¿Cómo mejorar tu calidad de vida?

  Este Shabbat leeremos dos secciones de la Torá: Tazria y Metzorá. Uno de los temas más discutidos en estas dos secciones es el de tzara’at, que es una enfermedad o afección (neg’a) generalmente asociada con la lepra. Una vez diagnosticada esta enfermedad, se procedía a aislar al individuo y ponerlo en cuarentena hasta su curación. Los Sabios aprendieron del caso de Miryam, la hermana de Moshé, quien contrajo el Tzara’at, que seguramente existe una relación entre el tzara’at y el hablar mal de otras personas, lo que se conoce como Lashón Hara, es decir, hablar mal de otras personas. Ya que estos individuos que se entregan a la adicción del chisme y el discurso detructivo deben ser «aislados» para que su proceder no se «contagie» y su ejemplo no llegue a «normalizarse» en la sociedad judía.

Presentamos aquí una breve reflexión sobre una de las maneras de evitar el Lashón Hara, de acuerdo a las enseñanzas de Pirkei Abot.

והוי דן את כל האדם לכף זכות

«Yehoshua ben Perajiá solía decir: hazte un maestro, adquiere un amigo,
y juzga a los demas con el beneficio de la duda.  «

Juzgar a los demás con el beneficio de la duda es una Mitsvá de la Torá. ¿Dónde aparece esta Mitsvá? En el libro de Vayiqrá 19:15 dice: betsedeq tishpot ‘amiteja, «con justicia juzgarás a tu prójimo». Los Jajamim explicaron así este importantísimo precepto:

Hay 3 categorías de personas: el hombre justo, el hombre malvado y el hombre medio. El justo o tsadiq es aquel que tiene un record impecable de buenas acciones. Estas personas, que son más ángeles que humanos, no son la mayoría. Serán entre el 1% y el 5% del total. En el otro extremo tenemos a los verdaderos malvados, resha’im, aquellos individuos egoístas, con malas intenciones y con un prontuario y un record que los condena. Estimo que también se trata de máximo un 5% de la población total (el libro «The sociopath next door», afirma que los sociópatas son el 4% de la población). Y luego tenemos a las personas promedio: todos nosotros, que por lo general tenemos intenciones nobles, hacemos cosas buenas, pero también tenemos nuestros defectos: algunas veces nos comportamos con altruismo y otras veces con egoísmo. Las personas con una moralidad promedio seremos el 90% de la población.

La Torá dice así:

  1. Al hombre justo, al tsadiq, tienes que juzgarlo con indulgencia. Incluso si no estás seguro si actuó bien o mal, o cuando percibas una situación sospechosa pero no tengas todas las evidencias frente a ti: no lo condenes en tu corazón. Júzgalo con generosidad. Positivamente. Otórgale el beneficio de la duda.
  2. Al malvado, al que ya tiene un record de actuar con maldad deliberada, no le puedes dar el beneficio de la duda mientras no se arrepienta porque su proceder te puede afectar. Debes ser desconfiado de una persona realmente malvada, aun cuando parezca que quiere hacer algo noble (sobre este punto hablaremos más adelante).
    1. ¿Y qué pasa con el individuo promedio? Con la mayoría de nuestros amigos, familiares, conocidos, etc., la Torá indica que a la persona media debes juzgarla como si se tratara del «tsadiq», de un hombre absolutamente justo, y otorgarle el beneficio de la duda, a menos que tengas claras evidencias de lo contrario. En otras palabras, esta Mitzvá, «con justicia juzgarás a tu prójimo», se debería leer más o menos así: «Juzgarás a tu prójimo (al hombre promedio) al igual que juzgas al justo (al Tsadiq)». Así, de acuerdo a la Torá, debemos juzgar con indulgencia ¡a la gran mayoría de las personas!

    Otorgar a los demás el beneficio de la duda tiene sus grandes beneficios.

    En primer lugar, porque «Con la misma vara que juzgamos a los demás, seremos juzgados por Dios». ¿Cómo queremos ser juzgados por HaShem, luego de 120 años? ¿Esperamos que nos juzgue con severidad, o con indulgencia? Seguramente pretendemos que el Juez Supremo siempre encuentre un atenuante, una justificación para nuestros errores… Los Jajamim explican que HaShem nos juzgará con la misma vara que usamos para juzgar a los demás. Si aprendimos a juzgar a los demás con el beneficio de la duda, así seremos juzgados por Él. Y algo más: no solo Dios nos juzgará como juzgamos a los demás, por lo general nuestros gestos y actitudes se reflejan, son imitados por la gente que nos rodea. Si quieres que las demás personas te juzguen con indulgencia, que no se apresuren a sospechar de ti, que no te condenen antes de tener toda la información en mano, entonces aprende a juzgar a los demás con el beneficio de la duda. Cuando uno otorga el beneficio de la duda a los demás, también lo recibe de los demás.

    Finalmente, juzgar con el beneficio de la duda es el mejor antídoto para evitar el LASHON HARA. Cuando hablamos mal de otras personas es porque pensamos mal de esas personas. Muchas veces escuchamos un comentario destructivo sobre otro individuo y simplemente «lo creemos» y lo repetimos, aunque muy posiblemente no tengamos evidencia ni sepamos toda la historia completa y todas las versiones de la historia. Si aprendemos esta gran Mitzvá de otorgar a los demás en nuestro corazón el beneficio de la duda, nos cuidaremos mucho más de no escuchar, no creer y especialmente no repetir comentarios negativos sobre los demás. Así evitaremos el LASHON HARA y nuestra calidad de vida será infinitamente más positiva.




YOM HAATZMAUT: Tres milagros en la guerra de la Independencia de Israel    

UNA VICTORIA SEGURA

El día en que los líderes judíos declararon el establecimiento del nuevo Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948 (5 de Iyar de 5718), los países árabes vecinos le declararon la guerra y comenzaron una invasión por todos los frentes, absolutamente seguros de su triunfo. Israel tenía muchas desventajas, pero la más notable era la falta de armamento. Recordemos que los 5 países árabes que atacaron a Israel -Egipto, Iraq, Siria, Líbano y Jordania- se habían independizado unos años antes, y tanto Inglaterra como Francia les habían vendido armamento y habían entrenado a sus ejércitos. Los países árabes contaban, por ejemplo, con 50 tanques, mientras que Israel solo tenía uno. Los árabes contaban con 200 vehículos de artillería, Israel con 2. Los árabes tenían 140 cañones, Israel solamente 5. Y la mayor desventaja era que los árabes contaban con más de 70 aviones de guerra, y al comenzar las hostilidades, Israel no tenía ninguno. Los países árabes habían advertido a Israel que si declaraba su independencia, ellos atacarían, y en realidad estaban ansiosos de que esto ocurriera, ya que las posibilidades de ganar la guerra, con absolutamente todo a favor, era del 100%. Tan confiados estaban en su triunfo que pidieron en la radio árabe a todos los palestinos que vivían en Israel y que no iban a tomar parte activa en la guerra que se retiraran del país, y les aseguraron que iban a regresar muy pronto, cuando la corta batalla hubiese terminado y todos los judíos hubiesen sido «echados al mar» (un eufemismo de «ser asesinados»). Cientos de miles de palestinos abandonaron el territorio de Israel, y de esta forma los mismos países árabes crearon el «problema de los refugiados palestinos», del cual nunca se hicieron cargo, y por el cual hasta el día de hoy, siguen culpando a Israel.

OBJETIVO FINAL: TEL AVIV

Inmediatamente después de la declaración de independencia, los aviones de combate egipcios aparecieron en los cielos de Tel Aviv y comenzaron a bombardear la ciudad sin encontrar resistencia. Estos bombardeos ininterrumpidos dejaron cientos de muertos, incluyendo mujeres y niños, y miles de heridos. Los egipcios avanzaron significativamente y llegaron hasta Ashdod, quedando a solo 30 kilómetros de Tel Aviv. La poderosa legión jordana, que había sido entrenada por los británicos y estaba siendo comandada por generales británicos (sic), logró sitiar Jerusalén y la invasión de la Ciudad Santa era inminente. Los jordanos también capturaron la ciudad de Lod y lo que hoy es el aeropuerto internacional Ben Gurion, y se acercaban a Tel Aviv desde el este. Las fuerzas iraquíes que habían atacado desde el noreste también se acercaban a Petaj Tikva y Jadera, camino a Tel Aviv. Los sirios cercaban la ciudad de Tiberia y junto con las fuerzas militares del Líbano habían aislado al Galil, el norte del país, del resto de Israel. El destino final de los ejércitos árabes era destruir Tel Aviv, que en ese entonces era la sede del gobierno de Israel y de los altos mandos de su ejército.

