El vuelo a Shanghai
Fabián, más allá de ser un experto mundial en informática telefónica, es un joven judío que, a pesar de no usar Kippá, tiene un compromiso religioso total con Shabbat y Kashrut. Su empresa lo sabe y lo deja libre los sábados y las festividades, y la secretaria de la empresa siempre se preocupa de encargarle comidas Kosher en vuelos y hoteles. Pero por las dudas, Fabián lleva consigo sándwiches de atún envueltos en papel de aluminio, que antes le preparaba su mamá y ahora los prepara Leah.
Hace algunos años, en uno de esos innumerables viajes, abordó en Nueva York un avión rumbo a Shanghai. Fabián descubrió que la aerolínea había cometido un error: no le subieron la comida kosher para él. Resignado, sacó su paquetito con papel de aluminio, que desentonaba totalmente en business class. En ese preciso instante, una agradable chica que estaba sentada detrás, Leah, notó la situación y se dio cuenta de que ella no había sido la única que se había quedado sin Kosher. Sin dudarlo, le ofreció compartir sus frutas. Fabián le ofreció uno de sus sándwiches. Y luego de compartir ese largo viaje juntos, se prometieron volver a verse. Y así, lo que comenzó como una comida accidental en un vuelo se transformó en una propuesta de matrimonio y en la formación de una hermosa familia judía, “por culpa” de un simple sándwich de atún.
La conferencia en Suiza
En otro de sus viajes, Fabián asistió a un congreso en Suiza organizado por su empresa. El evento culminó en un lujoso restaurante, donde cientos de empleados de distintos países se deleitaban con manjares como caviar y buey Wagyu. A pesar de que la empresa usualmente es muy considerada, ese día olvidaron solicitar una vianda kosher para Fabián. Sin hacer alarde y con discreción, Fabián no probó nada. Y a la hora de los postres, Fabián sacó su fiel sándwich de atún que le había preparado Leah y lo disfrutó en un discreto rincón del amplio salón.
Lo que Fabián no esperaba es que el fundador y CEO de la empresa lo estuviera observando. Tras la cena, se acercó a Fabián no solo para disculparse por el error con su comida, sino también para ofrecerle un ascenso a un puesto ejecutivo de mayor prestigio. Fabián, sorprendido, pensó que el dueño estaba siendo excesivamente cortés con él por la omisión de la comida Kosher. Sin embargo, el magnate le aclaró: «No busco compensarte por una comida. Busco tener en mi equipo a alguien que, incluso en los detalles más pequeños, muestre convicción y personalidad. Tu lealtad y tu compromiso con tus principios son admirables, y eso es lo que nuestra empresa necesita en sus líderes. Creo que encontré a la persona indicada».
Moraleja
No todas las historias de observancia de Kashrut terminan así: el 99% de casos como los que mencionamos , cuidar Kasher es sacrificado y no siempre acompañado de una gratificación inmediata o recompensa. Pero lo que rescato de estas historias de vida reales es que el Kashrut va más allá de una dieta. Kashrut es identidad. Es lo que hace que personas judías se conecten y se conozcan en los lugares más remotos del mundo. Y además, la observancia de Kashrut es un ejemplo de convicción en un mundo donde lo que prima es la conveniencia. En la conferencia de Zúrich, Fabián no era el único judío presente. Pero era el único judío absolutamente leal a sus principios religiosos, en una actividad que a veces es la más mundana y otras veces la más importante en el plano social: el acto de comer.
Rab Yosef Bittón