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Antiojus y cómo despertar al león de su siesta

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HELENIZACIÓN Y ANTÍOCO

Después de la muerte de Alejandro Magno en el 323 AEC, el imperio griego comenzó a imponer su cultura helénica, pero no por la fuerza sino de manera pacífica y persuasiva, ofreciendo derechos sin precedentes a todos aquellos que se unieran al imperio. Y tuvieron un gran éxito. Lograron que la mayoría de las religiones de la antigüedad desaparecieran. Este proceso universal de aculturación se conoció como helenización.

La difusión de las modernas ideas culturales y religiosas griegas también afectó a los judíos. Aquellos que vivían fuera de Israel, en Alejandría, por ejemplo, fueron los que más rápido se asimilaron. Esta nueva religión o sincretismo era una combinación de judaísmo light, una minimización de los rituales judíos, y las ideas de cultura y estética helenistas. Los judíos de la diáspora y de las ciudades de Israel que vivían junto a una población gentil se asimilaban en masa, mientras que los judíos que vivían en los poblados de la periferia y en las zonas más desérticas mantenían sus tradiciones y religión.

Cuando el nuevo rey seléucida, Antiojus Epífanes, llegó al gobierno en el año 175 AEC, la situación para estos judíos empeoró.
Antiojus fue más agresivo que sus predecesores en su deseo de helenizar a todos sus súbditos judíos como una señal de “lealtad” hacia su reinado.
Y contaba con el apoyo moral, cultural y hasta militar de los judíos Mityavnim que estaban desesperados por ser aceptados plenamente por los gentiles griegos, a quienes admiraban, y estaban dispuestos a sacrificar las antiguas leyes de sus ancestros. Las estrictas leyes dietéticas de kashrut creaban muchos obstáculos para los asimilacionistas y su integración con los ciudadanos griegos, porque si no podían compartir la mesa con sus vecinos gentiles, razonaban, no los aceptarían como iguales. Algo parecido ocurría con el Shabbat, ya que se consideraban prácticas anticuadas y divisivas.

Antes de que Antiojus estableciera sus decretos, estos judíos veían la circuncisión, por ejemplo, como algo vergonzoso frente a los griegos, que exaltaban la perfección del cuerpo, y sentían que era humillante participar de los juegos olímpicos públicos, algo que les brindaba prestigio, donde la norma era practicar estos deportes desnudos.


LAS REFORMAS DE JASÓN Y MENELAO

Los judíos que observaban la Tora eran, en la práctica, los únicos ciudadanos del imperio seléucida que rechazaban abiertamente la cultura helénica.
Antiojus estableció alianzas con los judíos asimilacionistas y nombró como Sumo Sacerdote del Templo en Jerusalem a un judío asimilado y corrupto llamado Jasón o Yasón (172-175 AEC). Este sumo sacerdote asimilado introdujo prácticas que promovieron la helenización y alteraron el carácter judío de Jerusalem y del propio Bet HaMiqdash. Pidió a las autoridades griegas que se estableciera un gimnasio, una escuela de artes y una academia militar en Jerusalem. En el gimnasio, hizo que los jóvenes judíos practicasen los deportes griegos desnudos, usando el petasos, el sombrero del dios Hermes. También llevó a los otros sacerdotes del Templo para participar de actividades deportivas como la lucha y el lanzamiento de disco, todo esto, claro está, a expensas de la actividad en el templo y el cumplimiento de los sacrificios rituales. Su objetivo era transformar Jerusalem en una polis de estilo griego, lo que significaba abandonar en parte las leyes y tradiciones judías en favor de una cultura helénica.

Los falsos sacerdotes, Yasón y más tarde Menelao, no solo alteraron las prácticas judías, sino también los principios religiosos y creencias, como el monoteísmo judío. La doctrina de creer en un solo Dios fue modificada para ser más “abierta”: los judíos helenizados validaban a los dioses griegos y aceptaban que los griegos adoraran a sus dioses en el Bet HaMiqdash. De lo contrario, argumentaban los sacerdotes corruptos, el “fanatismo” monoteísta de los antiguos judíos ofendería la sensibilidad de los griegos. Los judíos debían ser más “tolerantes” y adorar al Dios judío al estilo griego. Esto llevó a Menelao a profanar el Altar judío en el año 170 AEC, ofreciendo un cerdo como sacrificio en el Bet HaMiqdash.


PROVOCANDO LA REBELIÓN

Pero en el año 169 AEC ocurrió un evento que cambió el curso de la historia. Antiojus Epífanes perdió la paciencia con los pocos judíos que aún rechazaban la asimilación, y decidió helenizarlos por la fuerza: prohibió oficialmente la práctica judía e impuso la pena de muerte a quienes lo desobedecieran. Era la primera vez en la historia que se imponían restricciones en la práctica religiosa.
Pero los decretos de Antiojus tuvieron el efecto contrario al que él deseaba. Sus crueles edictos despertaron el orgullo judío incluso en aquellos que se habían inclinado progresivamente por sí mismos hacia la asimilación. Sin darse cuenta, Antiojus provocó lo que se conoció como la rebelión armada de los Jashmonayim, quienes lucharon contra los griegos y los judíos helenizados.

El rabino Eliezer Melamed, director de la Yeshivá Har Berajá, argumenta que si Antiojus Epífanes no hubiera perdido la paciencia, la asimilación de los judíos habría continuado sin resistencia. Sin este impulso, el pueblo judío podría haber desaparecido para siempre, integrándose dentro de las otras naciones del imperio griego, como ocurrió con la mayoría de las demás civilizaciones de la antigüedad.
En las textuales palabras del rabino Melamed: “Es evidente que si los griegos hubieran sido más pacientes, Judea habría sucumbido al helenismo, al igual que lo hicieron otras naciones. Pero la mano de Dios, que se oculta en el proceso histórico, generó el conflicto. Así como endureció el corazón del faraón durante el Éxodo, también endureció el corazón de Antiojus [que estableció este edicto], y en el proceso ayudó a revelar la fe, el orgullo, el autosacrificio y la valentía del pueblo judío.” Peniné Halacha https://ph.yhb.org.il/en/05-11-03/

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