TISHA BEAB: El día que Jerusalem fue cancelada
Este lunes 12 de Agosto por la noche, comenzaremos el ayuno del 9 de Ab (Tish’a BeAb), que es el día de duelo nacional del pueblo judío. El ayuno y el duelo se observarán hasta el martes 13 de Agosto por la noche.
Consulta aquí https://www.myzmanim.com/search.aspx los horarios del ayuno en tu ciudad de residencia.
כֹּה אָמַר ה’ צִיּוֹן שָׂדֶה תֵחָרֵשׁ, וִירוּשָׁלַיִם עִיִּים תִּהְיֶה
En Tish’a BeAb recordamos cinco eventos trágicos que sucedieron en nuestra larga historia y tratamos de reflexionar sobre nuestra responsabilidad en ellos.
La menos conocida de estas tragedias es también una de las más relevantes, ya que de cierta manera la relevancia de este acto sigue vigente. Me refiero al «arado de la ciudad» de Jerusalem (חרישת העיר), en el año 130 de la era común.
Para comprender por qué fue arada la ciudad –y lo que esto significaba en esos tiempos– debemos repasar un poco lo que ocurrió luego de que el Segundo Templo fue destruido por los romanos (año 68 de la era común).
Cuando Adriano se convierte en el nuevo emperador romano, la situación de los judíos en Judea comenzó a empeorar. Uno de los momentos más tensos fue cuando el emperador viajó al Medio Oriente, en los años 129 y 130 de la era común, para visitar las tierras «más exóticas» de su imperio, como Egipto, Libia, Nubia, etc. El emperador se horrorizó ante una de las prácticas más comunes que llevaban a cabo los gentiles en esa región: la castración de esclavos y sirvientes (eunucos), que se practicaba para “domesticar” a los esclavos y hacerlos más dóciles, como se hace con los animales. En Roma, esa práctica estaba prohibida. Adriano decidió que todos los pueblos de su imperio adoptarían esta prohibición. Aclaremos que esto no ocurría en la tierra de Israel, la provincia romana de Judea, porque la castración está terminantemente prohibida por la Torá. No solo la castración humana, sino también la de animales, algo que era (y sigue siendo) totalmente aceptado en el mundo no judío. Adriano penalizó la castración humana con la pena de muerte.
El gran problema fue que los enemigos de los judíos y del judaísmo, que nunca faltan, convencieron a Adriano de que la circuncisión judía también debía ser penalizada, por ser considerada una forma de castración. A nuestros enemigos no les fue difícil convencer al emperador, ya que éste no era muy amigo de los judíos. Y así fue que Adriano decidió penalizar la circuncisión judía con la pena de muerte. De nada sirvió que una delegación de Sabios judíos se reuniera con los representantes romanos para que le explicaran al emperador que la circuncisión no tiene nada que ver con la castración. Algunos historiadores especulan que Adriano fue influenciado por los primeros cristianos, que como sabemos, a fin de reemplazar la práctica judía, habían abolido la circuncisión reemplazándola por el bautismo. La nueva postura antijudía de Adriano representaba una gran victoria para su causa.
Este decreto, que tuvo lugar alrededor del año 129, afectó tremendamente los ánimos de los judíos, que declararon estar dispuestos a sacrificar sus vidas a fin de cumplir el primer precepto que le corresponde a un niño judío. Ribbí Yishmael ben Elishá llegó a decir: “Quizás haya llegado el momento de que dejemos de casarnos y traer hijos al mundo (Babá Batrá 60b)” ya que si los romanos descubrían que un niño fue circuncidado, lo matarían a él y a sus padres. Pero la anulación del Berit Milá fue solo el preludio de otras tragedias que estaban por suceder…
En ese fatídico viaje por Medio Oriente, Adriano tomó otra terrible determinación que resultaría atroz para el pueblo judío: el emperador, que continuamente recibía peticiones de los judíos para que les permitieran reconstruir el Bet HaMiqdash, decidió “prevenir para siempre” que el Templo fuese reconstruido y declaró que planeaba remover las ruinas de la Ciudad Santa, a fin de eliminar cualquier vestigio de memoria judía de su destrucción.
