contaban ahora con las espadas de los griegos derrotados. Yehudá tomó la espada de Apolonio y luchó con ella por el resto de su vida, como lo hizo el rey David con la espada de Goliat.
LA BATALLA DE BET HORON
Cuando Antiojus se enteró de la derrota de Apolonio, decidió enviar a Judea al general Serón con un ejército mucho más grande que el de Apolonio. Serón se dirigió a las montañas del desierto de Judea para capturar a Yehudá y derrotar a los rebeldes judíos. Los hombres de Yehudá vieron el gran ejército seléucida, y se asustaron y se desmoralizaron. Esta fue la gran hora de Yehudá como líder de Israel. Inspirado en las famosas palabras del profeta Zejariá (ver arriba) , Yehudá alentó a sus guerreros: “Es posible [para Dios ] que los muchos sean entregados en manos de los pocos, y no hay impedimento para que los Cielos salven con muchos guerreros o con pocos. Porque la victoria en la guerra no depende de la multitud de soldados, sino que la fuerza proviene de los Cielos”.
ויאמר יהודה נקל כי יסגרו רבים בידי מעטים ואין מעצור לפני שמים להושיע ברבים או במעטים כי לא ברוב חיל נצחון המלחמה ומן השמים הגבורה
“Nosotros luchamos por nuestro pueblo y por nuestra Ley (la Torá), mientras que ellos están aquí movidos solo por sus ambiciones materiales [sus salarios, el botín de guerra] y su orgullo excesivo. El Dios de nuestros padres no nos abandonará. Él hará caer a nuestros enemigos derrotados ante nosotros”.
Los soldados de Yehudá lucharon con un valor increíble. Atacaron a Serón por sorpresa y eliminaron a unos 800 de sus soldados. Los demás, incluyendo a Serón, escaparon.
LA BATALLA DE EMAÚS
Después de la derrota de Serón, Antiojus envió a casi la mitad del ejército del Imperio seléucidas: unos 40,000 soldados y 7,000 jinetes altamente entrenados, comandados por tres de los mejores generales: Nicanor, Ptolomeo y Gorgias. Nicanor mostró su excesivo orgullo y confianza invitando a varios compradores de esclavos a que lo acompañaran en la campaña militar para capturar y vender a las mujeres y los niños judíos que iban a ser tomados como cautivos, una vez que mataran a los hombres.
Era el año 166 a.e.c. Los seléucidas acamparon en Emaús. Los judíos se escondieron en Mitzpah, la ciudad del profeta Shemuel. Allí ayunaron, leyeron la Torá y rezaron durante todo el día. Esa noche, Yehudá recibió una información muy importante de sus espías: Gorgias había salido de su campamento con 5,000 soldados y 1,000 jinetes para intentar atraparlo a él y a sus hombres en Mitzpah. Esto significaba que el campamento militar de Emaús, a mando de Nicanor, se había quedado con menos soldados. Yehudá entendió que era la oportunidad perfecta para atacarlos por sorpresa.
Abandonó el campamento de Mitzpah y se dirigió a Emaus evitando cruzarse con Gorgias. Reunió a todos sus guerreros, unos 3,000 hombres, y los dividió en cuatro batallones. Al amanecer, mientras los soldados griegos dormían, atacó por sorpresa al campamento de Emaús desde los cuatro flancos. Los seléucidas fueron presa del pánico al ver la extraordinaria valentía de los guerreros judíos. Yehudá y sus hombres lograron eliminar a cerca de 9,000 soldados.
Por otro lado, cuando Gorgias llego al campanero de Mitzpah y no vio a los judíos, pensó que Yehudá y sus hombres se habían escapado a los montes y salió a buscarlos. Luego de una larga búsqueda, regresó al campamento de Emaus, pero allí lo estaba esperando Yehudá, con sus hombres preparados para pelear. Cuando Gorgias vio a los soldados judíos y, detrás de ellos, el campamento griego en llamas, escapó junto con sus soldados.
EL MEJOR SHABBAT DE LA HISTORIA
Después de esta heroica batalla de Emaus, los judíos regresaron a sus escondites en el desierto de Judea. Era viernes por la tarde, y ese Shabbat fue celebrado con muchísima alegría, con oraciones y cantos de agradecimiento a Dios por el gran milagro de haber obtenido la victoria contra el ejército más poderoso de aquellos tiempos. Liderados por Yehudá, todos los presentes expresaron su gratitud al Creador, lloraron de alegría y le rogaron a Dios que los ayudara a alcanzar el objetivo mayor: liberar Yerushalayim y volver a dedicar el Bet haMiqdash nuevamente al servicio Divino.
