HILJOT TESHUBA 2:10: ¿Pedir perdón via text?

אין התשובה ויום הכפורים מכפרים אלא על עבירות שבין אדם למקום
La Teshubá, el arrepentimiento por lo que hicimos mal, se puede dar en dos áreas independientes. En primer lugar están las ofensas «rituales».  Esto incluye por ejemplo, cuando transgredimos el Shabbat o las festividades, o no cuidamos las leyes de Cashrut, o nos desconectamos de Dios al no rezarle o al no agradecerle por todo lo que nos dio, etc. Todas estas ofensas se reparan al hacer Teshubá. Esto es:  1. aceptar que cometimos un error, 2. arrepentirnos, 3. articular verbalmente nuestras transgresiones (confesión/Viduy) y 4. tomar la decisión de cambiar. Si hacemos todo esto, nuestros Sabios explican, el perdón está «garantizado» (ומודה ועוזב ירוחם).
En segundo lugar están las ofensas hacia el prójimo. Si perjudiqué a alguien económicamente, o si herí a alguien físicamente, o si dañé a alguien emocionalmente ofendiéndolo, insultándolo o avergonzándolo.    Estas ofensas NO son perdonadas en Yom Kippur sin que exista un paso previo. No podemos reparar con Dios el daño que hicimos al prójimo. Eso sería hipocresía religiosa.  El daño que voluntaria o involuntariamente infligimos a otra persona debe ser reparado en primer lugar, con esa persona: la víctima.
Primero, tengo que reparar materialmente lo que hice mal: si robe, devolver lo robado. Si rompí la ventana del vecino, pagar por su reparación.  Si herí a alguien (חובל) asumir los costos médicos. Luego de reparar materialmente el daño que hice, también debo pedirle perdón a la víctima. Y finalmente, pedir perdón a HaShem por haber dañado a mis semejantes.
Ahora, ¿qué pasa cuando el daño no tuvo consecuencias materiales o económicas? En el caso que el daño fue emocional, tengo que acercarme a esa persona y pedirle perdón. Desde un punto de vista práctico, los casos de daño emocional son más difíciles de reparar, ya que no hay una reparación material que compense el sufrimiento que la víctima pasó.
Pedir perdón a alguien que ofendimos o dañamos emocionalmente es quizás una de la tareas más difíciles que debemos enfrentar antes de Yom Kippur.
Cuando nos preparamos para pedir perdón tenemos que superar nuestra vergüenza (¿cómo voy a reconocer que actué mal?!!), nuestro miedo al rechazo (¿que pasa si no me perdona?) y principalmente nuestro orgullo (No actué mal! Él se lo merecía!).
Pedir perdón es muy difícil pero absolutamente necesario para que nuestra Teshubá en Yom Kippur sea aceptada.
Pregunta: ¿Puedo pedir perdón por teléfono o por email? No creo que exista una respuesta única para cubrir todos los casos posibles. Pero, en mi opinión, es un tema de sentido común. Me parece que a veces es más fácil para quien pide perdón no enfrentarse cara a cara con la víctima. De manera que un llamado o un email puede funcionar. Yo diría que, más allá del medio a través del cual uno pide perdón, lo más importante es que mi pedido de disculpas sea sincero y creíble: que no se mezcle con excusas y que sea lo más específico posible. Hay disculpas que no son disculpas: si digo, por ejemplo «Lamento que te sentiste ofendido por lo que te dije». Aquí no estoy admitiendo que hice algo mal.  Es más: indirectamente, ¡estoy culpando a la víctima! Lo cual no sólo no servirá para reparar mi error, sino que lo puede magnificar.
Otra pregunta clásica: «¿Qué pasa si hable mal de una persona y esa persona no lo sabe?  ¿Tengo que pedirle perdón? Porque si le pido perdón, a lo mejor empeoro las cosas.»  En este caso particular creo que uno puede pedir perdón sin especificar lo que hizo y dijo.    Sin embargo, cuando la víctima sabe lo que yo hice, tengo que ser específico.



