9 de AB: La rebelión de Bar Kojbá y la caída de Betar (1ra parte)

 

בתשעה באב נגזר על אבותינו שלא ייכנסו לארץ וחרב הבית בראשונה ובשניה ונלכדה בית תור ונחרשה העיר

La semana pasada hablamos de una de las 5 tragedias que recordamos en el 9 de Ab: el día que la cuidad de Jerusalem fue arada.  Adriano arrasó Jerusalem y fundó una nueva ciudad pagana, Aelia Capitolina, a través de una ceremonia conocida en latin como sulcus primigenius (ver aquí) en la cual se delimitaba el perímetro de la nueva ciudad empleando un arado de bronce tirado por una yunta de bueyes blancos. Esta profanación deliberada de nuestra Ciudad Santa tuvo lugar en el 9 de Ab 

Hoy comenzaremos a explicar la quinta tragedia que recordamos en Tisha beAb: la caída de la ciudad de Betar (en los antiguos libros Sefaradim que usamos para las quinot de Tishá beAb se llama a esta ciudad “Bitter”). Entendamos primero que la caída de Betar no fue un hecho aislado o una batalla menor. Fue la conclusión de una terrible guerra contra el imperio de Adriano que llevó 3 años y medio: la rebelión de Bar Kojbá.  El resultado final de esta rebelión, que concluyó con la caída de Betar,  fue desastroso: el 90% (sic.) de los habitantes de Yehudá fueron asesinados. Como veremos más adelante, este genocidio ha quedado grabado en nuestra memoria colectiva, ya que no sólo lo recordamos en Tishá beAb sino que a diferencia de otras tragedias, hacemos  referencia al mismo todos los días, cuando decimos el Birkat haMazón. 

Según algunos historiadores Jerusalem fur profanada en el año 130 y la Ciudad de Betar cayó en el 136. Hay quienes opinan, siguiendo textualmente la Mishná, que si bien los planes parea profanar Yerushalayim fueron en el 129, la ciudad fue arada luego de la caída de Betar.  

Una de las razones que los detalles de esta gran catástrofe nacional no son muy conocidos es que hay muy poco material escrito en nuestras fuentes Talmúdicas sobre este tema, calculo que un poco más de una docena de referencias.   Lo que sí encontramos en el Talmud y los Midrashim es cientos de historias, algunas explícitas y otras indirectas, que describen las persecuciones que sufrimos los Yehudim, el asesinato de nuestros Sabios, la ejecución de los 10 mártires, y muchas otras tragedias ocurridas en los tiempos de Adriano, que murió en el 138.  

GEZEROT HASHMAD 

Adriano comenzó en el año 129 su batalla religiosa contra los judíos. Su decreto para prohibir la circuncisión, bajo la pena de muerte, y la transformación de Jerusalem en una colonia romana idolatra fue sólo el comienzo.   Adriano penalizó con la pena de muerte el estudio de la Torá en público, ya que consideraba la Torá como un código de ley no reconocido por el imperio romano.  Prohibió la práctica del Shabbat, ya que los romanos veían al Shabbat como un día de ocio injustificado, y en el imperio todos debían trabajar para maximizar la recaudación de impuestos, en beneficio del emperador  También prohibió la lectura de Meguilat Ester y el encendido de las velas de Janucá, esas historias judías eran irrelevantes para el patrimonio cultural romano.  Prohibió otras leyes rituales como el uso del Mikvé, el Tefiilin, el Talit y la Mezuzá. En todo esto Adriano se excedió más que ningún otro tirano hasta ese momento, incluyendo al infame Antiojus Epifanes , el gobernante griego que murió en el 164 aec. A estas leyes anti-religiosas se las conoce en hebreo como “guezerot hashmad” o “guezerot adrianus» , los decretos que intentaban la eliminación del judaísmo y del pueblo judío, lo cual era el ultimo objetivo de Adriano.

Para comprender un poco más en profundidad los decretos anti-judíos de Adriano hay que recordar que este emperador era un apasionado admirador de la cultura griega: la arquitectura griega, la filosofía, la religión y hasta la estética helénica. Adriano, por ejemplo,  fue el primer emperador que se dejó la barba, al estilo griego (ver aquí ). A diferencia del emperador romano anterior, Trajano, que reinó desde el año 98 hasta el año 117 de la era común, Adriano no pretendía conquistar más territorios para Roma. Pero sí quería imponer una hegemonía cultural y religiosa: que todos los ciudadanos de Roma, y esto incluía a la población judía de la provincia romana “Judea”, siguieran las mismas leyes y  tradiciones, y obedecieran únicamente al emperador. 

Para los judíos renunciar a la Torá significaba una asimilación colectiva, es decir, un suicidio nacional.   Es por eso que a partir del año 130 los judíos comenzaron a organizar una audaz valiente y muy arriesgada rebelión contra el Imperio Romano. Esta rebelión estaba encabezada por Shimón Bar Kosiba (שמעון בן כוסיבא ), conocido luego por su “nombre de batalla”, Bar Kojbá. 