JASIDIM RISHONIM
Cabe destacar que los soldados judíos eran absolutamente piadosos, los libros de historia los llaman “Jasidim”porque estaban dispuestos a sacrificar sus vidas por mantener sus principios religiosos. Voy a citar del libro de los Macabbim cómo se describe esta batalla, y quiero que vean los actos de Tsedaqá que hacían los soldados de Yehudá con el botín de guerra, que era distribuido entre los pobres, los huérfanos y las viudas, algo sin precedentes en el mundo militar pagano.
TEXTO DE JASHMONAYIM
וא–ל ש–די היה להם לעזר, ויכו מן האויבים יותר מתשעת אלפים, וגם פצועים ומושחתים היו ברוב חיל ניקנור, ואת כלם הניסו ואת הבאים לקנותם לקחו מהם את כספם, וירדפו אחריהם דרך רב, וישובו, כי השעה דחקתם. כי ערב שבת היה, ולא יכלו לרדף אחריהם עוד, וכאספם את הנשק, וכפשטם את השלל מעל האויבים, ויקבילו את השבת ויודו וישבחו לה‘ אשר הושיעם ביום ההוא, ויראם ראשית חסדו. ואחר השבת חילקו מן השלל לפצועים ולאלמנות וליתומים, ואת השאר חילקו ביניהם ובין בניהם, ואחרי עשותם הדבר הזה התפללו בציבור, ויתחננואלאלהיהרחמיםלהתנחםעלעבדיועדהסוף
“Y Dios Todopoderoso les ayudó, y derrotaron a más de nueve mil enemigos… todos se dieron a la fuga… y los persiguieron por un largo camino, pero tuvieron que regresar porque la hora les apremiaba. Era la víspera de Shabbat, y no podían continuar la persecución. Reunieron las armas y tomaron el botín de los enemigos y recibieron el Shabbat, alabando y dando gracias a Dios, quien les había salvado ese día y les mostró Su bondad. Después del Shabbat, distribuyeron parte del botín entre los heridos, las viudas y los huérfanos, y lo restante lo dividieron entre los soldados y sus hijos. Una vez hecho esto, oraron juntos y suplicaron al Dios que les mostrara consuelo hacia Sus siervos hasta el final.” (Macabeos II, 8:8-25)
Matityahu y la lucha por la libertad
כתבו על קרן השור אין לנו חלק באלוקי ישראל
SOBRE CUERNOS Y BIBERONES
Después de 150 años de un proceso de asimilación lento, continuo y progresivo, Antiojus decidió actuar de manera agresiva contra los judíos que aún eran fieles a la Torá. El emperador decretó que la práctica judía debía ser castigada con la muerte, y así miles de judíos fueron perseguidos y ejecutados. Las autoridades griegas, que hasta entonces habían tratado pacientemente de persuadir a los judíos a que abandonaran voluntariamente sus “antiguas» leyes, comenzaban ahora una violenta campaña de persecución antisemita. Antiojus había decidido imponer sus ideas por la fuerza, a cualquier precio.
Una ilustración: Antiojus decretó que los judíos «escriban en los cuernos de sus bueyes ‘No pertenecemos al Dios de Israel'». ¿Qué eran esos cuernos? ¿Qué significa escribir esas palabras en las cabezas de los animales? En la antigüedad, el cuerno hueco del toro se usaba como un recipiente con un uso muy especial. Hasta bien avanzada la edad media, esos cuernos se usaban como biberones. En algunos casos se los cubría on una funda de cuero en la punta, para que fuera más cómodo para el bebé beber desde allí. La leche se introducía a través de su abertura más grande y se bebía a través de un pequeño orificio en la punta estrecha del cuerno. Ahora podemos apreciar mejor la intención de este terrible decreto. Los griegos exigían a los judíos que «decoraran» los biberones de sus bebés con una declaración explícita: la promesa de abandonar a su Dios y ser leal a Antiojus. El cruel monarca pretendía que desde una edad temprana los niños judíos renunciaran principio más importante del judaísmo: el Pacto entre Dios e Israel.
REPROGRAMACIÓN MENTAL
De esta manera absolutamente brutal, los griegos esperaban que los judíos fueran reeducados desde la cuna y reprogramados para abandonar la Torá y aceptar las leyes del Imperio griego. Por cierto, una de las cosas que más le molestaba a Antiojus era que la lealtad al Dios de Israel era un impedimento para que los judíos lo reconocieran a él, Antiojus, como un dios. Recordemos que Antiojus, conciso por su naracisimo enfermizo, se llamaba a sí mismo «Epífanes», que significa «una manifestación divina”. Es por eso que a Antiojus le interesaba tanto que los judíos renunciaran a su Dios desde su infancia, y quien no siguiera sus ordenes sufriría la pena de muerte.