HILJOT TESHUBA 2:1. Teshubá y la ley del arrepentido

El momento en que uno hace Teshubá (arrepentimiento) determina la calidad y la credibilidad de su acto.
Así escribe Maimónides en Hiljot Teshubá 2:1. «¿A qué se considera un arrepentimiento perfecto y completo? Cuando uno se enfrenta con la misma oportunidad de repetir la transgresión original, pero ahora no lo hace porque se ha arrepentido… sin embargo, cuando uno no repite la transgresión original, [y se abstiene de pecar], porque ahora teme que otras personas se enteren [o por razones similares]… su arrepentimiento se acepta, pero no se considera un arrepentimiento completo.»
Para explicar el escenario ideal de la Teshubá, Maimónides trae el ejemplo de un hombre que estuvo involucrado en una relación adúltera y más tarde se arrepiente. Lo que demostraría que su arrepentimiento ha sido completo es que ese hombre se enfrente a una oportunidad similar para repetir su error, pero esta vez se abstenga de cometer esa transgresión porque ha llegado a un nuevo entendimiento moral. En el caso mencionado, por ejemplo, porque ahora se da cuenta de que dejarse llevar por sus impulsos materiales le hará daño, no sólo a su familia, sino también a él mismo.
Sin embargo, si ese hombre se abstiene de cometer la misma transgresión, no por una convicción personal sino porque ahora teme ser descubierto y que alguien lo pueda denunciar, o ¡porque ya fue descubierto!, su Teshubá/arrepentimiento es aceptable, dice Maimónides, pero este tipo de arrepentimiento no es el ideal, o en las palabras de Maimónides, ésta no es una Teshubá «perfecta». ¿Por qué no? Porque este individuo ha cambiado su conducta no a causa de una renovada comprensión de lo que está bien y de lo que está mal: se ha arrepentido porque teme ser descubierto o porque lo descubrieron….
Un ejemplo moderno: Muy a menudo leemos en las noticias acerca de algún funcionario público que fue descubierto en un acto de corrupción.  Digamos, robando fondos públicos. Muchas veces estas personas, luego de ser descubiertas ,se paran delante de las cámaras de televisión y expresan públicamente su arrepentimiento. Piden perdón por lo que han hecho mal y por haber defraudado al público.   Éste es sin duda un gesto valiente de arrepentimiento. Sin embargo, este acto es cuestionable en términos de su absoluta credibilidad . ¿Por qué? Porque el proceso de arrepentimiento y disculpas no sucedió antes de ser descubierto, sino como consecuencia de haber sido descubierto. Es muy probable que lo que haya impulsado a esta persona a arrepentirse NO haya sido una nueva convicción o una renovada conciencia moral, sino el interés de una sentencia más leve, reducida o en mejores condiciones.
El acto de arrepentimiento «perfecto» tendría lugar si, mientras esta persona continuaba en sus funciones públicas y sin ninguna presión externa para continuar con su delito y antes de ser descubierto, se diera cuenta de su error por el llamado de su propia conciencia, y entendiera que lo que estaba haciendo era inmoral.  En ese escenario, su Teshubá sería creíble y completa.



HILJOT TESHUBÁ 1:1. La diferencia entre la culpa y la vergüenza.

