Los elefantes y el milagro más grande de Janucá
Uno aprende que la historia de Janucá concluye con la reinauguración del Templo y el milagro del aceite que duró ocho días. Es como si, tras ese evento, “we lived happily ever after”, («fuimos felices y comimos perdices»). Lo que muchos ignoran es que la inauguración del Bet HaMiqdash fue solo una primera etapa: una victoria contundente e importante para los Jashmonayim, ¡pero no fue la última batalla! De hecho, podría decirse que la historia de Janucá “comenzó” con el milagro del aceite. Los seléucidas y los judíos asimilacionistas no se dieron por vencidos en su intento de terminar con el judaísmo. Fue una montaña rusa que duró unos 26 años, con momentos triunfales y otros en los que todo parecía perdido.
Lo que voy a contarles ahora es parte de esa historia desconocida de Janucá o post-Janucá, que debemos aprender, recordar y enseñar como parte de pirsume nisa, la obligación halájica de difundir la intervención Divina. Esta, combinada con la valentía de los soldados judíos leales a la Torá, permitió que el judaísmo continuara existiendo.
LOS ELEFANTES SE SUMAN A LA BATALLA
Después de la reinauguración del Bet HaMiqdash y el milagro del aceite, los judíos helenistas, junto con los no judíos que vivían en Israel, pidieron apoyo a los seléucidas para recuperar Jerusalem y continuar con su reforma religiosa del Templo. Querían transformarlo en un templo más «tolerante», dedicado al Dios judío pero también a los dioses griegos.
El general Lisias, quien ahora estaba más cercano al debilitado Antiojus y era mucho más poderoso que antes, decidió acabar de una vez por todas con “el problema judío”. En una acción sin precedentes, envió 100,000 soldados y 20,000 jinetes para enfrentar a Yehudá Macabí y su ejército y recuperar Jerusalem. Por primera vez en la Tierra de Israel, los ejércitos griegos trajeron elefantes: 32 animales especialmente entrenados para la batalla. Cada elefante podía llevar varios soldados armados con arcos, flechas y lanzas, y estaban protegidos por decenas de soldados de infantería. Los elefantes eran los “tanques” de su época.
Lisias avanzó desde el sur, dispuesto a rodear Jerusalem. Cuando Yehudá se enteró de su llegada, comprendió que sería imposible vencer a un enemigo tan numeroso.
LA MUERTE DE ELAZAR
La única opción que le quedaba a los judíos era eliminar a Lisias para sembrar la confusión y el caos en las filas enemigas. Esta delicada misión suicida fue encargada a Elazar, uno de los cuatro hermanos de Yehudá, quien aceptó sin dudarlo. Elazar tenía que identificar al elefante mejor protegido, asumiendo que allí estaría Lisias. Con gran valentía, y atacando por sorpresa, Elazar y sus hombres lograron superar la barrera de soldados que protegían al elefante y atravesaron al gigantesco animal con una lanza.
Sin embargo, la misión fracasó: Lisias salió ileso del intento de ataque. Trágicamente, el elefante cayó sobre Elazar, aplastándolo y causándole la muerte. Hoy, en el lugar donde ocurrió esta batalla—Bet Zejariá, en Gush Etzión—existe una pequeña ciudad llamada Elazar en su honor. Yehudá había agotado su último recurso. No le quedó otra opción que atrincherarse en Jerusalem, resistir y luchar hasta el final. Era el mes de Shebat del año 164 a.e.c. Lisias comenzó el sitio a Jerusalem con sus 120,000 soldados, mientras Yehudá contaba con solo 2,000 o 3,000 hombres, ya que muchos habían regresado a sus casas tras la primera victoria.
¿FUE ESTE EL MILAGRO MÁS GRANDE DE JANUCÁ?
Lisias inició el ataque a Jerusalem. Los judíos resistieron, pero sus fuerzas se debilitaban cada vez más. El final parecía inminente. Imagino a Yehudá y sus soldados debatiendo si luchar hasta morir, entregarse para ser vendidos como esclavos o incluso terminar con sus propias vidas, como ocurrió en Metzada en tiempos de los romanos.
Sin embargo, algo inesperado y milagroso ocurrió. El día 22 de Shebat del año 164 a.e.c., justo antes de la batalla final, Lisias y su ejército desaparecieron sorpresivamente de Jerusalem. Nadie entendía qué había sucedido hasta que llegó la noticia: Antiojus había fallecido en Antioquía (hoy Turquía), y su hijo, Antiojus V, de nueve años, sería el nuevo emperador. Antes de morir, Antiojus había nombrado a Lisias como regente del niño, lo que lo convertía en el nuevo emperador de facto. Lisias tuvo que abandonar urgentemente Jerusalem, ya que otro general, Filippo, había tomado el control de Antioquía. De manera providencial, los judíos se salvaron del ataque final, ¡justo a tiempo!
CAMBIA, TODO CAMBIA
Pero eso no fue todo. Antes de partir, Lisias dejó una carta a Yehudá. En ella anunciaba que todos los decretos anti-judíos establecidos por Antiojus quedaban derogados, ya que, en tiempos de monarquías, las leyes de un rey caducaban con su muerte. Además, Lisias prometió garantizar la libertad religiosa de los judíos y, a cambio, pidió a Yehudá una alianza militar: que enviara soldados para ayudarlo a derrotar a Filippo en Antioquía. Yehudá aceptó. Así, de forma providencial, Yerushalayim y el pueblo de Israel fueron salvados una vez más por la invisible mano del Creador.
PD: Vale aclarar que el día 22 de Shebat fue celebrado como una festividad durante unos 230 años, hasta la destrucción del Bet HaMiqdash en el año 68 de la era común. Ver este artículo que explica cuáles eran los otros días festivos mencionados en Meguilat Ta’anit.