Durante mucho tiempo, los judíos resistieron pasivamente. Intentaron observar la Torá en secreto, discretamente, o escapaban al desierto para servir a Dios en la clandestinidad. Miles eligieron la muerte en lugar de adorar a los ídolos, como la famosa historia de Hanná y sus siete hijos que fueron ejecutados por negarse a desobedecer la Torá. Los judíos sabían que rebelarse contra los poderosos griegos era inútil ya que no contaban con ningún ejercito que los protegiera. Pero rezaban y pedían a Dios que tuviera compasión por ellos e hiciera que Antiojus cayera de su posición de poder. Como era costumbre en ese momento, con la muerte del rey, todos sus decretos expirarían.
EL FIN DE LA RESISTENCIA PASIVA
Pero entonces sucedió lo impensable. En el invierno de 167 a.e.c. un judío se rebeló activamente contra los griegos. En una de sus redadas oficiales, una delegación de helenistas (= gentiles y judíos aliados con los griegos) llegó a la ciudad de Modi’in y ordenó a Matitiyahu HaCohen, el líder de la ciudad, ofrecer un sacrificio a un ídolo pagano, para declarar su lealtad al emperador griego y traicionar su fe judía. Estos oficiales sabían que una vez que el líder de la ciudad ofreciera un sacrificio al dios pagano, todos los demás harían lo mismo. Por otro lado, si el líder judío se negara a ofrecer los sacrificios, lo matarían y nombrarían en su lugar a un nuevo líder local que fuera más favorable para los helenistas. Ya lo habían hecho, ciudad por ciudad y pueblo tras pueblo. Los judíos, en general, se dejaban matar en lugar de adorar a los ídolos. Pero con Matitiyahu sucedió algo diferente. En lugar de sacrificar su vida como un mártir, Matitiyahu decidió luchar. Tomó la espada y junto con sus cinco hijos mató a los que habían traído las órdenes de Antiojus. Este acto heroico, impensable hasta entonces, inspiró la rebelión armada de los judíos, liderada espontáneamente por Matitiyahu y sus hijos, contra Antiojus y el imperio griego-seléucida.
MISIÓN IMPOSIBLE
Durante los dos o tres siglos anteriores, los judíos habían vivido en relativa paz con los persas y los griegos. Se habian dedicado a trabajar la tierra, estudiar la Torá, rezar y educar a sus hijos. No eran guerreros, ni tenían experiencia en la batalla. Y lo que es más: si eran atacados en Shabbat, algo que los griegos cínicamente solían hacer, no tomaban las armas para defenderse. Desde un punto de vista racional, esta nueva resistencia armada contra los griegos era una locura. Ya que nadie podría imaginar que un pequeño grupo de rebeldes judíos, sin armas o experiencia en el campo de batalla, tuviese alguna posibilidad de tener éxito al enfrentarse al poderoso ejército griego. Los soldados griegos estaban muy bien entrenados en el arte de la batalla, desde su infancia. La misión de Matitiyahu era una misión imposible, practicamente suicida. וַיַּעַן וַיֹּאמֶר אֵלַי לֵאמֹר זֶה דְּבַר-ה אֶל-זְרֻבָּבֶל לֵאמֹר: לֹא בְחַיִל וְלֹא בְכֹחַ כִּי אִם-בְּרוּחִי אָמַר ה צְבָאוֹת.“ (זכריה ד, פסוק ו).Nuestros heroes econtraron la inspiracion que necesitaban en el famoso versiuclo del profeta Zejariyá que dice que HaShem nustro Dios nos concedra el triunfo sobre nuestros enemigos, no por la fuerza del guerrero ni por el poder del ejercito sino por Su espiritu» esto es, por la inspiracion, el coraje, la valentia y la inteligencia que Dios le concede a nuestros soldados en el campo de batalla. Esto fue y sigue siendo el mensaje que inspira tambien a los soldados del ejército de Medinat Israel hasta el dia de hoy.
Decidir que él y sus hijos enfrentarían a un enemigo tan poderoso fue una actitud milagrosa, una visión inspirada por Dios. Hasta ese entonces, los pueblos habian luchado para preservar sus vidas, pero nunca antes en la historia un pueblo había luchado para mantener sus valores y sus tradiciones. Los judíos fuimos los primeros que luchamos por la libertad de culto.
Antiojus y cómo despertar al león de su siesta
HELENIZACIÓN Y ANTÍOCO
Después de la muerte de Alejandro Magno en el 323 AEC, el imperio griego comenzó a imponer su cultura helénica, pero no por la fuerza sino de manera pacífica y persuasiva, ofreciendo derechos sin precedentes a todos aquellos que se unieran al imperio. Y tuvieron un gran éxito. Lograron que la mayoría de las religiones de la antigüedad desaparecieran. Este proceso universal de aculturación se conoció como helenización.