Durante dos años, entre el año 130 y 132, Bar Kojbá organizó en secreto toda la logística y la estrategia de la rebelión.  La Guemará nos cuenta por ejemplo, que Bar Kojbá reclutó 400,000 guerreros, que habían sido adiestrados en la lucha y en la resistencia física.  Entre otras pruebas que tenían que pasar para sumarse al ejercito de Bar Kojbá, los hombres debían ser tan fuertes como para arrancar a la carrera un árbol de raíz. 

Continuará….. 




¿Qué ocurrió después de la destrucción de Jerusalem? (68-117 EC)

El 9 de Ab es el día del duelo nacional del pueblo judío. Como ya explicamos otros años, la primera razón por la cual este día ayunamos y estamos de duelo es que en ese día fue decretado que la generación que salió de Egipto no entraría a la tierra prometida sino que moriría en el desierto.
El segundo evento trágico que recordamos, siempre en orden cronológico, es la destrucción del Primer Templo de Jerusalem en el año 586 antes de la era común.
En el año 68 de la era común (los historiadores dicen 70), el segundo Bet haMiqdash fue destruido, esta vez por los romanos.
Hay otros dos acontecimientos trágicos que recordamos en el 9 de Ab. Estos dos eventos ocurrieron luego de la destrucción del segundo Bet haMiqdash, y en cierta manera fueron la consecuencia directa del mismo.
El primero de estos dos eventos se llama en hebreo: חרישת העיר , que quiere decir que “la Ciudad fue arada”. La ciudad a la que nos referimos aquí es nada menos que Jerusalem. Esto ocurrió en el año 130 de la era común, sesenta años después de la destrucción del Bet haMiqdash.
Finalmente, en el día Tishá beAb, correspondiente al 4 de Agosto del año 135, la ciudad de Betar cayó en manos de los romanos, en hebreo: נלכדה ביתר, “La ciudad de Betar fue conquistada”.
Este año quisiera explorar y explicar en un poco más de detalle estos dos últimos eventos.
Comencemos por el principio:
Los historiadores cuentan que cuando se destruyó el Bet haMiqdash los romanos mataron alrededor de 1 millón de judíos: un tercio de la población judía local. Ademas, decenas de miles de niños mayores de 7 años fueron capturados y vendidos como esclavos. Y miles de jóvenes judíos de 17 años para arriba fueron asignados para entretenimientos en los circos romanos, donde morían luchando contra gladiadores, o siendo devorados vivos tratando de escapar de fieras hambrientos, para el deleite de los espectadores.
Miles de judíos también escaparon a Alejandría (Egipto), a Chipre o a la costas de Africa, donde fundaron importantes comunidades, que trágicamente fueron destruidas por los romanos alrededor del año 117 de la era común, en lo que los historiadores llaman מרד התפוצות, “la rebelión de las comunidades judías de la diáspora”.
Regresemos a Israel, que ya no era “Israel” sino Judea, una provincia Romana completamente dependiente del emperador. Para tener derecho a seguir viviendo en el ahora territorio romano los sobrevivientes judíos debían pagar altos impuestos al imperio y soportar constantes humillaciones y abusos.
Muy empobrecidos, los Yehudim se restablecieron en el norte del país, el Galil, y en el centro, en ciudades como Lod, Bene-Berak, Betar y especialmente en Yabne. En esta última ciudad, a partirn de los años 70’s se fue fundando una importante academia rabínica bajo el liderazgo de Rabbán Yojanán ben Zakay y luego Rabban Gamliel, quienes trataban de mantener la mejor relación posible con los romanos. De la academia de Yabne surgieron los fundamentos de la Mishná, el Midrash y el Talmud, a través de las grandes luminarias como Ribbí Eliezer haGadol,  Ribbí Yehoshua ben Jananiyá, Ribbí Yishmael y Ribbí Aquibá, el más famoso de los Sabios de esa época.
Se podría decir que durante este periodo de tiempo, del año 68 al 129, los Yehudim lentamente se recuperaron de la enorme pérdida del Bet haMiqdash y comenzaron nuevamente a crecer como pueblo, estudiando y desarrollando cada vez más y mejor nuestra Torá. La situación parecía que iba a ir mejorando, especialmente con el nuevo emperador Adriano, quien en uno de sus viajes a Judea aseguró que iba a permitir a los Yehudim reconstruir el Bet haMiqdash …pero al final, todo cambió. Para mal.…
En la próxima entrega comenzaremos a explicar qué sucedía en Yerushalayim durante esos años.



