Un equipo multidisciplinario de científicos ha presentado una teoría fascinante que explica cómo la civilización que habitaba en las orillas del Mar Muerto hace unos 3,700 años desapareció abruptamente. El análisis arqueológico de este desastre coincide con asombrosa precisión en el texto bíblico, y puede compararse con un evento similar ocurrido hace más de un siglo en Rusia.
En 1908, una explosión en Tunguska, Siberia, arrasó cerca de 2,000 kilómetros cuadrados de bosque deshabitado. Sorprendentemente, no se encontró un cráter de impacto. Los científicos explican este fenómeno como un “airburst,” o la explosión de un meteorito a 5-10 kilómetros por encima de la superficie terrestre.
El evento de Tunguska proporciona un modelo que ayuda a entender lo que ocurrió en las ciudades de Sedom y Gomorra, donde ha ocurrido un fenómeno devastador pero no se ha encontrado ningún crater que señale la caída de un meteorito. Las excavaciones arqueológicas en Tall el-Hammam, en la actual Jordania, han descubierto evidencias de un evento explosivo de «alta temperatura» que arrasó con aproximadamente 500 kilómetros cuadrados al norte del Mar Muerto. Esta explosión habría destruido completamente la civilización de la zona, eliminando a unas 50,000 personas que habitaban una llanura circular de 25 kilómetros de ancho.
Impacto devastador
El calor extremo generado por el fenómeno despojó al suelo fértil de sus nutrientes, dejando la región cubierta de una capa de cenizas y sales. Estas sales, producidas por la reverberación de la explosión en el Mar Muerto, descendieron sobre la región llevadas por vientos abrasadores. La evidencia de este fenómeno se encuentra en los granos minerales incrustados en cerámicas halladas en Tall el-Hammam.
Según la revista Science News, restos arqueológicos indican que las cinco ciudades «desaparecieron repentinamente hace unos 3,700 años, dejando solo cimientos de piedra». Fragmentos de cerámica revelan signos de haber sido sometidos a temperaturas tan altas «quizás tan calientes como la superficie del sol», s que transformaron las cerámicas en vidrio, señaló el profesor Phillip Silvia. Los hallazgos en Tall el-Hammam incluyen cerámica hecha vidrio, cimientos chamuscados y varios metros de cenizas mezcladas con escombros, una imagen que refleja el relato bíblico de la destrucción de las ciudades.
De vergel a desierto
La Torá describe la región donde Lot se asentó tras separarse de Abraham como un vergel, irrigado por abundantes aguas, comparable en prosperidad al fértil valle del Nilo en Egipto. Y durante siglos estas tierras fértiles habían sostenido prósperas civilizaciones. Sin embargo, tras el desastre, la tierra idílica quedó transformada en un desierto estéril, una imagen que la Torá presenta con precisión.
Resolviendo un misterio
La Torá detalla la destrucción de Sedom y Gomorra en Génesis 19:24-25: “Entonces Dios hizo llover azufre ardiente sobre Sedom y Gomorra —desde el cielo y por voluntad de Dios—. Así destruyó aquellas ciudades y toda la llanura, incluidos todos los que vivían en las ciudades, y también la vegetación de la tierra”. Abraham, desde su residencia, observó cómo la región se transformaba en una nube de cenizas, «como la humareda de un horno ardiente», según el texto bíblico.
La estatua de sal
El relato bíblico también menciona la famosa «estatua de sal» en la que se convirtió la esposa de Lot, quien quedó rezagada durante la huida. Este detalle encuentra una explicación natural en los hallazgos arqueológicos. Las sales arrastradas por el Mar Muerto, combinadas con las altas temperaturas, cubrieron a los habitantes de la región y los fosilizaron de manera similar a las figuras petrificadas de Pompeya como consecuencia de las cenizas volcánicas, aunque en el caso de Sedom se trataría de sales que se mezclaban con cenizas de la explosión del meteorito.
La evidencia física en Tall el-Hammam y sus alrededores muestra señales de un impacto térmico y conclusivo altamente destructivo, compatible con la narrativa de la Torá. Este hallazgo no solo confirma la magnitud del evento, sino también la fidelidad del texto bíblico en su descripción.
Un hallazgo que confirma la precisión bíblica
A veces la Torá detalla exactamente cómo se producen eventos de intervención divina, y otras veces no. La Torá describe cómo sucedió el diluvio, menciona, por ejemplo, lluvias torrenciales durante mucho tiempo y también que simultáneamente las ganas surgieron desde la superficie terrestre, pero no explica por ejemplo, cómo sucedió este segundo evento: si fue un fenómeno de movimientos sísmicos o impactos de meteoritos, etc.
Las plagas de Egipto, la mayoría son explícitas: Dios hace llegar sapos del río, o langostas desde el oeste, o enfermedades, o pestes, o granizo. Sin embargo, no explica, por ejemplo, qué fenómeno natural «utilizó» Dios para oscurecer Egipto, un eclipse or bulo que parece ser mas preciso: una tormenta de arena , polvo o ambos. La misma duda surge cerca si hubo algún fenómeno natural, dirigido por Dios, para enrojecer con sangre el Nilo. Esta es la idea entre otros del Rab Isaac Abarbanel.
En la apertura del Mar Rojo, por ejemplo, la Torá menciona de manera explicita que Dios trajo un fuerte viento para secar el mar.
De todos estos ejemplos vemos que para la Torá no es absolutamente necesario resaltar «cómo» suceden los hechos milagrosos de intervención Divina sino enfatizar el «Quién».
Maimonides, Radaq y otros comentaristas bíblico explican que Dios interviene o interactúa con la humanidad a través de fenómenos naturales. A diferencia de TODOS los mitos y leyendas de esa época y lugar, la Torá nunca habla de monstruos o seres mitológicos que soplan y secan el mar Rojo, por ejemplo. O serpientes de siete cabezas que invaden Egipto en las plagas, ni de las fuerzas demoniacas que en sus luchas entre si producen un Diluvio.
La intervención Divina o Milagro consiste en que un fenómeno natural se produce o se desencadena en el tiempo y el lugar que Dios determina. Y también, muy importante aclarar, que ese evento no termina solo, por sí mismo, sino cuando el Creador lo decide, mostrando así Su control sobre la física y la naturaleza.
Descubrimientos científicos como el que acabamos de relatar nos ayudan a visualizar cómo Dios pudo haber destruido esas ciudades, es decir, que fenómeno natural utilizó.
Y por otro lado, nos demuestra una vez más, la exquisita precisión del breve texto bíblico.