CAPÍTULO 1
INTRODUCCIÓN:
En el año 586 antes de la era común, Jerusalem fue destruida por Nebujadnetsar (Nabucodonosor), emperador de Babilonia. Los judíos fueron exiliados y dispersados por todos los confines del imperio. En el año 539 a.e.c, dos generaciones después del exilio, el emperador persa Koresh (Ciro), que se había aliado con los medos, conquistó el imperio babilónico. Koresh tuvo una actitud muy positiva hacia los judíos e hizo algo increíble. En el primer año de su reinado, 538 a.e.c, promulgó un edicto que les permitía —y en realidad alentaba— a los exiliados judíos a regresar a la tierra de Israel y reconstruir el Bet HaMiqdash, y pagaría el proyecto con el tesoro real. Con el tiempo, unos 50,000 judíos lo hicieron y regresaron liderados por Zerubabel. En el año 516 a.e.c, 70 años después del exilio, el segundo Bet Hamiqdash fue inaugurado, cumpliéndose así la profecía de Jeremías (capítulo 25:11-15). Pero aunque el Bet HaMiqdash estaba construido y en funcionamiento, la mayoría de los judíos decidieron quedarse en el imperio persa. ¿Por qué? De acuerdo al rabino Yehudá Haleví, porque estaban muy bien económicamente. Según Samuel Kurinsky, sus negocios prosperaban. Se dedicaban al comercio internacional, exportando joyas de vidrio a China e importando de allí oro, plata y seda. Los judíos persas también desarrollaron la industria del crédito, como lo testimonia, por ejemplo, la extensa documentación encontrada sobre la familia judía de Nippur, Murashu (ver aquí). El imperio persa seguía creciendo. En el año 500 a.e.c., Dariavesh (Darío el Grande), nieto de Koresh, extendió el imperio que ya incluía Egipto, Libia, Sudán y Etiopía hasta la India. Solo quedaba una región por conquistar para que el emperador persa dominara el mundo: Grecia. Dariavesh lo intentó pero no los pudo vencer. Finalizar esa tarea quedó para su hijo, Jerjes o Xerxes.
Ahora, luego de esta breve introducción, podemos ahora comenzar la historia que relata el libo de Ester.
VERSÍCULOS 1-4
En el año 486 a.e.c, después de la muerte de Darío, el imperio quedó en manos de su hijo, Jerjes, también conocido en persa como Jashayarshá y en hebreo como «Ajashverosh». En esos días, el imperio persa contaba con 127 estados o provincias y se extendía desde India hasta Etiopía. Fue el imperio más extenso que la humanidad haya conocido. Ahora le quedaba a Ajashverosh conquistar Grecia. Primero se afianzó en su gobierno y en el tercer año de su reino, comenzó a preparar la invasión a Grecia. Fue la expedición militar más numerosa de la historia humana. Según Heródoto (también conocido como el padre de la historia moderna, y que comenzó su famoso libro de historia con la batalla de Ajashverosh), el emperador persa preparó el ejército más numeroso de la historia militar: 5.283.220 hombres, entre soldados y auxiliares, a fin de conquistar Grecia.
La Meguilá nos cuenta que Ajashverosh organizó un mishté y generalmente se piensa que era una “fiesta” que duró 180 días. Pero todo parece indicar — y así lo afirma también Herodoto, que este mishté era algo así como “un almuerzo de trabajo”, no una celebración. La Meguilá da clara cuenta de esto al mencionar quiénes eran los invitados: los primeros que nombra son los ejércitos de Persia y Media, los generales y los gobernadores de las provincia imperiales. Estos son los individuos que podían reclutar, organizar y entrenar a este gigantesco ejército para invadir Grecia. Ajashverosh los trajo a trabajar. Pero como buen anfitrión los agasajó y les demostró con sus exóticos banquetes que tenía el dinero suficiente para afrontar la guerra con Grecia. ¿Por qué la Meguilá no menciona explícitamente que este mishté era una preparación para la expedición militar del rey? La Meguilá fue escrita durante el reinado de Ajashverosh, y tenia que ser aprobada por los censores imperiales. Así que el texto se cuida muchísimo de ser políticamente correcto y no expresar nada que pueda sonar como una ofensa al rey. Y en el caso de este mishté el tram es muy sensible, porque a pesar de la enormidad de su ejército, Ajashverosh, al final, perdió la guerra con los griegos.