Hoy observamos el ayuno del 17 de Tamuz

Hoy observamos el ayuno del 17 de Tamuz en memoria de 5 tragedias que acontecieron en ese día.
Mencionaremos ahora dos de estos trágicos eventos, ambos ocurridos en el periodo del segundo Bet-Hamiqdash, específicamente durante los últimos años del mismo, cuando los Yehudim se rebelaron contra el imperio Romano e intentaron recuperar su independencia (alrededor del año 60 de la era común).
APOSTOMUS QUEMÓ UN SEFER TORÁ
Un comando judío atacó una expedición de romanos que traían armas y suministros al ejercito invasor. El gobernador Romano, Komanos, sitió la ciudad de Bet Horón —desde donde había sido organizado este ataque— y ordenó que apresaran y le trajeran a los atacantes judíos. Los soldados romanos cumplieron con las ordenes del gobernador pero se excedieron. Un militar romano llamado Apostomus tomó un Sefer Torá y lo quemó públicamente. Esto ocurrió el 17 de Tamuz. Los Yehudim de todo Israel escucharon esta gran tragedia (que desgraciadamente no fue la última vez que ocurrió) y comenzaron una gran revuelta, que sólo fue aplacada cuando ejecutaron al soldado romano que había cometido esta aberración (de acuerdo a Maimónides y al texto literal de la Mishná, Apostomus organizó una campaña de provocación contra los judíos que incluyó la introducción de un ídolo en el Bet haMiqdash).
SE ABRIÓ UNA BRECHA EN LA MURALLA
La rebelión de los Yehudim contra los romanos, que habia comenzado alrededor del año 64 de la era común, no prosperó y los romanos terminaron destruyendo el Bet haMiqdash. En los días finales de estas batallas, año 68, los judíos de Yerushalayim se defendían detrás de las murallas construidas en los tiempos del rey David y del rey Salomón. En el area cubierta del Kotel haMa’arabí, el Muro de los Lamentos, hay como unas aberturas en el suelo, con vidrio transparente, a través de las cuales se pueden observar la profundidad de estas murallas pertenecientes al segundo Bet haMiqdash, que fueron construidas por Nejemiá, siglo 5 antes de la era común, para mantener a los enemigos fuera de la ciudad. Las murallas de Yerushalayim eran especialmente fuertes, y el pueblo luchaba con toda su fuerza e ingenio para sobrevivir y repeler a los poderosos enemigos romanos. Mientras las murallas se mantuvieran, la gente podría protegerse.
Los romanos, la mas poderosa potencia militar en esa época, contaban con tecnología militar y armamentos muy avanzados. Utilizaban catapultas con las que tiraban rocas muy pesadas, de hasta 25 kilogramos, que impactaban y rompían las piedras de la murallas.
También utilizaban un ariete llamado “cabeza de carnero”, que era un enorme tronco cargado sobre una torre movible con una terminación de hierro representado la cabeza de un carnero, con el que golpeaban con muchísima fuerza las murallas y las puertas de la ciudad.
El día 17 de Tamuz del año 68 uno de los muros de Yerushalayim, la fortaleza de Antonia, construida por Herodes 40 años atrás en honor al emperador Marco Antonio, cedió, y una brecha se abrió. Por esa brecha los soldados romanos comenzaron a entrar en la ciudad. Este fue el comienzo del final de la ciudad de Yerushalayim.
Los Yehudim lucharon ferozmente desde el interior de las murallas, pero como explicaron nuestros Sabios, no estaban unidos sino separados y enemistados unos con otros, y cuando esto sucede HaShem no está con nosotros.
Creo que este es un mensajemuy apropiado para este día de ayuno: recordar que nuestra fuerza y supervivencia depende del Creador, y que Él está con nosotros cuando estamos unidos. Estar unidos no quiere decir que todos los judíos del mundo debemos pensar igual (¡eso es imposible!). Lo que significa es que debemos hacer el máximo esfuerzo por respetarnos unos a otros y sentirnos no sólo como parte de un mismo pueblo sino como parte de una misma familia.
Para ver los horarios de finalización del ayuno en su ciudad de
residencia ver aquí

Información importante para hoy




¿Que ocurrió el 17 de Tamuz?

Este próximo domingo, 17 de  julio de 2022, es un día de ayuno público (תענית ציבור) que conmemora el 17 de Tamuz. Ese día también inauguramos un periodo de 3 semanas, hasta el 9 del mes de Ab, dedicadas a guardar cierta medida de duelo por la destrucción de nuestro Bet haMiqdash (=Templo de Jerusalem) y otras tragedias sufridas por el pueblo judío.

Cinco tragedias sucedieron al pueblo judío en el 17 de Tamuz.

1. Las tablas de la ley fueron destruidas por Moisés.

2. Un ídolo fue colocado en el Santuario del Bet haMiqdash.

3. La ofrenda del sacrificio diario fue interrumpida.

4. Apostomus quemó públicamente un Sefer Torá.

5. Los muros de la ciudad de Jerusalem fueron destruidos.

1. LAS TABLAS DE LA LEY:

El 17 de Tamuz ocurre cuarenta días después de Shabuot. Moshé subió al Monte Sinaí el 6 de Siván, y permaneció allí durante cuarenta días. La tarde del 16 de Tamuz, cuando el pueblo pensó que Moshé ya no iba a regresar, hicieron y adoraron el becerro de oro. Al otro día, al descender Moshé del Monte Sinaí y al ver a los Yehudim adorando al becerro de oro, rompió las tablas que contenían los Diez Mandamientos.

