La historia desconocida más hermosa de Janucá

Esta es la historia de una de las batallas de Yehuda Macabí, probablemente desconocida para la mayoría de los lectores, que uno puede aprender al leer directamente el Libro de los Macabeos. El aspecto más estremecedor de esta historia es su relevancia en el presente — específicamente respecto a Israel, la presente guerra y el impacto de sus triunfo en el mundo judío.  En esta historia, un ejército judío invencible logra aplastantes victorias sobre sus enemigos, y esto genera reacciones adversa del mundo gentil. Este resentimiento hacia los triunfos judíos en Judea, se traduce en hostilidad antisemita hacia los judíos de la diáspora.

Lo que ocurrió en esos tiempos es TAN similar a lo que ocurre hoy que da miedo. Y luego está la «guinda del pastel»: lo que hace Yehuda Macabí en un acto extraordinario digno de Moshé, Yehoshua o el Mesías. Algo que, en alguna forma, deseo que se repita en nuestros días. Me habría encantado expandir esta historia y profundizar en cada oración para mostrar al lector los paralelismos entre las historias de las batallas de los Jashmonayim y el presente de Israel. Pero resistiré esta tentación y dejaré esa tarea al lector.

Con mucha emoción y admiración por nuestros héroes macabeos, comparto con ustedes la más hermosa historia desconocida de Januca.

Corría el año 164 antes de la era común. Las naciones gentiles vecinas de Israel ven los increíbles triunfos del ejercito judío de Yehudá Macabi y su aplastante victoria frente al gran imperio seleucida. Y no están contentos de que los judíos hayan triunfado…  Pero saben que no pueden hacer nada directo contra ellos: los judíos han demostrado ser muy fuertes y valientes.  Entonces deciden “vengarse” de ellos de otra manera, atacando un objetivo más débil,  más alcanzable, vulnerable y que causaría dolor a los Jashmonayim: los judíos de la diáspora.  Una tremenda ola de antisemitismo se despierta rápidamente , una reacción alérgica a las “intolerables” victorias militares de los judíos. Una de las regiones que se vuelve imposible para la vida de los judíos es el Gil’ad, en el norte de lo que hoy es Jordania. Los judíos que viven allí, decenas de miles, son forzados a atrincherarse en las fortalezas.  Desesperados, le envían un mensaje urgente a Yehudá Macabi:

«Nuestros vecinos gentiles—amonitas— están organizando un ataque contra nosotros, dirigidos por el general Timoteus. Estamos atrapados en la fortaleza de Gil’ad,  nos están sitiando y están preparándose para entrar y matarnos. Ya han matado a mil hombres judíos y se han llevado a sus esposas y niños cautivos. ¡Por favor, ayúdanos y sálvanos antes de que sea demasiado tarde!»

Yehudá y sus hombres, que hace muy poco tiempo acababan de re-inaugurar el Templo y protagonizar el milagro de los ocho días de Jánuca, no termina de leer esta cartas y ya llegan otros emisarios con sus ropas rasgadas desde Galilea, la región montañosa al norte de Judea. Estos mensajeros traen la noticia de que los gentiles que viven en Tiro y Sidón (Líbano), Acco y el Galil, están marchando hacia el sur para invadir el norte de Judea y atacar a los judíos.

Yehudá enfrenta a dos asuntos urgentes a la vez. Ayudar a los judíos sitiados en Gilad, y protegerse de los gentiles que están llegando en masa desde el norte. Yehudá decide dividir su ejército y le dice a Shimon, su hermano mayor:
«Tú llévate tres mil hombres y dirígete al norte para luchar contra los enemigos que llegan desde el norte. Yo, junto con Yonatan, llevaré ocho mil hombres y nos dirigiremos al este para ayudar a los judíos de Gilad.»

Shimón marcha hacia el norte con sus tropas, llega a Galilea, libra batallas exitosas y logra repeler el avance de los enemigos de Israel. Alrededor de 3.000 enemigos son eliminados. El resto se escapa a Acco.

Yehudá y Yonatán, con sus hombres, marchan hacia el este en dirección a Gil’ad, y cruzan el río Jordán. Ya han viajado por el desierto unos 150 kilómetros durante tres días y están agotados. Entonces se encuentran con los nabateos, una tribu nómada, que yo compararía hoy en día con los beduinos. Algunas veces fueron aliados de Israel y otras veces, por interés o dinero, nos traicionaron de la peor manera.  Los nabateos confirman la situación desesperada de los judíos de Gil’ad y le informan a Yehudá que Timoteus planea derribar las fortalezas y masacrar a todos los judíos atrapados en un solo día ¡mañana!

Yehudá se da cuenta de que ha llegado milagrosamente a tiempo para evitar la masacre e inmediatamente, sin descansar, llega con sus hombres a la ciudad de Botzra, donde encuentra con un gran número de enemigos transportando escaleras y maquinaria de guerra para destruir la fortaleza y matar a los judíos que están dentro. Yehudá y sus hombres, como solían hacerlo, tocan sus shofarot, invocan la ayuda del Cieloy se lanzan directamente a la batalla. La reputación de Yehudá y su ejército ya se había extendido por todo el medio oriente, así que cuando los hombres de Timoteus escuchan que Yehudá Macabí ha llegado a pelear, comienzan a huir en pánico por sus vidas.  Yehudá los persigue y mata a miles de ellos.

Luego, Yehudá continúa su camino ayudando a organizar la defensa de las otras 5 ciudades de Gil’ad.

Timoteus reúne un ejército mucho más grande, contratando a mercenarios árabes locales para reforzar sus fuerzas. Se estaciona a un lado del río, que estaba crecido y peligroso. Cuando el ejército judío se acerca al río, Yehudá lo cruza sin dudar y sin miedo, y sus hombres lo siguen. Al ver la valentía de los judíos, los soldados de Timoteus dejan sus armas y huyen del campo de batalla.

Pero Yehudá y sus hombres no terminan allí con su misión. Saben que tienen que hacer algo más para proteger definitivamente a sus hermanos judíos que están en Jordania y son vulnerables a los constantes ataques del enemigo.

Lo que hizo Yehudá en ese momento es emocionante y estremecedor , e increíblemente  desconocido. Yehudá reúne a todos los judíos del Gilad y los trae con él a la tierra de Israel.  Cruzar el río Jordán como hizo Yehoshua Bin Nun y emprenden una larga travesía, parecida a la salida de Egipto. Cruzan el desierto de Judea hasta llegar a Bet She’an.

Yehudá y sus hombres se dedican a proteger a los más débiles durante todo el camino hasta que llegan a las ciudades fortificadas de Judea donde sus hermanos judíos acuden con inmensa alegría a recibir a los OLIM JADASHIM (nuevos inmigrantes judíos).

La primera visita de estos Yehudim es al Bet HaMikdash, donde ofrecen sacrificios a HaShem para expresar su gratitud al Creador,  por haberlos salvado de una muerte segura y por haber protegido al ejército de Yehudá, que milagrosamente, no sufrió bajas.