La difusión de las modernas ideas culturales y religiosas griegas también afectó a los judíos. Aquellos que vivían fuera de Israel, en Alejandría, por ejemplo, fueron los que más rápido se asimilaron. Esta nueva religión o sincretismo era una combinación de judaísmo light, una minimización de los rituales judíos, y las ideas de cultura y estética helenistas. Los judíos de la diáspora y de las ciudades de Israel que vivían junto a una población gentil se asimilaban en masa, mientras que los judíos que vivían en los poblados de la periferia y en las zonas más desérticas mantenían sus tradiciones y religión.
Cuando el nuevo rey seléucida, Antiojus Epífanes, llegó al gobierno en el año 175 AEC, la situación para estos judíos empeoró.
Antiojus fue más agresivo que sus predecesores en su deseo de helenizar a todos sus súbditos judíos como una señal de “lealtad” hacia su reinado.
Y contaba con el apoyo moral, cultural y hasta militar de los judíos Mityavnim que estaban desesperados por ser aceptados plenamente por los gentiles griegos, a quienes admiraban, y estaban dispuestos a sacrificar las antiguas leyes de sus ancestros. Las estrictas leyes dietéticas de kashrut creaban muchos obstáculos para los asimilacionistas y su integración con los ciudadanos griegos, porque si no podían compartir la mesa con sus vecinos gentiles, razonaban, no los aceptarían como iguales. Algo parecido ocurría con el Shabbat, ya que se consideraban prácticas anticuadas y divisivas.
Antes de que Antiojus estableciera sus decretos, estos judíos veían la circuncisión, por ejemplo, como algo vergonzoso frente a los griegos, que exaltaban la perfección del cuerpo, y sentían que era humillante participar de los juegos olímpicos públicos, algo que les brindaba prestigio, donde la norma era practicar estos deportes desnudos.
LAS REFORMAS DE JASÓN Y MENELAO
Los judíos que observaban la Tora eran, en la práctica, los únicos ciudadanos del imperio seléucida que rechazaban abiertamente la cultura helénica.
Antiojus estableció alianzas con los judíos asimilacionistas y nombró como Sumo Sacerdote del Templo en Jerusalem a un judío asimilado y corrupto llamado Jasón o Yasón (172-175 AEC). Este sumo sacerdote asimilado introdujo prácticas que promovieron la helenización y alteraron el carácter judío de Jerusalem y del propio Bet HaMiqdash. Pidió a las autoridades griegas que se estableciera un gimnasio, una escuela de artes y una academia militar en Jerusalem. En el gimnasio, hizo que los jóvenes judíos practicasen los deportes griegos desnudos, usando el petasos, el sombrero del dios Hermes. También llevó a los otros sacerdotes del Templo para participar de actividades deportivas como la lucha y el lanzamiento de disco, todo esto, claro está, a expensas de la actividad en el templo y el cumplimiento de los sacrificios rituales. Su objetivo era transformar Jerusalem en una polis de estilo griego, lo que significaba abandonar en parte las leyes y tradiciones judías en favor de una cultura helénica.
Los falsos sacerdotes, Yasón y más tarde Menelao, no solo alteraron las prácticas judías, sino también los principios religiosos y creencias, como el monoteísmo judío. La doctrina de creer en un solo Dios fue modificada para ser más “abierta”: los judíos helenizados validaban a los dioses griegos y aceptaban que los griegos adoraran a sus dioses en el Bet HaMiqdash. De lo contrario, argumentaban los sacerdotes corruptos, el “fanatismo” monoteísta de los antiguos judíos ofendería la sensibilidad de los griegos. Los judíos debían ser más “tolerantes” y adorar al Dios judío al estilo griego. Esto llevó a Menelao a profanar el Altar judío en el año 170 AEC, ofreciendo un cerdo como sacrificio en el Bet HaMiqdash.
PROVOCANDO LA REBELIÓN
Pero en el año 169 AEC ocurrió un evento que cambió el curso de la historia. Antiojus Epífanes perdió la paciencia con los pocos judíos que aún rechazaban la asimilación, y decidió helenizarlos por la fuerza: prohibió oficialmente la práctica judía e impuso la pena de muerte a quienes lo desobedecieran. Era la primera vez en la historia que se imponían restricciones en la práctica religiosa.
Pero los decretos de Antiojus tuvieron el efecto contrario al que él deseaba. Sus crueles edictos despertaron el orgullo judío incluso en aquellos que se habían inclinado progresivamente por sí mismos hacia la asimilación. Sin darse cuenta, Antiojus provocó lo que se conoció como la rebelión armada de los Jashmonayim, quienes lucharon contra los griegos y los judíos helenizados.
El rabino Eliezer Melamed, director de la Yeshivá Har Berajá, argumenta que si Antiojus Epífanes no hubiera perdido la paciencia, la asimilación de los judíos habría continuado sin resistencia. Sin este impulso, el pueblo judío podría haber desaparecido para siempre, integrándose dentro de las otras naciones del imperio griego, como ocurrió con la mayoría de las demás civilizaciones de la antigüedad.