2. UN IDOLO EN EL TEMPLO 

Los rabinos disienten respecto a este punto. ¿Estamos recordando lo que ocurrió en los tiempos del rey Menashé en el siglo 8, antes de la era común, o lo que ocurrió en el tiempo de Apostomus, el mismo general Romano (año 50 de la era común) que quemó la Torá, y disfrutaba ofendiendo y provocando públicamente a los judíos?

Seguiremos la primera opinión. A mediados del siglo 9 aec, el pueblo de Israel se dividió en dos reinos: Israel y Yehudá. El reino de Israel, también conocido como las 10 tribus, fue destruido en el año 722 aec por los asirios. El reino de Yehudá sobrevivió. Nos llamamos Yehudim (judíos) porque descendemos del reino de Yehudá (Judea). Menashé (709-642 aec) fue uno de los reyes de Yehudá.Hay dos hechos que caracterizaron su reinado.

1. Fue el rey que más tiempo reinó en la historia judía: 55 años.

2. Menashé fue probablemente el peor rey de la historia de Am Israel. Sin duda, el peor rey en el reino de Yehudá.

Su padre fue un gran Tsadiq, Jizquiyahu, y según nuestra tradición, su abuelo fue el profeta Yesha’ayahu.  Menashé convirtió a Yehudá en un estado vasallo de Asiria (אשור). Esto significaba que los Yehudim pasaron a ser súbditos del rey de Asiria y como consecuencia, debían adoptar su religión. Para alcanzar esta meta, la estabilidad política,  Menashé se dedicó a la eliminación sistemática del judaísmo, incluyendo todo el servicio Divino en el Bet haMiqdash.  Introdujo la idolatría asiria, la adoración al ba’al, la asherá y todas las constelaciones del cielo (astrología).  Trajo a Israel los ‘obot y ide’onim, es decir, adivinos, brujos, magos y hechiceros idolatras. Menashé mandó a matar y asesinar a miles de Yehudim que se oponían a su reforma religiosa. Según algunas opiniones, Menashé asesinó a su propio abuelo, el profeta Yesha’ayahu. Menashé hizo que la Torá fuera completamente olvidada, por dos generaciones, como dice en Melajim II (21:2-6) “Menashé hizo todo lo que ofendía a HaShem: practicaba las abominables ceremonias [de idolatría] de las naciones que HaShem había expulsado para heredarlas a los israelitas. Reconstruyó los altares paganos que su padre Jizquiyahu había destruido. Erigió altares en honor de Baal e hizo una imagen de la diosa Asherá…. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró… En ambos patios del Templo de HaShem [Menashé] construyó altares en honor de los astros del cielo. Sacrificó en el fuego a su propio hijo, practicó la magia y la hechicería, y visitó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende aHaShem, provocando así Su ira.”

El texto bíblico también cuenta lo que ocurrió, según esta versión, durante el 17 de Tamuz.

21:7: “[Menashé] tomó la imagen de la diosa [asiria] Asherá , que él mismo había mandado a hacer, y la colocó en el [Santuario del] Templo…”




Honrar a los padres, cuando ya no están

Los Sabios explicaron que el mandamiento de honrar a los padres continua más allá de esta vida.  Esta idea, en primer lugar, nos ayudará a comprender un poco mejor la diferencia entre dos obligaciones Bíblicas que parecen similares: respetar y honrar a los padres. Respetar consiste básicamente en “obedecer” y no contrariar a los padres. Esto, evidentemente, no se lleva a cabo cuando nuestros padres ya no están con vida.  La segunda Mitsvá, sin embargo, la que se refiere al honor a los padres, se puede manifestar también luego que nuestros padres fallecen honrando su memoria. 

Uno de los honores más respetados en el pueblo judío, independientemente de los diferentes niveles religiosos, es la recitación del Kaddish por parte de los hijos del fallecido. El texto del Kaddish no contiene ninguna alusión directa al fallecido o a la muerte. El Kaddish es una de las plegarias más elevadas de alabanza a Dios. ¿Por qué? Porque en el Kaddish declaramos que nuestra posibilidad de reconocer Su grandeza, Su sabiduría, y todo lo que HaShem hace por nosotros, etc. es muy limitada. Y que en consecuencia nuestras alabanzas siempre serán insuficientes.  Esta profunda reflexión, que trate de resumir en muy pocas palabras, hace que el Kaddish sea considerado filosóficamente como una de las plegarias más elevadas. Tanto es así que aunque no se menciona específicamente el Nombre Divino, el Kaddish solo puede ser recitado en presencia de un  Minyán (10 hombres judíos, mayores de 13 años).  Recitar el Kaddish, inspirando a la congregación a esta singular alabanza es considerado un gran honor que la milenaria tradición judía confiere a los que están de duelo, para honrar así la memoria de sus seres queridos. 