ויאסף יהודה את כל ישראל אשר בגלעד מקטן עד גדול ואת נשיהם וטפם ואת רכושם מחנה גדול מאד ללכת אל ארץ יהודה.
«
ויעברו את הירדן אל העמק הגדול לפני בית שאן, ויהי יהודה נאסף כל הנחשלים ומעודד את העם בכל הדרך עד בואו אל ארץ יהודה. ויעלו להר ציון בשמחה

Traducción:
«Y Yehudá reunió a todo Israel que estaba en Gilad, desde el más pequeño hasta el más grande, junto con sus mujeres, niños y pertenencias, formando un campamento muy grande para regresar a la tierra de Judea.»
«Y cruzaron el Jordán hasta el gran valle frente a Bet She’an. Yehudá reunió a todos los rezagados y animó al pueblo durante todo el camino hasta llegar a la tierra de Judea. Subieron al Monte Sion con alegría.»




RESUMEN DE PARASHAT MIQUETZ

En la cárcel, donde está encerrado por un crimen que no cometió, Yosef interpreta correctamente los sueños de los oficiales del faraón que estaban encarcelados con él. Tiempo después, el faraón tiene un sueño. Se ve a sí mismo parado junto al Nilo cuando observa siete vacas gordas que salen del río, seguidas por siete vacas flacas que se comen a las gordas. Luego tiene un segundo sueño: siete espigas de trigo sanas brotan de un solo tallo, seguidas por siete espigas delgadas, y estas espigas delgadas se tragan a las sanas. El ánimo del faraón queda profundamente perturbado. Convoca a todos los sabios de Egipto, pero ninguno logra interpretar el significado de los sueños. Entonces, uno de los oficiales recuerda a Yosef y se lo menciona al faraón. Yosef es sacado inmediatamente de la cárcel y llevado ante él.

Yosef interpreta los sueños del faraón de manera clara y convincente. Explica que ambos sueños transmiten un solo mensaje: vendrán años de gran abundancia en Egipto, seguidos por años de severa hambruna. Yosef propone un plan detallado para almacenar grano durante los años de abundancia, de modo que sirva como reserva para los años de escasez. El faraón queda muy impresionado por la sabiduría de Yosef y lo nombra supervisor de la economía de Egipto, convirtiéndolo en el segundo hombre en autoridad del reino. Ordena que todos se inclinen ante él, le cambia el nombre por Tzafenat Pa’aneaj y le da por esposa a la hija de un sacerdote. Yosef tenía entonces treinta años.

Yosef comienza a almacenar grandes cantidades de grano en las ciudades. Durante este período le nacen dos hijos, Menashé y Efraim. Con el paso del tiempo, los años de abundancia llegan a su fin y la hambruna golpea a Egipto. Cuando la gente empieza a clamar al faraón por alimento, este les ordena que acudan a Yosef. Yosef abre los depósitos y comienza a vender grano. Personas de todo Egipto llegan a comprar comida, y pronto la hambruna se extiende a toda la región del Medio Oriente.

En Canaán, Jacob envía a sus hijos, excepto a Binyamín, a Egipto para comprar alimento. Cuando Yosef ve a sus hermanos, finge no reconocerlos, y ellos tampoco lo reconocen a él. Yosef los acusa deliberadamente de ser espías y los encarcela durante varios días.

Luego los libera a todos, excepto a Shimón, a quien retiene como rehén, y permite que los demás regresen a Canaán. Les advierte que solo podrán volver a Egipto si traen consigo a su hermano menor, Binyamín, como prueba de su inocencia. En una conversación entre ellos, los hermanos reconocen que lo que les está ocurriendo es un castigo por haber vendido a Yosef y expresan su arrepentimiento. Yosef ordena en secreto a sus sirvientes que devuelvan el dinero que los hermanos habían pagado por el grano y lo coloquen dentro de sus sacos.

Los hermanos regresan a Canaán y relatan todo lo sucedido a Jacob. Jacob queda profundamente perturbado y, al principio, se niega a enviar a Binyamín, ya que no está dispuesto a arriesgar la vida del único hijo que le queda de Rajel. Sin embargo, cuando las provisiones de alimento se agotan y Yehudá garantiza personalmente el regreso de Binyamín, Jacob accede finalmente. Además, envía a sus hijos a Egipto con generosos obsequios para el gobernante egipcio.

Al llegar a Egipto, Yosef ordena a su asistente que invite a los hermanos a su casa para compartir la comida. Allí se reencuentran con Shimón. Yosef recibe los regalos enviados por Jacob y, al ver a su hermano menor Binyamín, se emociona profundamente. Los hermanos se sientan a comer, disfrutan de una abundante comida, y Yosef les entrega regalos a todos.

A la mañana siguiente, los hermanos parten de regreso. Sin embargo, antes de que se vayan, Yosef hace colocar su copa real dentro del saco de alimento de Binyamín. Luego envía a un oficial para alcanzarlos y acusarlos de haber robado la copa de plata. Al descubrirla en el saco de Binyamín, todos los hermanos son llevados de regreso ante Yosef, quien exige que Binyamín, el supuesto ladrón, permanezca allí como esclavo.




MIQUETZ: Sequías, inundaciones y la exquisita precisión de la Torá

La crecida del Nilo en un fresco romano del siglo I

כי זה שנתים הרעב בקרב הארץ ועוד חמש שנים אשר אין חריש וקציר  

Bereshit 45:6

La arqueología moderna nos ayuda a corroborar algunos aspectos históricos de las narraciones de la Torá y a veces nos proporciona herramientas culturales o históricas para comprender pequeños detalles que la Torá nos dice y que podrían pasar desapercibidos. Hoy vamos a ver un par de ejemplos.

LA CAUSA DEL HAMBRE

Todos conocemos la historia de Yosef y cómo se convirtió en el visir de Egipto. Yosef interpretó el sueño de Faraón, que vio siete vacas “gordas” (=saludables) subiendo del Nilo, y luego siete vacas delgadas (poco saludables) que subían del Nilo. Yosef interpretó el sueño prediciendo que Egipto se beneficiaría de siete años de abundancia seguidos de siete años de hambre. El hambre llegó y también afectó a otras regiones de la zona, como la tierra de Israel (Canaán). Fue entonces cuando los hermanos de Yosef llegaron a Egipto en busca de alimento. Yosef los reconoció y después de una dramática reconciliación, su padre y sus sus hermanos se establecieron en Egipto.   

Personalmente, y aunque confieso que nunca pensé mucho en el tema, siempre asumí que los años de hambruna en Egipto se debieron al mismo factor que determinó el hambre en la tierra de Israel: la sequía. El problema con este supuesto es que en Egipto, ¡nunca llueve! (para ser más preciso, hay un máximo de 10 de lluvia al año). La abundante agua de Egipto proviene exclusivamente del Nilo. Pero si la falta de lluvia no es un fenómeno que podría afectar a Egipto, ¿qué fue lo que causó el hambre en Egipto?