En las textuales palabras del rabino Melamed: “Es evidente que si los griegos hubieran sido más pacientes, Judea habría sucumbido al helenismo, al igual que lo hicieron otras naciones. Pero la mano de Dios, que se oculta en el proceso histórico, generó el conflicto. Así como endureció el corazón del faraón durante el Éxodo, también endureció el corazón de Antiojus [que estableció este edicto], y en el proceso ayudó a revelar la fe, el orgullo, el autosacrificio y la valentía del pueblo judío.” Peniné Halacha https://ph.yhb.org.il/en/05-11-03/
El primer encuentro entre griegos y judíos
En poco más de una semana, el miércoles 25 de diciembre al caer la noche (25 de Kislev), festejaremos Janucá. Celebramos el triunfo de los Jashmonayim o Macabim en sus enfrentamientos por proteger la libertad religiosa de los judíos y preservar el judaísmo luchando contras aquellos que querían destruirlo.
La historia conocida de Janucá se centra principalmente en el milagro del aceite que duró ocho días. Pero también hay un contexto histórico, menos conocido, que es fascinante y muy relevante, especialmente en relación con el Israel moderno y su lucha contra quienes como ayer buscan destruirnos.
En las próximas entregas voy a presentar una historia más amplia de Janucá, comenzando hoy con el primer contacto entre el mundo griego y el mundo judío, aproximadamente 150 años antes de la historia clásica de Janucá, cuando Alejandro Magno llegó a Israel y se encontró con el gran sacerdote de Jerusalem.
ALEJANDRO MAGNO EN JERUSALEM
Con poco más de 30 años, Alejandro Magno se convirtió en uno de los conquistadores más exitosos de la historia. Hacia el año 330 AEC (antes de la era común), los ejércitos griegos y macedonios bajo su mando derrotaron a las fuerzas del poderoso Imperio Persa, con quienes habían estado en guerra desde la época de Ajashverosh (Jerjes, 480 AEC). Los dominios de Alejandro se extendieron desde Grecia hasta la India, incluyendo todo el Medio Oriente y más allá.
Alejandro Magno llegó también a Israel, luego de haber conquistado por la fuerza la ciudad fenicia de Tiro, una de las fortalezas más importantes de la región. Después de esa victoria, derrotó a un pueblo pagano en la ciudad de Gaza y finalmente arribó a Jerusalem. Esta ciudad, con su Templo y su historia milenaria, representaba una conquista especial en el complejo mosaico de las tierras conquistadas.
Según una antigua tradición judía, relatada por Flavio Josefo en Antigüedades de los Judíos (Libro 11, Capítulo 8), se produjo un fascinante encuentro entre Alejandro Magno y el Sumo Sacerdote judío. Alejandro llegó a Jerusalem con la intención de someterla, pero el Sumo Sacerdote y otros dignatarios salieron a su encuentro, vestidos con sus atuendos ceremoniales. Al ver al Sumo Sacerdote —según la tradición rabínica se trataba de Shimón haTsadik— Alejandro descendió de su caballo y se inclinó ante él y le explicó que lo había visto en sus sueños y que le había anticipado su éxito y conquistas. Este encuentro, obviamente, representó un excelente inicio de las relaciones entre Alejandro Magno y el pueblo judío.
MONOTEISMO Y EXCLUSIVIDAD
Sin embargo, se esperaba de los judíos el gesto obligado de sumisión por parte de los nuevos súbditos: honrar al dios de Alejandro Magno, a quien los griegos atribuían sus victorias, ofreciendo sacrificios a ese dios o colocando su imagen en el Gran Templo de Jerusalem. Esto era considerado como un símbolo normal de reconocimiento y sumisión a la nueva autoridad, algo así como desplegar la bandera del ejército vencedor y retirar la del ejército vencido. Todas las naciones del nuevo imperio de Alejandro habían seguido esta práctica sin objeciones. Pero los judíos se resistieron.
¿Por qué? Porque el monoteísmo judío no solo afirma que hay un solo Dios, sino que exige exclusividad en su práctica religiosa. Mientras que los pueblos paganos no tenían inconveniente en agregar un dios más a su panteón, los judíos al resistirse, negaban la existencia —y el poder— de cualquier divinidad gentil. Este principio religioso se basa en el segundo de los Diez Mandamientos: “No tendrás otros dioses delante de Mí”.
Algunos hombres que acompañaban a Alejandro —incluyendo a sus más leales generales— no veían con buenos ojos que los judíos se negaran a aceptar a sus dioses y les parecía una muestra de rebeldía o arrogancia, más que un “admirable” principio religioso. Ninguna otra nación vencida había rechazado a los dioses de Alejandro ya que la coexistencia de múltiples deidades era una práctica común y hasta una estrategia diplomática de supervivencia por parte de la nación derrotada. Esta incomprensión del Segundo Mandamiento generó odio hacia el pueblo hebreo, resentimiento y la acusación de que los judíos se consideran superiores a los demás.