El Kaddish por los padres se recita todos los días, prácticamente durante un año a partir del fallecimiento.  Luego del año, los hijos recitarán el Kaddish durante la semana del aniversario del fallecimiento de los padres. Esta conmemoración se llama en hebreo “hazkará”, y es conocido también como yohtrtzait, es decir, el día del aniversario del fallecimiento del padre o la madre, que los hijos conmemoran durante el resto de sus vida.  La costumbre Ashkenazí es también recitar el Yizkor, una oración recordatoria prunicada en las festividades mayores en la que solo participan aquellos miembros de la comunidad cuyos padres no están ya con vida.

Hay otras maneras de honrar la memoria de nuestros padres.  

Estudiar Torá, difundir la Torá, organizar o auspiciar la realización de clases de Torá, etc. se considera también una forma de honrar la memoria de los padres. Y por eso muchas veces se promocionan libros, clases de Torá, etc. “leiluy nishmat” en memoria, o por la elevación del alma de nuestros seres queridos.  A diferencia del Kaddish, que solo lo recitan los hijos varones, estas obras de bien pueden y deben ser realizadas por los hijos y las hijas de los fallecidos. 

Sin duda, el honor más básico a la memoria de nuestros padres se relaciona con el modo que llevamos adelante nuestras vidas. Cuanto mas significativas y dignas sean nuestras vidas, mayor será el honor que se atribuirá a nuestros padres (y viceversa).    Pensemos por ejemplo en actos extraordinarios de integridad, obras de caridad, asistencia social, ayuda a los huérfanos, viudas, enfermos, etc. Cuando una persona actúa noblemente, inspirado en el ejemplo de sus padres, no es raro escuchar frases como: “Yo conocí a su padre, y veo que su hijo/a está siguiendo sus pasos”; “Digno hijo de su padre”, “Si su padre viviera , ¡que orgulloso estaría de él!”. 

El buen nombre de los hijos, y las acciones de bien practicadas por los hijos, son directa o indirectamente un altísimo honor para los padres ya fallecidos.  




Honrar a los padres y los deseados efectos del quinto mandamiento

Todos conocemos la importante Mitsvá de honrar a los padres, el quinto de los Diez Mandamientos. Lo que es menos conocido es el contexto histórico en el cual este mandamiento fue establecido. Aprender un poco más al respecto nos ayudará a valorar un poco más lo extraordinario del mismo.
El honor a los padres, a simple vista, puede parecer hoy algo que se sobreentiende.
Especialmente porque como sucede con muchos otros valores, las ideas judías bíblicas se han transformado con el correr de los siglos en el patrimonio mental y social de gran parte de la humanidad. Vivimos en una civilización que ha sido transformada por la Biblia y como tal damos por sentado el deber de honrar a los padres . Sin embargo, esta obligación es una innovación judía bíblica.
Veamos.
La familia y las jerarquías familiares no siempre fueron como las conocemos hoy. Al punto tal que el parricidio y el incesto, según se puede ver de las historias y y mitos de los Hititas, los Sumerios y muchos otros pueblos de la antigua Mesopotamia, no eran poco comunes.
En nuestro caso especifico, el deber de honrar a los padres en la Torá va mucho mas allá del mero respeto a la autoridad de los padres. Honrarlos significa conferirles una categoría especial de respeto. Pensemos por ejemplo en la obligación de un hijo o hija a ponerse de pie para honrar la mera presencia de sus progenitores. Esto es algo que en la sociedad moderna se reserva para individuos con ciertos cargos asociados al “poder”, por ejemplo, el presidente, un juez, un ministro, etc.   Asimismo, en la antigüedad, en las sociedades contemporáneas al tiempo de la entrega de la Torá, este tipo de honores estaban reservados no para los progenitores sino casi exclusivamente para los guerreros y los “héroes” del campo de batalla. Hombres (¡nunca mujeres!) poderosos y fisicamente fuertes destacados por su destreza militar o por haber derrotado a monstruos con multiples cabezas.
El llamado a honrar «a los padres» es una innovación radical de la Torá; un corte con las otras culturas y con la tendencia humana de elevar al nivel de héroes a los poderosos que obtuvieron la gloria en la batalla. La revolución Bíblica solidifica la imagen de los padres al demandar honrarlos como si fueran nuestros heroes, y refuerza el vínculo hijos-padres, facilitando el proceso de educación y transmisión.
Otro elemento que quizás no se valora lo suficiente es que las sociedades de la antigüedad eran estrictamente patriarcales, y en muchas civilizaciones las mujeres eran consideradas como posesiones , y no gozaban de prácticamente ningún derecho.
La Torá, y así lo repiten los Sabios, deja establecido que un hijo debe honrar por igual a su padre y a su madre. La madre no es vista como un apéndice paterno, sino como socia igualitaria en la sociedad familiar. Esto es toda una revolución cultural y de efectos a largo plazo.  Ya que al elevar por igual la posición de ambos progenitores, un niño judío se entrena desde una tierna edad a apreciar a la mujer. Lo cual influirá, en un futuro, incluso en la forma que él verá a su propia esposa. Ya que existe una relación directa entre el respeto que un hijo tiene por su madre de chico y el respeto que tendrá por su esposa cuando se case.
Respetar a los padres va mucho mas allá de lo instintivo y básico.
Es el valor fundamental que crea los sólidos cimientos de una buena familia judía.