LOS ARCHIVOS DE AMENEMHAT

El arqueólogo y egiptólogo moderno David Rohl menciona ciertos archivos antiguos que registran las mediciones de las crecidas del río Nilo. Los registros muestran que el nivel promedio del Nilo era de aproximadamente 30 pies de altura. Cuando el nivel del río descendía a 25 pies, se esperaban menos cultivos, ya que las aguas que anualmente desbordaban el río cubrían menos terreno. Cuando esto sucedía, los faraones bajaban los impuestos para aliviar a los campesinos. Por otro lado, cuando el nivel del río se elevaba a 40 o 45 pies, el agua cubría más territorio, produciendo más cultivos, y los impuestos obviamente aumentaban.Lo más interesante para nuestro tema son los registros de una inundación «excepcional» del Nilo en la época de Amenemhat III, que nos permite ensayar una explicación quizás diferente de algunos de los detalles de la historia de Yosef.

CUANDO MUCHA AGUA NO AYUDA

Los archivos registran que en los tiempos de Amenemhat el nivel del agua del Nilo se elevó a 50 pies, produciendo una abundancia sin precedentes en Egipto. Pero unos años más tarde, de acuerdo con estos mismos registros, las aguas subieron más y más, alcanzando ¡ 70 pies de altura!  Y de repente, la crecida del Nilo se convirtió en un grave problema, una emergencia nacional. ¿Por qué? Porque las aguas del Nilo inundaron Egipto, destruyendo los diques, ahogando al ganado y arrasando las casas de adobe. El agua no retrocedió y dejo la tierra inunada durante las temporadas de arado y siembra. Y como resultado, obviamente, no hubo cosecha. El hambre causada por estas inundaciones amenazó a Egipto en una escala sin precedentes.

Es muy probable entonces que la hambruna en la época de Yosef fuera producto de un inusual desbordamiento del Nilo ¡que continuó por 7 años! Este dato nos permitiría comprender mejor una misteriosa (o aparentemente superflua) palabrita que la Tora menciona incidentalmente, así como al pasar….Cuando Yosef intenta consolar a sus hermanos, que se sentían culpables de haberlo vendido como esclavo a Egipto, les dice que en todos estos eventos intervino la “Divina Providencia”.

Yosef, según sus propias palabras, fue enviado por Dios a Egipto, para salvar a su gente del hambre. Y luego Yosef dice (Génesis 45: 6): «… ya pasaron dos años de hambre, y aún quedan cinco años más en los que [la tierra] no será arada ni cosechada». Está muy claro que no habrá cosecha. Pero ¿por qué Yosef menciona también que la tierra no será arada? Normalmente, cada año, el agricultor trata de arar y sembrar en la temporada correcta, inclusive después de un año de sequía, esperando que llegue la lluvia.  Si la lluvia no llega, entonces, el grano no crecerá y no se podrá cosechar. En otras palabras, la variable es siempre la cosecha del grano, no el arado de la tierra. 

Al mencionar que no se va a poder arar la tierra, la Torá nos da una pista de que el problema no fue la sequía sino la inundación, que impidió el arado de la tierra, y consecuentemente la siembra y la cosecha. Gracias al descubrimiento de estos archivos podemos apreciar mejor la exquisita precisión del relato bíblico, incluso en lo que parece ser un detalle superfluo y que pasa desapercibido: «que la tierra no será arada”.

CUANDO SUEÑAS CON VACAS…

Los registros del Nilo pueden también ayudar a entender el sueño de Faraón y la confusión del monarca respecto a su interpretación.   Imaginemos que «las vacas que suben a la superficie desde el Nilo» (עולותמן היאור”) representan inequívocamente la crecida del Nilo. 

Normalmente, «estas vacas son “gordas”y “saludables”, es decir, la inundación anual del Nilo trae alimento y prosperidad. El elemento misterioso y confuso del segundo sueño del Faraón es que vio siete vacas «delgadas»,» hambrientas” que también subían del Nilo. Estas vacas flacas eran un oximorón para el Faraón, porque la inundación del Nilo se suponía que era una fuente de abundancia, ¡no de hambre!   Si la inundación extrema del Nilo, como sugiere David Rohl, fue un fenómeno excepcional en la historia de Egipto, no es sorprendente que ni el Faraón ni ninguno de sus asesores pudieran descifrar el significado de ese sueño misterioso y anticipar las inundaciones en Egipto…

Hasta que Yosef llegó al Palacio.

 

 

 



MIQUETZ: Tener presente a Dios, también cuando nos va bien

MIQUETS: La verdadera Emuná se mide en las buenas

“Emuná” suele traducirse como “fe” y entenderse como “creer en la existencia de Dios”. Pero en el caso de Yosef, la Emuná fue mucho más que una creencia pasiva. La Emuná de Yosef consistía en tener presente a Dios tanto en las malas como en las buenas. Su Emuná guiaba sus pasos, lo detenía antes de hacer algo incorrecto y lo motivaba a hacer el bien.

Existe una diferencia fundamental entre Yosef y sus antepasados. HaShem habló, se comunicó e instruyó de manera directa a Abraham, Itsjaq y Ya’aqob. Pero HaShem nunca habló directamente con Yosef. En ese sentido, Yosef se parece mucho más a nosotros, que no tenemos el privilegio de una revelación directa de HaShem. Al igual que Yosef, nosotros también debemos buscar a HaShem activamente, pensar en Él, tenerlo en cuenta y, principalmente, dejar —o invitar— a que guíe nuestros pasos.

VIVIR BAJO SU MIRADA

Cuando fue provocado por la esposa de Potifar (Bereshit 39:9), Yosef tuvo presente a HaShem. En ese momento, vio la imagen de su padre, que le recordó que lo que estaba por suceder no era correcto a los ojos del Creador. La manifestación más importante de la Emuná ocurre en el plano moral. Emuná es sentirse observado por HaShem y evitar hacer aquello que está mal a Sus ojos.

Más adelante vemos que su Emuná también llevó a Yosef a perdonar a sus hermanos. Yosef les dijo (Bereshit 50:19): “Ustedes pensaron hacerme mal, pero HaShem transformó ese mal en un gran bien, para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente”. La Emuná de Yosef le permitió entender que, muchas veces, lo que hoy nos parece un gran problema, mañana termina siendo una gran solución.

FE EN LAS MALAS

Cuando la esposa de Potifar lo acusó falsamente de acoso sexual, Yosef fue llevado al calabozo. Fue privado de su libertad durante mucho tiempo por un crimen que no cometió. Yosef no tenía ninguna esperanza visible de salir de esa cárcel. No tenía familia que lo buscara ni nadie influyente que intercediera por él. Muchas personas, en esas circunstancias, no hubieran perseverado en su fe.