Para eso, Adriano ordenó hacer tres cosas:
1. Jerusalem sería reconstruida, «reseteada», al estilo romano, como una ciudad romana. Esto se hace removiendo las viejas ruinas de la ciudad y «arando el terreno para fundar los cimientos de la nueva ciudad”, creando los nuevos surcos que demarcaban los nuevos límites de la flamante metrópolis.
2. Cambiar el nombre de la ciudad. Desde ese entonces, Jerusalem se llamaría “Aelia Capitolina”. “Aelia”, en honor a Adriano, ya que su segundo nombre era «Aelio», y “Capitolina”, en honor al ídolo romano, Júpiter Capitolino.
3. Construir en el terreno del Templo de Jerusalem un templo pagano para Júpiter Capitolino, el dios romano favorito de Adriano.
El día que la ciudad de Jerusalem fue arada, con el fin de ser erradicada para siempre de la memoria judía, fue el 9 de Ab del año 130 de la era común.
También el nombre de «Jerusalem» fue cambiado y por siglos los romanos y luego muchos cristianos llamaron a Jerusalem Aelia o Capitolina (la construcción del templo pagano en el área del Bet HaMiqdash, nunca se llevó a cabo).
Este evento fue celebrado por los romanos, como era su costumbre, acuñando una moneda ilustrativa. El texto de la moneda que vemos en la imagen abajo dice: «Col(onia) Ael(ia) Capit(olina)». En esta moneda se ve claramente a Adriano, representando a Roma, arando/erradicando la Ciudad Santa.
El arado de la ciudad de Jerusalem y el cambio de su nombre demuestran que los gentiles hicieron todo lo posible, y más, para borrar la memoria de la Jerusalem judía y que perdiésemos cualquier esperanza de reconstruir nuestra ciudad capital.
Baruj HaShem, ya nadie se acuerda de Adriano, ni del nombre «Aelia Capitolina», que solo se encuentra en los libros de historia antigua.
Pero por el otro lado, milagrosamente, y después de 1900 años, no hay ser humano en la tierra que no haya escuchado acerca de JERUSALEM. Que ahora no es romana, ni cristiana, ni árabe, sino JUDÍA. ¡Es nuestra eterna ciudad capital y está más hermosa, feliz y llena de vida que nunca!
Adriano no solo intentó que el mundo olvidara a Jerusalem. Este terrible emperador, uno de los enemigos más obsesionados contra el pueblo judío en la historia, también cambió el nombre de Israel. En ese entonces, los judíos teníamos dos nombres para Israel, uno era “Judea”, el territorio donde vivían los descendientes del Reino de Yehudá (que sobrevivió el asedio de los asirios, al tiempo que las otras 10 tribus fueron exiliadas) y también “Erets Israel”, la tierra de Israel. Para estar seguro de que los judíos nunca más volverían a reclamar la tierra de sus antepasados o incluso soñar con ella, Adriano cambió el nombre de Israel y la llamó: «Palestina», recordando que los pueblos invasores (pelisthim, significa en hebreo invasores extranjeros) se habían apoderado ahora de la tierra y ya no le pertenecía más a los judíos.
Adriano fracasó en su obsesionado intento de borrar la memoria judía de Jerusalem. E irónicamente (o estratégicamente) fue gracias a la observancia de Tish’a BeAb —el día de duelo por Jerusalem— que nunca nos permitimos dejar de recordar, llorar y rezar por la ciudad sagrada y su Templo. Y milagrosamente, hoy estamos viviendo el PRIVILEGIO de ver a Yerushalayim «lista» para que B»H pronto veamos allí nuestro Bet HaMiqdash.
Por otro lado, el plan de Adriano de erradicar el nombre de Israel y cambiarlo por Palestina sigue siendo una de las batallas que, después de 2.000 años, todavía seguimos enfrentando en foros internacionales. Los enemigos de Israel ya no son los romanos. Ahora tienen un nombre diferente y una religión distinta, pero siguen con la misma agenda: erradicar a los judíos de su tierra y que no se recuerde más el nombre “Israel”. Pero no lo están logrando y no lo van a lograr.
Quiera el Todopoderoso que este sea el último Tish’a BeAb que tengamos que llorar por la destrucción de nuestro Bet HaMiqdash y que el próximo año veamos a Jerusalem totalmente reconstruida. AMEN.