Los detalles históricos de esta narración de la historia de Janucá se basan en una variedad de fuentes. Estas incluyen fuentes rabínicas sobre Janucá, el libro de los Jashmonaim, los escritos de Haggi Ben Artzi en su libro Meguilat Janucá, el rabino Eliezer Melamed en su libro Penine Halajá, y el libro de Elias J. Bickerman De Ezra al Último de los Macabeos.
Janucá, la festividad en la que familias judías alrededor del mundo encendemos velas durante ocho noches, es uno de los momentos más felices del calendario hebreo.
La celebración de Janucá conmemora un milagro que ocurrió hace más de 2,000 años: el aceite de la Menorá, que era suficiente solo para un día, ¡permaneció encendido durante ocho días! Esta historia es muy conocida, pero es solo una pequeña parte de toda la historia de Janucá.
Esta festividad tiene también, o sobre todo, un significado nacional, pues se relaciona con las batallas que nuestros antepasados tuvieron que enfrentar para preservar su libertad religiosa y preservar a nuestro pueblo en un momento en que estaba a punto de desaparecer como resultado de la total asimilación a la cultura helénica.
La historia de la heroica rebelión armada de Matitiyahu y sus hijos contra los soldados de Antiojus Epifanes (Antíoco) y los Mityavnim, es decir, los judíos asimilacionistas que luchaban activamente junto a los griegos para cancelar el judaísmo tradicional, lamentablemente, no es muy conocida. Y no se enseña lo suficiente en nuestras escuelas y comunidades. Sus increíbles triunfos y todos los milagros que nuestro pueblo experimentó en esos tiempos difíciles son parte esencial de esta festividad.
¿Pero por qué esta parte de la historia es menos conocida? En primer lugar, hay una razón práctica. Lo explicaré brevemente: una vez que los héroes Macabeos triunfaron y establecieron el estado judío independiente en el año 142 AEC, celebrábamos más de 30 festividades que conmemoraban nuestros milagrosos triunfos militares contra los griegos (ver nota detallada más abajo). Estas celebraciones, en las cuales agradecíamos a Dios por habernos ayudado en nuestra lucha, fueron suspendidas una vez que perdimos nuestra independencia nacional, es decir, cuando se destruyó el Bet HaMiqdash en el año 68 EC y los judíos quedamos bajo el gobierno de los romanos.
En esas circunstancias, no pudimos seguir celebrando nuestros triunfos militares. Además, hacerlo habría ofendido a los romanos. Es por eso que concentramos todos los triunfos y milagros de Janucá en la celebración del milagro del aceite, un evento de carácter religioso, mas que político. Nuestros sabios, sin embargo, de una manera delicada y diplomática, preservaron la memoria de las victorias obtenidas por los Jashmonayim, consideradas como milagrosas, en la famosa oración Al Hanisim, donde se habla exclusivamente de la intervención divina en nuestras batallas militares.
Creo que una vez que recuperamos nuestra independencia y se estableció, Baruj HaShem, el Estado de Israel, debemos recuperar la memoria de estos triunfos y celebrarlos en Janucá para honrar a nuestros antepasados por su sacrificio y expresar nuestra gratitud al Creador que, tal como acompaña hoy a los soldados de Israel en la presente guerra, acompañó a nuestros héroes Jashmonayim en cada batalla. A la luz de lo que se vive en Israel en estos días, desde el 7 de octubre, la historia completa de Jánuca es hoy más contemporánea que nunca.
Que HaShem nos siga protegiendo de nuestros enemigos y conceda la victoria y la paz para nuestro Estado y nuestro pueblo.
Breve reseña de las Festividades que celebrábamos de la época del Segundo Templo, reflejando principalmente las victorias de los Jashmonayim.
El texto está recopilado de la obra Peniné Halajá del Rab Eliezer Melamed.
Durante la era del Segundo Templo, los Sabios establecieron numerosas festividades para agradecer a Dios y regocijarse por las salvaciones que Él realizó para Israel. Todas estas festividades están mencionadas en la Meguilat Ta’anit, el documento que registra aquellos días en los cuales no se pida ayudar ya que eran días semi festivos.
El 13 de Adar es el «Día de Nicanor», cuando los Jashmonayim derrotaron a un gran ejército griego y mataron a su comandante, Nicanor.
El 14 de Sivan es el día en que conquistaron Cesarea.
El 22 de Elul conmemora la fecha en que los Jashmonayim ejecutaron a los apóstatas que se negaron a arrepentirse.
El 23 de Marjeshván celebra la destrucción del burdel que los griegos habían construido cerca del Santo Templo.
El 25 de Marjeshván marca la conquista de Shomrón y el comienzo de su repoblación por parte de los Jashmonayim.
El 22 de Shevat recuerda un acontecimiento crucial durante la revuelta de los Jashmonayim: el malvado Antiojus viajó a Jerusalem con la intención de destruir la ciudad y aniquilar a sus habitantes judíos. Sin embargo, al recibir informes preocupantes de rebeliones en la parte oriental de su reino, se vio obligado a levantar el sitio de Jerusalem en esa fecha (año 167 a.e.c.). Finalmente, murió durante estas rebeliones.
El 3 de Kislev conmemora la eliminación de los ídolos que las tropas griegas habían colocado en el Santo Templo.
El 24 de Av celebra el restablecimiento de la ley de la Tora como sistema legal oficial, en lugar de la ley griega.
El 23 de Iyar recuerda la conquista de la fortaleza Ajra por parte de Shimón ben Matityahu, donde aún residía una guarnición griega después de la liberación de la ciudad.
El 27 de Iyar, los Jashmonayim(aparentemente durante el reinado de Yonatán ben Matityahu) prohibieron las imágenes idólatras que colgaban en las entradas de casas y tiendas.
Los días 15 y 16 de Siván conmemoran la conquista de Bet Sheán por los Jashmonayim y la expulsión de los gentiles que oprimían a los judíos.