ET SHAARE RATSON: Para pensar mientras escuchamos el Shofar
עת שערי רצון להפתח
“Cuando las puertas de la compasión se están abriendo, en el día que alzaré mis manos en rezo a Dios, por favor, Todopoderoso, ten en cuenta en este día del Juicio, el mérito del sacrificador (Abraham), del sacrificado (Isaac) y del altar (que juntos construyeron)” .
Uno de los piyutim más conocidos de la Tefilá (liturgia) de Rosh HaShaná es “ET SHAARE RATZON”, “Cuando las puertas de la compasión…”. Este poema se recita inmediatamente antes de escuchar el Shofar, que anuncia oficialmente el comienzo del juicio Divino. En ese momento, rogamos a Dios que no nos juzgue de acuerdo a la estricta letra de Su ley, sino con compasión. Y también le pedimos que tenga en cuenta el mérito de Abraham nuestro patriarca, cuando estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac (Aquedat Ytzjaq). Recordamos este evento en este preciso momento, en primer lugar porque el Shofar, un cuerno de carnero, nos recuerda la última “prueba” a la que fue sometido nuestro patriarca Abraham.
“La prueba final, la última de las diez: toma a tu hijo, el que ha nacido de su esposa Sará, al que tanto amas, y ofrécelo como un sacrifico puro hacia Dios, en el monte sobre el cual la gloria de Dios se manifiesta” .
La prueba más difícil por la que tuvo que pasar Abraham Abinu fue el «sacrificio» de Isaac.
El texto bíblico comienza con una aclaración excepcional: Génesis 22: “Y Dios puso a Abraham a prueba y le dijo… sacrifica a tu amado hijo Isaac”. Dios no le pide a Abraham un sacrificio humano. Dios está “probando” los límites del amor y la lealtad de Abraham hacia Él. Es un “test” —y un ejercicio que entrenará al pueblo judío por generaciones. Para entenderlo mejor, pesemos en el simulacro que se hace en una escuela o una oficina cuando suena la alarma, pretendiendo que hay un incendio, y todos deben salir ordenadamente. Ese test no solo demuestra si la escuela, los alumnos y los maestros están preparados para enfrentar esa eventualidad en la vida real, sino que también sirve como entrenamiento para el futuro: si todos responden bien en esta simulación, quiere decir que están preparados para responder bien, si algún día, Dios no lo quiera, hay un incendio de verdad.
Con este ejemplo en mente, pasemos ahora a la prueba de Abraham. Lo que nuestro patriarca aprende en esta prueba— y enseña a la posteridad— es que un judío debe estar “dispuesto” a dar la vida por su religión. Y así lo supimos hacer los judíos por generaciones: Jananyá, Mishael y Azariá, renunciaron a traicionar a la Torá sabiendo que iban a ser condenados a muerte por negarse. Lo mismo ocurrió con Janá y sus siete hijos, o con los “Jasidim Rishonim” en los tiempos de Antiojus Epifanes (siglo 2, a.e.c). Y con Ribbí Aquibá y con millones de mártires judíos desde la Inquisición hasta la Shoá. Todos los que estuvieron dispuestos a perder su vida —o la de sus hijos— y no abandonar a Dios en estas circunstancias extremas, fueron inspirados por la prueba por la que pasó Abraham Abinu, cuando demostró que su amor por Dios era absolutamente incondicional.
Hoy, gracias Dios, no tenemos que enfrentar ninguna de esas terribles pruebas. Los desafíos que debemos superar para observar la Torá son ridículamente pequeños comparados con el pasado: debo sacrificar un poco de mi sueño para rezar con Minyan por la mañana (más ahora en selijot) o para estudiar Torá por la noche; o debo sacrificar parte de mi dinero para ayudar a los demás, o mi actividad comercial para cuidar el Shabbat, etc., etc. Todo es insignificante frente a los desafíos de nuestros antepasados, cuando cumplir la Torá podía implicar la pérdida de la vida…
Creo que la lección contemporánea que nos enseña este poema ET SHAARE RATZON, y que es tan importante tenerla en mente, es que al escuchar el Shofar me juzgo a mí mismo y debo reconocer lo que estoy haciendo mal y principalmente lo que no estoy haciendo bien, o suficiente, en términos de observar la voluntad de Dios. Y siempre necesitamos una referencia, un ejemplo con el cual compararnos. ¡Qué mejor referencia que Abraham Abinu! Si nuestro patriarca Abraham estuvo dispuesto a sacrificar lo que más quería en el mundo para obedecer la voluntad de Dios, ¿no tendría que estar yo dispuesto a realizar mis pequeños sacrificios?