ESTADOS UNIDOS vs. ISRAEL

Israel no tenía cómo defenderse, ni podía conseguir armas. ¿Por qué? Porque Estados Unidos lideraba un embargo internacional que prohibía toda venta de armas a Israel, con plena conciencia y conocimiento de que Israel no podría sobrevivir al ataque de los ejércitos árabes. Era solo cuestión de tiempo para que se repitiera una nueva Shoah y el mundo, por segunda vez, actuaba como un silencioso cómplice. Todos los esfuerzos del recién creado ejército de Israel para defenderse fracasaron. Todos los pronósticos que predecían la brutal derrota de Israel se estaban cumpliendo. La superioridad militar de los ejércitos árabes era insuperable. No había ninguna manera de que los israelíes pudieran soportar los ataques ni siquiera unos días más; el final era inminente. Los árabes, muy confiados en su victoria, anunciaban que «lo que Hitler había hecho no era nada en la Segunda Guerra, comparado con lo que ellos harían con los judíos» una vez que conquistaran Tel Aviv. Y el mundo, como en un horrible dejavú del Holocausto, escuchaba y callaba. Y entonces ocurrió un gran milagro: el segundo de los tres milagros que quiero mencionar hoy. Fue el 11 de junio, el 4 de Siván de 1948.

EL CESE AL FUEGO

El conde sueco Folke Bernadotte, que había sido designado como mediador entre israelíes y árabes por las Naciones Unidas, propuso un cese al fuego, es decir, una interrupción de la actividad militar de los ejércitos por 4 semanas, ofreciendo que cada cual permaneciera en control de las posiciones que habían conquistado hasta ese momento. Israel, que estaba perdiendo en todos los frentes, obviamente aceptó. Lo inexplicable —¡lo milagroso!— fue que los países árabes hayan aceptado este cese al fuego, a pesar de que estaban, literalmente, a un día de conquistar Tel Aviv. Cito al profesor Ben Artzi, historiador de la universidad de Bar Ilan. Así escribe en su libro (hebreo) Meguilat Hatequmá VehaAtzmaut: “Pero, ¿por qué los árabes aceptaron el cese al fuego…? En realidad, ya estaban alcanzado todos sus objetivos militares: Jerusalem estaba rodeada y sitiada; Tel Aviv, a muy poca distancia [de caer en su poder]; el sur de Israel [el Negueb] desconectado del resto del país, y el Galil, el norte, ya había sido conquistado. Un pequeño esfuerzo más de parte de los árabes y ya estaban en el corazón de Jerusalem, Petaj Tikva, Netania, Jadera y Afula… y Tel-Aviv”. Ben Artzi no oculta su convicción de que este cese al fuego fue un milagro de proporciones bíblicas.

CELEBRAR ANTES DE TIEMPO

La tregua comenzó el 11 de junio. Los cinco ejércitos árabes, que consideraban que ya habían ganado la guerra, comenzaron las negociaciones políticas entre ellos mismos acerca de cómo se iban a dividir el territorio de Israel y el botín de guerra una vez que los judíos se hubieran rendido formalmente, algo que esperaban que ocurriera en los próximos días. Pero Israel aprovechó el cese al fuego y, con el apoyo y las generosas donaciones de los judíos de Estados Unidos y la diáspora, compró de Checoslovaquia, el único país que se atrevió a romper el embargo internacional, todo el armamento que pudo, incluyendo 15 aviones de guerra. Y también cambió su estrategia: a pesar de que el balance militar seguía siendo en favor de los árabes —por lo menos 10 a 1— Israel decidió que ahora no solo iba a defenderse, sino que ¡comenzaría a atacar a los árabes! Una vez que se reanudó la guerra, los ejércitos árabes estaban tan confiados en su victoria que prácticamente habían dejado de luchar. De acuerdo con Igal Alón, el famoso comandante del Palmaj, cuando el cese del fuego expiró: “Los ejércitos árabes, que tenían una gran ventaja, dejaron de avanzar, algo que es realmente inexplicable”.

MIEDO BIBLICO

Y entonces ocurrió el tercer milagro. La valiente e inesperada decisión de Israel de pasar al ataque tomó a los árabes por sorpresa, y pasaron de la pasividad al pánico, imaginando que Israel tenía más poder del que en realidad poseía. Un ejemplo de esto es que a finales de mayo llegaron clandestinamente a Israel cuatro aviones militares Messerschmidt desarmados desde Checoslovaquia dentro de un avión de transporte. Los aviones fueron armados en muy poco tiempo y el 30 de mayo, antes de que pudieran probarlos, salieron a su primera operación: tratando de frenar a las fuerzas egipcias que se encontraban a solo 30 kilómetros de Tel Aviv. Los aviones atacaron por sorpresa a los egipcios, pero no causaron daños severos, ya que los equipos de ataque no funcionaban muy bien. Sin embargo, el comandante egipcio a cargo de esa fuerza envió un mensaje urgente a sus jefes diciéndoles que «ya no podían avanzar más, y que estaban siendo bombardeados por una fuerza muy superior a ellos». Todo este miedo era más imaginario que real. La Torá menciona por primera vez este «miedo» que se apodera de los enemigos de Israel en la historia de Yaaqob Abinu, cuando los habitantes de Canaan, obviamente más fuertes y numerosos que Jacob y sus hijos, «quisieron pero no se atrevieron» a atacar a Jacob. Allí la Torá dice (Génesis 35:5) que los habitantes de esas ciudades «fueron afectados por un miedo Divino, que los disuadió de perseguir a los hijos de Israel» (ויהי חתת אלקים על־הערים אשר סביבתיהם ולא רדפו אחרי בני יעקב). Esta fue la forma en que HaShem intervino para salvar a nuestros antepasados de sus enemigos. Lo mismo cuenta la Torá en la famosa canción que los hijos de Israel recitaron al cruzar el mar, donde visualizan la futura conquista de la tierra de Canaan y saben que cuando el enemigo escuche lo que Dios hizo por su pueblo en Egipto «las naciones de Canaan escucharán y el miedo y el pánico se apoderarán de ellos… hasta que tu pueblo llegue y conquiste la tierra prometida». La tercera vez que esta idea aparece es también en el libro de Shemot, esta vez como una promesa explícita de parte de Dios a Israel. La Torá (Éxodo 23:27) dice que cuando Israel se apreste a conquistar a los pueblos de Canaan, Dios intervendrá. ¿De qué manera? «Infundiré el pánico y el terror en tus enemigos, y los confundiré… y haré que todos tus enemigos te den la espalda y huyan».Un oficial egipcio que había participado en la guerra de Independencia fue tomado prisionero por Israel en la guerra de 1956. Le preguntaron por qué los egipcios aceptaron el cese al fuego y no siguieron avanzando hacia Tel Aviv en 1948, cuando tenían todo el camino abierto. El oficial dijo: “Cuando atacábamos a los israelíes vimos algo que nos dio miedo: aún después de sufrir fuego directo y cuantiosas bajas, los soldados israelíes seguían avanzando como si fueran “locos” (meynunín). Y entonces nos dijimos a nosotros mismos: a estos locos es imposible vencerlos. Mejor [aceptar el cese al fuego] y conformarnos con lo que ya hemos conquistado”.

EL MILAGRO MÁS GRANDE

Quiero finalizar esta historia incompleta de la guerra más importante de la historia del Estado de Israel con una reflexión final. Lo que resulta más inconcebible de toda esta guerra es que, sabiendo acerca de la incomparable inferioridad militar, los líderes de Israel hayan tomado la decisión de declarar la Independencia de Medinat Israel, habiendo sido advertidos del inminente ataque árabe. Esta decisión no tenía ningún sentido: ni desde un punto de vista militar ni desde un punto de vista lógico. Viendo los números, uno solo puede pensar que era un acto suicida. Aunque hay otra posibilidad. Creo que David Ben Gurión y todos los líderes israelíes de ese tiempo tuvieron un momento de inspiración divina: Dios intervino en sus mentes y corazones de una manera opuesta a la que interviene contra nuestros enemigos. El Todopoderoso encendió en sus almas un increíble, milagroso valor y valentía que los llevó a actuar como Najshón Ben Aminadab, el hombre que cuando el pueblo judío estaba escapando del Faraón, contra toda lógica, se metió en el mar hasta que el agua le llegó a sus narices: ¡y continuó! En un incomparable gigantesco acto de fe, consciente o no, los líderes de Israel se entregaron a un milagro que tenía que ocurrir… Y que gracias a Dios ocurrió. Este fue el primer milagro. Y quizás el más grande de todos.

