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Ribbí Shimon Bar Yojai y ¿cómo agradecerle a Dios?

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Ribbí Shimón Bar Yojai falleció en Lag BaOmer y es una costumbre muy aceptada conmemorar su legado en este día. ¿Por qué? Porque hay mucho que aprender de Ribbí Shimón Bar Yojai.

LA INICIACIÓN MÍSTICA

Ribbí Shimón era un Sabio del tiempo de la Mishná (aproximadamente, año 150 de la era común). Estaba más conectado con el mundo Divino que con el terrenal. Para Ribbí Shimón no había nada más importante que el estudio de la Torá. La Torá es la conexión más tangible con el Creador. Compenetrarse con la Ley Divina era para él la forma más directa de conectarse con Dios, el propósito excluyente de nuestras vidas. Ribbí Shimón una vez explicó que la razón por la cual Dios no condujo al pueblo de Israel directamente hacia la tierra prometida cuando los rescató de Egipto no fue porque no estuvieran preparados para la guerra, sino porque el Creador quería que los judíos estuvieran más tiempo en el desierto, alimentados con el maná – un alimento que caía del cielo– y así, sin preocupaciones materiales, pudiéramos dedicarnos exclusivamente a la Torá. ¡El ideal de Ribbí Shimón era vivir en los tiempos del maná! Estudiar Torá sin preocupaciones terrenales.

UN SUEÑO CUMPLIDO

Y de manera inesperada e involuntaria, vio cumplido su sueño. Una vez estaban reunidos Ribbí Yehudá, Ribbí Yosé y Ribbí Shimón Bar Yojai. Ribbí Yehudá comenzó a alabar las obras de los romanos, que gobernaban en Israel en esos tiempos: “Los romanos hacen grandes obras como puentes, mercados y casas de baño para higienizarse”. Ribbí Yosé se mantuvo en silencio. No validó lo dicho ni lo negó. Pero Ribbí Shimón Bar Yojai,  criticó las obras de los romanos: Todo lo que hacen es para su propio beneficio o para asimilarnos. Los puentes los construyen para cobrarnos impuestos, los mercados los llenan de promiscuidad, y los baños públicos no los podemos usar. Los comentarios críticos de Ribbí Shimón llegaron a oídos de los romanos y fue sentenciado a muerte. Primero se refugió en la Yeshibá, pero luego, cuando la búsqueda se hizo más intensa, tuvo que escaparse a una cueva, escondida en las montañas de Merón, donde vivió con su hijo por 12 años. En esa larguísima cuarentena sobrevivió comiendo semillas de algarrobo y tomando agua de un manantial. Lejos de ser un problema, para Ribbí Shimón fue un acto Providencial: el escenario más parecido a recibir el maná del cielo. Ahora él y su hijo El’azar podían dedicarse exclusivamente al estudio de la Torá, y no les importaba vivir en ese minimalismo extremo. Todo ese tiempo se dedicaron a estudiar Torá y alcanzaron un nivel espiritual y una profundidad de comprensión que no tuvo paralelos en el mundo rabínico. El Zohar, el libro del esplendor, que es la obra fundamental de la mística judía (qabbalá), contiene muchas historias, ideas y dichos de Ribbí Shimón Bar Yojai, lo que constituye el cuerpo principal de este libro.

LA REPROGRAMACIÓN

Durante esos años Ribbí Shimón se dedicó a estudiar con su hijo El’azar hasta que le fue anunciado que podía salir de su confinamiento y regresar a la vida normal porque el emperador había muerto, y cuando eso ocurría los decretos eran levantados. Irónicamente, regresar a la vida normal fue lo más difícil para Ribbí Shimón. Al principio, criticaban todo lo que veían, especialmente El’azar, porque no toleraba, por ejemplo, ver que la gente interrumpiera su dedicación al trabajo en lugar de estudiar Torá todo el día. Una voz Divina lo reprimió y le ordenó regresar a la cueva por doce meses más. Ribbí Shimón y su hijo tenían que “reprogramarse”. Cuando salió de la cueva por segunda vez, Ribbí Shimón había aprendido la lección que él mismo alguna vez había enseñado: ראיתי בני עלייה והן מועטין, “He visto que los individuos que ‘viven en las alturas’ [=en un estado de elevación espiritual permanente] son muy pocos”. Ribbí Shimón se dio cuenta de que a las personas comunes les era muy difícil mantener una relación ininterrumpida con Dios, como la que tenían él y su hijo. Se dio cuenta de que él no era la regla sino la excepción. Y se volvió más tolerante hacia los demás. La experiencia de ir a la cueva por segunda vez lo transformó.