כיצד מתוודה? אומר אנא ה’ חטאתי עוויתי פשעתי לפניך, ועשיתי כך וכך, והרי ניחמתי ובושתי במעשיי, ולעולם איני חוזר לדבר זה.
Continuamos explicando el Viduy.  Ayer dijimos que para Maimónides es necesario ser específico cuando uno verbaliza las malas acciones o errores cometidos.  Luego, nos dice que debemos expresar también dos sentimientos: en hebreo: 1. Nijamti 2.UBoshti , «me arrepiento y me avergüenzo». En otras palabras, cuando hacemos el Viduy debemos despertar en nosotros mismos el sentimiento de arrepentimiento y remordimiento, y también debemos sentirnos avergonzados. El Viduy no es una confesión mecánica y fría, sino que tiene que estar acompañado de sentimientos sinceros de Teshubá.   Pero, ¿Por qué debo sentir vergüenza ?
Nuestros rabinos dijeron que la «vergüenza» es uno de los tres elementos del sistema emocional, mental y ético del Pueblo judío. Ellos explicaron que un Yehudí hereda «genéticamente» tres cualidades. Aparte de ser vergonzosos o tímidos (bayshanim), los judíos somos innatamente benevolentes (gomlé jésed) y compasivos (rajmanim). Los rabinos consideraban esto tan cierto que dijeron que si un Yehudí no posee una de estas tres características «sus antepasados no estuvieron presentes en el Monte Sinaí» (un eufemismo para decir que es posible que un individuo que no posee estas cualidades no sea étnicamente judío).
Además de considerar «la vergüenza» como una condición innata del carácter judío -en total contradicción con la «jutzpá» que supuestamente se atribuye a los judíos- nuestros Jajamim indicaron que «la vergüenza» es un requisito necesario para que nuestra Teshubá (arrepentimiento) se considere completa.
Maimónides escribe que cuando un hombre o una mujer cometen un pecado, ellos deben confesar y decir «…me avergüenzo de mis acciones «. El sentir vergüenza es un paso crítico para el proceso sincero de Teshubá. ¿Por qué? Porque a diferencia de la «culpa», que es un sentimiento íntimo y privado, la vergüenza consiste en la incómoda sensación de saber que nuestros malos hábitos y malas acciones son conocidos por los demás.   Sentir «vergüenza» mientras hacemos el Viduy (=confesión) y articulamos nuestros pecados delante de Dios, implica que realmente sabemos o sentimos la permanente Presencia de Dios. HaShem es invisible, y resulta extremadamente difícil ser consciente de Su Presencia constante. Por lo tanto, no nos avergonzamos fácilmente cuando hacemos algo malo privadamente delante de Él, como naturalmente nos avergonzamos al hacer algo mal delante de otras personas. Ahora bien, si llegamos a sentirnos avergonzados de nuestras transgresiones cuando estamos en privado delante de Dios, significa que hemos alcanzado un nivel muy elevado de Emuná (fe).  Significa que tenemos claridad respecto a Su existencia, y que Su presencia es tan real para nosotros como la presencia física de otras personas.   Cuando sus alumnos vinieron a visitarlo en su lecho de muerte, Ribbí Yojanán ben Zakai los bendijo diciéndoles: יהי רצון שתהא עליכם מורא שמים כמורא בשר ודם , «Les deseo que tengan tanto temor y respeto por Dios como el que tienen por los hombres». Sus alumnos se sorprendieron y dijeron, «¿Nada más que eso?» Y Ribbí Yojanán les explicó que  sentir la presencia de Dios con la claridad que sentimos la presencia de otros individuos, demuestra un nivel de fe muy elevado.
Cuanto mayor sea nuestra conciencia de la Presencia de Dios, mayor será el sentimiento de vergüenza que nos embarga cuando nos arrepentimos de nuestras transgresiones delante de HaShem y viceversa.
Continuará… 



TESHUBA 3:5: Soy, lo que haga con mi vida en los próximos 5 minutos

En el tercer capítulo de su Hiljot Teshubá, Maimónides explica que en términos de comportamiento religioso hay tres categorías de personas: rasha ‘, tsadiq y benoni.

El rasha’(la persona mala) es aquel individuo cuyo balance de buenas y malas acciones es negativo. El tsadiq (la persona justa) es aquel que ha hecho más bien que mal. Y el benoni (la persona promedio, algo así como el hombre mediocre de Ingenieros) es definido por Maimónides como la persona cuyos buenas y malas acciones se hayan en un estado de equilibrio (3:1).

En una Halajá posterior (3: 4) Maimónides explica que este cálculo de buenas y malas acciones es inaccesible para nosotros. Ya que esta evaluación no depende de la «cantidad» de preceptos que hayamos observado o transgresiones que hayamos realizado, como si fueran «puntos» rojos y azules en un cuadro de puntaje. En realidad, este cálculo sólo lo conoce Dios. ¿Por qué? Porque Él es el único que sabe, por ejemplo, cuál es nuestro verdadero potencial. Si mi potencial para hacer Mitsvot es 10, porque tengo los medios, el tiempo, el conocimiento, etc., para llegar a 10, pero alcance sólo 7, tengo menos mérito que la persona cuyo potencial es 5, porque quizás no tuvo los medios or posibilidades de llegar más alto que 5, y ha llegado a 5. 5 puede ser más que 7! (5/5 >7/10).