חג עצמאות שמח




¿Cómo me convertí en un testigo del Holocausto ?

Este lunes a la noche, la víspera del 27 de Nisán, comenzaremos la conmemoración de Yom haShoá, el día en el cual recordamos el brutal exterminio de 6 millones de judíos a manos de los asesinos nazis y sus colaboradores.

Mis padres no nacieron en Europa, tampoco mis abuelos. Vengo de una típica familia sefaradí. Del lado materno, mis ancestros vienen de Siria y del lado paterno, de Marruecos. Ninguno de mis parientes cercanos fue enviado a un campo de concentración, ni falleció en una cámara de gas. Mis padres, mis hermanas y yo, todos nacimos en Argentina. No vivimos directamente la experiencia de la Shoá, ni tenemos sobrevivientes en nuestras familias.

Aprendí sobre la Shoá en la escuela a la que asistí en mi ciudad natal, Buenos Aires, el colegio Talpiot en la calle Azcuénaga al 700. Cada año nos hacían mirar unos horribles documentales en blanco y negro. Así, mis compañeros y yo aprendimos sobre los trenes de la muerte, los cadáveres, los hornos crematorios, las cámaras de gas. Nunca me voy a olvidar de aquel documental que mostraba a un grupo de niños de edad escolar, acompañados de un maestro, ingresar inocentemente a un camión del ejército alemán, del cual nunca salieron vivos, pues para hacer el trámite de su asesinato más expeditivo, los nazis dirigieron los gases de monóxido de carbono hacia adentro del mismo. Lloré, y mucho… por el horror que sufrieron nuestros hermanos en manos de los humanos más inhumanos que conoció la historia yemaj shemam

Pero lo que más recuerdo y lo que hizo que mi experiencia de la Shoá se transformara en algo «personal» ocurrió el año que nuestro director, el Sr. Eliezer Shlomowitz, z»l,  invitó a un sobreviviente del Holocausto a hablar con nosotros (era probablemente el año 1977). Hay que tener en cuenta que en ese tiempo no era habitual que los sobrevivientes de la Shoá hablaran en las escuelas.

Era un hombre anciano. Le costaba hablar en español y se podía ver que no tenía un discurso memorizado. Si bien recuerdo vívidamente la experiencia de haberlo escuchado, me avergüenza confesar que me acuerdo todos los detalles de su historia personal. Ni su nombre, o si creyó necesario mencionarlo. Después de contarnos su holocausto personal , cómo perdió a sus padres, a sus hermanitos y prácticamente a todos sus seres queridos, y cómo pudo escapar de Auschwitz, este hombre de avanzada edad nos dijo más o menos esto:

«Ustedes no han vivido la Shoá personalmente, gracias a Dios. Pienso, temo, que quizás para ustedes la Shoá pueda algún día convertirse solo en un capítulo más de la historia judía moderna. Una historia que quizás pueda ser refutada, cuestionada o negada por nuestros enemigos. Y por eso quiero que entiendan que el esfuerzo de nuestros enemigos por negar la historia es el primer paso para intentar repetirla. Y ustedes nunca pueden permitir que eso suceda. No alcanza con «aprender» sobre el Holocausto. Ustedes tienen que ser testigos de la Shoá. Todos ustedes. ¿Por qué? Porque la historia se puede negar y los documentos pueden ser cuestionados. La historia se puede negar y los documentos pueden ser cuestionados. Los únicos que podrán proteger la memoria de la Shoá son los testigos de la Shoá. Hoy, han escuchado mi historia. Y también me han visto. Y han visto mis ojos… Ahora cargan sobre sus jóvenes hombros una nueva y tremenda responsabilidad. Hoy, ustedes se han convertido en testigos presenciales de la Shoá. ¿Cómo ocurrió esto? Les voy a explicar. Mis ojos vieron la Shoá. Pero no la vieron en blanco y negro. Mis ojos vieron el verde oscuro de los uniformes nazis, el gris metálico de sus fusiles, y el rojo de la sangre de nuestros seres queridos. Mis ojos vieron la muerte en todos sus horribles colores. Mis ojos vieron el horror de lo que mis palabras no pueden describir. Y ahora quiero que ustedes miren mis ojos. Para que desde hoy puedan decirle a los demás, y para que algún día le cuenten a sus hijos: ‘Yo no he visto la Shoá. Pero mis ojos han visto a los ojos que vieron la Shoá. Y ahora, hijo mío, mira mis ojos y conviértete en un testigo más’.

Cuando terminó de hablar, se arremangó la camisa y nos invito que que contemplaremos su número de prisionero. Era la primera vez que veíamos un número tatuado en la piel humana. Yo me acerqué a él un poco más y me obligué a mirar sus ojos. Eran pequeños, grises, tristes, fatigados y apagados. Había algo vacío y ausente en esa mirada. Les faltaba «vida». Y allí fue cuando me di cuenta de que en los cansados ojos de ese anciano, yo había presenciado un reflejo, o una oscura sombra, del horror de la Shoá. Y desde entonces me convertí en un testigo. Y la Shoá se convirtió en parte de mi experiencia personal.

No olvidemos. Ni permitamos que se olvide.




Los Judíos de Libia

EL CÍRCULO SE CIERRA

La historia de la comunidad judía de Libia en el siglo XX fue muy sufrida. Primero bajo la dictadura de Benito Mussolini, luego bajo el régimen nazi. Al terminar la segunda guerra mundial los judíos de Libia también fueron víctimas de ataques y progroms por parte de la población árabe local. Y a partir de 1969 les tocó sufrir la horrorosa discriminación de parte del gobierno del general Muamar Gadaffi (o Kadafi ), que fue excepcionalmente cruel con los pocos judíos que quedaban allí. Por el otro lado, la comunidad judía de Libia tuvo un aliado muy importante: el estado de Israel, que incluso antes que naciera, estuvo allí para ayudarlos.  La breve historia que voy a contarles hoy sobre esta comunidad, representa un poco el ánimo de estos días en el calendario hebreo: la transición desde el Holocausto hacia la creación del Estado judío: Medinat Israel. 

MUSSOLINI Y LOS JUDÍOS

Hay evidencias que judíos vivan en Sirte, Libia, ya en el siglo 13 antes de la era común. Lo que dice que esta comunidad judía era una de las más antiguas del mundo.  Pero vamos a ir directamente al siglo XX. Desde 1911 hasta 1951 cuando obtuvo su independencia, Libia fue un protectorado italiano .  Los primeros años  del dictador Benito Mussolini al principio no fueron tan malos para los judíos de Italia y Libia. Pero todo comenzó a empeorar en 1936 cuando Mussolini hizo un pacto con Hitler. Desde ese entonces se establecen los decretos anti judíos en Italia y sus protectorados.  Al final de los años 30’s había mas de 30.000 judíos en Libia, especialmente en la capital Trípoli, donde los judíos constituían el 25% de la población total y contaban con 44 sinagogas. Los judíos fueron obligados a abrir sus negocios el sábado, con la excusa que contribuir a la economía de Italia.  Muchos se opusieron, hasta que las autoridades, como medida ejemplar, ejecutaron a dos comerciantes judíos.   Las infames leyes raciales de Italia prohibían a los judíos  tener acceso a la educación secundaria o terciaria.  Les estaba prohibido trabajar en organizaciones gubernamentales, en bancos o en oficinas municipales. Y todos los documentos oficiales debían llevar la un sello que decía “judío”. 

En junio de 1940 Italia ingreso a la guerra oficialmente del lado de Alemania.  Si bien miles de judíos libios fueron enviados a campos de trabajo dentro de Libia para trabajos de construcción de rutas militares, tal como había ocurrido en Marruecos y Algeria,  la mayoría de sobrevivieron. Pero los judíos libios que tenían ciudadania inglesa fueron enviados a campos de concentración y exterminio en Europa, como Bergen Belsen donde muchos murieron de hambre, tifus o extenuación.  Esta historia esta relatada en forma de novela en este libro. 

