SEXTO MANDAMIENTO: ¿No matarás o no asesinarás?

לא תרצח
El sexto mandamiento, «No matarás», a primera vista parece ser el más sencillo de entender. Sin embargo, es uno de los mandamientos más complejos ya que debe ser definido una y otra vez para comprender su extensión, y es también uno de los más relevantes en la modernidad.
En primer lugar, acordemos que NO MATARÁS es una traducción un poco engañosa. En castellano, como en hebreo, hay una diferencia entre matar y asesinar.   Matar puede incluir el terminar con la vida de animales, mientras que «asesinar» se reduce a matar personas. Este mandamiento se debería traducir entonces como NO ASESINARÁS.
Como dijimos, si bien este mandamiento solo incluye 2 palabras, 6 letras, es complejísimo en términos de su extensión e inclusión.
La ley judía, al igual que la ley civil de cualquier país civilizado, distingue entre los distintos tipos de «asesinato».  En las siguientes líneas veremos algunas de estas categorías, según las menciona Maimónides.
En primer lugar, hay un asesinato «permitido» que es el caso de matar en defensa propia . Si alguien se acerca con la intención de matarme (en hebreo: «rodef») entonces para defenderme lo podría matar. Lo mismo sucede si alguien mata al asesino potencial de otra persona inocente.
En segundo lugar tenemos el asesinato accidental, un caso que está explícitamente legislado en la Torá.  En el texto bíblico se trae el ejemplo de dos personas que van a trabajar al campo,  a talar árboles. A uno de los trabajadores se le escapa la parte de metal de su hacha y hiere mortalmente a su compañero.  En este caso, no existe la intención de matar y tampoco negligencia. Se podría comparar hoy con algunos tipos de accidentes de tránsito, donde se determine que las circunstancias del fatal accidente estuvieron completamente más allá del control del victimario.  En este caso, en los tiempos bíblicos, el asesino no intencional debía exiliarse en las ciudades de refugio.
En tercer lugar tenemos el asesinato de otra persona cuando ocurre por negligencia: es decir, «A» no tuvo la intención de matar a «B».  Pero tenía que haber previsto ciertos medidas de seguridad para evitar ese accidente. El ejemplo clásico en nuestros días es una persona que maneja a toda velocidad y «accidentalmente» mata a otra persona. Esto se llama negligencia, o en hebreo: peshi’a. Y por supuesto el grado de responsabilidad es muy grande, aunque no haya existido la intención de matar.
En cuarto lugar, está la situación el la que una persona por ejemplo, golpea intencionalmente a otra, sin intención de matarlo, pero sin querer lo mata.
Y en quinto lugar, está el caso del asesinato con premeditación, es decir, cuando «A» asesina a «B» intencionalmente.  En este último caso, si se estableciera la culpabilidad e intencionalidad del asesino por dos testigos válidos, entonces cabría la pena de muerte para el asesino (dicho sea de paso, en los tiempos del Sanhedrín, o máximo tribunal judío,  si bien se enviaba a este individuo a prisión y se lo sentenciaba a muerte, era muy raro que se ejecutase efectivamente al prisionero).
Maimónides también menciona otros tipos de homicidio como por ejemplo: provocar intencionalmente la muerte de otra persona; asesinar a través de un tercero; suicidio, etc.
Cada uno de estos casos merece un tratamiento particular en términos de intencionalidad, responsabilidad, sentencia, etc.  El lector interesado podrá encontrar todos estos casos y más en Mishné Torá, Sefer Neziquín, Hiljot Rotseaj.
Como se podrá apreciar, este tema que hemos resumido es muy complejo. Pero aquí solo comienza la exploración de este mandamiento.  En los próximos días veremos algunos otros ejemplos de NO ASESINARAS. ¿El aborto, se lo considera asesinato?  ¿Está permitida la eutanasia en la ley judía? ¿Se puede desconectar el pulmotor de un paciente en estado vegetativo? etc.



QUINTO MANDAMIENTO: Honrar a nuestros padres, en circunstancias especiales

כבד את אביך ואת אמך
Los rabinos del Talmud examinaron el tema de honrar a los padres en circunstancias especiales. Veremos hoy dos ejemplos.
PADRES SENILES
Los rabinos presentaron  el caso de Rab Asé, que vivía con su madre mayor, y que ya estaba senil. Rab Asé cuidaba muy bien de ella y hacía lo que podía para complacerla, honrarla y no contradecirla. El Talmud ilustra el comportamiento errático de la madre y la reacción de Rab Asé: un día ella le pidió que le comprara joyas, y él le trajo algunas joyas. Otro día ella le pidió que le buscara un marido para ella. Tratando de apaciguarla, él le dijo que lo iba a hacer… Pero la situación llegó a un punto en que los pedidos de la anciana madre eran cada vez más excéntricos y su comportamiento se volvió cada vez más violento. Rab Asé decidió entonces dejarla. Los rabinos explicaron que Rab Asé no la dejo sola sino que contrató a una muy buena persona para que cuidara de su madre. Los Sabios dijeron que Rab Asé pensó que de otro modo, en estas circunstancias, se vería obligado a faltarle el respeto a su madre y tal vez tener que restringirla físicamente, algo que no estaba dispuesto a hacer.  Los Sabios también explicaron que, por alguna razón, en este caso, el comportamiento de la madre de Rab Asé era más agresivo en presencia de su hijo, pero con otras personas, la madre se comportaba con  más tranquilidad. Sobre la base de este precedente los rabinos concluyeron que, en determinadas circunstancias, el hijo o la hija pueden dejar a sus padres mayores bajo el cuidado de otra persona. Obviamente, cada caso es completamente diferente del otro, y debe ser tratado específicamente. Yo recomendaría que, en ningún caso, los hijos tomen este tipo de decisiones basados simplemente en intuición. Más bien, se debería consultar con un trabajador social o un sicólogo y con un rabino para determinar qué es lo mejor que uno puede hacer por sus padres en este tipo de situaciones.
DESOBEDECER A LOS PADRES POR SU PROPIO BENEFICIO
Honrar a nuestros padres incluye obedecerlos y en lo posible complacer sus deseos. Pero, ¿qué hay que hacer si los padres piden a su hijo o hija algo que va a ser perjudicial para ellos? Por ejemplo: ¿Qué debe hacer un hijo si su padre le pide que le traiga una bebida alcohólica y el hijo sabe que el padre terminará en estado de embriaguez? ¿El hijo, tiene que obedecer a su padre y llevarle el licor, siguiendo ciegamente las órdenes de su padre, o debe negarse a asistir a su padre en este caso?  Los rabinos están de acuerdo en que en este caso el hijo debe negarse a comprar u obtener alcohol para su padre, pero debe hacerlo con el máximo respeto, tratando de disuadir a su padre con palabras dulces y lógicas. Al hijo no se le permite gritarle a sus padres o faltarles el respeto, incluso cuando el hijo tiene razón. Los rabinos contemporáneos traen algunos otros ejemplos comunes. Si el padre es diabético y le pide a su hijo que le lleve un alimento dulce, o cuando un padre le pide a su hijo o hija que le traiga cigarrillos o cualquier cosa que pudiera causar un daño «significativo» para la salud de la madre del padre, es decir, cualquier cosa que un médico le impediría hacer, tomar o comer. Una vez más, aún en estos casos donde los hijos desobedecen a los padres, es fundamental que los hijos mantengan una actitud respetuosa y eviten ofender o humillar a sus padres , aún cuando están tratando de protegerlos de algo perjudicial. (Yalqut Yosef, Kibbud Ab va-Em, 2, 46-60).