SHABBAT: La idea judía más universal y revolucionaria

La Torá define al Shabbat como “ot”, es decir, como una señal identificatoria del pacto entre el pueblo judío y Dios. Cuando observamos el Shabbat, a través de lo que hacemos y dejamos de hacer, manifestamos nuestra identidad judía. La observancia del Shabbat, un elemento no étnico, nos distingue de los otros pueblos de la tierra.
Observar el Shabbat es la forma judía de declarar (o de acuerdo a la terminología rabínica de “testificar”) que creemos en la existencia de Dios, el Creador de los cielos y la Tierra. Los judíos trabajamos seis días y el séptimo interrumpimos todo para dedicarnos a nuestro Creador.
Es interesante, y se habla muy poco de este tema, que si bien la observancia del Shabbat sigue siendo un valor exclusivamente judío, el Shabbat produjo una “idea” revolucionaria que es hoy patrimonio de la humanidad. La idea del ciclo semanal.
Trataremos de comprender mejor este concepto.
A diferencia de otras mediciones de tiempo, la “semana” no tiene ninguna indicación astronómica, es absolutamente convencional.
El “día”, tal como lo explica la Torá en Bereshit (Génesis), es el resultado de la transición entre la luz solar y la oscuridad de la noche.
El “día”, el sistema más elemental de medición de tiempo, el tema fundamental del primer día de la Creación, nos es arbitrario, sino visible, y astronómicamente predecible (24.0000006 horas).
Lo mismo ocurre con el ciclo del “mes”, que también indica otro ciclo astronómico, en este caso, el ciclo lunar, que dura 29,53 días.
Luego tenemos el año, también un cliclo astronómico visible, calculable y predecible, que lleva 365 días (y 5 horas, 48 minutes, y 46 segundos).
Días, meses y años, son periodos naturales y visibles.
Pero el ciclo semanal ¡es completamente arbitrario! No hay ninguna indicación astronómica, ni terrestre, ni solar, ni lunar que indique o determine un ciclo de 7 días. Como lo explica la Torá, y como lo confirman los historiadores modernos, el ciclo semanal tuvo su origen en el pueblo judío. Para observar el Shabbat, en la antigüedad sólo los judíos dividíamos el tiempo en ciclos de 7 días.
La observancia del Shabbat, y, como consecuencia de la observancia del Shabbat, la division del tiempo en ciclos de siete días, son signos identificatorios, que eran exclusivos, entre Dios y el Pueblo judío:
Imaginemos lo raro que les habrá parecido a los demás pueblos que “de vez en cuando” los judíos dejarán de trabajar la tierra, cocinar, construir, etc. Pero con el tiempo, el reposo semanal sistemático que el resto del mundo observaba en el pueblo judío, fue generando en la humanidad la idea de un ciclo de 7 días. La observancia del Shabbat se transformó en un reloj no astronómico sino humano, y los Yehudim cumplimos así nuestra misión de ser or lagoyim, inspirar al mundo a creer en Dios.
Los judíos seguimos siendo los únicos que observamos el Shabbat, estrictamente y de acuerdo a como lo indica la Torá. Pero al adoptar el ciclo semanal, la humanidad entera ha asimilado la idea judía del Shabbat, y directa o indirectamente, el reconocimiento de la existencia de un Dios, Creador del universo.