UN CAMPO DE CONCENTRACION EN UN PAIS ISLAMICO

En Febrero de 1942 Mussolini dio la orden de comenzar a “rebajar” a la comunidad judía de Libia y ordenó construir un campo de concentración en la ciudad de Giado, un poco mas de 200 kilómetros al sur de Tripoli, para llevar allí a los judíos de nacionalidad libia. En junio de 1942, los italianos ya habían deportado a un total de 2.584 judíos a Giado. Las condiciones de vida en el campo eran insufribles. El campamento estaba abarrotado: decenas de familias dormían en un espacio de cuatro metros y estaban separadas solo por ropa de cama y mantas. Las raciones diarias de alimentos consistían en unos pocos gramos de sustituto de arroz, aceite, azúcar y café. Los hombres mayores de 18 años eran enviados todos los días a trabajos forzados. La escasez de agua, la desnutrición, el hacinamiento y la suciedad intensificaron la propagación de enfermedades contagiosas.  Además, los guardias italianos del campo disfrutaban humillando a los judíos. De los casi 2.600 judíos enviados a Jado, 562 murieron de debilidad y hambre, y especialmente de fiebre tifoidea y tifus.  El campo de concentración de Giado no solo tenía trabajadores, sino familias enteras. Giado fue lo más parecido en el norte de África a un campo de concentración europeo. Y tuvo  la mayor cantidad de víctimas judías en los países islámicos durante la Segunda Guerra Mundial.

LA GRAN SORPRESA 

En los comienzos de 1943, las fuerzas británicas comenzaban a derrotar a las fuerzas nazis y fascistas. La gran sorpresa para los judíos de Libia fue que entre los soldados que luchaban para liberar Libia había algunos soldados “israelíes”, es decir, jóvenes judíos llegados de Palestina que se habían entrenado en las fuerzas de combate (leji, Hagan, etc.) y que luego de 1948 conformaron el ejercito de Israel.  Esto creo un gran impacto positivo en la moral de los pobres judíos de Tripoli y Benghazi.  Pero los sufrimientos  de la comunidad  judía de Libia no terminaron con el fin de la segunda guerra mundial.  

En 1945 , cuando los soldados judíos que habían llegado de Palestina regresaron a Israel, hubo un terrible progrom llevado a cabo por los árabes locales en el cual asesinaron a cerca de 150  judíos. 

En 1948 unos 3.000 judíos escaparon ilegalmente a Israel en lo que dio comienzo a la redención de la comunidad judía de Libia hacia un gran futuro. 

En 1949, finalmente, Inglaterra legalizó la inmigración hacia Israel, llegaron los 30.000 judíos restantes.  Solo 700 judíos quedaron en Libia. 

En 1967 durante la guerra de los Seis Dias 17 judíos fueron asesinados. 

GADAFI TAMBIEN CONSTRUYE UN CAMPO 

En 1969 cuando Muamar Gadafi llegó al poder, se propuso hacer imposible la vida de los pocos judíos que todavía estaban allí.  Lo hizo la mejor estilo nazi. Las propiedades de los judíos fueron confiscadas por el gobierno. Las deudas adeudadas a los judíos fueron canceladas. A los judíos se les prohibía abandonar el país. Y ese mismo año Gadafi ordenó que los judíos fueran llevados a un campo de detención donde tuvieron que estar por varios meses.  

El día de conmemoración de Yom haShoá concluyó anoche. Sin embargo hoy decidí escribir sobre lo que sufrieron los judíos de Libia porque a pesar de todo lo sufrido, la comunidad tuvo un final feliz.  En los años 70’s todos los judíos que quedaban en Libia pudieron escapar. Muchos se establecieron en Roma, Milan, Londres o Nueva York.  Pero la mayoría vive hoy en Medinat Israel.  Hoy en día, Baruj HaShem, no queda un solo judío en Libia. 




El Rab Jayim Jabib y el Holocausto en Salónica, Grecia.

El rabino Jayim Jabib nació en la ciudad de Salónica (o Thesaloniki), Grecia, en 1882. Su padre fue el famoso Dayán (juez rabínico), Rab Refael Jabib.
Alrededor del año 1550 y gracias a los esfuerzos de Doña Gracia Mendes para absorber a los expulsado de la península ibérica, Salónica fue la única ciudad del mundo con mayoría judía. Su población consistía especialmente de refugiados Sefaradim de España y de Portugal. Entre sus ilustres Jajamim se cuentan Ribbí Shemuel de Medina, Ribbí Moshé Almosnino, Ribbí Yaakob Ibn Jabib, etc. A fines del siglo 19 la comunidad de Salónica contaba con la comunidad Sefaradí más importante del mundo. En 1900 había aproximadamente 80.000 judíos en Salónica, de una población total de 173.000 almas. Los judíos se destacaban en todas las profesiones: abogados, médicos, maestros y especialistas en comercio marítimo. Los estibadores judíos del puerto de Salónica eran famosos en el mundo entero. Durante Shabbat, el puerto de Salónica, uno de los más importantes de Europa, estaba cerrado, ya que la mayoría de los trabajadores y empresarios portuarios eran judíos.
Había 49 sinagogas en Salónica y un cementerio de 500 años de edad, con medio millón de tumbas (sic.).
El rabino Jayim Jabib estudió en el Talmud Tora dirigido por el rabino Moshe Ottolenghi (1840-1901) y más tarde en la escuela rabínica de Salónica «Bet Yosef» donde se le concedió su ordenación rabínica. También estudió contabilidad y lenguas europeas.
A los 40 años al Rab Jabib le fue ofrecido servir como gran rabino de Salónica. Era tan humilde que al principio se negó a tomar esa posición, pero ante la insistencia de muchos colegas, aceptó ese difícil cargo. Los deberes del rabino Jabib eran muchos y muy complejos. Además de ser responsable de la Kashrut de la ciudad y la supervisión de todos los aspectos técnicos de la ley civil judía (Bet Din) también estaba a cargo de supervisar la educación judía de su ciudad. El Rab Jabib enseñaba a los maestros, examinaba a los estudiantes y proponía constantemente mejoras en el plan de estudios de las escuelas, que incluía también el estudio del hebreo moderno.
También supervisaba la escuela rabínica y estaba a cargo del nombramiento de los Jazanim, Mohalim y Rabbanim para todas las sinagogas de la ciudad.
El rabino Jabib era muy querido por su comunidad y muchos lo consideraban un santo (איש קדוש) porque siempre estaba pendiente de ayudar a los necesitados. Los pobres, los enfermos, los ancianos, todos ellos podían contar con el apoyo incondicional del Rab Jabib.
Durante los años1900s muchos judíos dejaron Salónica y emigraron a los EE.UU., Francia e Israel. Aún así, la población judía pre-Segunda Guerra Mundial de Salónica contaba con 56.000 almas.
En 1941 los nazis יש»ו llegaron a Salónica. En abril de ese año, Alemania invadió Grecia, el rey griego Jorge II huyó de Atenas. El país quedó dividido en tres zonas diferentes. Atenas y ciertas islas estaban bajo el control de Italia; Macedonia oriental estaba bajo el control de Bulgaria; y los nazis controlaban Salónica. Los nazis Destruyeron las sinagogas, las escuelas judías, las bibliotecas, y profanaron el cementerio judío. Pronto, un gueto fue creado para los judíos de Salónica, y los judíos se vieron obligados a trasladarse allí y portar la estrella de David amarilla. Esto llevó al saqueo generalizado de los hogares y negocios judíos. Espectáculos públicos aterradores de humillación de judíos se convirtieron en algo común, y no pasó mucho tiempo antes de que los judíos fueran deportados a los campos de concentración, lo cual comenzó en Marzo de 1943.
El 95 por ciento de los judíos de Salónica, 54.000 judíos, fueron asesinados en Auschwitz-Birkenau, o murieron durante el terrible «Marcha de la muerte» desde enero a mayo de 1945. En esa marcha también murió o fue asesinado el rabino Jayim Jabib, su esposa y dos de sus hijas הי»ד.
Una hija y un hijo del Rab Jabib emigraron a Israel antes de que los nazis llegaran a la ciudad. Los descendientes de rabino Jabib viven hoy en Tel Aviv, Israel.