QUINTO MANDAMIENTO: ¿Cómo tratar a nuestros padres?

כבד את אביך ואת אמך… למען יאריכון ימיך
“Honra a tu padre y a tu madre… para que/cuando tus días se alarguen sobre la tierra….
Mantener la dignidad de nuestros padres mientras se realiza la mitsvá de honrarlos, se aprende de un pasaje en el Talmud de Jerusalem,  que indica que “es posible alimentar a los padres de uno con exóticos manjares y aún así ser considerado un mal hijo;  y es posible forzar a uno de los padres a trabajar en la molienda y ser considerado un buen hijo”.
El Talmud ilustra estos casos con dos historias reales:
Primer caso, un hijo le daba de comer a su padre comida de lujo, aves exóticas (probablemente algún tipo de faisán).  Un día el padre le preguntó al hijo: ¿de dónde tienes el dinero para estos alimentos? Y el hijo respondió «Tranquilo, viejo. Un perro come en silencio lo que se le da, tu también debes comer tu comida sin hacer preguntas.” Este hijo, dice el Talmud:heredará el infierno.
El segundo caso se refiere a un hijo que trabajaba en la molienda de su padre. Un día, el rey convocó a los trabajadores de la molienda al palacio para ayudar con un trabajo muy difícil. El rey esperaba que cada familia mandara un trabajador.  El hijo decidió ofrecerse a trabajar para el rey y le dijo a su padre que tomará su lugar en la molienda de la familia, para que el padre no sea tratado de una manera poco digna ante el rey. Este hijo que envió a su padre a trabajar a la molienda, dicen los Sabios, «heredará el paraíso ‘.
Cuando un hijo o una hija está asistiendo o ayudando a sus padres ancianos, debe hacerlo con alegría y con un lenguaje corporal positivo. Si un hijo o una hija ayuda a sus padres, pero hace que sus padres sientan que son una carga, se genera un dolor emocional incalculable para los padres, especialmente cuando dependen exclusivamente de este hijo o hija. Los rabinos explicaron que cuando ayudamos a nuestros padres debemos hablar con ellos con dulzura, con buenas palabras y con el respeto que se le debe a una autoridad superior.
Cuando los padres mayores vienen a visitar a la casa de su hijos, deben ser recibidos con amor y honor. Y el hijo o hija deben enseñar a sus propios hijos a honrar y respetar a sus abuelos.
Para terminar, hemos citado en la cabecera de este artículo el versículo del 5to mandamiento que nos indica la obligación de honrar a nuestros padres. La Torá dice: «Honra a tu padre y a tu madre para que tus días en la tierra sean más largos …», esta es la traducción convencional de este pasuq: por cuidar de nuestros padres mayores, tendremos el mérito de gozar de una vida más larga.
Hay una segunda lectura alternativa de este pasuq: En lugar de traducir lema’an ya-arijun yameja  como «para que tus días en la tierra sean más largos», podemos traducirlo como «para cuando tus días en la tierra sean más largos”. Brevemente,  y en otras palabras: Si honras a tus padres, cuando tu seas mayor, merecerás ser honrado por tus hijos, de la misma forma que tu has honrado a tus padres. Esto es, por supuesto, una recompensa enorme. En mi experiencia como rabino, esta es una regla que casi no tiene excepciones: cuando envejecemos, seremos tratados por nuestros hijos de la misma manera que tratamos y honramos a nuestros propios padres. Nuestros hijos tal vez no siempre escuchan lo que decimos, pero sin duda ellos siempre ven lo que hacemos y recuerdan y repiten lo que hicimos.