VERSICULOS 5-12
Luego de los 180 días de preparaciones para la madre de todas las batallas, el rey organizó una fiesta de verdad, una celebración que duró 7 días. Aparte de agasajar a sus hombres que trabajaron muy duro por meses, la fiesta tenía la finalidad de subir la moral del pueblo y los soldados, y celebrar por anticipado la victoria contra los griegos. Esa fiesta, a diferencia de la primera, se describe con generosos detalles: la decoración de los suntuosos jardines del palacio de Shushán, la utensilería, la lujosa vajilla y se menciona muy especialmente la bebida, el vino de la bodega del rey, que se servía en cantidades ilimitadas. La reina Vashti también celebraba, pero no en los jardines sino en el suntuoso salones del palacio real. Su fiesta era exclusivo para mujeres: las damas de Shushán y las esposas de los militares y dignatarios que habían llegado del exterior. El séptimo y último día de la fiesta, el rey se excedió con el vino y víctima de su embriaguez cometió un tremendo error: en lugar de invitar a la reina de forma personal, como un marido que invita a su mujer, el rey la convocó por vía protocolar, “le dio la orden a siete de sus oficiales para que la trajeran vistiendo únicamente la corona real”. La reina Vashti se resistió. Según los Sabios de Erets Israel, no fue porque no se veía presentable como explicaron los Sabios de Babel, sino por pudor y para no exponerse en público y humillarse. Cuando el rey se recuperó de su embriaguez, se enfureció consigo mismo por el tremendo error cometido (Rab Moshé Almosnino). Ya que al haber desobedecido la orden protocolar del rey, por mas banal que sea, ahora —legalmente— Vashti debía ser castigada con todo el peso de la ley.
VERSICULOS 13-22
El rey, desesperado, consulta con sus consejeros personales (astrólogos) y especialmente con sus asesores para buscar una salida a esta crisis constitucional. Siete funcionarios jerárquicos, asesores legales del más alto cargo son mencionados uno por uno por sus nombres. Ajashverosh, quería a Vashtí y trataba de salvar su vida.
Los asesores legales le dan la mala noticia al rey: la afrenta de Vashti no fue de orden personal. Fue un tema legal, que afecta a todo el imperio. Y como todos sabían, una vez que el rey dio una orden, esta no podía ser revocada, ni siquiera por el mismo rey, ni siquiera cuando se pudiera probar que el rey no estaba en sus facultades. Y aparte de eso, explicaron los asesores para suavizar el tema, el desacato de Vashtí ya era de conocimiento público, y si se la castigaba, se iba a sentar un precedente en el imperio que podría afectar la estabilidad del mismo. El episodio de Vashtí se transformó así en un tema de seguridad nacional.
El asesor principal del rey, Memuján (que los Sabios luego identifican con Hamán) le sugiere al rey aprovechar esta crisis y convertirla en una oportunidad para ganarse el favor de los hombres del imperio, los soldados, algo muy favorable para los tiempos de guerra que se avecinaban. Memuján le recomienda al rey que se prepare un edicto y se envíe a todos los confines del imperio, diciendo lo siguiente:
Artículo número uno: que la reina Vashti será removida de su cargo (un eufemismo de que seria ejecutada).
Número dos: que el rey Ajashverosh en su momento buscará una reina más capacitada que Vashti (es decir: más obediente) para reemplazarla.
Número tres: que las mujeres del reino debían honrar a sus maridos (=obedecerlos), sin importar el cargo o el estatus que estos tengan.
El edicto fue enviado a todo el imperio, a las 127 provincias, en el idioma que se hablaba en cada provincia, anunciando que por orden del rey los hombres deberían ejercer el liderazgo en sus familias, y que se hable en el idioma del marido, lo cual al parecer era un problema común en las numerosas familias mixtas del imperio.
Así concluye el primer capítulo de Meguilat Esther. El Rab Almosnino explica que hay dos razones por la cuales este capitulo, que no tiene ninguna referencia directa a lo que ocurrió con los judíos en el imperio, es parte de esta historia. En primer lugar porque anticipa la eventual llegada a escena de la reina Esther, que reemplazará a Vashtí. Pero también, o principalmente según el Rab Almosnino, este capítulo demuestra que en el imperio persa, las órdenes del rey, debían ser cumplidas, aunque hayan sido emitidas sin plena conciencia, y una vez proclamadas no pueden ser revertidas, ni siquiera por el propio rey, incluso si se trata de “matar a su propia esposa”. Cuando el lector inteligente tiene esto en cuenta, dice el Rab Almosnino, y lee que Hamán “engaña” al rey y le hace firmar un edicto real para eliminar a los judíos, se da cuenta por lo ocurrido con Vashtí, que este edicto ya no podrá ser revertido. Y así se aprecia mejor la extraordinaria protección Providencial de HaShem, que nos salvó de un exterminio total (להראות את גודל הנס).