SHEMINI: ¿Por qué es tan importante cuidar Kashrut?

En la Parashá de esta semana, la Torá introduce la dieta del pueblo judío: el Kashrut. Esta dieta no tiene que ver necesariamente con el bienestar físico, como una dieta baja en calorías  u otras dietas que seguimos hoy para adelgazar o mantenernos saludables. El Kashrut concierne explícitamente a una conducta, un comportamiento «especial» o Quedushá (santidad) que Dios exige a Su pueblo.

KASHRUT Y AUTOCONTROL

De acuerdo a la Torá, la santidad, o en hebreo Quedushá, se enmarca en primer lugar en un concepto cardinal: el autocontrol y la disciplina, particularmente en aquellas áreas del comportamiento humano relacionadas con la satisfacción de instintos primarios como la alimentación y la vida sexual. Controlar nuestros impulsos nos confiere «santidad», pues nos humaniza, es decir, nos diferencia de los animales, que obviamente no pueden controlarse y «decir NO» a sus impulsos primarios. La Guemará en Pesachim (49b) revela algo sorprendente sobre este tema al afirmar que no todas las personas tendrían el derecho de consumir carne. Según Ribbi Yehudá haNasi, un ser humano que no sabe controlar sus impulsos no debería consumir carne animal, aunque dicha carne sea Kasher. רבי אומר: עם הארץ אסור לאכול בשר. «Una persona sin una mínima educación no puede consumir carne». ¿Por qué? Porque un individuo sin conducta moral mínima, una persona incapaz de decir NO a sus deseos, no se encuentra en un nivel por encima de los animales que le otorgaría el derecho de consumir su carne.

KASHRUT Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

Los judíos nos adiestramos en el autocontrol desde una edad temprana. Recuerdo una vez, en una fiesta, un señor no judío se acercó a mí y me felicitó por uno de mis hijos, a quien le había ofrecido un dulce que mi hijo rechazó porque no sabía si era Kasher. Esto es más o menos lo que me dijo este señor: «Rabino, ¿cómo se hace para educar a un niño de 5 años a que tenga autodisciplina? Yo tengo 3 hijos, uno de esa edad, y la verdad es que no puedo con sus apetitos. Los niños de hoy son consumidores voraces, entrenados por la sociedad moderna para consumir todo lo que se presenta ante sus ojos, son insaciables… pero tu hijo es diferente. Le ofrecí unos dulces, los tomó y me dio las gracias. Pero, para mi sorpresa, antes de llevarse el caramelo a la boca, fue a preguntarle a su hermano mayor si podía comerlo… ¿Cuál es el secreto? ¿Qué regalo le prometiste a tus hijos si no comen dulces? ¿Los amenazaste con algún castigo severo?«. Le respondí que no había premios ni amenazas y que en realidad, cualquier niño judío cuya familia observa las leyes de Kashrut posee ese mismo nivel de autocontrol. También le confesé (y mientras lo decía, me sorprendí al escucharme) que nunca necesité explicarles a mis hijos las leyes de Kashrut, las aprendieron naturalmente, imitando lo que vieron de sus padres y hermanos.

KASHRUT E IDENTIDAD

La dieta Kosher es también una poderosa señal de identidad judía. A veces, he estado en un avión y me he sentado al lado de una persona que no tenía ninguna identificación judía: ni Kippa, ni Maguen David, ni nada que lo mostrara como judío, hasta que le sirvieron su bandeja Kosher… En un viaje, en un hotel o en una reunión de negocios, hoy en día, uno puede identificar a quienes son judíos por el Kashrut. Al seguir una dieta kosher, los judíos nos hacemos más conscientes de nuestras elecciones alimentarias y evitamos participar de eventos sociales con aquellos que no comparten nuestras prácticas religiosas. Esto crea una barrera natural que nos ayuda a preservar la identidad judía y evita la asimilación en círculos no judíos. Al mismo tiempo, fomenta la interacción y la conexión entre los judíos en torno al elemento que siempre está presente en eventos sociales: la comida.

KASHRUT Y ASIMILACIÓN

La primera vez que la Torá se refiere a la dieta como un elemento distintivo que ayuda a prevenir la asimilación fue en Egipto. La cultura y la sociedad egipcias eran muy diferentes de las sociedades semíticas, fundamentalmente en el tema de la alimentación. La Torá menciona que, para los egipcios, los animales eran sagrados y eran adorados como dioses, como las vacas en la India. La ganadería era ofensiva para los egipcios y comer animales se consideraba to’ebá, una abominación o «tabú». Los hermanos de Yosef, entonces, se presentaron como pastores que criaban, esquilaban y consumían ovejas y carneros. Y por esta razón, cuando Yosef le contó al Faraón que su padre y sus hermanos han llegado de Canaán, le solicita al Faraón un lugar de residencia «especial», separado de sus súbditos egipcios. Al no vivir en la misma área los Hijos de Israel no se asimilaron y pudieron preservar su identidad por varias generaciones. Esta y otras diferencias culturales/religiosas en la alimentación, explica Seforno, evitó que los hijos de Israel se integraran socialmente a los egipcios.




La gran lección del Maror

Rabán Gamliel indica que el «Maror», la verdura amarga que consumimos durante las dos primera noches de Pésaj, representa una de las tres ideas centrales que debemos transmitir a nuestros hijos en el Seder . El Maror nos recuerda que los egipcios nos demonizaron, nos esclavizaron y nos hicieron sufrir. Pero, ¿por qué es tan importante transmitir esta lección «dolorosa» a la próxima generación en la noche del Seder? ¿No deberíamos concentrarnos exclusivamente en celebrar nuestra libertad?

Hay varias razones por las que debemos recordar el significado del Maror.

Primero, al debatir el orden en que debe contarse la historia de Pésaj, nuestros sabios entendieron que tenemos que mencionar las cosas malas que nos sucedieron, y que estos recuerdos dolorosos deben mencionarse primero, para que de esta manera apreciemos más y mejor la libertad que obtuvimos y las cosas buenas que nos pasaron.

Segundo, porque el odio hacia el pueblo judío, simbolizado por el Maror, lamentablemente no es algo del pasado. De alguna manera, nuestros hijos deben saber que nuestro destino como pueblo elegido implica estar expuestos a la demonización y a la persecución. Es una parte integral del privilegio de pertenecer al pueblo judío.

Y creo que hay una razón adicional muy importante para preservar la memoria de nuestro sufrimiento. La Torá nos enseña a canalizar de manera positiva la memoria del dolor que sufrimos en Egipto. ¿Cómo? Haciendo todo lo posible para que otras personas NO sufran. Esta idea y el momento en que esta idea es transmitida, me parece que es una REVOLUCIÓN en el pensamiento humano.

Hay un patrón de conducta que siempre se repetió en la historia. Las civilizaciones que fueron oprimidas y esclavizadas luchaban por su libertad, y luego, cuando triunfaban, su primera necesidad era la venganza: hacer sufrir a sus perseguidores. Pero no terminaban ahí. Una vez que las personas que habían sido oprimidas se volvían más fuertes y poderosas, se dedicaban a conquistar otros pueblos, esclavizarlos y hacerlos sufrir, como habían sufrido ellos. Este comportamiento sádico es un fenómeno psicológico bien conocido. Las estadísticas muestran que hay una proporción muy alta de personas «abusivas» (en todos los sentidos) que han sido abusadas en el pasado.

La Torá presenta aquí una revolución moral. Una visión 180 grados diferente.

La Mitzvá que la Torá más veces repite es: “Y amarás [= te preocuparás por, cuidarás de…] al extranjero [= los pobres, las personas más expuestas al abuso], porque ustedes han sido extranjeros en la tierra de Egipto». La Torá nos enseña a canalizar el abuso que sufrimos en Egipto de una manera contra-intuitiva, casi sobrenatural. En lugar de alimentar o justificar la sed subconsciente de venganza y abuso, nosotros, el pueblo de Dios, debemos comportarnos con más compasíon con los necesitados. 

La Torá nos dice: Tú sabes lo que significa el sufrimiento, por lo tanto, no dejes que otras personas sufran ya que estás mejor calificado que aquellos que no sufrieron, para evitar que otros sean humillados y oprimidos.