PROTECTOR DE LOS JUDIOS
Pero sucedió algo extraordinario: Alejandro Magno mostró un inusual interés por el judaísmo y respetó las estrictas demandas del monoteísmo judío. Según nuestras tradiciones, Alejandro quiso aprender más sobre la Torá, y Shimón haTsadik se convirtió en su maestro. A Alejandro le fascinaba la idea de un Dios invisible, una concepción incomprensible para la mayoría de las culturas de su tiempo. El joven emperador decidió respetar las normas judías, renunció a su exigencia de erigir un monumento al dios griego en Jerusalem y desistió de obligar a los judíos a abandonar sus leyes.
Este acto de respeto y comprensión fue una excepción “milagrosa” en la historia de la antigüedad. Según una conocida tradición, los judíos honraron a Alejandro con un gesto especial de reconocimiento y admiración: todos los niños judíos nacidos ese año fueron llamados “Alejandro” en su honor.
Alejandro Magno fue considerado como el protector de los judíos en su imperio.
Algunos ejemplos:
Como todo emperador, Alejandro exigía que cada pueblo enviara hombres para servir en sus ejércitos. Los judíos, que también fueron reclutados, formaron su propio batallón para servir en las filas del ejército griego. Alejandro ordenó que a los soldados judíos se les permitiera practicar su religión, tanto en términos de comida (Kashrut) como de la observancia del Shabbat.
Los historiadores encontraron una carta en la que Alejandro solicitaba un aceite especial Kosher para los soldados judíos en Antioquía, ya que no podían consumir el aceite común, considerado impuro (E. J. Bickerman).
También se encontraron registros que muestran cómo Alejandro Magno instruyó a sus generales para que excusaran a los soldados judíos de participar en la construcción de un templo pagano en Babilonia.
JANUCA: ¿Por qué no conocemos la historia completa?
Los detalles históricos de esta narración de la historia de Janucá se basan en una variedad de fuentes. Estas incluyen fuentes rabínicas sobre Janucá, el libro de los Jashmonaim, los escritos de Haggi Ben Artzi en su libro Meguilat Janucá, el rabino Eliezer Melamed en su libro Penine Halajá, y el libro de Elias J. Bickerman De Ezra al Último de los Macabeos.
Janucá, la festividad en la que familias judías alrededor del mundo encendemos velas durante ocho noches, es uno de los momentos más felices del calendario hebreo.
La celebración de Janucá conmemora un milagro que ocurrió hace más de 2,000 años: el aceite de la Menorá, que era suficiente solo para un día, ¡permaneció encendido durante ocho días! Esta historia es muy conocida, pero es solo una pequeña parte de toda la historia de Janucá.
Esta festividad tiene también, o sobre todo, un significado nacional, pues se relaciona con las batallas que nuestros antepasados tuvieron que enfrentar para preservar su libertad religiosa y preservar a nuestro pueblo en un momento en que estaba a punto de desaparecer como resultado de la total asimilación a la cultura helénica.
La historia de la heroica rebelión armada de Matitiyahu y sus hijos contra los soldados de Antiojus Epifanes (Antíoco) y los Mityavnim, es decir, los judíos asimilacionistas que luchaban activamente junto a los griegos para cancelar el judaísmo tradicional, lamentablemente, no es muy conocida. Y no se enseña lo suficiente en nuestras escuelas y comunidades. Sus increíbles triunfos y todos los milagros que nuestro pueblo experimentó en esos tiempos difíciles son parte esencial de esta festividad.
¿Pero por qué esta parte de la historia es menos conocida? En primer lugar, hay una razón práctica. Lo explicaré brevemente: una vez que los héroes Macabeos triunfaron y establecieron el estado judío independiente en el año 142 AEC, celebrábamos más de 30 festividades que conmemoraban nuestros milagrosos triunfos militares contra los griegos (ver nota detallada más abajo). Estas celebraciones, en las cuales agradecíamos a Dios por habernos ayudado en nuestra lucha, fueron suspendidas una vez que perdimos nuestra independencia nacional, es decir, cuando se destruyó el Bet HaMiqdash en el año 68 EC y los judíos quedamos bajo el gobierno de los romanos.
En esas circunstancias, no pudimos seguir celebrando nuestros triunfos militares. Además, hacerlo habría ofendido a los romanos. Es por eso que concentramos todos los triunfos y milagros de Janucá en la celebración del milagro del aceite, un evento de carácter religioso, mas que político. Nuestros sabios, sin embargo, de una manera delicada y diplomática, preservaron la memoria de las victorias obtenidas por los Jashmonayim, consideradas como milagrosas, en la famosa oración Al Hanisim, donde se habla exclusivamente de la intervención divina en nuestras batallas militares.
