viernes, noviembre 22, 2024
Inicio13 PrincipiosPRINCIPIO 6: La escuela de Profetas

PRINCIPIO 6: La escuela de Profetas

image_pdfVer en PDFimage_printImprimir
Estamos explicando el 6to principio de la fe judía: Di-s se comunica con los hombres a través de la profecía.
Ayer dijimos cuáles son los tres requisitos para que una persona pueda ser candidato a recibir la profecía (ver aquí). Comentamos que más allá de ser un hombre (o una mujer, ya que hubieron 7 profetizas en Am Israel)  temeroso de Di-s, y en total control de sus impulsos físicos y psicológicos, el profeta tenía que ajustar su mente a la realidad de Di-s, dejando de lado lo habitual y lo material. El aspirante a profeta se debía comportar como si fuera «absolutamente rico», es decir, con un total desinterés por acumular más posesiones materiales. Y obviamente, una mente que esperaba recibir un mensaje de Di-s, no podía distraerse con actividades mundanas.
Parafraseando al Rab Jaim Pereira-Mendes: «Los profetas eran hombres dedicados a la oración. Su principal ocupación era la conexión espiritual con Dios y la meditación constante en Sus palabras… todo esto combinado con una conducta moral intachable…  así se disponían los hombres y mujeres de la Biblia a recibir la inspiración o los mensajes divinos (a esta preparación se la conoce en hebreo como התנבאות). Así como la consecuencia del ejercicio físico es el desarrollo de una mayor posibilidad física, estos ejercicios mentales resultaban en un desarrollo espiritual superior, y el candidato a Profeta alcanzaba por lo tanto mayores posibilidades espirituales.»
De acuerdo con nuestra tradición había escuelas para la formación de profetas, como la establecida por el profeta Shemuel. Los estudiantes de estas escuelas eran llamados «bene hanebi-im  (בני הנביאים), es decir, «aprendices de profetas». En esa escuela se preparaban para alcanzar el nivel de comportamiento y comprensión que les permitiría renunciar a la ambición material,  adquirir la fuerza para controlar los impulsos y alcanzar la humildad, que es la clave de la sabiduría. Según algunos ge-onim, los aspirantes a Profetas también se entrenaban en técnicas que hoy llamaríamos «meditación», es decir, control y concentración mental para «tolerar» la profundísima experiencia de absorber una visión que viene directamente de HaShem, un esfuerzo mental indescriptible, que como dice Maimónides, dejaba a los profetas exhaustos. (Si el lector está interesado en saber más acerca del fascinante mundo de la profecía, le recomendaría leer al Rab Aryeh Kaplan, z»l, especialmente el libro «Inner Space: Introduction to Kabbalah, Meditation and Prophecy»).
Cuando una persona lograba perfeccionar su carácter, su mente y su espíritu en los más altos niveles, estaba preparado entonces para recibir la profecía. Y trataba de meditar y «sintonizar» su pensamiento con la palabra de HaShem (a esta actividad se la llama en la Torá מתנבאים, אֶלְדָּד וּמֵידָד מִתְנַבְּאִים בַּמַּחֲנֶה).
Pero aún así, no existía ninguna garantía de que el aprendiz de profeta necesariamente recibiera la profecía. De alguna manera recibir el mensaje profético se podría comparar con recibir un llamado telefónico de HaShem. Y la perfección de carácter alcanzada por el aspirante a Profeta se podría comparar con tener un teléfono celular. Obviamente, si uno no tiene teléfono, no podrá recibir esa llamada. Pero por el otro lado, el hecho de que alguien tuviera el aparato telefónico activado y sintonizado en la frecuencia Divina no garantizaba que recibiera ese llamado. Esa persona era un receptor potencial de la llamada de Di-s. Pero la decision final de llamar o no llamar es prerrogativa de HaShem.
RELATED ARTICLES