Si bien aquellos que experimentaron opresión naturalmente albergan sentimientos de venganza, a los judíos se nos pide que enseñemos a nuestros hijos a preservar el recuerdo de nuestra aflicción para procesar nuestros recuerdos de abuso de forma positiva y ser más sensibles  con aquellos que sufren.

Conozco a muchas personas buenas y generosas. Pero, sinceramente, las personas más amables, compasivas y angelicales que he conocido son algunos sobrevivientes del Holocausto. Entre ellos, por ejemplo, a la rabbanit Esther Jungreis z»l, que dedicó su vida a inspirar a otros a ser buenos, generosos y pacientes (mira su video abajo). O a Yehuda Lindenblatt, un sobreviviente de la Shoah –un hombre muy mayor– que se dedica a ser voluntario en Hatzalah y salvar vidas. Con los años, he conocido a muchos otros sobrevivientes del Holocausto. Y me sorprendió su extraordinaria amabilidad y altruismo. Estos ancianos sufrieron lo inconcebible. Sus familias fueron destruidas. Y siguiendo el sentido común de los abusados que se transforman en abusadores, los sobrevivientes del Holocausto deberían ser las personas más malvadas y abusivas del planeta. Sin embargo, ¡son todo lo contrario! Y creo que todo el crédito le corresponde a nuestra Torá, a esta increíble idea que Dios proyectó en nuestras mentes: DEBEMOS AYUDAR A LOS QUE SUFREN, PORQUE SABEMOS PERSONALMENTE LO QUE SIGNIFICA EL SUFRIMIENTO. Esta idea contra-intuitiva en términos de psicología humana, es una idea Divina, que se convirtió en parte de nuestro carácter y nuestro ADN.

¡Que HaShem nos inspire y nos ayude para que siempre estemos del lado de los que dan!

AMÉN




Preparando la cocina para Pésaj: Platos, ollas, cubiertos, etc.

Durante Pésaj, no usamos los mismos utensilios de cocina o la misma vajilla que usamos durante todo el año para Jamets. ¿Por qué?

Porque aunque los utensilios en los que cocinamos puedan estar completamente limpios, sin ningún resto visible de comida, los poros y la superficie de esos utensilios absorben el sabor de las comidas que cocinamos en ellos.Por ejemplo:  si en una olla se hierve carne y luego en esa misma olla, limpia, se hierve huevos, los huevos habrán absorbido algo del gusto de la carne.  De la misma manera, los utensilios de cocina utilizados para cocinar algo Jamets están impregnados con sustancias Jamets, que de no ser removidas reabsorberían algo del gusto del Jamets en los alimentos que prepararemos para o durante Pésaj.

Es costumbre (y es lo más recomendable) tener un juego de vajilla, platos y utensilios de cocina que se use exclusivamente para Pésaj. Durante el resto del año,  esta vajilla nunca entra en contacto con Jamets. Ahora bien, cuando esto no es posible, se podrá utilizar para Pésaj los mismos utensilios que usamos durante todo el año para cocinar o servir alimentos Jamets, luego de que éstos pasen por un proceso conocido como hag’ala, (una especie de esterilización) para eliminar los residuos de Jamets que puedan estar dentro de las paredes y de los poros de estos utensilios.

Antes de hacer la Hag’ala tenemos que asegurarnos que los utensilios estén completamente limpios de restos visibles de Jamets (חמץ בעין). La hag’ala entonces, expulsará el Jamets “invisible” (בלוע), es decir,  absorbido en las paredes del utensilio. La eliminación de estos residuos de alimentos va a ocurrir en las mismas condiciones en las que se produjo la absorción de estas substancias (כבולעו כך פולטו). Las superficies porosas se abren al estar expuestas al calor, y es entonces cuando ocurre la absorción. La expulsión de esas partículas ocurrirá en consecuencia al exponer estos utensilios al calor.

Algunos ejemplos de hag’ala:

Metal: Los cubiertos de metal como tenedores, cucharas o cuchillos, tienen que ser limpiados de todo residuo visible de Jamets. Luego, deben ser sumergidos en una olla de agua hirviendo. Después, tienen que ser lavados con agua fría, y así se podrán utilizar para Pésaj. El agua caliente abre los poros de metal, lo que permite la eliminación de cualquier Jamets absorbido. El agua fría cierra los poros de nuevo.

Utensilios que se usan en frío: Dado que la absorción tiene lugar sólo a altas temperaturas, si se utilizó un utensilio durante el resto del año sólo para preparar o servir comida Jamets fría, podrá ser utilizado durante Pésaj después de limpiarlo a fondo de todo resto “visible” de Jamets. Y no hará falta someterlo al proceso de Hag’alá, ya que no contiene Jamets absorbido ene su paredes (invisible)

Vidrio: De acuerdo con la tradición Sefaradí, los utensilios de vidrio como vasos o platos, utilizados a lo largo del año para Jamets deben lavarse a fondo y luego, pueden ser utilizados para Pésaj sin que sea necesario someterlos al proceso de Hag’ala. ¿Por qué? Porque los utensilios de vidrio son estériles, es decir no absorben ni quedan impregnados con ninguna sustancia alimenticia través de sus poros, y por lo tanto no hay ningún Jamets absorbido de sus paredes. Esto es aplicable incluso cuando esos utensilios de vidrio se hayan utilizado a altas temperaturas para cocinar o servir comida Jamets caliente.

Esta Halajá es radicalmente diferente para la costumbre Ashkenazí. Algunos rabinos Ashkenazim como Ram”a, piensan que, como el vidrio se elabora a partir de la arena, los utensilios de vidrio deben ser considerados como los utensilios de arcilla, que no son susceptibles de Hag’ala y no pueden ser utilizados en Pésaj (ver abajo). Otros rabinos Ashkenazim son más flexibles y permiten un proceso de Hag’alá.  Por favor, consulte con el rabino de su comunidad.

Utensilios de arcilla, cerámica y porcelana (Kelé Jeres): Si estos utensilios fueron usados para Jamets no podrán ser utilizados para Pésaj, ya que NO son susceptibles de Hag’alá.  ¿Por qué? De acuerdo a los Rabinos del Talmud los utensilios de arcilla (en ese entonces no existía la porcelana que conocemos hoy) absorben sustancias en su paredes. Pero a diferencia de los utensilios de metal, por ejemplo,  los utensilios de arcilla eliminan las sustancias impregnadas en sus paredes de una manera errática (=no consistente). Es decir, a veces expulsan lo absorbido y a veces no lo expulsan. Y por eso, no son susceptibles de Hag’alá y no se pueden usar en Pésaj.  Los rabinos contemporáneos opinan que los utensilios hechos de porcelana  deben ser considerados en la misma categoría que los utensilios de arcilla.  (Hay otras consideraciones para tomar en cuenta, por ejemplo: si se usaron para “cocinar” o sólo para “servir” comida;  la temperatura de la comida que se sirvió; si esa porcelana se usó o no se usó durante mucho tiempo; si se trata de porcelana común o recubierta de vidrio, etc, etc.). En estos casos y para otros casos que aquí no han sido expuestos, consulte por favor con el rabino de su comunidad para un veredicto definitivo.




La esclavitud en Egipto y los campos de concentración en Europa

ÉXODO 1:11 Entonces los egipcios impusieron sobre [los judíos] capataces para [obligarlos a trabajar] y debilitarlos con duro trabajo. Y los judíos edificaron para Faraón las ciudades fortificadas de Pitom y Ramsés.
 
En la primera fase de la “solución final” del Faraón, el pueblo de Israel todavía no estaba técnicamente esclavizado por el Faraón. De hecho, en Éxodo Capítulo 1:11-12, la palabra “esclavitud” o “cautiverio” no se menciona en el texto. Sin embargo, el texto hebreo enfatiza la palabra “impuestos” (missim). De hecho, los israelitas trabajaron para Faraón, construyendo Pitom y Ramsés. Pero esta forma de trabajo forzado era un procedimiento legal y legítimo: se trataba de una forma de pagar impuestos. El Faraón, por lo tanto, como clausure soberano tenía pleno derecho a exigir de sus súbditos cualquier servicio: incorporarse al ejército para defender sus territorios o trabajar en las obras de construcción que él considerara necesarias. Como vimos en el discurso de Faraón, los judíos eran extranjeros y los egipcios no confiaban en ellos; por lo tanto, tenían que contribuir con mano de obra en lugar de, por ejemplo, servir en el ejército egipcio. En esta primera fase, la labor de los judíos consistió en construir las ciudades de Pitom y Ramsés, que según la interpretación más aceptada eran fortificaciones de uso militar-ciudades de guarnición. Estas fortificaciones seguramente no fueron construidas con adobes comunes sino con piedras talladas. Podríamos suponer que los judíos trabajaban en las canteras extrayendo las rocas, esculpiéndolas, transportando las piedras pesadas y construyendo estructuras fortificadas.
 