QUINTO MANDAMIENTO: Honrar a quienes nos dieron la vida

כבד את אביך ואת אמך
Hoy vamos a ver algunos ejemplos de honrar a nuestros padres
QUIDDUSH
En la mayoría de las familias sefardíes, los hijos dan un tributo especial a sus abuelos y padres en ocasión del  Qiddush, especialmente el viernes por la noche. Los hijos e hijas se acercan para ser bendecidos por su padre, su madre y sus abuelos, aun cuando ya son mayores. Los padres o abuelos bendicen a los hijos con la bendición de los Cohanim (yebarejeja HaShem veYishmereja Que HaShem te bendiga y te proteja, etc.   Muchos padres también dicen: yesimeja / yesimej Eloqim, Que HaShem te bendiga como a Efraim y Menashe, etc. ) y cualquier otra bendición adicional, para ver sus buenos deseos cumplidos. Inmediatamente después de eso, los hijos besan la mano de los abuelos y de los padres en señal de honor, amor y devoción hacia ellos.
ALIYÁ LATORÁ
Cuando un abuelo o un padre es llamado para subir a la Torá, todos los miembros de la familia se levantan en sus asientos en la sinagoga en honor a sus mayores. Este reconocimiento es expresado por los hijos, hermanos menores, y a veces, sobrinos del anciano, que ha sido llamado al Sefer Torá. Cuando el padre o el abuelo regresan a su asiento, los nietos y los hijos besan su mano. Cuando un patriarca mayor de la comunidad es llamado a la Torá, no es raro encontrar a decenas de personas que se levantan en su honor.
LOS NOMBRES DE NUESTROS BEBÉS
Nombrar a nuestros hijos con los nombres de nuestros padres es considerado una de las más altas formas de dar honor (kabod) a nuestros padres. Es una tradición antigua, y muy cuidadosamente mantenida en las comunidades Sefaradíes. En general, el primer niño llevará el nombre del padre del esposo, y la primera niña, el nombre de la abuela paterna. El segundo niño llevará el nombre del padre de la esposa, y la segunda niña, el nombre de la abuela materna.
En la tradición Ashkenazí, sin embargo, no se nombra a los bebés con los nombres de los abuelos mientras estos últimos están con vida. ¿Por qué? Es un asunto puramente práctico. Como explicamos ayer, no se permite llamar a nuestros padres por su nombre propio. Tenemos que llamarlos respetuosamente “padre» o “papá”, “madre» o “mamá”. Ahora bien, de acuerdo con la tradición Ashkenazi, esta restricción incluye mencionar el nombre de uno de los padres, incluso cuando estamos dirigiéndonos a otra persona. Por ejemplo; si el nombre de mi padre es Ya’aqob y un amigo mío se llama Ya’aqob, no debería llamar a mi amigo por su nombre en presencia de mi padre, porque va a parecer como una falta de respeto mencionar el nombre propio de mi padre en su presencia, incluso cuando me estoy dirigiendo a otra persona. Por lo tanto, si mi padre Ya’aqob está con vida  y yo nombro a mi hijo «Ya’aqob», inevitablemente, cada vez que yo llame a mi hijo en presencia de mi padre, se consideraría  una falta de respeto hacia mi padre. Y es por esto que de acuerdo con la tradición Ashkenazi, los hijos no llaman a sus bebés con los nombres de los padres, mientras que los padres viven.
ASISTENCIA ECONOMICA
El Talmud (Quidushín 32) afirma que los hijos no están obligados a apoyar económicamente a sus padres si los padres tienen los medios para mantenerse.
Sin embargo, cuando los padres no pueden trabajar debido a que ya son demasiado mayores, y / o cuando no tienen los medios para mantenerse a sí mismos, es un gran mitsvá apoyar a los padres de uno financieramente y proporcionarles alimentos, ropa, vivienda, y todo lo necesario para que vivan con dignidad.
El apoyo económico a los padres en estas circunstancias debe ser asumido por todos los hijos, basado en la capacidad financiera de cada uno.
Si los padres tienen los medios para mantenerse a sí mismos, pero que no quieren gastar sus propios activos y / o eligen vivir en un estándar de vida muy bajo,  los hijos no están obligados a proporcionar ayuda financiera adicional a sus padres .



QUINTO MANDAMIENTO: La diferencia entre respetar y honrar a los padres.

כבד את אביך ואת אמך
איש אמו ואביו תיראו
En la Torá hay dos Mitsvot que regulan la relación padres /hijos. La primera de ellas es kabbed et abija ve-et imeja «Honra a tu padre y a tu madre». Este es el quinto de los Diez Mandamientos.

Y hay una segunda Mitsvá en el libro de Vayiqrá -Leviticus- 19, 3, que dice ish immó veabiv tira’u,  «Uno debe respetar  a su madre y a su padre». Estas dos Mitsvot son diferentes y de hecho, se complementan entre sí, como veremos a continuación.

Comenzaremos por la segunda Mitsvá: Respetar a nuestros padres.  El lenguaje que utiliza la Torá, que nosotros tradujimos como respecto es tira’u , que literalmente significa «temer». Pero no se trata de tenerle miedo a los padres sino de un temor reverencial, o sea, respeto.
Respetar a los padres incluye todo lo que NO debemos hacer a nuestros padres.
Algunos ejemplos:
No puedo llamar a mis padres por su nombre particular.
No puedo contradecir o desobedecer a mis padres.
Un hijo o una hija no deben sentarse en un lugar que es designado para su padre o su madre. Por ejemplo, en el asiento de su madre en la mesa o en el sillón especial de su padre en la casa, o en el asiento de su padre en la sinagoga, etc.
El respeto de los padres es una forma de establecer líneas claras: «Yo soy el padre y tu eres el hijo: no somos iguales.». Esta distancia es absolutamente necesaria para los hijos, no para el ego de los padres. Estos principios establecen límites y definen la autoridad, sin lo cual un niño no puede ser bien educado. En un sentido práctico, la Mitsvá de «respetar» a nuestros padres se aplica principalmente cuando somos niños o jóvenes y dependemos de nuestros padres. Un niño judío se educa a actuar con disciplina y a aceptar la autoridad de los padres. Lo cual eventualmente lo entrenará para aceptar una autoridad superior: la autoridad Divina.
La primera Mitsvá, «Honrar a los padres», es muy diferente. No se trata de lo que NO está permitido hacer hacia los padres, sino de lo que debemos hacer hacia nuestros padres.  Básicamente, honrar a nuestros padres significa «cuidar a» y «ocuparnos de» nuestros padres. Y como ya explicamos, este es el quinto de los Diez mandamientos.
Nuestros sabios explicaron que honrar a los padres incluye por ejemplo nuestra obligación de atender a nuestros padres,acompañarlos, llevarlos y traerlos, y si fuera necesario, darles de comer y vestirlos.   Esta Mitsvá hace hincapié en el deber de gratitud y reconocimiento hacia quienes nos alimentaron, nos vistieron y cuidaron de nosotros cuando éramos niños.
Como el lector podrá apreciar,  el respeto a los padres se aplica principalmente cuando nosotros, los hijos, dependemos de nuestros padres. Mientras que honrar a los padres se aplica principalmente cuando nuestros padres son mayores, y dependen de nosotros, los hijos.
Continuará