Creo que una vez que recuperamos nuestra independencia y se estableció, Baruj HaShem, el Estado de Israel, debemos recuperar la memoria de estos triunfos y celebrarlos en Janucá para honrar a nuestros antepasados por su sacrificio y expresar nuestra gratitud al Creador que, tal como acompaña hoy a los soldados de Israel en la presente guerra, acompañó a nuestros héroes Jashmonayim en cada batalla. A la luz de lo que se vive en Israel en estos días, desde el 7 de octubre, la historia completa de Jánuca es hoy más contemporánea que nunca.
Que HaShem nos siga protegiendo de nuestros enemigos y conceda la victoria y la paz para nuestro Estado y nuestro pueblo.
Breve reseña de las Festividades que celebrábamos de la época del Segundo Templo, reflejando principalmente las victorias de los Jashmonayim.
El texto está recopilado de la obra Peniné Halajá del Rab Eliezer Melamed.
Durante la era del Segundo Templo, los Sabios establecieron numerosas festividades para agradecer a Dios y regocijarse por las salvaciones que Él realizó para Israel. Todas estas festividades están mencionadas en la Meguilat Ta’anit, el documento que registra aquellos días en los cuales no se pida ayudar ya que eran días semi festivos.
El 13 de Adar es el «Día de Nicanor», cuando los Jashmonayim derrotaron a un gran ejército griego y mataron a su comandante, Nicanor.
El 14 de Sivan es el día en que conquistaron Cesarea.
El 22 de Elul conmemora la fecha en que los Jashmonayim ejecutaron a los apóstatas que se negaron a arrepentirse.
El 23 de Marjeshván celebra la destrucción del burdel que los griegos habían construido cerca del Santo Templo.
El 25 de Marjeshván marca la conquista de Shomrón y el comienzo de su repoblación por parte de los Jashmonayim.
El 22 de Shevat recuerda un acontecimiento crucial durante la revuelta de los Jashmonayim: el malvado Antiojus viajó a Jerusalem con la intención de destruir la ciudad y aniquilar a sus habitantes judíos. Sin embargo, al recibir informes preocupantes de rebeliones en la parte oriental de su reino, se vio obligado a levantar el sitio de Jerusalem en esa fecha (año 167 a.e.c.). Finalmente, murió durante estas rebeliones.
El 3 de Kislev conmemora la eliminación de los ídolos que las tropas griegas habían colocado en el Santo Templo.
El 24 de Av celebra el restablecimiento de la ley de la Tora como sistema legal oficial, en lugar de la ley griega.
El 23 de Iyar recuerda la conquista de la fortaleza Ajra por parte de Shimón ben Matityahu, donde aún residía una guarnición griega después de la liberación de la ciudad.
El 27 de Iyar, los Jashmonayim(aparentemente durante el reinado de Yonatán ben Matityahu) prohibieron las imágenes idólatras que colgaban en las entradas de casas y tiendas.
Los días 15 y 16 de Siván conmemoran la conquista de Bet Sheán por los Jashmonayim y la expulsión de los gentiles que oprimían a los judíos.
TUTORIAL ¿Cuándo, cómo y dónde se encienden las velas de Janucá?
Hoy, miércoles 25 de Diciembre por la noche (25 de Kislev de 5785), comienza la fiesta de Janucá. La celebración de Janucá se expresa principalmente a través del encendido de las velas. A continuación, presentamos brevemente las leyes y costumbres básicas de esta Mitsvá.
¿CUÁNDO HAY QUE ENCENDER LAS VELAS? La costumbre general es encender las velas al anochecer (tset hakojabim). Algunas comunidades, sin embargo, siguen la opinión de Maimónides (y la Guemará) que indica que las velas se encienden con la puesta del sol (shequiá), es decir, unos 15 o 20 minutos antes del anochecer. ¿Por qué algunos consideran la puesta del sol como el tiempo ideal para encender las velas de Janucá? Hasta no hace mucho tiempo atrás, la gente dejaba de trabajar con la puesta del sol y regresaba a su casa antes del anochecer. Esa media «hora» entre la puesta del sol y el anochecer era el «rush hour», la hora de más tráfico, ya que todo el mundo estaba en la calle regresando de sus negocios y ocupaciones a sus casas. Esa era, por lo tanto, la media hora ideal para maximizar la exposición de las velas de Janucá. Hay otra razón importante pero menos conocida: que al encender las velas antes del anochecer, se reconocía que esas velas se encendían por Janucá, y no para la iluminación ordinaria de la casa, para la cual se usaban velas. En nuestros días, si encendemos las velas con la puesta del sol (en el hemisferio Norte, la puesta del sol es muy temprano en esta época del año, en Nueva York, por ejemplo, la puesta del sol es alrededor de las 4.30 pm) debemos tratar de que las velas contengan suficiente aceite para mantenerse encendidas durante una buena parte de la noche, mientras la gente regresa de sus trabajos. Si uno no enciende las velas cuando comienza a caer la noche (shequiá o tset hakojabim), las podrá encender más tarde, cuando la familia está en la casa. El viernes, las velas se encienden antes de la puesta del sol, como, Bh, ya lo explicaremos.
