La fiesta de Pésaj se vivía con mucha intensidad en los tiempos del Bet haMiqdash. Cientos de miles de Yehudim llegaban a Yerushalayim desde todos los confines de Israel y se disponían a sacrificar el qorbán pésaj (=la ovejita o cabra que se sacrificaba y se consumía por la noche del 14 de Nisán). Los que venían de afuera de Yerushalayim se hospedaban en casa de familiares o conocidos, o muchas veces, donde hubiera lugar. En general las casas en Yerushalayim estaban abiertas para todos los que quisieran hospedarse. Y sólo cuando en una casa no había más lugar disponible, se anunciaba colgando un paño rojo arriba de la puerta.
La gente se juntaba en grupos de familias llamados “jaburot” o en singular “jaburá”. Cada jaburá, que podía consistir de 50, 60 y hasta 100 personas, compartía un mismo qorbán. La ovejita era llevada por la tarde del 14 de Nisán al Bet haMiqdash por uno o dos representantes de cada jaburá, y allí era sacrificada. Luego el animal era asado entero, en una sola pieza. Por la noche, siendo ya el 15 de Nisán, se realizaba el Seder de Pésaj, más o menos como lo hacemos hoy. Se leía la Hagadá, se hacían las preguntas de Ma Nishtaná, se servía mucha comida, incluyendo otros qorbanot como jaguigá, y todo acompañado, por supuesto, de matsá y maror. La gente se sentaba sobre almohadones y comían reclinados sobre almohadas, como los nobles. Bebían las cuatro copas de vino brindando por nuestra salvación, redención, libertad, y asignación como pueblo elegido. Al final de la cena, antes de la medianoche, se repartía el qorbán pésaj como afiqomán (última comida, o “postre”) entre todos los miembros de la jaburá. Cada uno tenía que comer de ese qorbán por lo menos un pedacito del tamaño de una aceituna (kazait). Luego del qorbán Pésaj se recitaba el Birkat haMazón, la bendición de agradecimiento a HaShem por nuestra comida.
Hacia la medianoche, una vez terminada la cena de Pésaj, todo el mundo subía a las terrazas de Yerushalayim, y desde allí, mirando hacia el Bet haMiqdash, que estaba iluminado por la luna llena, todo el pueblo cantaba el Halel, que son los salmos de Tehilim que se recitan en agradecimiento a HaShem por habernos liberado de Egipto. Creo que este era el momento más hermoso, cuando las voces de miles y miles de Yehudim se juntaban para cantar el Halel, todos al mismo tiempo, llenando la ciudad de una melodía inigualable. La Gemará describe que esas voces eran tan poderosas que la gente sentía que temblaban las terrazas de la ciudad.
Luego de la destrucción del Bet haMiqdash, acostumbramos a poner en la bandeja de Pésaj, la que’ará, un hueso con carne (o entre los Ashkenazim, una pata de pollo) para recordar el qorbán Pésaj. Y también, al final del Seder comemos una porción adicional de Matsá, Afiqomán, en recuerdo del qorbán Pésaj, diciendo: “[Comemos esta matsá ]en recuerdo al qorbán Pésaj, que se comía una vez que uno está satisfecho”
También recitamos el Halel, al concluir la Hagadá, después de comer el Afiqomán. En realidad lo recitamos dos veces: primero en la Sinagoga, en recuerdo al Halel que decíamos todos juntos en Yerushalayim, y luego en casa, al final del Seder.
Hay una hermosa costumbre, que muy pocos practican hoy en día, y que se hacía en recuerdo a ese famoso Halel del Bet haMiqdash. ¿Saben cuándo solía la gente hornear las Matsot que se utilizaban en el Seder de Pésaj? El 14 de Nisán, es decir, después del mediodía de la víspera de Pésaj. Exactamente cuando se acostumbraba a sacrificar el qorbán Pésaj. Este es el tiempo ideal para preparar las Matsot (Mitsvá min hamubjar), que es similar al tiempo que se preparan las jalot en un viernes normal. Y mientras se preparaban las Matsot en la víspera de Pésaj, ¡toda la familia cantaba el Halel! Hoy en día, esta costumbre lamentablemente se perdió, excepto en algunas comunidades judías de Yemen y Kurdistán.
יהי רצון שנזכה לחגוג את חג הפסח בבנין בית תפארתינו במב”י, אמן