CUARTO MANDAMIENTO: Shabbat y la Creación

זכר ליציאת מצרים  La noción de «descanso» o “reposo” asociada con Shabbat puede llegar a ser un poco confusa. La gran mayoría de las traducciones de la Biblia presentan al Shabbat como un «día de descanso” que el Todopoderoso concede a la humanidad. pero, ¿es Shabbat realmente un día de descanso semanal que nuestro Divino CEO nos da porque quiere que su empleados trabajen de manera más eficiente y más productiva durante la semana siguiente? Esta podría ser la idea de Shabbat una sociedad de esclavos (o una sociedad extremadamente materialista) donde la razón de la existencia es el trabajo. Y el objetivo del Shabbat es mejorar la productividad.

Ayer hemos explicado el Cuarto Mandamiento, la observancia del Shabbat, como el precepto que indica «reposar» de nuestro trabajo. Pero esa falta de actividad no está destinada al descanso físico sino a expresar, a través de nuestra inactividad, la convicción de que nuestros medios de vida provienen, en última instancia, de  HaShem (ver aqui https://halaja.org/cuarto-mandamiento-shabbat-lo-que-quiero-vs-lo-que-necesito/). Desde este punto de vista, Shabbat nos recuerda Yetsiat Mitzrayim, la salida de Egipto. Una vez fuera de Egipto, como lo aprendimos del maná, dejamos de estar bajo la jurisdicción del Faraón e ingresamos bajo las alas de la Supervision Divina.  El propósito de nuestros esfuerzos semanales es llegar a Shabbat. Trabajamos duro durante la semana para celebrar y disfrutar al máximo el día de Shabbat. Ese es el significado de la bendición del séptimo día en Génesis 2:3: HaShem «bendijo el séptimo día y lo santificó (es decir, lo estableció como el día más importante de la semana).

זכר למעשה בראשית En el contexto de Bereshit,  por otro lado, Shabbat expresa una noción diferente, la culminación de la creación. La idea principal que transmite Shabbat en Bereshit es que en el séptimo día Dios terminó (vayikhal) Su trabajo creativo y detuvo (vayishbot) «para siempre» el proceso Creación.

RaDaQ explica muy claramente que el Shabbat marca el final del proceso de Creación. ונגמרו כולם ביום הששי ומכאן ואילך אין כל חדש … שלא ברא אחר יום הששי דבר «Y a partir de este momento [después del Sexto Día] no hubo nuevas creaciones… porque [Dios] no creó nada  nuevo después del Sexto Día «(Génesis 2: 1-2)».

Vamos a explorar el significado más profundo de las palabras de RaDaQ.

¿Por qué los cristianos celebran la Creación el día domingo, los musulmanes el viernes y nosotros los judíos en Shabbat? A primera vista, pareciera que tiene más sentido conmemorar la creación en el primer día de la semana, que celebra el inicio de la Creación. O bien el Sexto Día, el último día de la creación. La Tora, sin embargo, indica que debemos celebrar el acto de creación en el séptimo día, cuando Dios «terminó» Su Creación. ¿El día que no hubo Creación para celebrar la Creación? ¿Por qué?

¿Cuál es la diferencia entre el proceso Divino de la Creación y la naturaleza? Si la materia y la vida hubieran sido producidos por la naturaleza, la naturaleza NO podría dejar de seguir creando. La naturaleza no puede parar su curso. Debería haber continuado la creación de átomos y células, materia y seres vivos. Cuando un evento ocurre sólo una vez, no se lo puede llamar un evento de «natural». Es más bien un evento «sobrenatural». En este sentido, según lo explicado por los rabinos del Talmud, la observancia del Shabbat es nuestro testimonio de que Dios, y NO la naturaleza, creó el universo. Que nada surgió de forma espontánea o natural.

La conclusión del proceso creativo, es decir, el Shabbat, es lo que hace que la Creación haya sido un fenómeno único e irrepetible, que sólo ocurrió una vez, durante un período particular y singular llamado «Los Seis Días de la Creación”.  Shabbat, “zejer lemaase bereshit”, celebra el acto de Creación. Nuestro testimonio de que Dios, y no la naturaleza, trajo a nuestro mundo a su existencia.




CUARTO MANDAMIENTO: Lo que quiero vs. lo que necesito

Recuerda el día Shabbat para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra. Pero el día séptimo [será un día de] reposo, [dedicado] para HaShem tu Dios. No harás ningún trabajo…. (Éxodo, Shemot, 20: 8-11)
 