Otro ejemplo: solamente HaShem conoce las fuerzas psicológicas negativas que podrían estar influyendo en una persona para empujarlo a hacer lo que no debería hacer. Cuando más intensas estas fuerzas son, más mérito tiene el individuo que las supera y se control. Para algunas personas  puede ser muy difícil evitar su deseo de robar, ya que podría tener una inclinación natural al robo, o haber sido educado a que siempre puede tener lo que desee.… Para otro individuo, no robar o no mentir podría no ser un gran desafío, ay que su naturaleza así lo dicta.

En fin, el saldo positivo o negativo de nuestros méritos es inaccesible, aún para nosotros mismos, dice Maimónides, sólo lo conoce HaShem.

Este pensamiento conduce a Maimónides a la siguiente pregunta: Ya que no puedo saber si a los ojos de HaShem soy una buena o una mala persona ¿Cómo tengo que verme a mí mismo?

Si veo a mí mismo como un hombre justo, podría confiar demasiado en mis méritos y permanecer en un estado de inercia y estancamiento. Nada tengo que hacer para mejorar. Es más, creo que tengo crédito para cometer algunos pecados … En el otro extremo, si me veo a mí mismo como un tipo malo, podría pensar que ya estoy más allá de la redención (a esto lo llamaron los rabinos, yeush, un estado de abandono sicológico) y pienso que ya no tengo nada más que hacer por salvarme .

Maimonides se desvía de la explicación convencional que distingue con claridad justos de pecadores y como un genial educador que era, utiliza un principio que hoy lo definiríamos como «psicología conductista”.

Maimónides concluye (3: 8) que una persona siempre debe percibirse a sí misma en un perfecto estado de equilibrio, 50/50. Como si mis buenas y mis malas acciones se encuentran en un delicado balance entre méritos y pecados. Y por lo tanto, la próxima acción que realice, inclinará la balanza al lado positivo o al negativo.

Mi próxima decisión moral, hacer una Mitsva o dejar de hacerla, cometer una transgresión o no cometerla, es extremadamente importante porque inclinara la balanza para un lado o para el otro y determinará si soy una buena o una mala persona.

El secreto, según Maimónides es pensar así SIEMPRE.  Verme permanentemente en un estado de delicado balance. “Yo soy lo que haga con mi vida en los próximos 5 minutos.”




Hiljot Teshuba 3:1-8 El delicado balance

  לפיכך צריך כל אדם שיראה עצמו כל השנה כולה, כאילו חצייו זכאי וחצייו חייב
En el tercer capítulo de su Hiljot Teshubá Maimónides explica que en términos de la conducta religiosa, encontramos tres categorías de personas: rasha ‘, tsadiq y benoni.
El rasha’ (el malvado) es la persona cuyo balance de buenas acciones contra malas acciones es negativo. El tzadiq (la persona recta) es el que ha hecho más bien que mal. Y el benoni (el individuo promedio) es definido por Maimónides como la persona cuyas acciones buenas y malas se encuentran en un estado de equilibrio (3:1).
En una Halajá posterior (3:4) Maimónides aclara que el cálculo de la culpa y los méritos es inaccesible para nosotros. Esta estimación no depende de la cantidad de Mitsvot que hayamos hecho, ni de un sistema de «puntos acumulados».  En realidad sólo Dios conoce este cálculo  ¿Por qué? Porque sólo Él sabe, por ejemplo, cuál es nuestro verdadero potencial positivo. Si mi potencial es 10 y yo alcancé 7, tengo menos mérito que aquella persona cuyo potencial es 5 y llegó a 5.
Otro ejemplo, sólo HaShem conoce las  fuerzas psicológicas negativas que impulsan a una persona. Cuánto más intensas son estas fuerzas, más mérito tiene el individuo que se sobrepone a ellas.  Para una persona puede resultar muy fácil no robar porque tiene una inclinación natural a la honestidad. Para otro individuo, dejar de robar y de mentir representa un enorme desafío.
El balance de nuestro mérito o nuestra culpa, dice Maimónides,  sólo lo sabe HaShem.
Este pensamiento lleva a Maimónides a la siguiente pregunta: Ya que no puedo saber si a los ojos de Dios yo soy o no soy una persona justa  ¿Cómo tengo que verme a mí  mismo?
Si me viera a mí mismo como una persona justa podría confiar demasiado en mis méritos y permanecer en la inercia, no hacer nada más para mejorar mi vida. Por otro lado, si me veo como un malvado, podría pensar que ya estoy más allá de una posible recuperación (=estado de ye-ush, i.e., cuando uno se da por vencido) y no haré nada para mejorar.
Maimónides concluye (3:8) que una persona siempre debe percibirse a sí misma como en un perfecto 50/50. Como que el balance de mis buenas y malas acciones está en un delicado punto de equilibrio entre méritos y pecados, permanentemente.  Al saber que estoy en ese estado de equilibrio, la próxima acción que voy a hacer, cuenta!  Lo que yo haga en los próximos minutos es importantísimo, porque va a definir si soy una buena o una mala persona.
Mi siguiente opción es el punto de inflexión de toda mi personalidad. Lo que yo haga a continuación determinará quién realmente soy.