CRECER EN UNA CUEVA

Si bien la cueva de Ribbí Shimón representa un ideal, este ideal es para la mayoría utópico e inalcanzable. No se puede vivir sin pensar en el sustento. Pero tampoco se puede estar arraigado solo a lo terrenal. Ya que podemos estar peligrosamente atrapados en una sociedad en la que lo urgente no deja tiempo para lo importante. Cuando Ribbí Shimón sale por segunda vez de la cueva, alcanza el delicado balance entre el hombre elevado que vive en las nubes y el ideal representado por el sueño de Yaakob Abinu: los ángeles humanos que suben por una escalera que lleva al cielo y luego descienden trayendo algo del cielo – lo que aprendimos, lo que absorbimos- y compartirlo con el resto de la sociedad.

וַיָּבֹא יַעֲקֹב שָׁלֵם עִיר שְׁכֶם….וַיִּחַן אֶת פְּנֵי הָעִיר

Ribbí SHIMON Y NUESTRO PATRIARCA JACOB

Cuando Ribbí Shimón por fin regresó a la civilización, se dijo a sí mismo: «Dios ha salvado mi vida y la de mi hijo y tengo que agradecerle por este milagro”. La Guemará (Shabbat 33b) cuenta que en ese momento Ribbí Shimón recordó la historia de Yaakob Abinu cuando se salvó de Labán y de Esav, llegó por fin sano y salvo (en hebreo: “shalem”) a la ciudad de Shejem. Yaakob era muy consciente de que escapó del peligro gracias a la intervención Divina. Y la Torá dice que al llegar a Shejem “vayijan et penei ha’ir«, Yaakob decidió hacer un significativo acto de beneficencia para la gente de Shejem. La Guemará debate luego qué fue lo que exactamente hizo Yaakov para los habitantes de Shejem, y menciona tres opiniones. Rab dijo que Yaakob Abinu estableció un sistema monetario, “matbe’a», en reemplazo del primitivo método del trueque, que era muy deficiente. Shemuel dijo que nuestro patriarca estableció para los habitantes de Shejem un nuevo sistema comercial: el mercado, en el que los vendedores y los compradores convenientemente se reunían un par de veces por semana. Ribbí Yojanán dijo que construyó un sistema de baños públicos en esa ciudad, para incrementar la higiene y la salud pública. Y si bien difieren respecto a qué fue exactamente lo que hizo Yaakob, los tres Rabinos están de acuerdo en que  hizo un extraordinario y desinteresado acto de beneficencia,  en beneficio de los habitantes de Shejem.

SIEMPRE HAY ALGO QUE PODEMOS DAR

A continuación, la Guemará cuenta que cuando Ribbí Shimón llegó sano y salvo a la ciudad de Tiberias, quiso imitar las acciones de Yaakov. A diferencia de Yaakov, que poseía una gran fortuna, Ribbí Shimón no tenía nada material que ofrecer, y por eso ofreció su tiempo, su conocimiento y su esfuerzo para el beneficio de los demás. Lo primero que hizo fue preguntar: ¿Hay algo que yo pueda hacer por el bien de la ciudad? Y le dijeron que sí, que había un gran terreno entre la ciudad y el mercado, que en el pasado había sido utilizado como cementerio -pero las tumbas no estaban marcadas– y eso impedía que los Cohanim y otros Yehudim (jaberim) que cuidaban estrictamente las leyes de pureza, pudieran acceder al mercado. Acto seguido, Ribbí Shimón se puso a revisar todo ese sector para identificar los lugares donde podía haber cuerpos enterrados. Tomó testimonios de gente que conocía el lugar y verificó la consistencia del terreno, palmo por palmo, y demarcó las áreas en las que encontró alguna evidencia de un antiguo sepulcro como tierra removida y otros. Así, luego de una ardua tarea que pudo haberle llevado varios meses, marcó las áreas prohibidas y autorizó el ingreso de muchísima gente  a las áreas liberadas.

CÓMO AGRADECER A HASHEM

La lección que aprendemos de estas dos historias, la de Yaakov Abinu y la de Ribbí Shimón Bar Yojai, es importantísima: ¿Cuál es la forma de «devolverle el favor» a Dios, de manifestarle nuestro agradecimiento al Creador? La forma judía de agradecerle a Dios es practicando el «jesed», haciendo obras de bien para los demás, para Sus hijos, aunque ellos no hayan hecho nada especial por nosotros. De la misma manera que probablemente la mejor manera de agradecerle a un amigo por un favor que nos hizo es haciéndole un favor a uno de sus hijos, con nuestro patrimonio, como lo hizo Yaakov Abinu, o con nuestro tiempo y dedicación, como lo hizo Ribbí Shimón bar Yojai.

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