Pero debemos tener en cuenta que, aunque estos impuestos a los judíos era un acto completamente legal, el verdadero propósito final detrás de este trabajo forzado lo era. Cuando el Faraón pronunció su infame discurso (Éxodo 1: 9-10) advirtiendo a su pueblo sobre la amenaza que representaban los judíos para Egipto debido a su creciente crecimiento demográfico y riqueza, propuso un plan estratégico para (הבה נתחכמה לו) y debilitar a los judíos, financiera y demográficamente, obligándolos a trabajar en la construcción de Pitom y Ramsés y forzarlos así a abandonar sus trabajos, obligándolos a dormir en los campos lejos de casa. De esta manera sofisticada y no violenta, el poder y la tasa de natalidad de los judíos se reduciría significativamente. Sin embargo, como dice explícitamente la Torá en el siguiente versículo, los judíos de alguna manera se las arreglaron para que el plan del Faraón no produjera los resultados esperados.
 
ÉXODO 1:12. Pero cuanto más los oprimían [los judíos], más se multiplicaban y crecían. Y los egipcios se sintieron amenazados por los hijos de Israel.
 
El plan del Faraón fracasó. El pueblo de Israel no se debilitó, sino que se fortaleció y continuó reproduciéndose. En este punto, Faraón decide iniciar la Fase 2 de su plan: la esclavitud.
 
ÉXODO 1:13 Y entonces los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel con cadenas (párej).
 
Aquí, por primera vez, nuestro texto menciona “esclavitud”, vaya’abidu, redefinida con una palabra crucial: “párej”, que significa “esclavitud de propiedad”. Es decir, la sumisión incondicional e indefinida del esclavo al amo. Para entender mejor esta fase, recordemos que en la primera fase, “trabajos forzados”, los judíos debían cumplir una misión asignada: construir los proyectos del faraón. En esta situación los judíos no tenían que trabajar directamente para el Faraón. Seguramente, tuvieron que pagar por el material de construcción, pero quizás se les permitía contratar trabajadores para que hicieran estas construcciones por ellos. Y lo que es más importante, una vez terminado el proyecto de construcción, podrían volver a sus vidas y rutinas. Sin embargo, en la segunda etapa, “párej”, a los israelitas no se les asignó un trabajo específico. Vimos que los egipcios se sentían intimidados por los judíos. Por lo tanto, no habría sido difícil para el Faraón declararlos como “los enemigos del pueblo” de Egipto. Me imagino que los judíos fueron capturados y llevados como prisioneros de guerra —probablemente encadenados— y obligados a trabajar las 24 horas del día para los egipcios. Ahora estaban completamente a merced de sus amos, quienes controlaban sus vidas.
 
VERDUGOS VOLUNTARIOS DEL FARAÓN
Visualizar este escenario es muy difícil desde la comodidad de nuestras vidas modernas y prósperas. Solo pude pensar de manera más realista sobre este tipo de esclavitud al recordar la Shoah. La primera vez que leí una comparación entre la esclavitud egipcia y el Holocausto fue en el libro de Elie Wiesel, “Job: Ou Dieu dans la tempête” (francés). Siguiendo la línea de pensamiento de Wiesel, me imagino que en esta segunda fase, las casas, las propiedades y los bienes de los judíos fueron confiscados por el gobierno y entregados al Faraón. Y los hombres, mujeres y niños judíos deben haber sido capturados a la fuerza y sacados de sus hogares, humillados y llevados a “guetos”, similares a los judíos europeos en 1940. Pero luego, en lugar de ser llevados a campos de concentración, fueron entregados a los civiles egipcios para ser utilizados como mano de obra gratis. Esta idea poco conocida de que los judíos fueron entregados a los egipcios comunes fue mencionada por el rabino Wisser, el Malbim (Rusia, 1809 – 1879). Él explica la palabra “Egipto”, Mitzrayim, mencionada en este versículo como genitivo: “Y los egipcios esclavizaron a los hijos de Israel”. En otras palabras, de manera similar a lo que describe Daniel Goldhagen en su libro “Hitler’s Willing Executioners”, los civiles egipcios comunes fueron cómplices del régimen del Faraón. El Malbim escribe: “Los judíos fueron tomados como esclavos, pero ya no trabajaban para el monarca [el gobierno], sino para la población en general. Los israelitas eran ahora los esclavos de los esclavos [del Faraón] y estaban obligados a hacer cualquier trabajo que cualquier egipcio les pidiera”.
 
ÉXODO 1:14: “Y [los egipcios] amargaron la vida [de los hijos de Israel, obligándolos a hacer] los trabajos más duros, [como la extracción del] barro y [la fabricación de] los ladrillos…
 
Este versículo describe la forma sádica y brutal que los egipcios trataban a sus esclavos judíos. El texto bíblico menciona aquí la palabra vayimareru, “y amargaron sus vidas”. De esta palabra hebrea proviene la palabra “maror” las hierbas amargas que comemos la noche del Seder de Pésaj para recordar la amargura de la esclavitud egipcia. Pero, ¿cuál era la fuente de esta animosidad? Un amo suele cuidar bien de su esclavo. En aras de la comparación, piense en los esclavos africanos llevados a América en los siglos XVIII y XIX. Estos esclavos se comerciaban a un alto precio. Los amos, en efecto, los explotaban en las plantaciones de algodón o tabaco, pero también los cuidaban física y médicamente. Y aunque quizás no lo hacían por compasión, lo hacían por conveniencia, porque en aquellos tiempos cuidar de los esclavos era como cuidar de los bienes de uno: los amos trataban a sus esclavos con el mismo esmero que trataban a sus animales.
 
¡TRABAJA HASTA MORIR!
Pero los judíos en Egipto –y en la Shoah– fueron tratados de manera diferente. Nuestro texto describe “amargura”: es decir, “resentimiento” y “odio”. Había algo personal en este maltrato. Una posible explicación es esta: durante varias décadas, desde la época de Yosef hasta la nueva dinastía que gobernó Egipto, los judíos tuvieron una vida privilegiada. Vivían en un área segura y fértil, Goshén, donde disfrutaban de riqueza y prosperidad. ¡Es posible que muchos hebreos ricos tuvieran sirvientes egipcios trabajando para ellos! Recuerden que el discurso de Faraón incluyó la acusación de que los judíos obtuvieron su riqueza explotando a los egipcios comunes (רב ועצום ממנו). Ahora, el Faraón le regala a los egipcios comunes esclavos judíos, sus antiguos amos ricos. Este era un momento de venganza para el egipcio común. El resentimiento se transforma ahora en la venganza más terrible: los judíos representaban en Egipto lo que los “ricos, capitalistas y nobles” representaron para los comunistas rusos a principios del siglo XX. Los judíos estaban ahora absolutamente a merced de sus resentidos amos egipcios que disfrutaban de torturalos física y psicológicamente.
 
LOS TRABAJOS MÁS INSALUBRES
La esclavitud de los judíos en Egipto no era el tipo clásico de esclavitud: el amo compraba y vendía esclavos en el mercado. Los judíos no fueron tratados con la deferencia que se trata a los animales que un campesino usa en su trabajo, sino como extranjeros hostiles, traidores potenciales que según el Faraón, estaban dispuestos a unirse al enemigo en caso de guerra. Por lo tanto, los egipcios deben haber sentido que su misión no era solo vengarse de los judíos y hacerlos sufrir por un tiempo. Los judíos, en última instancia, tenían que ser eliminados. ¿Cómo podían hacer eso? Nuestro texto menciona brevemente que los egipcios asignaban a los judíos los trabajos más insalubres y riesgosos, aquellos que nadie más en Egipto estaba dispuesto a hacer. El ejemplo mencionado en la Torá es “jomer ulbenim”, barro y ladrillos. Probablemente el trabajo más agotador y peligroso de Egipto. Estos ladrillos de barro se producían mezclando el barro con el limo del fondo Nilo y estiércol, revolviéndolo con las manos y los pies durante 4 o 5 días hasta que alcanzaba el punto de fermentación. Luego, la paja se mezclaba con este barro para hacer que los ladrillos sean más fuertes, más sólidos y más duraderos. Todo este trabajo lo hacía en los pantanos del Nilo, un río que estaba infestado de cocodrilos, hipopótamos, mosquitos, etc., y bajo el sol abrasador del desierto que quemaba la piel. Maimónides explica que los Sabios introdujeron la Mitsvá de Jaroset que comemos en el Seder de Pésaj (ver más abajo) para traer a la memoria estas terribles inolvidables imágenes. La pasta marrón recuerda el color y la textura del barro. El vinagre, la amargura, o las lágrimas. Y el tebalín, hierbas comestibles o especias, cortadas en trozos delgados y largos—que formaban parte de la receta de original del Jaroset de nuestros Sabios— como recuerdo visual de la paja mezclada con el barro. Un trauma que nunca olvidaremos. .
 