De todos los mandamientos, el relativo al Shabbat parece ser el de mayor alcance práctico.  Debemos dejar de trabajar, de ocuparnos de procurar nuestro sustento, un séptimo de nuestras vidas.   Teniendo en cuenta también en el trabajo nuestra relación de dependencia con HaShem. De esta manera hacemos del Shabbat un día «sagrado», especial, diferente y espiritual.
La espiritualidad del Shabbat comienza por entender por qué debemos abstenernos de trabajar en este día. Y la clave, creo, se encuentra en el texto que nos cuenta acerca del «Man», el primer indicio que tuvimos como pueblo acerca de la esencia del Shabbat.
Veamos. Después de la salida de Egipto, el pueblo de Israel sufrió la escasez de agua y alimentos en el desierto.  HaShem hace que el maná (en hebreo «Man», un alimento especial que tenía todas las propiedades nutritivas necesarias)  descienda desde cielo. En ese momento HaShem le explica al pueblo de Israel cómo deben comportarse respecto del Man. Estas instrucciones son esencialmente educativas.  Nos enseña al pueblo judío cómo manejarnos con lo material.
Hay tres instrucciones fundamentales de las cuales podemos aprender una gran lección de economía espiritual judía. Y todas estas lecciones están relacionadas con el Shabbat.
¿DE DÓNDE LLEGA MI COMIDA?  En primer lugar el Man nos enseña que la comida, la satisfacción de nuestras necesidades materiales, llega del cielo (=Dios).  Eso no significa que no debemos trabajar para ganarnos el pan. De hecho, el cuarto mandamiento prácticamente nos ordena trabajar. Lo que la Torá quiere, entonces, es educarnos a la idea fundamental de que en última instancia nuestro sustento (parnasá) está determinado desde «los cielos».  El campesino puede trabajar de sol a sol sembrando su tierra, pero si «el cielo» no provee la lluvia, no tendrá lo que comer. Un empresario puede ser muy inteligente y trabajador, pero si sufre un accidente, o es víctima de una enfermedad terminal, no podrá seguir trabajando. Nuestro trabajo tiene que estar acompañado por la Emuná (=convicción) de que en última instancia es HaShem quien determina lo que voy a tener para comer. Esta es la idea principal del Shabbat: que nuestro sustento, como el Man, depende de HaShem.
NO ACUMULARÁS: La segunda lección tiene que ver con el rechazo a la acumulación compulsiva de bienes materiales. En el desierto, estaba prohibido acumular «Man». Cada uno tenía que recoger solamente el Man que necesitaba para ese día. Si alguien recogía más Man de lo que necesitaba, el Man extra se pudría. La lección es importantísima: en el mundo hay comida para todos.  Como judío, no tengo necesidad de mirar a mi vecino como mi rival, como si cuanto más tiene él menos tengo yo, o viceversa. Desistir del aprovisionamiento desproporcionado representa una expresión de confianza, aprecio y gratitud por la generosidad de HaShem. Debemos trabajar para recoger el «Man», pero sabiendo que lo que recogemos es un regalo de «los cielos».
EN SHABBAT «NO»: El día viernes se debía recoger doble porción de Man, para el viernes y para Shabbat. ¿Por qué? Porque el Man no descendía durante Shabbat. No había que salir ( y no se podía salir) a trabajar/recoger la comida en Shabbat. Todo judío que observa el Shabbat conoce muy bien la importancia de esta lección.  Uno puede perder muchas ofertas de trabajo, sólo por no estar dispuesto a trabajar el séptimo día de la semana. En muchos casos un comerciante judío debe sacrificar potencialmente un 20% o 25% (o a veces más) de lo que vende durante la semana, porque en Shabbat no puede continuar sus negocios.  Cumplir Shabbat, como algún vez observaron los Romanos, no es una idea comercialmente conveniente.  pero, ¿existe acaso una mejor forma de expresar mi confianza en HaShem? ¿De demostrar mi convicción de que no por trabajar más voy a tener más de lo que HaShem habrá de determinar para mi y para mi familia?
Continuará 



TERCER MANDAMIENTO: No malrepresentarás.

«No invocarás el nombre de HaShem tu Dios en vano; porque no será perdonado por HaShem aquel que lleve/invoque Su nombre en vano.»

Previamente presentamos 2 explicaciones del tercer mandamiento. En síntesis se podría decir que las dos explicaciones difieren en cuanto a la traducción (o al alcance) de la palabra hebrea “TISA”. Primero exploramos lo que se aprende del Tercer Mandamiento cuando entendemos LO TISA como no “invocar” el nombre de HaShem en vano, en el contexto de un juramento, promesa, berajá, etc..

En segundo lugar, explicamos LO TISA como “No llevarás el nombre de dios en vano” y la responsabilidad que esta misión exige.     

Cuando un ejecutivo de una compañía defrauda económicamente a su empresa, usando fondos de la compañía para beneficio personal, está engañando a su empresa, a sus socios, clientes y empleadores.    Pero cuando un líder religioso usa fondos públicos inapropiadamente, o es partícipe de algún fraude económico,  no solo está engañado a sus “empleadores”, sino que por sobre todo está perjudicando muchísimo a la religión que representa. En Argentina, se comenta que ayudaron a un ladrón de guantes blancos a entrar a un convento en la mitad de la noche y esconder allí dinero mal habido. Si esto se comprueba, entonces en primer lugar, tendríamos un ejemplo muy real, aunque no sea dentro del marco judío, de como a veces se puede trivialidad, utilizar en vano o para fines materiales el “prestigio de una institución religiosa” que supuestamente funciona en nombre de Dios.

Esto , por supuesto, puede pasar en todas las religiones y el efecto de frustración y desencanto que estos escándalos causan en los feligreses es devastador. Ya que afectará el prestigio de la religión , y/o aquellos que la representan, quienes supuestamente deben dar el ejemplo de honestidad e integridad moral. 

Si algo parecido ocurriera en el pueblo judío se llamaría JILUL HASHEM ,la profanación “del nombre de HaShem”. ¿Y por qué se denomina así? 

Los judíos “llevamos” el nombre de HaShem, y por lo tanto , somos responsables de no defraudar ni trivializar Su nombre.  Es como si yo trabajara para Federal Express. Llevo el uniforme , la insignia y la gorra que me identifica como Federal Express. Trabajar para esta compañía implica también que yo represento a esta compañía. Si trato bien a los clientes, los clientes no van a decir que Fulano de tal los trató bien, más bien van a decir que el servicio al cliente de Federal Express es excelente. El crédito va mayormente para la compañía, no para el individuo. Lo mismo pasaría si yo trato mal a los clientes: la compañía es la que va a sufrir un gran daño en su reputación y en su nombre…..

De una manera similar,  los Yehudim representamos a HaShem: “trabajamos” (o quizás somos Sus socios) en Su compañía. Hasta nos vestimos con un uniforme que nos identifican con HaShem: Kippa, Tseniut y por sobre todo , Talit y Tefilin. Estos últimos, representan en realidad el nombre de HaShem como dice el pasuq כי שם ה’ נקרא עליך  que el mundo es testigo que Nombre Divino está en cada Yehudí.