Honrar a los padres en la vejez

Los rabinos del Talmud examinaron el tema de honrar a nuestros padres en circunstancias especiales. Veamos un par de ejemplos.
SALUD MENTAL
Los rabinos presentaron el caso de Rab Asé, que vivía con su madre mayor, y tenía síntomas de demencia senil. Rab Asé la cuidaba muy bien y hacía lo que pudo para complacerla, honrarla y no contradecirla. El Talmud ilustra el comportamiento errático de la madre y la reacción de Rab Asé. Primero, la madre le pidió que le comprara joyas, y Rab Asé le trajo algunas joyas. Luego le pidió que le buscara un marido. Intentando apaciguarla, él le dijo que iba a ver lo que podía hacer … Finalmente, la situación llegó a un punto en el que las órdenes de la anciana madre eran cada vez más excéntricas y su comportamiento se volvió aún más errático. Rab Asé decidió dejar de cuidar de su madre «personalmente». Primero, porque el comportamiento de la madre era más problemático en presencia de su hijo que en presencia de otras personas. Segundo, Rab Asé entendió que si la situación con su madre continuaba así o empeoraba, posiblemente se vería forzado a restringir físicamente a su madre, algo que no estaba dispuesto a hacer, porque sería irrespetuoso hacia ella. Rab Asé entonces contrató a una persona muy calificada para cuidar a su madre. Basado en este precedente, los rabinos concluyeron que, en ciertas circunstancias, el hijo o la hija pueden poner a sus padres mayores al cuidado de otras personas.
Obviamente, estos son temas muy sensibles y delicados y cada caso es completamente diferente del otro. Por lo tanto, si se dan estas circunstancias, se recomienda consultar con una autoridad rabínica y con un profesional de la salud mental, para encontrar la mejor y más efectiva solución para los padres y los hijos.
Vale la pena aclarar que el hecho de que un hijo o hija no esté cuidando a sus padres en persona, no los exime de continuar ocupándose de lo que necesitan los padres, visitarlos, hablar con ellos frecuentemente por teléfono, y aprovechar todos los medios de comunicación modernos para mantener una sólida relación emocional con los padres.
DESOBEDECER A LOS PADRES POR SU PROPIO BIEN
Honrar a nuestros padres incluye, en la medida de lo posible, complacerlos y cumplir con sus deseos. Pero, ¿qué se debe hacer cuando los padres piden a sus hijos que hagan algo que perjudica a los padres? Por ejemplo: ¿qué debería hacer un hijo o una hija si su padre le pide que le traiga una bebida alcohólica, y los hijos saben que el padre terminará embriagado? ¿Un hijo tiene que “respetar” a su padre y traerle la bebida para cumplir los «deseos» de su padre, o debería rehusarse a complacer a su padre en este caso?
Los rabinos explican que, en este tipo de circunstancias, los hijos deben negarse a obedecer a sus padres, por su propio bien. Pero deben hacerlo con el máximo respeto y tratando de disuadir a sus padres manteniendo intacta su dignidad, con una actitud positiva y sin ofenderlos.
Los rabinos contemporáneos traen algunos otros ejemplos comunes. Si el padre o la madre tiene diabetes y le pide a su hijo que les traiga una comida muy dulce. O el padre le pide a su hijo o hija que le traigan cigarrillos. En todos los casos en que los padres piden a sus hijos algo que pueda causarles un daño significativo a su salud o bienestar, los hijos no deben cumplir con estas solicitudes. Pero, una vez más, incluso en estos casos en que los hijos desobedecen a sus padres por el bien de los padres, es fundamental mantener una actitud respetuosa y evitar ofender, levantar la voz o humillar a los padres (Yalqut Yosef, Kibbud Ab va-Em, 2, 46-60).



Honrar a nuestros padres, y mantener su dignidad

כבד את אביך ואת אמך
Cuando nuestros padres son mayores y dependen de nosotros , debemos poner mucha atención en mantener su dignidad mientras nos ocupamos de ellos y los asistimos. Esta importante lección se aprende de un pasaje en el Talmud de Jerusalem, que afirma que “ es posible que un hijo (o hija) le esté dando de comer a sus padres deliciosos manjares y aún así sea considerado un mal hijo; y es posible que un hijo fuerce a uno de sus padres a trabajar en la molienda, y sea considerado un buen hijo”.
El Talmud ilustra esta idea con dos historias reales:
En el primer caso, un hijo estaba alimentado a su padre diariamente con comida de lujo: carne, probablemente muy cara, de aves exóticas. Un alimento de reyes. Un día el padre le preguntó al hijo: “Hijo mío ¿de dónde me traes esta deliciosa comida? Y el hijo le respondió muy mal con desdén: ¡Cállate, viejo!. Un perro come lo que se le da en silencio. Y tu debes hacer lo mismo y comer tu comida sin hacer preguntas” . A este hijo, dice el Talmud, le estará destinado el infierno, ya que el esfuerzo material que está haciendo por su padre, no puede compensar por la humillación y el dolor emocional que le está causando a su padre al tratarlo de esta manera.
La segunda ilustración, también un caso real, se refiere a un hijo que trabajaba duramente en la molienda de su padre. Un día, el rey convocó a todos los campesinos al palacio y les exigió que vinieran a asistir al gobierno con un trabajo muy difícil, extraer metales de las minas, por ejemplo, que era algo mucho más difícil (y en condiciones humillantes) que trabajar en la molienda. El rey obligó a cada familia a enviar un trabajador. El hijo decidió que él se ofrecería a trabajar para el rey, y le dijo a su padre que tomará su lugar en la molienda de la familia, para que el padre no tuviera que hacer esos trabajos forzados e indignos. La Guemará dice que irónicamente, este hijo que “envió a su padre a trabajar a la molienda”, heredará el paraíso. Porque al ponerlo a trabajar allí, le evitó a su padre una gran humillación.
La gran lección que nos enseñan los Sabios es que en el tema de honrar a los padres (como en muchos otros temas) debemos mantener integra la dignidad de nuestros padres, y saber que por lo general a los padres, en el plano emocional, les cuesta mucho (muchísimo!) aceptar cualquier ayuda de los hijos. Y eso los hace muy sensibles a la forma en que esa ayuda se ofrece y se presenta.
Cuando un hijo o hija ayuda a sus padres debe hacerlo con alegría, y no como una carga, y con un lenguaje corporal positivo. Si un hijo ח“ו hace sentir a sus padres “que son una carga” mientras los ayuda, el dolor emocional que causa a los padres no solo es inmensurable sino también, posiblemente, irreparable…
Los Sabios nos exhortaron a hablar a nuestros padres con dulzura, y con el respeto que se le debe a una autoridad superior.
RAB YOSEF BITTON
Manhattan Beach, NY.



