Noaj, y los 7 Mandamientos

LA GENERACIÓN DEL DILUVIO
Cuando Dios creó al hombre, le concedió la neshamá, es decir, su alma, su inteligencia, su capacidad de pensar y de elegir. Estas facultades, con las cuales el Creador dotó al ser humano, fueron definidas por el texto bíblico como “la imagen y semejanza de Dios.” El hombre, efectivamente, no fue creado como los otros seres vivos que habitan el planeta. Fue concebido como un ser sobrenatural, con la posibilidad de elegir entre el bien y el mal, de seguir los dictámenes del Creador o los deseos insaciables de su terrenalidad.

Diez generaciones después de ser creado, el hombre, colectivamente, eligió el camino del mal. La humanidad comenzó a declinar. La Tora nos cuenta que, en esa generación, la corrupción y la violencia se habían «normalizado». Los más fuertes abusaban de los más débiles (Génesis 6), y la ley que imperaba era la ley de la selva: la supervivencia del más fuerte. El hombre se degradó, sacrificó su imagen divina y se transformó en un ser que solo buscaba satisfacer sus instintos naturales. A esta generación se la conoce como Dor haMabbul, la generación (corrupta) que mereció ser borrada de la faz de la tierra con el Diluvio.

Pero el Diluvio no sería el final de la humanidad. Un hombre llamado Noaj (Noé) resultó ser la excepción a la regla. Noaj era un individuo que, en relación con el resto del mundo (o a pesar de la corrupción generalizada, según otra opinión), se comportaba con integridad y vivía consciente de la existencia de Dios, algo que ya había pasado de moda para el resto de los hombres. Dios salva a Noaj para darle otra oportunidad a la humanidad. Noaj construye el arca, y él, su esposa, sus tres hijos y sus esposas —un total de ocho personas— sobreviven el devastador Diluvio.

LA PRIMERA LEY
Al descender del arca, Noaj construye un altar y ofrece sacrificios a Dios en un claro gesto de gratitud por haberle salvado la vida. Dios bendice a Noaj, le insta a reproducirse y repoblar la tierra, y le presenta un código que contiene dos leyes. La primera ley tiene que ver con los animales. Dios autoriza a Noaj y a sus hijos a comer carne animal (Génesis 9:3), lo cual hasta ese entonces no estaba permitido, ya que la dieta que Dios indicó a los primeros humanos, Adam y Eva, consistía únicamente en plantas: semillas, vegetales y frutas. Ahora Dios le permite a Noaj y a sus descendientes disponer de la vida de los animales. Sin embargo, el Creador establece un prerrequisito que deberá ser cumplido antes de consumir carne animal: no se puede mutilar a un animal vivo para consumir su carne, como hacen los depredadores carnívoros con sus presas. El hombre, antes de consumir la carne de un animal, debe sacrificarlo.

LA SEGUNDA LEY
La segunda ley que Dios le ordena a Noaj también tiene que ver con el acto de matar: el asesinato, es decir, quitar la vida a otro ser humano. Esta ley está formulada de una forma muy básica y elemental. En lugar de “No matarás,” como dice en los Diez Mandamientos, esta ley determina que el asesinato será castigado con la pena capital: “Si un hombre derrama la sangre de otro hombre, su sangre será derramada, porque el ser humano ha sido creado a imagen de Dios” (Génesis 9:6). Esta ley llega en gran medida para evitar que se repita el estado de corrupción generalizada que la Tora denunció en Génesis 6, cuando explicó que los hombres poderosos (bene elohim) abusaban de los más débiles (bene adam). Aquí Dios le recuerda a la humanidad que, más allá de posiciones o posesiones, todo ser humano merece ser tratado con respeto por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.

EL PACTO ENTRE DIOS Y NOAJ
En los próximos versículos (Génesis 9:8 a 9:17), Dios establece un pacto con Noaj y sus hijos. Por un lado, los seres humanos respetarán la vida de otros seres humanos y el derecho de un animal a una muerte digna, con un mínimo sufrimiento. El Creador, por su parte, se compromete voluntariamente a no traer un diluvio u otro cataclismo universal que destruya a la humanidad. El arco iris será el recordatorio de que la lluvia se detendrá y Dios no borrará a la humanidad de la faz de la tierra.

Para resumir: la fórmula divina para evitar nuevamente la corrupción de la humanidad y su destrucción es el establecimiento de la ley y el orden. Estas dos leyes básicas que recién mencionamos son el principio de lo que se conoce como las Siete Leyes de Noaj.

Aclaremos que, de acuerdo a la tradición judía, Dios ya le había ordenado a Adam, el primer hombre, seis leyes básicas: la prohibición del asesinato, la prohibición de la idolatría, de la blasfemia, del robo y del incesto, y la obligación de establecer un mecanismo de justicia.

En los tiempos de Noaj, Dios:

  1. Estableció estas leyes como un pacto con la humanidad.
  2. Determinó la pena de muerte por el asesinato.
  3. Agregó la ley que prohíbe el consumo de un animal mutilado.

Las Siete Leyes de los hijos de Noaj constituyen el primer código bíblico de Ley Divina que Dios concibió para toda la humanidad.