Uno podría pensar: “Si HaShem no me ayuda, ¿para qué seguir creyendo en Él y guiándome por Sus leyes?”, o incluso: “Si una injusticia tan grande me sucede a mí, quizás Dios no exista; Dios no lo permitiría”. Cuando una persona es víctima de una gran injusticia, es muy fácil sentir que HaShem lo abandonó o, jas veshalom, dudar de Su existencia. Pero Yosef no abandonó al Creador. Perseveró, tuvo a Dios presente y nunca dejó de creer en Él (Bereshit 40:8).

FE Y HUMILDAD

En la perashá de esta semana leemos el desenlace de esta larga historia. El faraón necesita a alguien que interprete sus sueños, manda a sacar a Yosef de la cárcel y le relata lo que soñó. Yosef escucha atentamente y comprende el significado de los sueños.

La Torá no dice que HaShem le reveló directamente a Yosef el significado del sueño del faraón, como ocurrió, por ejemplo, con Daniel y el emperador Nebujadnetsar muchos siglos más tarde. Yosef interpreta el sueño usando su entendimiento, y también se da cuenta de que esta es una oportunidad providencial para salir de prisión. Sin embargo, de manera sorprendente, Yosef no pide nada a cambio. Tampoco se atribuye a sí mismo ningún poder especial ni sabiduría sobrenatural.

“Dios —y no yo— es quien revela el significado del sueño del faraón”, dice Yosef (Bereshit 41:16). Esta combinación de sabiduría, humildad y reconocimiento de HaShem, precisamente en el momento de mayor exposición pública de Yosef, causa una profunda impresión en el faraón, quien termina ofreciéndole el cargo político más importante de Egipto: convertirse, en la práctica, en el responsable de la economía del imperio.

LA FE SE MIDE EN LAS BUENAS

Es fundamental recordar que la Emuná de una persona se mide, sobre todo, cuando todo está bien: cuando uno goza de salud y estabilidad económica. La fe de muchas personas, que se expresa de manera intensa en momentos de angustia, dolor o duelo, a veces se debilita en tiempos de bienestar y prosperidad. En esos momentos, uno puede olvidarse del Creador porque siente que ya no lo necesita, jas veshalom.

Aprendamos de Yosef esta gran lección de Emuná. Nuestros Jajamim nos advirtieron sobre este fenómeno cuando enseñaron: גדול נסיון העושר מנסיון העוני, que “el desafío de la prosperidad es mayor que el desafío de la pobreza”. Tener presente a Dios, reconocer Su intervención y agradecerle cuando uno vive con salud y abundancia, es muchas veces más difícil que hacerlo cuando uno atraviesa necesidad o sufrimiento.




RESUMEN DE PARASHAT VAYESHEB

Jacob (Ya’aqob) finalmente se establece en la tierra de Israel. Yosef es el hijo favorito de Jacob. El padre, incorrectamente, expresa su favoritismo regalándole a Yosef una túnica especial de colores. Sus hermanos lo envidian. Yosef, aparentemente sin saber de este sentimiento, le cuenta a sus hermanos acerca de sus sueños de grandeza, despertando así el odio de los hermanos hacia él.

Los hermanos de Yosef estaban cuidando el rebaño de su padre. Jacob envía a Yosef a visitarlos. Cuando los hermanos lo ven , planean matarlo. Reuben sugiere tirarlo a un pozo, pensando en que más tarde lo rescataría. Cuando Yosef llega, los hermanos le quitan la túnica, lo tiran al pozo y Yosef es vendido como esclavo a unos comerciantes que viajaban hacia Egipto. Los hermanos toman la túnica de Yosef, la manchan de sangre y se la muestran al padre desconsolado. Jacob asume que Yosef fue atacado por una bestia salvaje y comienza un luto de 22 años por la presunta muerte de su hijo querido.

Yehudá se casa con la hija de un individuo local y tiene tres hijos. Su primer hijo, Er, se casa con una mujer llamada Tamar, y muere sin tener hijos. Yehudá le da a su segundo hijo Onan a Tamar, pero también muere sin hijos. Yehudá no le da su tercer hijo a Tamar. Tamar lo engaña vestida de mujer indecente. Yehudá no la reconoce, yace con ella y queda embarazada. Tamar da a luz a gemelos, Zéraj y Perets.

Yosef trabaja como esclavo en la casa de Potifar, un importante funcionario de Faraón. Yosef tiene mucho éxito en todo lo que hace, porque Dios lo bendice. Yosef era un hombre atractivo. La esposa de Potifar provoca a Yosef, pero Yosef rechaza delicadamente sus avances. Al no lograr su objetivo, la mujer acusa falsamente a Yosef de abuso sexual. A pesar de insistir en su inocencia, Yosef es enviado a prisión.

En la cárcel, Yosef conoce a dos funcionarios del Faraón cuyas sentencias están pendientes. Una noche ambos tienen un sueño extraño. Yosef interpreta los sueños y anticipa que uno de ellos, el oficial encargado de la bebida del Faraón, será declarado inocente y regresará a su trabajo. Mientras que el otro oficial, el encargado de la comida de Faraón, será ejecutado. Yosef le solicita al primero que cuando esté libre y vea al Faraón, le cuente acerca de él y le pida que lo libere. Pero este funcionario, una vez que regresa a sus funciones, borra a Yosef de su mente.




VAYISHLAJ: Shimon, Levi y el ejército de Israel

ABRAHAM E ISAAC

En los inicios de la historia judía, cuando aún no éramos ni un pueblo ni una tribu, sino apenas un pequeño núcleo familiar, un patrón doloroso se repitió más de una vez: el abuso. Nuestros dos primeros patriarcas, Abraham e Isaac, tuvieron que enfrentar amenazas existenciales cuando, debido a la sequía y al hambre, abandonaron su lugar de residencia y se convirtieron en refugiados vulnerables. Cuando Abraham emigró a Egipto, sabía que los locales podían asesinarlo para apoderarse de su esposa Sará. Por eso tuvo que simular que era su hermana. Abraham había cortado los vínculos con su familia en Harán; no pertenecía a una nación poderosa ni tenía una familia extensa. No había nadie que lo defendiera ni que vengara su sangre en caso de ser atacado. Era completamente vulnerable. Abusable. Lo mismo sucedió en otra ciudad, Guerar, que se repitio una generación más tarde con Isaac. También él tuvo que ocultar que Rivká era su esposa. Dios intervino de manera directa y protegió a nuestras matriarcas.

El abuso, que en su expresión máxima –tomar mujeres por la fuerza– había sentenciado a la extinción a la generación del diluvio— seguía vigente. Aparentemente, Sodoma y Gomorra no eran los únicos pueblos que abusaban de los extranjeros: la falta total de derechos humanos mínimos para los pobres y refugiados era la norma, no la excepción.

Dicho sea de paso, a la luz de esta terrible normalización del abuso del desprotegido en esa época podemos valorar infinitamente más la extraordinaria revolución de la Torá, que ordena no solo no abusar sino “amar al extranjero”, ocuparse activamente del no judío —el guer toshab— que viene a refugiarse en nuestra tierra. Esta mitzvá constituye una inversión total del orden moral pagano antiguo, donde imperaba la ley de la selva.