El tercer Mandamiento no se refiere sólo al caso en el que nuestras palabras pueden trivializar o profanar el el Nombre de HaShem. Son principalmente nuestras acciones las que afectan para un lado o para el otro el prestigio y la reputación del Nombre de HaShem que todo judío lleva consigo.




TERCER MANDAMIENTO: La responsabilidad de ser judío

מה תלמוד לומר לא תשא את שם ה’ אלהיך לשוא, שלא תהא תפילין נושא וטלית עוטף והולך ועובר עבירות
«No llevarás (=invocarás) el nombre de HaShem tu Dios en vano; porque no será perdonado por HaShem aquel que lleve/invoque Su nombre en vano.»
El tercer mandamiento quizás sea el menos conocido de todos. Primero vamos a exponer la explicación tradicional de este mandamiento y luego, basándonos en un articulo del Rab Amar, veremos el tercer mandamiento desde una perspectiva distinta.
1. El tercero de los diez mandamientos «LO TISA» se refiere a la prohibición de jurar en el nombre de Dios en falso o innecesariamente (shebu’at shav). La tradición judía entiende la palabra «TISA» en este contexto como «no invocarás» el nombre de Dios en vano (en otros contextos la palabra TISA o NOSE se puede traducir como: llevar, cargar, tomar, etc.). De acuerdo a Maimónides, la prohibición de invocar el nombre de HaShem se extiende también a recitar una bendición, berajá, en vano. ¿Por qué? Porque una shebu’a, un juramento, es básicamente una declaración, la afirmación de una creencia o un hecho. Una bendición ritual, por ejemplo, cuando decimos una berajá antes de comer, también es una declaración. Afirmamos una idea o una creencia acerca de HaShem pronunciando Su nombre. Por ejemplo, cuando digo la bendición «boré ferí ha’ets», no estoy diciendo «Gracias a Dios por esta fruta», literalmente estoy diciendo: «Bendito eres Tú, HaShem, nuestro Dios, Rey del universo, (que eres el) Creador del fruto del árbol «. En otras palabras, estoy afirmando y reconociendo que HaShem es el creador de este fruto. Por lo tanto, si pronuncio ésta u otra declaración similar innecesariamente, «invocando el nombre de HaShem en vano»,  estaría transgrediendo el tercer mandamiento, . Este es el origen del principio halájico: «safeq berakhot lehaqel», en una situación en la que no estoy seguro si debo o no debo decir una berajá, lo correcto es abstenerme, para no arriesgar a pronunciar una berajá innecesariamente (lebatalá) y transgredir el tercer mandamiento «LO TISA».
2. El rabino Shelomo Amar, hoy en día Gran Rabino de Jerusalem, explica que este mandamiento se extiende también a un área diferente, muy sensible y quizás más aplicable. El Rab Amar expone la prohibición de la LO TISA como la advertencia de no «llevar/cargar» el nombre de Dios en vano o falsamente, simulando religiosidad o piedad.
El Midrash nos trae la historia de un comerciante judío que viajaba de ciudad en ciudad. Una vez llegó a un pueblo de Babilonia un viernes y traía consigo una gran cantidad de dinero. ¿Que hizo? Fue a la sinagoga y vio un hombre rezando y vistiendo el Tefilin en su cabeza. Sin dudarlo mucho, le dio el dinero a este hombre y le pidió que cuidase de él hasta después de Shabbat.  Cuando terminó Shabbat, el comerciante fue a la casa de este hombre para retirar su dinero. Pero para su gran sorpresa el hombre lo engañó y le dijo que nunca lo había visto y que nunca recibió ningún dinero de él… El comerciante fue a la sinagoga y rezó. Y en su plegaria le dijo a HaShem: «Señor del mundo, cuando yo vi a ese hombre en la sinagoga no confié en él, ya que nunca antes lo vi, yo confié en TU nombre que él «llevaba» sobre su cabeza [en su Tefilín]». Al final, la historia terminó bien. Eliyahu haNabi le reveló al comerciante en sus sueños una clave secreta que le permitió acceder a la propiedad del ladrón y recuperar su dinero.
Los Jajamim traen el caso de este hombre que fingía ser piadoso como una ilustración del tercer mandamiento:  «No llevarás el nombre de HaShem en vano», falsamente. Llevar el nombre de HaShem, en este caso a través del Tefilin que ese hombre llevaba sobre su cabeza (y creo que el mismo criterio se podría aplicar a una Kipá o cualquier otro símbolo que me identifique como Yehudí observante) implica una tremenda responsabilidad que debemos saber honrar. Y si ח»ו me comporto mal, como hizo ese estafador, y traiciono el nombre de HaShem que llevo conmigo, estoy transgrediendo el mandamiento que dice explícitamente:  «…no será perdonado por HaShem aquel que lleve Su nombre en vano.»

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TERCER MANDAMIENTO: No invocarás el nombre de Dios en vano