¿Cómo Honrar a Nuestros Padres?

כבד את אביך ואת אמך
Algunos ejemplos de cómo honrar a los padres
LOS NOMBRES DE NUESTROS HIJOS
Nombrar a nuestros hijos con el nombre de nuestros padres es considerado una de las formas más significativas de honrar a nuestros progenitores. Esta es una tradición muy antigua (registrada en la Torá por primera vez con Najor, el padre de Téraj, y hermano de Abraham Abinu), y muy cuidadosamente mantenida en las comunidades Sefaradíes. En general, se acostumbra a nombrar primero al padre o a la madre del esposo y luego al padre y a la madre de la esposa.
En la tradición Ashkenazí, sin embargo, NO se nombra a los hijos con los nombres de los abuelos, mientras estos últimos están con vida. ¿Por qué? Es un asunto puramente práctico. Recordemos que no se permite llamar a nuestros padres por su nombre propio. Tenemos que llamarlos respetuosamente “Papá”o «Padre» , “Mamá”, «Madre», etc. Esta restricción, dicen algunos rabinos, incluye mencionar el nombre de uno de los padres, incluso cuando nos estamos dirigiendo a otra persona. Por ejemplo: si el nombre de mi padre es «Ya’aqob» y un amigo mío se llama Ya’aqob, no debería llamar a mi amigo por su nombre en presencia de mi padre, porque va a parecer como una falta de respeto mencionar el nombre propio de mi padre en su presencia. Similarmente, si mi padre Ya’aqob está con vida y yo llamo a mi hijo: “Ya’aqob”, inevitablemente, cada vez que yo llame a mi hijo en presencia de mi padre, de acuerdo a la tradición Ashkenazi se consideraría una falta de respeto hacia mi padre. Y es por este motivo –respeto a los padres– que los Yehudim Ashkenazim no nombran a los hijos con los nombres de los abuelos, mientras están con vida.
VIERNES A LA NOCHE
En muchas familias los hijos le confieren un honor especial a sus abuelos y padres, especialmente el viernes por la noche, pidiendo y agradecido por su bendición.  Luego del Quiddush los hijos e hijas se acercan a sus mayores para recibir su bendición. Los padres y abuelos bendicen a los hijos (aún cuando estos ya son mayores, casados, etc.) con la bendición de los Cohanim: “Que HaShem te bendiga y te proteja, etc.”  Muchos padres también bendicen a sus hijos diciendo: “Que Dios te bendiga como a Efraim y Menashe, etc.” , deseándole a sus hijos y nietos que se cumplan todos sus buenos deseos. Este gesto de honor, muy común en las familias sefaradíes, es que inmediatamente después de recibir esta bendición los hijos besan la mano de sus padres y abuelos. Si bien besar la mano es una costumbre que cayó en desuso en la sociedad occidental moderna (recuerdo haber leído varias veces en libros antiguos en español las siglas s.s.q.b.s.m  o simplemente «qbsm«), es considerado en la familia judía una señal de respeto y amor hacia nuestros mayores.
ALIYÁ LATORÁ
También es habitual que en la Sinagoga, cuando el abuelo o el padre son llamados para subir a la Torá, todos los miembros de la familia se levantan de sus asientos en honor a sus mayores. Este gesto de honor también es conferido cuando se llama a la Torá a los hermanos mayores, tíos u otros parientes. Cuando el padre o el abuelo regresan a su asiento una vez terminada su lectora de la Torá, los hijos y los nietos suelen besar su mano en señal de honor. Cuando un patriarca mayor de la comunidad es llamado a la Torá, no es raro encontrar a decenas de personas que se levantan en su honor
ASISTENCIA ECONOMICA
El Talmud (Quidushín 32) afirma que los hijos no están obligados a apoyar económicamente a sus padres cuando los padres tienen los medios para mantenerse.
Sin embargo, cuando los padres no pueden trabajar debido a que ya son demasiado mayores, y / o cuando no tienen los medios para mantenerse a sí mismos, es una gran mitsvá apoyar a los padres financieramente y proporcionarles, de acuerdo a los que los hijos puedan permitirse,  alimentos, ropa, vivienda, y lo necesario para que vivan con dignidad. El apoyo económico a los padres en estas circunstancias debe ser asumido por todos los hijos, basado en las posibilidades económicas de cada uno.