El Rab Moshé Hefets y el Segundo Día de la Creación

El Rab Moshé Hefets (1663-1711) fue una de las figuras más notables del judaísmo italiano. Nacido en Trieste y educado en Venecia, desde muy joven fue reconocido como un niño prodigio. Se formó con el gran rabino italiano Shelomó Nitzza y se mantuvo como tutor y maestro privado, enseñando Talmud y Midrash, mientras cultivaba la poesía, la filosofía, las matemáticas y las ciencias naturales. Su formación, amplia y sólida, combinaba la tradición rabínica con una genuina fascinación por las ciencias de su tiempo, algo muy característico de los sabios sefaradíes de la diáspora italiana.
Entre sus obras destacan dos libros fundamentales. El primero, Janukkat HaBayit, publicado en Venecia en 1696, describe con minuciosidad la estructura del Segundo Bet HaMiqdash, sus utensilios y sus medidas. El libro incluye tablas y dibujos realizados por el propio autor, lo que muestra su dominio técnico y su capacidad para unir tradición con conocimiento práctico. Esta obra es tan precisa que hoy puede compararse con estudios arquitectónicos modernos sobre el Templo de Jerusalem.
El segundo libro, y sin duda su obra maestra, es Melejet Majashebet (primera edición, Venecia 1710), un hermoso comentario de la Torá. El Rab Hefets, al mejor estilo sefaradí, se concentra en la semántica y en la lingüística del texto bíblico más que en las agadot, buscando siempre descubrir el peshat, el sentido literal del texto. Lo que hace especial a este libro es que el rabino Hefets examinó también las fuentes bíblicas con la ayuda de los conocimientos científicos de su época. Amaba la ciencia y se especializaba en algunas disciplinas como la óptica y la física. Su libro contiene varios elementos inusuales para un texto hebreo del siglo XVIII: láminas con geometría, e ilustraciones y representaciones que hoy llamaríamos modelos de la materia, es decir, la unidad física más pequeña e indivisible que se conocía entonces.
Una de sus explicaciones más importantes —y lamentablemente ignorada por prácticamente todos los estudiosos del tema que yo conozco— es su interpretación del Segundo Día de la Creación. En Bereshit 1:6-8, la Torá describe que Dios “separó entre las aguas superiores y las aguas inferiores” mediante el raquia. Aunque parezca increíble, y aunque el mismo Salmo que parafrasea la Creación (Tehilim 104) lo dice de una manera explícita, muchos comentaristas modernos interpretan esta división como una separación metafísica o como un concepto cosmológico antiguo. Algunos, incluso, como el profesor Aviezer en su libro Bereshit Bara, aluden a aguas en el espacio exterior o en meteoritos. Sin embargo, siguiendo la explicación de Maimónides en la Guía de los Perplejos y varias discusiones talmúdicas, el rabino Hefets describe el Segundo Día de la Creación con un lenguaje científico absolutamente comprensible para el lector moderno. En este día se describe claramente el establecimiento del ciclo del agua: evaporación, condensación y precipitación.
Siguiendo su indispensable exposición acerca de los homónimos en la Torá, es decir, palabras con un amplio campo semántico, Maimónides ya había señalado que raquia o shamayim, en el contexto del segundo día, no se refiere al universo, como en el primer versículo de la Creación, sino al cielo visible, donde se forman las nubes (Guía de los Perplejos 2:30). El rabino Hefets desarrolla esta idea con una claridad sorprendente. En Melejet Majashebet (pp. 10-11 de la edición de Varsovia, 1914) afirma que las “aguas” que se separan de las inferiores se refieren al vapor que asciende, se separa del agua de los océanos y se transforma en nubes o “aguas superiores”. Y explica que la etimología talmúdica de la palabra shamayim como esh más mayim alude al producto del calor que actúa sobre el agua del océano.
Así lo explica: por el efecto del calor se produce en el agua un cuerpo sutil, movible y que se expande, el vapor de agua, que asciende por su liviandad. Sobre YEHI RAQIA BETOJ HAMAYIM escribe:
“יהי בתוך המים אויר וגוף מתנועע דק ומתפשט”,
“Que se produzca dentro del agua un vapor y un cuerpo liviano y expansivo que se expande [hacia arriba]”.
Tal como ocurre en la experiencia cotidiana:
“כאשר יעשו המים על האש בנקל יתהפכו לאויר והאויר ההוא הנהפך אם ימצא קור בנקל ישוב למים כבראשונה”,
“Cuando el agua es expuesta al fuego se transforma fácilmente en vapor, y ese vapor, al encontrar frío, se condensa y vuelve a ser agua como al principio”.
A partir de esta lectura, se entiende mejor que la separación entre aguas superiores e inferiores describe el establecimiento del ciclo del agua potable, esencial para la existencia de la vida en nuestro planeta. El milagro de la lluvia es un fenómeno que admiramos verbalmente todos los días, desde que termina la fiesta de Sukkot, alabando al Creador por este maravilloso proceso, único en el universo, diciendo en la Amidá: “Mashiv haruaj uMorid hageshem”, que el Creador hace que sople el viento y así produce la lluvia.
Otros sabios posteriores, cuando ya contaban con un lenguaje más científicamente desarrollado, describieron el segundo día de la Creación como el día en que fue creada la atmósfera terrestre. Con esa precisa palabra lo explicó Ribbí Menashé ben Israel. De modo similar, Ribbí Itzjak Samuel Reggio escribió que “una parte de las aguas del océano se concentró en el espacio y se convirtió en las nubes”, explicando que la división del segundo día conduce directamente a la formación de la lluvia.
Sorprendentemente —o no— la ciencia moderna utiliza exactamente la misma terminología para definir a las nubes, que no son otra cosa que masas visibles de gotas de agua o cristales de hielo suspendidos en la atmósfera. El geógrafo John Lynch lo expresó con una claridad que parece tomada de Bereshit: “Vivimos en un planeta de agua; hay un océano a nuestro alrededor y otro océano encima de nosotros”. La frase original en inglés, de su libro The Weather (Oxford University Press, 1997), dice: “We live on a planet of water. There is an ocean around us and an ocean above us.” Lynch utiliza esta terminología para explicar la increíble formación de la atmósfera terrestre: las “aguas superiores” y “aguas inferiores” del segundo día de la Creación.
La interpretación de Ribbí Moshé Hefets transforma el Segundo Día de la Creación en algo profundamente cercano: la instauración del mecanismo que hace posible la vida en la tierra. No un misterio lejano e inexplicable, sino la descripción bíblica del ciclo del agua, ese proceso continuo y vital que conecta los mares, el cielo y la lluvia que sostiene toda la existencia.
Su obra Melejet Majashebet incluye un retrato del propio autor. Ese retrato, el primero que aparece en un libro hebreo, incluye la famosa inscripción ben meá shaná, que muchos entendieron literalmente como que el autor tenía “cien años”, pero en realidad alude al valor numérico de la palabra hebrea meá, que es 46, la edad real de Hefets en ese momento.
La vida de Hefets estuvo marcada por el dolor. En 1699 falleció su hijo Gershom durante una epidemia. Ribbí Moshé falleció muy joven, a los 48 años, el 30 de Jeshván de 1711, dejando tras de sí la impresión de un sabio brillante cuya obra había superado en poco tiempo las fronteras de Italia.