«No invocarás el nombre de HaShem tu Dios en vano; porque no será perdonado por HaShem aquel que invoque Su nombre en vano.»
Para Maimónides, invocar el nombre de Dios en vano se circunscribe a 4 categorías, todas relacionadas con juramentos “triviales” hechos en el nombre de Dios.
MT, Hiljot Shebu’ot 1:4-7:
1. Uno invoca el nombre de HaShem en vano cuando jura por el nombre de HaShem sobre algo que es obvia y visiblemente falso: por ejemplo, si jura que algo negro es blanco o que algo blanco es negro.
2. Cuando una jura por algo que es obvio y visible, ya que el juramento es superfluo: por ejemplo, jura que algo blanco es blanco.
3. Cuando uno jura que una Mitzvá de la Torá no será más aplicable para él: jura por HaShem que nunca se pondrá el Tefilin, etc.  Las Mitsvot siguen siendo aplicables para él.
4. Cuando uno jura por el nombre de HaShem hacer algo que es humanamente  imposible: p.e., jura que no beberá agua ni cualquier otro líquido por una semana.   Éste sería un juramento trivial.
El Rab Jayim Pereira-Mendes, un gran rabino Sefaradí del siglo pasado, extendió el alcance de este mandamiento a los criterios de la sociedad moderna:
1. Invocamos el nombre de HaShem en vano cuando pronunciamos Su nombre de forma  irrespetuoso. Y también cuando decimos Su nombre o nos referimos a Él en nuestras oraciones, sin pensar en lo que estamos diciendo.
2. Invocamos Su nombre en vano cuando decimos que Dios es bueno, justo, misericordioso, etc., pero no tratamos nosotros mismos de ser buenos, justos, misericordiosos, etc. Porque si “realmente” creemos en lo que decimos de Dios, que representa el máximo grado de moralidad, deberíamos hacer todo nuestro esfuerzo por imitar Sus cualidades. Actuar de otra manera se consideraría como si lo que dijimos de Dios, lo dijimos «en vano”. Por lo tanto, debemos desarrollar una predisposición positiva y noble hacia el prójimo. Actuar con flexibilidad, comprensión y tolerancia. Y ser tan indulgente con los demás como HaShem es con nosotros.
3. Como pueblo elegido por Dios, los judíos somos llamados por Su nombre: el pueblo de HaShem. Y cuando hacemos algo malo, deshonramos y profanamos Su nombre. Y al igual que todos los miembros de una familia sienten ninguna vergüenza cuando cualquiera de ellos incurre en una ofensa, cuando un Yehudí  hace algo mal, el dolor es sentido por todos los judíos.
4.  Invocamos Su nombre en vano si nos llamamos a nosotros mismos “judíos”, pero vivimos como paganos. Trivializamos nuestra condición de pueblo de HaShem. Por ejemplo: cuando no rezamos a HaShem, reconociendo Su poder, o para declararle nuestras necesidades o para darle gracias por todo lo que nos da. Otro ejemplo:  cuando adoptamos hábitos morales o celebraciones que no pertenecen al pueblo de HaShem.
5. Invocamos Su nombre en vano cuando inventamos excusas para justificar nuestra negligencia o la desobediencia de Sus leyes, como si nuestra sabiduría fuera mayor que la suya. En estos dos últimos casos no hay consistencia entre lo que decimos y lo que hacemos, y a eso se lo considera invocar Su nombre en vano.
Estos ejemplos fueron traídos, con mínimas modificaciones, del libro del Rab Pereira Mendes “Jewish Religion Ethically Presented”, (New York, 1905)



SEGUNDO MANDAMIENTO: No serás supersticioso

המניח ספר תורה או תפילין על התינוק כדי שיישן
Estamos analizando el segundo mandamiento, «No tendrás otros dioses delante de Mí». La Torá nos advierte que no debemos creer en otros dioses o poderes –objetos o fuerzas sobrenaturales– que supuestamente son independientes de HaShem.
Si bien la mayoría del mundo moderno ha superado la idolatría clásica, es decir, la adoración a dioses de piedra o madera, todavía sobreviven ciertos hábitos íntimamente conectados con las prácticas idólatras. Me refiero a las supersticiones.
¿A qué nos referimos con supersticiones?  A la creencia o la fe en el poder de algo que NO es HaShem, una perfecta ilustración de lo prohibido en el segundo mandamiento.
Ejemplos: la creencia en el poder, bueno o malo, de ciertos objetos. Digamos un espejo roto, un anillo o un libro con poderes, una cinta roja, agua bendecida por un «santo», etc.
La humanidad, especialmente los sectores menos educados de la población, siempre se sintieron tentados a creer en supersticiones, y atribuir ciertos poderes a objetos o fenómenos naturales. Como ya explicamos, es mucho más fácil servir a un objeto que no exige nada de nosotros, que servir a HaShem que nos demanda aprender, estudiar, y nos exige disciplina, integridad,  generosidad, etc. También está el efecto «control». Puedo comprar una «cinta roja» y tener la sensación que al poseerla la controlo, y controlo su poder, como el anillo del «Lord of the Rings»….
De un total de 613 mandamientos, la Torá dedicó más de 50 a la negación de la idolatría, para enseñarle el pueblo judío a rechazar toda creencia y culto a poderes mágicos o supersticiosos, o como lo llama la Torá, Abodá Zará.
El segundo mandamiento nos enseña que no hay nadie ni nada que tenga un «poder» o un influencia sobrenatural en nuestras vidas, más que HaShem.
Es muy grave, pero debemos reconocer que lamentablemente, aún personas creyentes u observantes pueden caer en las supersticiones.  Pareciera ser que es compatible creer en Dios y ser supersticioso al mismo tiempo. Especialmente si los objetos de superstición son objetos rituales.
Este fenómeno no es nuevo. Veamos un ejemplo. Hay poco artículos religiosos más sagrado que  el Tefilin , las filacterias que los hombres judíos vestimos todos los días para rezar. El Tefilin tiene obviamente QUEDUSHÁ, «santidad», lo cual significa que debe ser tratado con muchísimo cuidado. No se lo puede llevar a lugares inapropiados, etc.
Pero no hay que confundir «quedushá», que como lo ejemplifica el caso del Tefilín, nos demanda cuidar de estos artículos, con la falsa creencia de que el Tefilin, como objeto ritual,  tiene superpoderes. Maimónides escribió sobre este tema. Imaginemos que un niño pequeño llora sin parar. Y ya tratamos todo para calmarlo. La pregunta que explora Maimónides es ¿podemos colocar en la cama de este niño un Tefilin, para que con el «poder de la santidad del Tefilin» ese bebé deje de llorar y pueda dormir? Lo mismo podríamos hacer con un Sefer Torá, un rollo de Torá, el único objeto que tiene una quedushá / santidad mayor a la del tefilin. ¡No existen objetos más sagrados! Por lo tanto, si la santidad de un objeto religioso proyecta algún poder sobrenatural que ese objeto posee, estos dos artículo deberían estar en lo más alto de la lista de efectividad.
Maimónides, que menciona explícitamente estos dos artículos, considera esta práctica como una forma de idolatría, y lo condena con palabras muy pero muy severas
MT, Abodá Zará 11:12: «… asimismo, si alguien coloca un Tefilin o un Sefer Torá en [la cama de] un niño pequeño para que se quede dormido, no solo que es culpable de [dos formas de idolatría:] encantamiento y hechicería, sino que también es culpable de herejía….». 
Como vemos, no es un nuevo fenómeno que algunas personas un poco confundidas quieran «usar» artículos rituales  para prácticas supersticiosas.
El segundo mandamiento nos enseña que no existen otros «poderes» independientes de Dios.  No importa que tan sagrados sean esos objetos.
Lejos de apelar a objetos o amuletos, lo que debo hacer en caso de enfermedad o de cualquier otro problema, es en primer lugar realizar mi mayor esfuerzo por resolver el problema, y a la vez REZAR, pedirle directamente a HaShem que nos ayude. Sabiendo que en última instancia, todo está EXCLUSIVAMENTE bajo Su poder.