JACOB

En la Parashá de esta semana leemos acerca de un episodio no idéntico, pero muy similar, que ocurrió con Jacob. Cuando nuestro tercer patriarca y su familia llegaron a Shejem, el poderoso príncipe local, tomó a Diná, la hija de Jacob, se la llevó, abusó de ella y la retuvo por la fuerza.

Jacob no reaccionó. Quedó obviamente devastado pero se mantuvo pasivo, como su padre Isaac y su abuelo Abraham. Tal vez tuvo miedo porque sabía que el enemigo tenía una ventaja numérica. O quizás pensó que, del mismo modo que había ocurrido con sus antepasados, la intervención Divina “directa” era inminente. Pero no hubo intervención divina. Dios no se le apareció en sueños a Jamor ni a su hijo para advertirles que no tocaran a la hija de Jacob.

Quienes sí reaccionan son dos de los hijos de Jacob. Entendían perfectamente que en el Medio Oriente regía la ley del más fuerte y que no podían sobrevivir si mostraban debilidad. Tampoco era realista esperar milagros de forma pasiva. En somejim al hanés; “los milagros no están garantizados”. Las reglas del juego habían cambiado. Quizás porque ahora podían defenderse.

Mediante una estrategia inteligentemente planificada, engañaron a los agresores, los incapacitaron, los atacaron sorpresivamente, destruyeron la ciudad y rescataron a su hermana Diná.

Jacob, sorprendido por esta operación militar sin precedentes, recriminó a sus hijos por lo que hicieron. Temía la represalia de los pueblos vecinos, que eran mucho más numerosos que su familia. Pero la operación militar de Shimón y Leví produjo un efecto inesperado. La Torá dice explícitamente que “un miedo Divino” (jittat Eloquím) se apoderó de los pueblos vecinos y los disuadió de atacar a los hijos de Jacob. Ese miedo sobrenatural, milagroso, hizo sentir a los locales que los judíos eran imprevisibles y que no era prudente meterse con ellos.   La intervención de Dios se manifestó, pero solo una vez que ellos actuaron.

SHIMÓN Y LEVÍ

Abraham tenía una familia muy pequeña: eran tres. Isaac, cuatro. Ninguno de los dos podía prescindir de la intervención divina directa para rescatar a sus mujeres: simplemente no contaban con el mínimo número de personas para hacerlo.

Shimón y Leví, en cambio, son plenamente conscientes de que, si bien el enemigo posee una ventaja numérica, no es imposible derrotarlo. Tienen tanta autoestima y Emuná que se lanzan a combatir incluso sin la ayuda de sus otros hermanos, que permanecen a la espera en la retaguardia.

Shimón y Leví representan la nueva generación: una generación que no se somete, y que utiliza su inteligencia para compensar su desventaja numérica y defenderse con determinación.

No esperan milagros pasivamente, sino que buscan otro tipo de intervención Divina: que acompañe la operación militar, no que la reemplace.

Y a la larga, este se convierte en el modus operandi normal de la intervención Divina en la lucha del pueblo de Israel contra el enemigo. Como lo dice la Torá sin ambigüedad (Debarim 20:4):

כִּי ה׳ אֱלֹ-הֵיכֶם הַהֹלֵךְ עִמָּכֶם לְהִלָּחֵם לָכֶם עִם־אֹיְבֵיכֶם לְהוֹשִׁיעַ אֶתְכֶם

HaShem irá con ustedes (הֹלֵךְ עִמָּכֶם) cuando salgan a pelear contra sus enemigos, y les concederá la victoria.

La ayuda llega a partir de que Israel se defiende, sale a luchar y no está dispuesto a convertirse en víctima.

MEDINAT ISRAEL

Resulta imposible ignorar el paralelo entre lo que ocurrió con Shimón y Leví y lo que sucede hoy en Medinat Israel.

Shimón y Leví representan un cambio generacional: son los jóvenes valientes que perdieron el miedo a enfrentar al enemigo, que ya no son una minoría indefensa, y que usan no solo su fuerza, sino también su inteligencia judía para derrotar a quienes buscan nuestra destrucción.

Una reflexión final, un poco interpretativa:

Shimón representa entre las tribus a la menos observante, como lo vimos en la Torá ,  sobre todo en el episodio de Bilam.

Leví representa lo contrario: es la tribu más observante, la que dará origen a los Cohanim que servirán en el Bet HaMiqdash, pero que cuando hay una guerra de supervivencia (miljemet mitzvá) se suman al ejército.  Y Shimón y Leví luchan juntos.

En el Israel post 7 de octubre está ocurriendo un proceso social y cultural muy significativo: cada vez más jóvenes religiosos jaredim, que estudian Torá, se preparan en academias o institutos tecnológicos con salida laboral. Y también, poco a poco,  se están enrolando cada vez más en el ejército, especialmente en unidades especiales donde la observancia es más estricta.

De acuerdo con Shlomó Filber, analista demográfico, si bien la población jaredí constituye hoy en Israel alrededor del 15 %, su crecimiento demográfico es, B”H, el más alto del mundo occidental o primer mundo (sic.), con más de seis niños por familia (ver aquí el artículo en hebreo de Filber con traducción al español: https://x.com/RYosefBitton/status/1996786525082644596).

Según Filber, el nuevo ejército de Israel, en los próximos años, contará  por lo menos con 50 % de soldados religiosos, dati leumi y jaredí. Es decir, que será una versión moderna y milagrosa de la sociedad entre Shimón y Leví.

Como la familia de Jacob, Israel está creciendo demográficamente de una manera milagrosa, y su ejército se prepara para incorporar a miles de jóvenes estudiosos de la Torá que, como Shimón y Leví, entienden que deben defender a sus “familias” y que la intervención Divina los acompañará y les concederá la victoria cuando enfrentan a sus enemigos.

Las Fuerzas de Defensa de Israel en un futuro inmediato, no son solo un “ejército con más judíos”, sino un “ejército con más judaísmo”.




VAYESHEB: La paciencia como parte de la fé

וכל אשר הוא עושה ה’ מצליח בידו

YOSEF, EL CAPATAZ

Yosef fue vendido por sus hermanos y fue llevado al mercado de esclavos en Egipto, donde Potifar, un ministro de la corte de Faraón, lo adquirió. En la casa de Potifar, Yosef se destacó por su gran trabajo. Su amo se dio cuenta de que el esclavo que había adquirido era un genio en la administración y también inspiraba confianza. Potifar dejó todos sus bienes y su hacienda, probablemente cientos de personas, en manos de Yosef. Aparentemente, Yosef había encontrado su destino final; aunque estaba lejos de su familia, al menos estaba en una posición privilegiada. Ser ascendido a «manager» era el último sueño, la utopía, de cualquier esclavo. Sin embargo, todo comenzó a empeorar para Yosef. La esposa de Potifar lo provocó, pero Yosef no sucumbió y rechazó sus avances con sutileza pero con firmeza. Trató de razonar con la mujer y le explicó que lo que ella quería hacer era un gran pecado contra su esposo y, sobre todo, contra Dios. «¿Cómo podría yo hacer algo tan malo y pecar contra Dios?» (Gén. 39:9). Pero la esposa de Potifar no tomó bien el rechazo de Yosef: ¡se sintió ofendida de que un hombre, un esclavo bajo su mando, la haya rechazado! Y acusó falsamente a Yosef de abuso sexual. Potifar, creo, no le creyó a su esposa. Si le hubiera creído hubiese matado a Yosef en el acto. Por el otro lado, no podía ignorarla ya que afectaría el honor de su familia. Por lo tanto, decidió enviar a Yosef a un calabozo.

