El Rabino Yosef Albo nació en Monreal del Campo, una pequeña ciudad en Aragón, España. Él fue alumno del famoso filósofo y rabino sefaradí Jasdai Crescas. El Rab Albo fue el autor de un libro muy importante: Sefer ha’Iqarim, El libro de los Principios. Entre otras cosas, en este libro se resumen los trece principios de la fe judía formulados originalmente por Maimónides, en tres «raíces» o fundamentos.
Estas tres «raíces» son:
1. La creencia en la existencia de Dios.
2. La creencia en la revelación (=la Torá es la palabra de HaShem).
3. La creencia en la retribución divina, relacionado con la idea de la inmortalidad del alma.
La diferencia entre los principios de Maimónides y los del rabino Albo es básicamente técnica. El Rabino Albo también menciona la creencia en la unidad y la incorporeidad de Dios, la independencia de Dios del tiempo, y Su perfección. Pero él considera que estas son ramificaciones del primer principio.
Sefer ha’Iqarim también ahonda en el tema del alcance de nuestro conocimiento (epistemología =). En sus palabras: «el intelecto humano no puede alcanzar por sí mismo el conocimiento perfecto y la conducta ética, ya que su poder es limitado … por lo tanto, necesariamente, tiene que haber algo por encima de la inteligencia humana a través de lo cual el conocimiento y la conducta pueden alcanzar un grado de excelencia «. Ese «algo», por supuesto, es la revelación Divina, o sea, la Torá.
La Disputa de Tortosa
El Rabino Yosef Albo también es recordado por su participación en la «Disputa de Tortosa». Este debate teológico tuvo lugar en la ciudad de Tortosa, España. Duró 67 sesiones (sic.), entre el 7 de febrero de 1413 y el 13 de noviembre de 1414. El debate se organizó por la iniciativa del Papa Benedicto XIII, también conocido como «Papa Luna», quien estuvo presente en la mayoria de las sesiones.
22 rabinos, que representaban a las principales comunidades de Aragón, se vieron obligados a asistir a la disputa, que se llevó a cabo en la lengua Latína. El rabino Astruc Halevy, el rabino Moshe ben Abbas y el rabino Yosef Albo se encontraban entre estos 22 sabios. El Rab Albo representó a la comunidad judía de Monreal del Campo, en Aragón. El orador principal entre los sabios judíos era el rabino Vidal Benveniste, que era experto en la lengua latina.
El responsable de llevar a cabo la disputa por el lado cristiano fue Jerónimo de Santa Fe שר»י, un judío apóstata convertido al cristianismo. Su objetivo era demostrar que el Talmud apoyó la idea de que las profecías mesiánicas se cumplieron con la venida de Yeshu. Para sostener esta afirmación absurda, Jerónimo usó textos talmúdicos adulterados e interpretó los Midrashim arbitrariamente. Muy pronto, los rabinos se dieron cuenta que la idea original de un «debate» teológico era falsa. A los rabinos no se les permitió defenderse y exponer sus argumentos. Y cuando decían que los manuscritos presentados por Jerónimo eran falsos, los árbitros de la disputa censuraban a los Rabinos, argumentando que Jerónimo de Santa Fe, quien fue previamente un sabio judío, era un experto en literatura Talmúdica. En un momento, el mismo Papa Benedicto XIII confesó a los rabinos que no se esperaba que ellos expusieran los dogmas de la fe judía y causaran problemas a los cristianos. Los Rabinos fueron invitados allí, explico el Papa, para ser adoctrinados en la fe cristiana, por lo que al regresar a sus ciudades se esperaba que instruyeran a los miembros de sus comunidades a abrazar la fe católica.
Mientras todas estas tortuosas sesiones tenían lugar, y aprovechando la ausencia de los líderes rabínicos, los misioneros cristianos iban a las ciudades judías y proclamaban que «los rabinos habían sido derrotados». En el reinado de Aragón, el misionero más notable fue el tristemente célebre antisemita Vicente Ferrer (canonizado como «santo» en 1455). A los judíos se les pedía elegir entre la espada y la cruz. Los barrios judíos fueron saqueados por las turbas, miles de judíos fueron asesinados y muchos más se vieron forzados a convertirse al cristianismo.
Jerónimo se adjudicó la victoria de la disputa, lo cual fue secundado por los árbitros. A raíz de la disputa, el Papa firmó dos decretos (bulas) 1. «Contra Judeos» alentado el bautismo forzoso de los judíos de Aragón y 2. «Etsi Doctoris Gentium», una orden del Papa para quemar todos los libros judíos, especialmente el Talmud.
Lejos de ser un debate teológico, la disputa de Tortosa fue un intento cínico de propaganda misionera para convertir los judíos de Aragón y despojarlos de sus bienes.