SEGUNDO MANDAMIENTO: Lo más importante, es invisible a los ojos

  לא תעשה לך פסל
Previamente explicamos que la primera parte del Segundo Mandamiento, «No tendrás otros dioses delante de Mí», significa que no debemos concebir la existencia de poderes divinos, inteligentes, independientes de HaShem.
La segunda parte incluye 3 prohibiciones: la de hacer ídolos, arrodillarse ante ellos y/o servirlos o adorarlos de alguna otra manera.
Desde los inicios de la humanidad siempre existió esa necesidad de representar a Dios. Hasta el da de hoy sigue siendo muy difícil creer en un Dios que no se lo puede ver. Y si aún para nosotros, que vivimos en un mundo donde lo invisible (la energía, las ondas de radio o TV, los rayos X, etc.) es parte de nuestra realidad, imaginemos lo difícil que habrá sido miles de años atrás,  en la cultura pagana donde lo que no se ve no existe, aceptar que «Dios» es invisible. La revolución de Abraham Abinu no fue sólo la negación del politeísmo, lo más difícil de digerir para el mundo que rodeaba a Abraham , era que a ese Dios no se lo podía ver.
Cuando HaShem nos entregó la Torá ascendimos otros escalón en nuestra comprensión. Tampoco podemos representar a Dios. Y de eso justamente se trata esta segunda parte del segundo mandamiento.
David haMelej en el Mizmor 104 de Tehilim, Barejí nafshí que leímos justamente esta mañana por ser Rosh Jódesh, se planteó este interrogante  ¿Cómo es que no vemos a Dios, el Creador Todopoderoso? HaShem es Omnipresente. Él creó el mundo, lo controla, y  lo guía constantemente. Entonces, ¿cómo es posible que no lo veamos en ningún lado? El Rey David dedicó los primeros versículos de Barejí Nafshí para responder por qué no podemos ver a Dios o, más precisamente, qué caminos debemos elegir para encontrarlo.
Salmo 104:1: Tú, HaShem, infinitamente grandioso, [Te ocultas de nosotros] revistiéndote de gloria y esplendor.
El Rey David  nos explica que HaShem maneja el mundo mientras permanece oculto. Dios permanece invisible para nosotros porque opera en forma «encubierta». HaShem tiene control absoluto sobre Su universo, pero maneja este mundo a través de un sinnúmero de agentes o «ángeles». Estos ángeles no son cupidos o bebés con alas y aureolas. David afirma que los ángeles de HaShem son lo que llamamos  fuerzas naturales -el viento, el sol, el clima, etc.- y que estas fuerzas son activadas de manera continua por el Creador para mantener Su Creación. Piensen por ejemplo en la lluvia: «HaShem hace que el viento sople, para comenzar el mecanismo que resultará en la lluvia». HaShem permanece oculto y simultáneamente en pleno control de Su universo, al actuar a través de Sus agentes.
Salmo 104:2 [Dios] se viste con un ropaje de luz ; [Él] extiende los cielos como una cortina.
Este versículo explica otras razones por las que no vemos al Creador del universo. HaShem se vuelve invisible, ocultándose detrás de un ropaje de luz y un velo compuesto de cielos. En otras palabras, desde nuestra perspectiva como habitantes de la tierra, la luz y los cielos son una pantalla que esconde la presencia de Dios. Cuando alzamos la vista en búsqueda de HaShem,  todo lo que vemos es el sol luminoso y los cielos. Nuestra vista no puede atravesar las múltiples cortinas (hoy diríamos «dimensiones») que ocultan la presencia de Dios. El Creador del universo permanece recóndito; fuera de la vista. «Voluntariamente» eclipsado.
La luz, al igual que muchos agentes de Dios,  puede ser tan abrumadora para un ser humano que su inalcanzabilidad nos deja en claro por qué observar a su Creador va más allá de nuestros límites. El Talmud Yerushalmi (Jolin 59b) relata una disputa entre un hombre pagano y un erudito judío. El emperador romano le demandó a Rabí Yehoshúa ben Jananiá (segundo siglo E.C.) ver al Dios de Israel. «Eso es imposible», replicó el sabio judío. Dado que el emperador insistía, R. Yehoshúa lo hizo salir a la luz del sol de verano y le pidió que mirara fijamente al sol. «No puedo», le contestó el emperador. Rabí Yehoshúa había argumentado el caso convincentemente. «Si no puedes tolerar mirar a uno de Sus sirvientes – ¡¿cómo podrías contemplar Su propia gloria?!»
El Rey David enseña que una persona no debe confundir la invisibilidad de Dios con Su ausencia. De este versículo podemos comprender mejor por qué nosotros, o la ciencia y los científicos, al analizar la Creación, jamás nos encontraremos con Dios en forma directa; más bien – inevitablemente – nos encontraremos con cualquiera de Sus numerosos agentes. Dios es invisiblemente omnipresente. No lo podemos encontrar con los ojos, sino con nuestra mente y corazón.
 לע»נ הלל יפה אריאל והרב מיכאל מרק , ז»ל
הי»ד
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