YOSEF, DENTRO Y FUERA DE LA PRISIÓN

La situación de Yosef era ahora desesperada. La sentencia era por vida. Yosef pasó de ser un gerente exitoso y con privilegios, al nivel más bajo que podía llegar un ser humano en Egipto: «un esclavo condenado a prisión». En Egipto, el valor de la vida de un esclavo era probablemente menor que el de un caballo o un perro. ¿Qué se puede decir entonces del insignificante valor de un esclavo en prisión? Sin embargo, gracias a su personalidad y carácter, Yosef también se ganó la confianza del jefe de la prisión, quien, al igual que Potifar, dejó la administración de la cárcel en manos de Yosef.

Yosef cuidó a dos prisioneros VIP, ministros del faraón. Ambos tuvieron sueños muy extraños. Y Yosef, que sabía mucho de sueños, le aseguró a uno de los dos ministros, el encargado de lo que bebía del Faraón –la persona de confianza que se aseguraba de que las bebidas que le llegaban al monarca egipcio no estuvieran envenenadas– que sería liberado y restituido a la corte. Yosef aprovechó esta circunstancia fortuita y le pidió al ministro que se acordara de él, y como pago por haber interpretado positivamente su sueño, le rogó que le dijera al Faraón que lo liberara de la prisión, ¡ya que era inocente!

UN FINAL FELIZ

Pero a medida que pasaban los días o las semanas, Yosef se dio cuenta de que su esperanza era una fantasía. El ministro del Faraón se olvidó de Yosef y conscientemente lo borró de su memoria. Porque, naturalmente, lo último que hubiera querido el ministro era recordarle a su jefe, que le había dado una segunda oportunidad, sus días en la cárcel. Un día, sin embargo, el Faraón tuvo un sueño inquietante y nadie pudo interpretarlo. En ese momento, el ministro, sabiendo que ahora no estaba «pidiendo» sino «haciendo» un favor al Faraón, le informó que había un joven hebreo en la cárcel que sabía interpretar los sueños. Yosef fue llevado al palacio y luego, como todos sabemos, se convirtió en la mano derecha del Faraón, lo que le permitió encontrar a sus hermanos y eventualmente reconciliarse con ellos.

¿QUÉ HUBIERA PASADO SI…?

Una de las grandes lecciones de vida que nos enseña la historia de Yosef es que a menudo queremos que algo suceda AHORA. Oramos y suplicamos desesperadamente a HaShem para lograrlo… y al final, puede ser que NO suceda. Pero después de un tiempo, miramos nuestras vidas hacia atrás y quizás nos demos cuenta de que GRACIAS A DIOS,  ¡LO QUE QUERÍAMOS QUE SUCEDIERA NO SUCEDIÓ! Y que ahora tenemos una mejor oportunidad, estamos en una mejor posición, etc.

Yosef deseaba desesperadamente que el ministro del Faraón ejerciera toda su influencia para sacarlo de prisión. Supongo que Yosef debió haber esperado con impaciencia día y noche a que alguien viniera a sacarlo de la cárcel en nombre del ministro de Faraón. Pero imagínese por un segundo si eso hubiera sucedido: Yosef estaría ahora fuera de la cárcel, sin dinero, sin familia y con el historial de un ex-convicto. No hubiese podido llegar muy lejos… Hubiera terminado como esclavo por segunda vez. Y en el mejor de los casos, habría culminado su carrera siendo un buen capataz en la hacienda de algún poderoso funcionario egipcio …

LA PACIENCIA COMO FORMA DE FE

Yosef aprende ¡y nos enseña! que la paciencia es parte integral de nuestra Emuná o fe. Porque muchas veces, las cosas que nos pasan o no nos pasan son al final para nuestro propio bien. Todas las experiencias negativas que vivió Yosef al principio lo hicieron bajar cada vez más, hasta el punto de la desesperación. Pero cuando Yosef toca fondo, inesperadamente, y sin que Yosef haya soñado con tal escenario, la vida de Yosef mejora meteoricamente.

No todos tenemos el mismo privilegio que Yosef. No siempre es posible ver una excelente resolución final para todos nuestros problemas en la vida. Sin embargo, esta lección es muy importante. Prácticamente todos los días escucho de alguien que no consiguió el trabajo que tanto deseaba o que fracasó en una cita potencial (Shidduj) o en un negocio. Uno puede sentir en ese momento que Dios lo ha abandonado. Pero luego, escucho a mucha gente decir: «¡Gracias a Dios que no sucedió lo que yo tanto deseaba que sucediera! Hubiera sido un gran problema, o al final pude conseguir algo mejor… Ahora me doy cuenta de que, al no acceder a mis plegarias, Dios me protegió de un terrible error  negocio/trabajo/shidduj, etc.

Esta es una actitud importantísima que una persona de fe debe cultivar en su vida. Saber que (y «actuar estratégicamente como si…» ) cuando lo que le pido a Dios en mis rezos no sucede, en última instancia, es porque algo mejor podría estar esperándome a la vuelta de la esquina.




El Rab Moshé Hefets y el Segundo Día de la Creación

El Rab Moshé Hefets (1663-1711) fue una de las figuras más notables del judaísmo italiano. Nacido en Trieste y educado en Venecia, desde muy joven fue reconocido como un niño prodigio. Se formó con el gran rabino italiano Shelomó Nitzza y se mantuvo como tutor y maestro privado, enseñando Talmud y Midrash, mientras cultivaba la poesía, la filosofía, las matemáticas y las ciencias naturales. Su formación, amplia y sólida, combinaba la tradición rabínica con una genuina fascinación por las ciencias de su tiempo, algo muy característico de los sabios sefaradíes de la diáspora italiana.

Entre sus obras destacan dos libros fundamentales. El primero, Janukkat HaBayit, publicado en Venecia en 1696, describe con minuciosidad la estructura del Segundo Bet HaMiqdash, sus utensilios y sus medidas. El libro incluye tablas y dibujos realizados por el propio autor, lo que muestra su dominio técnico y su capacidad para unir tradición con conocimiento práctico. Esta obra es tan precisa que hoy puede compararse con estudios arquitectónicos modernos sobre el Templo de Jerusalem.