Hiljot TESHUBA 2:10: ¿Cómo mejorar nuestra calidad de vida?

רבונו של עולם הריני מוחל וסולח
La semana pasada explicamos que cuando alguien se disculpa por habernos hecho algo malo, voluntaria o involuntariamente,  debemos estar dispuestos a perdonar y a olvidar (ver aquí). Después de todo, en estos días le estamos pidiendo a Dios que nos perdone, y dar el primer paso perdonando a los demás, nos hará sin dudas más merecedores del perdón de HaShem.
Pregunta: ¿Podemos perdonar a los demás por nuestra cuenta, o debemos esperar que nos vengan a pedir perdón?
Hay una diferencia fundamental entre pedir perdón y otorgar el perdón. Conceder el perdón se puede hacer de manera unilateral. Obviamente, es mejor y más apropiado cuando quien nos dañó u ofendió viene y se disculpa ante nosotros. Pero a veces las personas son tímidas o tienen demasiadas barreras psicológicas, como orgullo o baja autoestima (generalmente estos dos problema van de la mano) lo cual les impide la posibilidad de hacerse cargo de sus malas acciones y pedir disculpas.
Entonces, podemos perdonar unilateralmente.
En la Guemará Meguilá 28a, leemos que los alumnos de Rabbi Nejuniá ben haQané, que era muy anciano, le preguntaron: «¿Qué obras especiales ha hecho usted, nuestro Maestro, para merecer vivir tantos años? Rabbi Nejuniá entre otras cosas, dijo que «el rencor hacia mi prójimo nunca llegó hasta mi cama» (ולא עלתה על מיטתי קללת חברי). La Gemará explica que Mor Zutra explicaba (=aplicaba) esta regla de la siguiente manera: cada noche antes de acostarse decía: «Perdono a todos aquellos que me han ofendido» el día de hoy.
En otras palabras, todas las noches antes de ir a dormir Rabbi Nejunyá,  Mor Zutrá y probablemente muchos otros Jajamim practicaban el «perdón unilateral». Esta exoneración por iniciativa propia liberaba a Rabbi Nejunyá de cualquier odio o resentimiento hacia el prójimo, y tuvo un impacto positivo en la cantidad  (y probablemente también en la calidad) de años que vivió.
Hay una hermosa Tefilá que se encuentra en todo libro de oraciones en la sección de Qeriat Shema ‘al haMitá, inspirada en el ejemplo de rabbi Nejuniá, que decimos todas las noches inmediatamente previo al Shemá Israel, antes de dormir.
El siguiente es un extracto breve de esta oración «RIBBONO SHEL OLAM, HARENI MOJEL VESOLEAJ …»
Amo del Universo! He aquí que yo perdono a cualquier persona que me haya agraviado o me haya ofendido. Ya sea que haya afectado mi persona, a mi dinero o a mi honor, o a cualquier otro aspecto de mí. Lo perdono, ya sea que haya pecado contra mí accidentalmente o voluntariamente; por negligencia o con premeditación; por medio de la palabra o por medio de la acción física. Lo perdono. Y te pido HaShem, que ninguna persona sea castigada por mi culpa …


Aclaración:

Aquí nos referimos a perdonar ofensas menores, en particular agravios sociales, es decir, cuando un amigo, un familiar o un vecino, dijo algo negativo de nosotros o hizo algo que nos ofendió, etc.  No estamos hablando de crímenes, actos de terrorismo, etc