LA SHOAH EGIPCIA
El objetivo final de la esclavitud egipcia era el mismo que el de la Shoah europea. La vida de un judío en Egipto, como en Europa, no tenía valor alguno. Ni siquiera el valor del trabajo. Los esclavos judíos en Egipto eran como los prisioneros judíos en campos de concentración. Tenían que trabajar sin cesar hasta morir. En la Shoah,y supongo que lo mismo habrá ocurrido en Egipto, no existía una enfermería para atender a los trabajadores enfermos o heridos. Si un prisionero judío se enfermaba, era ejecutado o dejado morir y rápidamente reemplazado por el siguiente prisionero. Había un suministro interminable de trabajadores judíos, tanto en Egipto y Alemania. Los judíos no eran tratados como valiosos esclavos laborales sino como enemigos despreciables del pueblo a los que había que explotar antes de ser asesinados. Los prisioneros eran “utilizados” como mano de obra gratuita hasta que morían de hambre, enfermedad o agotamiento. Tanto en Egipto como en Alemania los judíos eran sometidos deliberadamente a los trabajos más insalubres y peligrosos, como la extracción del lodo del Nilo o el carbón de las minas de Mauthausen. Porque tanto para los alemanes como para los egipcios, el objetivo no era el producto del trabajo del judío sino “la solución final”. Este tipo de trabajo con el propósito de matar tiene un nombre especial en hebreo: “abodat parej”, e increíblemente también tiene un nombre único en alemán: Vernichtung durch Arbeit, que significa “exterminio a través del trabajo”, expresión que define la práctica de los nazis en los campos de concentración, que mataban a los prisioneros judíos que no habían sido ejecutados en las cámaras de gas mediante trabajos forzados.



¿Por qué comemos Matsá?

La Mitsvá más característica de Pésaj es la de consumir Matsá. La Matsá reemplaza al “pan”,  y de hecho es un “pan”, pero plano, y sin miga. Está elaborado sin esperar que la masa se eleve a través del proceso normal de fermentación, y sin agregarle levadura.

Ahora bien. ¿Por qué comemos Matsá en Pésaj?

Hay dos razones. Una de ellas se menciona explícitamente en la Torá. Y la segunda razón, menos conocida, se menciona brevemente al principio de la Hagadá que leemos en el Seder. 

PAN DE POBRES (לחם עוני)

Comencemos por lo que dice la Hagadá. Durante muchos años, cuando vivimos esclavizados en Egipto, comíamos exclusivamente Matsá: Desayuno, almuerzo y cena. Este “pan” de bajo costo –llamado al principio de la Hagadá  lajmá aniyá o ‘pan de los pobres’– no tiene levadura, ni sal, ni aditivos. La Matsá era la comida concebida por los amos egipcios como el alimento ideal para los esclavos judíos. No era una comida nutritiva ni balanceada, pero se digería lentamente y duraba más en el estómago de los esclavos judíos, que así se quejaban menos del hambre.  La Matsá era también el alimento de menor costo que se podía producir: todo lo que se necesitaba para preparar Matsá era harina y agua, dos de los elementos más baratos y abundantes en las orillas del Nilo.  Había otro elemento adicional, que contribuía a la tortura psicológica de los judíos: el factor tiempo. Normalmente, para producir un pan común se deja reposar la masa durante unos 20 minutos, y así, una vez que la masa se eleva por la fermentación, se coloca en el horno. Pero los amos egipcios no le concedían a los  judíos esos 20 minutos de descanso: los esclavos hebreos debían preparar la masa y hornearla inmediatamente, así como estaba. El «pan» obtenido era sinsabor, plano y sin miga. La Hagadá nos recuerda esto al señalar que la  Matsá que comemos en el Seder «es el pan de la pobreza que comieron nuestros antepasados en Egipto». La experiencia de comer solamente Matsá durante tantos años, y su efecto psicológico, quedó grabada en nuestra memoria, y al probarla revivimos el sabor del cautiverio.

LA SEGUNDA VEZ QUE COMIMOS MATSA

La razón explícita que menciona la Torá respecto a la Matsá es diferente: en el momento de nuestra salida de Egipto “también comimos Matsá”.  ¿Por qué? Porque la orden de salir de Egipto ocurrió ‘súbitamente’ (bejipazón), la noche del 15 de Nisán, luego de la última plaga, cuando el Faraón luego de tantas negativas y negociaciones por fin cedió y más que liberarnos de buena gana prácticamente nos «expulsó»  de su territorio.   La salida de Egipto fue una “operación relámpago”  que duró solo unas horas. Tratemos de visualizarlo:  tenemos que dejar todas nuestras pertenencias y salir de casa para siempre con lo que uno lleva puesto. Tenemos 2 horas para prepararnos. Sabemos que vamos a ir al desierto pero no sabemos por cuánto tiempo vamos a caminar. Lo más urgente que necesitamos, aparte de agua,  es comida para la travesía. ¡Hay que preparar la mayor cantidad de comida posible en un par de horas… obviamente, ¡no hay tiempo de esperar 20 minutos entre pan y pan hasta que la masa fermente! Y así, al salir de Egipto no nos llevamos con nosotros pan sino cargando Matsot en nuestros hombros. Este evento creó una memoria emocional en nuestro ADN que la Torá inmortalizó con el precepto comer Matsot en el Seder de Pésaj. Muchos judíos Sefaradim teatralizan este evento inolvidable al que llamamos  משארותם צרורות. Ver este interesante video de un maestro enseñando a sus alumnos a tomar las Matsot en su hombro y decir (en árabe): ¿De dónde vienes? De Egipto. ¿Y a dónde vas? ¡A Yerushalayim!  

¿QUÉ APRENDÍ? 

Hace un tiempo atrás, enseñando Masejet Rosh HaShaná, me di cuenta de un detalle que no había observado durante años anteriores.  Los Sabios dicen que nuestra esclavitud no terminó en Pésaj, es decir, en el mes de Nisán: los trabajos forzados fueron interrumpidos en Rosh haShana de ese año, es decir, 6 meses antes de la salida de Egipto (este hecho está también referenciado en el salmo de Tehilim  que recitamos en Rosh haShaná הסירותי מסבל שכמו).  De ser así, supongo, que una vez que los judíos concluimos nuestra esclavitud, comenzamos a consumir “pan normal” , es decir, pan fermentado.  Pero ahora, cuando tuvimos que prepararnos para salir de Egipto apresuradamente,  nos vimos forzados,  irónicamente, a consumir nuevamente «pan de pobres»… Pero como lo explicamos, esta vez la Matsá tenía un sabor diferente: el gusto de la libertad que estaba teniendo lugar precipitadamente, frente a nuestros ojos.

EL DOBLE GUSTO DE LA MATSA 

La Matsá representa a la vez la amargura de la esclavitud y el dulce sabor de nuestra providencial libertad. Al comer la Matsá celebramos nuestra redención, sin olvidar nuestro sufrimiento. Por un lado, recordamos la aflicción que sufrimos como esclavos en Egipto. Y por el otro lado, nuestra salida de Egipto, que no fue la consecuencia de una “revolución” progresiva que fermentó en el pueblo a través de varios años, y cuyo desenlace final ocurrió después de interminable batallas…. Fuimos rescatados por el Creador en un  “vertiginoso” acto de redención; irrepetible en la historia de la humanidad.