El segundo libro, y sin duda su obra maestra, es Melejet Majashebet (primera edición, Venecia 1710), un hermoso comentario de la Torá. El Rab Hefets, al mejor estilo sefaradí, se concentra en la semántica y en la lingüística del texto bíblico más que en las agadot, buscando siempre descubrir el peshat, el sentido literal del texto. Lo que hace especial a este libro es que el rabino Hefets examinó también las fuentes bíblicas con la ayuda de los conocimientos científicos de su época. Amaba la ciencia y se especializaba en algunas disciplinas como la óptica y la física. Su libro contiene varios elementos inusuales para un texto hebreo del siglo XVIII: láminas con geometría, e ilustraciones y representaciones que hoy llamaríamos modelos de la materia, es decir, la unidad física más pequeña e indivisible que se conocía entonces.

Una de sus explicaciones más importantes —y lamentablemente ignorada por prácticamente todos los estudiosos del tema que yo conozco— es su interpretación del Segundo Día de la Creación. En Bereshit 1:6-8, la Torá describe que Dios “separó entre las aguas superiores y las aguas inferiores” mediante el raquia. Aunque parezca increíble, y aunque el mismo Salmo que parafrasea la Creación (Tehilim 104) lo dice de una manera explícita, muchos comentaristas modernos interpretan esta división como una separación metafísica o como un concepto cosmológico antiguo. Algunos, incluso, como el profesor Aviezer en su libro Bereshit Bara, aluden a aguas en el espacio exterior o en meteoritos. Sin embargo, siguiendo la explicación de Maimónides en la Guía de los Perplejos y varias discusiones talmúdicas, el rabino Hefets describe el Segundo Día de la Creación con un lenguaje científico absolutamente comprensible para el lector moderno. En este día se describe claramente el establecimiento del ciclo del agua: evaporación, condensación y precipitación.

Siguiendo su indispensable exposición acerca de los homónimos en la Torá, es decir, palabras con un amplio campo semántico, Maimónides ya había señalado que raquia o shamayim, en el contexto del segundo día, no se refiere al universo, como en el primer versículo de la Creación, sino al cielo visible, donde se forman las nubes (Guía de los Perplejos 2:30). El rabino Hefets desarrolla esta idea con una claridad sorprendente. En Melejet Majashebet (pp. 10-11 de la edición de Varsovia, 1914) afirma que las “aguas” que se separan de las inferiores se refieren al vapor que asciende, se separa del agua de los océanos y se transforma en nubes o “aguas superiores”. Y explica que la etimología talmúdica de la palabra shamayim como esh más mayim alude al producto del calor que actúa sobre el agua del océano.

Así lo explica: por el efecto del calor se produce en el agua un cuerpo sutil, movible y que se expande, el vapor de agua, que asciende por su liviandad. Sobre YEHI RAQIA BETOJ HAMAYIM escribe:
“יהי בתוך המים אויר וגוף מתנועע דק ומתפשט”,
“Que se produzca dentro del agua un vapor y un cuerpo liviano y expansivo que se expande [hacia arriba]”.

Tal como ocurre en la experiencia cotidiana:
“כאשר יעשו המים על האש בנקל יתהפכו לאויר והאויר ההוא הנהפך אם ימצא קור בנקל ישוב למים כבראשונה”,
“Cuando el agua es expuesta al fuego se transforma fácilmente en vapor, y ese vapor, al encontrar frío, se condensa y vuelve a ser agua como al principio”.

A partir de esta lectura, se entiende mejor que la separación entre aguas superiores e inferiores describe el establecimiento del ciclo del agua potable, esencial para la existencia de la vida en nuestro planeta. El milagro de la lluvia es un fenómeno que admiramos verbalmente todos los días, desde que termina la fiesta de Sukkot, alabando al Creador por este maravilloso proceso, único en el universo, diciendo en la Amidá: “Mashiv haruaj uMorid hageshem”, que el Creador hace que sople el viento y así produce la lluvia.

Otros sabios posteriores, cuando ya contaban con un lenguaje más científicamente desarrollado, describieron el segundo día de la Creación como el día en que fue creada la atmósfera terrestre. Con esa precisa palabra lo explicó Ribbí Menashé ben Israel. De modo similar, Ribbí Itzjak Samuel Reggio escribió que “una parte de las aguas del océano se concentró en el espacio y se convirtió en las nubes”, explicando que la división del segundo día conduce directamente a la formación de la lluvia.

Sorprendentemente —o no— la ciencia moderna utiliza exactamente la misma terminología para definir a las nubes, que no son otra cosa que masas visibles de gotas de agua o cristales de hielo suspendidos en la atmósfera. El geógrafo John Lynch lo expresó con una claridad que parece tomada de Bereshit: “Vivimos en un planeta de agua; hay un océano a nuestro alrededor y otro océano encima de nosotros”. La frase original en inglés, de su libro The Weather (Oxford University Press, 1997), dice: “We live on a planet of water. There is an ocean around us and an ocean above us.” Lynch utiliza esta terminología para explicar la increíble formación de la atmósfera terrestre: las “aguas superiores” y “aguas inferiores” del segundo día de la Creación.

La interpretación de Ribbí Moshé Hefets transforma el Segundo Día de la Creación en algo profundamente cercano: la instauración del mecanismo que hace posible la vida en la tierra. No un misterio lejano e inexplicable, sino la descripción bíblica del ciclo del agua, ese proceso continuo y vital que conecta los mares, el cielo y la lluvia que sostiene toda la existencia.

Su obra Melejet Majashebet incluye un retrato del propio autor. Ese retrato, el primero que aparece en un libro hebreo, incluye la famosa inscripción ben meá shaná, que muchos entendieron literalmente como que el autor tenía “cien años”, pero en realidad alude al valor numérico de la palabra hebrea meá, que es 46, la edad real de Hefets en ese momento.

La vida de Hefets estuvo marcada por el dolor. En 1699 falleció su hijo Gershom durante una epidemia. Ribbí Moshé falleció muy joven, a los 48 años, el 30 de Jeshván de 1711, dejando tras de sí la impresión de un sabio brillante cuya obra había superado en poco tiempo las fronteras de Italia.