¿DÓNDE SE ENCIENDEN LAS VELAS DE JANUCÁ? Encendemos las velas de Janucá como una declaración pública de reconocimiento y agradecimiento a HaShem por los milagros que hizo con nuestros antepasados. Por eso es que tratamos de que las velas de Janucá sean lo más visibles posible. Esto se llama pirsumé nisá, es decir: hacer público el milagro de Janucá. En los tiempos de la Guemará, cuando estas Halajot fueron legisladas, las ciudades eran muy chicas, tenían una sola calle principal. Las casas eran bajas y uniformes. En esos tiempos, la Janukiá o candelabro se colocaba afuera de la puerta de la entrada de la casa, a una altura de unos 80 cm. del suelo, en el lado opuesto a la Mezuzá. Ésta era la mejor forma de que las velas de Janucá fueran visibles para los que llegaban de sus trabajos a sus casas. Esta es la manera que el Talmud y el Shulján Aruj indican que debemos encender las velas de Janucá.
En el presente, sin embargo, la disposición de nuestras casas y residencias es muy diferente, y es por eso que la mayoría de las familias colocan las velas de Janucá dentro de sus residencias, especialmente si viven en departamentos. Y para cumplir con la obligación de pirsumé nisá, cuando encienden las velas dentro de la casa, colocan la Janukiá detrás de una ventana que sea visible desde el exterior.
¿CUÁNTAS VELAS y JANUKIOT DEBEMOS ENCENDER? La costumbre en las comunidades Sefaradíes es encender una sola Janukiá por familia, y no una Janukiá por cada miembro de la familia. En muchas comunidades Ashkenazíes, la tradición es que cada miembro de la familia encienda su propia Janukiá. Si bien se acostumbra a ir encendiendo las velas de acuerdo al día de Januká (1 vela la primera noche, 2 la segunda, 3 la tercera, etc.), técnicamente, es suficiente encender una sola vela (más el shamash o vela accesoria) por familia cada noche de Janucá. Por lo tanto, en el caso de que uno no pueda encender las velas adicionales, con encender una vela por noche sería suficiente.
¿ACEITE O VELAS? Las velas que se utilizan en Janucá pueden ser de cera, parafina, etc., pero lo ideal es utilizar vasitos con aceite de oliva, ya que originalmente el milagro de Janucá sucedió con un jarro de aceite de oliva que duró por ocho días. Por otra parte, las velas de aceite suelen durar más tiempo que las velas normales, especialmente más que las pequeñas velitas de cera. La mitsvá de las velas de Janucá NO se puede realizar con luces eléctricas. Una Menorá eléctrica solo sirve como decoración, pero no para cumplir con la mitsvá de Janucá.
BENDICIONES El padre o la persona a cargo de la familia recita las siguientes tres bendiciones antes de encender la primera vela. Durante las noches siguientes, se recitará solamente la primera y segunda bendición.
בָּרוּך אַתָּה ה ‘ אֱ-לֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם, אֲשֶׁר קִדְּשָׁנוּ בְּמִצְוֹתָיו וְצִוָּנוּ לְהַדְלִיק נֵר (של) חֲנוּכָּה
בָּרוּך אַתָּה ה ‘אֱ-לֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם, שֶׁעָשָׂה נִסִּים לַאֲבוֹתֵינוּ, בַּיָּמִים הָהֵם בַּזְּמַן הַזֶּה
בָּרוּך אַתָּה ה ‘אֱ-לֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם, שֶׁהֶחֱיָנוּ וְקִיְמָנוּ וְהִגִּעָנוּ לַזְּמַן הַזֶּה
Después de encender las velas, decimos «Hanerot Halalu». Esta es la traducción: «Encendemos estas velas para [celebrar] los milagros y la salvación, y las maravillas y los portentos y el consuelo que concediste a nuestros padres en aquellos días en esta época del año, a través de Tus santos sacerdotes. Y durante los ocho días de Janucá, estas llamitas son consagradas [para la Mitsvá] y no se nos permite hacer un uso ordinario de ellas. Son solo para que las miremos con el fin de expresar nuestra gratitud y alabanza a Tu gran Nombre por Tus milagros, Tus maravillas y Tu salvación».