TETSAVE: El perfume de Yerushalayim

La Torá menciona la preparación de el Quetoret (קטורת הסמים), en español, “incienso” en nuestra Parashá Tetsave (Shemot, Éxodo 30:34 ). El incienso es un humo que se prepara con ciertas especias que al ser quemadas producen un aroma muy agradable.  La Torá solo menciona 4 de los 11 elementos que se utilizaban en la preparación del Quetoret. Los otros 7 elementos son mencionados por el Talmud en el tratado de Keritut, que leemos todos los dias en nuestra Tefilá (2 veces en Shajarit y 1 vez en Minjá).  Pero, ¿qué por qué se necesita una explicación tan extensa para algo aparentemente tan sencillo como el incienso? El tema más complicado es identificar cuáles eran esos 11 elementos que se usaban para preparar el Quetoret. La identificación de estas especias, luego de la destrucción del Bet haMiqdash, ha sido objeto de múltiples debates, teorías y especulaciones.  Esto no solamente ocurre con las plantas del Quetoret. Lo mismo pasa con otras plantas, piedras preciosas o animales mencionados en la Torá. Como ilustración les cuento que el muy estimado Doctor Rab Isaac Betech de México ha escrito un fascinante libro que se llama: “El enigma del Shafán”, con un objetivo fundamental: identificar este animal Bíblico (popularmente traducido como «conejo» o «liebre»). Con un objetivo similar el Rab Portaleone, por ejemplo, dedica 11 capítulos de su libro a este tema. Incluyendo 13 páginas para intentar identificar la primera especie del Quetoret: el Tsorí.

Pero antes de profundizar en estos detalles, les contaré un poco más acerca de la Mitsvá del Quetoret.

368 PORCIONES  

Los 11 elementos, cada uno en su exacta medida,  se mezclaban en un preparado especial una vez por año, al comienzo del mes de Nisán. Este preparado se molía a mano y se dividía en 368 porciones (manim) de aproximadamente 1/2 kilo cada una. Cada mañana y cada tarde, durante los 365 días del año solar, se quemaba media porción del Quetoret, luego del sacrifico diario.

En Yom Kippur, en el momento más sagrado del día, el Gran Sacerdote ingresaba al Sancto Sanctorum (קודש הקדשים), donde ningún otro hombre ingresaba durante el resto del año, y realizaba allí la Mitsvá del Quetoret. Pero a diferencia de los demás días del año, en Yom Kippur en lugar de usar media porción del Quetoret se usaban tres porciones completas. Y estas porciones, que eran sostenidas en la mano del Gran Sacerdote, tenían que ser molidas con mucha más intensidad que las porciones diarias (דקה מן הדקה).

El Quetoret diario se quemaba sobre un altar, relativamente pequeño y exclusivo para esta función: el Mizbeaj haZahab, el altar de oro que estaba en el Hejal, un recinto interior del Templo.

EL SECRETO DEL QUETORET 

Mientras el Quetoret se consumía, su humo impregnaba de un aroma dulce e inigualable al Bet haMiqdash. Y lo más bonito es que el aroma del Quetoret no sólo se sentía en el Bet haMiqdash sino en todo Yerushalayim. ¿Cómo era esto posible? En primer lugar la fragancia era muy intensa. Los elementos que se usaban en la preparación del Quetoret, la mayoría de los mismos eran plantas o resinas, no eran de uso común sino que eran muy escasos (e increíblemente caros!).   Pero había algo más: una familia en Yerushalayim, los Abtinás, encargados de preparar el Quetoret, conocían la “fórmula secreta” del Quetoret, que consistía en la manera artesanal en la que se molía y se mezclaban las especias del Quetoret. Ellos también conocian  la identidad de una misteriosa plantita llamada en hebreo “ma’ale ‘ashán” (=elevador de humo). Unas pocas hojitas de esa planta hacían que el humo del Quetoret subiera verticalmente, lo cual era requerido ritualmente. El humo del Quetoret s elevaba y luego su incomparable fragancia del Quetoret descendia por toda la ciudad de Jerusalem, lo que es hoy la Cuidad Vieja. La fragancia del Quetoret era el perfume habitual que uno sentía en Yerushalayim, y era parte de lo que hacía de nuestra ciudad capital que fuera tan hermosa y especial

Se cuenta que los viajeros que llegaban a Yerushalayim desde el sur,  Yerijó (Jerico) podían darse cuenta que estaban cerca de nuestra ciudad capital porque coemnzaban a percibir el inigualable aroma del Quetoret.

El Midrash también afirma que en Yerushalayim, las novias no necesitaban usar perfumes ni siquiera en el día de su boda, porque la deliciosa fragancia del Quetoret superaba  cualquier otro perfume que alguien pudiera usar.