VAYISHLAJ: Ni la espada de Esav ni la mano de Esav

Ya’aqob Abinu regresa a Erets Israel después de 20 años.  Tiene muchas dudas. Una de esas dudas es si su hermano Esav aún le guarda rencor. Recordemos que 20 años atrás Esav decidió matar a Ya’aqob (Gen. 27:41). La pregunta del millón ¿Seguirá Esav odiando a Ya’aqob, 20 años después?
Ya’aqob no puede estar seguro. Y se prepara para lo peor: enfrentar militarmente a Esav.  También manda mensajeros a llevarle un generoso regalo a Esav. Para desmotarle que, de su parte, no hay rencores.  Y también reza a HaShem.  En esa Tefilá nos damos cuenta que Ya’aqob no solo temía por su vida y la vida de su familia. Ya’aqob también temía la integración con Esav.  El «judaísmo» de ese entonces, la creencia en un único e invisible Dios, no era lo que practicaba Esav y su familia. Ya’aqob sabe que la integración con Esav implicaría el final del camino de Abraham Abinu.
Entonces Ya’aqob formulo una Tefilá que resuena tan relevante en nuestros días.Ya’aqob le pide a HaShem que lo salve «de la mano de su hermano; de la mano de ESAV». Esta Tefilá es un poco misteriosa porque aparentemente es innecesariamente  repetitiva.  Ya’aqob tenía un solo hermano: ESAV. Hubiera alcanzado con que Yaa’qob dijera: «Sálvame de la mano de Esav» o «Sálvame de la mano de mi hermano.»
La lucha de Ya’aqob con Esav es la misma lucha que libran los descendientes de Ya’aqob con las descendientes de Esav.
Esav a veces aparece como el enemigo de Ya’aqob o Israel. Esta actitud de Esav se llama «antisemitismo» y viene en todos lo tamaños y colores. No conoce fronteras de tiempo ni geográficas. Puede ocurrir en una parada de autobuses en Tel Aviv, en un supermercado de Givat Shaul o  incluso dentro de una Sinagoga en Har Nof. Pero la espada de Esav no sólo mata en Israel. También ataca en Francia, Bélgica, Argentina o Estados Unidos.
Anticipando esta actitud de Esav, Ya’aqob le pide ayuda a HaShem para liberarse Esav, de su espada mortal.
Pero, ¿Qué significa, «Sálvame de la mano de mi hermano»?
Esav no siempre se muestra como el enemigo de Ya’aqob.
¿Qué pasa si Esav me recibe amistosamente, se pregunta Ya’aqob, y me invita a vivir con él? Al fin y al cabo, somos hermanos….
Ya’aqob sabe que las dos opciones, la espada de Esav y la mano abierta de Esav, lo van a llevar a un resultado muy parecido. Su perdición. Física o espiritual.  Porque si Esav «lo perdona» y no lo mata, va a querer que Ya’aqob viva con él, y entonces, inevitable , la Torá de Abraham y de Ytshaq desaparecerá por completo.
HaShem intervino en el corazón de Esav. Y (a ultimo momento?) Esav decide no matar a Ya’aqob.    Y entonces ocurre lo que Ya’aqob también anticipó. Después de introducir a la familia, Esav invita a Ya’aqob a ir con él, asentarse donde está Esav y vivir como buenos hermanos. Esav le ofrece su mano a Ya’aqob.  (33:12)  nis’a veneleja veeleja lenegdeja», «Vamos, comencemos a viajar, yo iré adelante [para protegerte y mostrarte el camino hacia mi casa]» Tus niños van a poder jugar con mis niños. Tengo algunas sobrinas que les quiero presentar a tus hijos mayores. Y conozco un excelente candidato para Diná, tu única hija.
 HaShem lo salvo a Ya’aqob de la «espada» de Esav. Ahora, de la «mano» de Esav Ya’aqob tiene que salvarse solo,  Y Ya’aqob, muy seguro de que su destino depende de las próximas palabras que vaya a pronunciar le dice a Esav: «NO». Muy diplomáticamente, le explica: «Tu comienza a ir y yo voy a ir muy despacio… los niños están un poco débiles,  las mujeres están muy cansadas…por favor, adelántate. No me esperes».
Esav entiende y finalmente se va.
HaShem salvó a Ya’aqob de la amenaza antisemita.   Pero del peligro de la asimilación, Ya’aqob tuvo que salvarse por sí mismo. Tuvo que decir «NO» cuando entendió que su relación con Esav podría pasar de la cordialidad y el respeto hacia un plano social,  en el cual perdería su identidad.
Nosotros, los descendientes de Ya’aqob Abinu vivimos una situación muy parecida. A veces enfrentamos a un Esav que nos quiere destruir y a veces a un Esav que nos quiere asimilar.   Son dos batallas totalmente distintas.  Que se luchan con armas y estrategias diferentes.Con la ayuda de HaShem y con nuestra convicción religiosa, y especialmente a través la educación judía que brindemos a nuestros hijos, podremos, como Ya’aqob Abinu, vencer los desafíos que nos presenta el Esav de turno.SHABBAT SHALOM




Resumen de Parasha VAYISHLAJ

Jacob regresa a la tierra de Israel después de haber pasado veinte años en la casa de su tío Labán, en la ciudad de Jarán, al sur de Turquía. Apenas llega, envía emisarios a su hermano Esav para anunciar su retorno. Los mensajeros vuelven con noticias alarmantes: Esav, quien había jurado matarlo por haberle quitado la primogenitura, se aproxima acompañado de cuatrocientos hombres armados. Temiendo lo peor, Jacob actúa con plena estrategia. Divide a su familia para minimizar el riesgo de una tragedia, eleva una plegaria a Dios implorando Su protección y prepara un regalo extraordinariamente generoso para Esav: cientos de animales destinados a apaciguar su ira.

Esa noche, Jacob cruza una y otra vez el río para trasladar a su familia y sus pertenencias. Antes de cruzar por última vez, se encuentra de pronto frente a un misterioso ser —un ángel o un hombre enviado por Dios— y lucha con él hasta derrotarlo. De este encuentro emerge transformado y recibe un nuevo nombre, Israel, que simboliza a quien lucha contra fuerzas superiores y aun así prevalece.

Cuando Jacob y Esav finalmente se encuentran, Jacob se inclina siete veces ante su hermano, en un gesto de sumisión y máximo honor. Contra todo pronóstico, los hermanos se reconcilian y se abrazan. Esav invita a Jacob a acompañarlo y vivir junto a él, pero Jacob, con diplomacia y prudencia, rechaza la invitación.

Jacob continúa su viaje hacia Sukkot y luego llega a Shejem, donde adquiere un terreno cercano a la ciudad. Allí ocurre uno de los episodios más dolorosos de la Parashá: su hija Diná es secuestrada y abusada por el príncipe heredero de Shejem. Dos de sus hijos, Shimón y Leví, responden con astucia y ferocidad. Convencen a los habitantes de la ciudad de circuncidarse y, aprovechando su estado de convalecencia, destruyen Shejem y matan a todos sus hombres.

Tras este episodio, Jacob abandona la ciudad y se dirige a Bet-El. En ese lugar, Dios vuelve a revelarse y confirma Su promesa: la tierra que perteneció a Abraham e Isaac será heredada por Jacob y su descendencia. En agradecimiento, Jacob construye un altar.

En el camino, ocurre otra tragedia. Rajel, la esposa amada de Jacob, muere al dar a luz a su segundo hijo, Binyamín. Su tumba queda establecida en el camino, cerca de Bet Lejem, donde hasta hoy es recordada. Jacob sigue hacia Hebrón y se reúne con su padre Isaac, cuya vida llega a su fin a los ciento ochenta años. La Parashá concluye con una descripción de las esposas, hijos y once descendientes de Esav, quienes conforman el inicio de la nación de Edom.