CRÍMENES DE GUERRA
A lo largo de la historia de la humanidad, los líderes militares de todos los pueblos de la tierra motivaban a sus guerreros a conquistar al enemigo, alentándolos con la promesa de obtener el tentador botín de guerra: dinero, tierra, despojos… y las mujeres del enemigo. Este era el botín que le correspondía al victorioso, y un gran aliciente para los soldados para que pelearan con más valor y adrenalina. Las mujeres capturadas eran tratadas como objetos, a voluntad del soldado. Las pobres víctimas, después de ser abusadas, eran torturadas, asesinadas o, en el mejor de los casos, vendidas como esclavas.
El asalto sexual en tiempos de guerra no es un tema del pasado. En el artículo sorprendentemente titulado «Desafiando a una tradición que goza de impunidad», podemos leer acerca de la prevalencia –y la tolerancia internacional– de las violaciones en tiempos de guerra, incluso en pleno siglo XX.En la Parashá de esta semana, leeemos algo extraordinario: la Torá demanda del soldado judío una conducta excepcional, completamente distinta al soldado gentil. Exige una actitud de respeto hacia el enemigo que no tiene precedentes ni paralelos en los anales de la historia, probablemente hasta bien avanzado el siglo XX. Para enfatizar este punto, recordemos, por ejemplo, los terribles abusos a mujeres en la invasión de Japón a Nanjing, China, en 1937; o el comportamiento de los soldados rusos en Alemania, o incluso en pleno siglo XXI, los abusos inhumanos del ejército de ISIS hacia las mujeres Yazidis (ver aquí ).
LA TORA ES DIFERENTE
La Torá, con un increíble y quizás poco apreciado sentido de la anticipación por los derechos humanos, comienza la Parashá de esta semana refiriéndose a «los derechos de la prisionera de guerra». La Torá establece que al soldado judío le estaba prohibido cohabitar con la prisionera. Si la deseaba, tenía la obligación de casarse con ella (de acuerdo con la ley judía, los prisioneros de guerra o ‘eved kenaaní, eran convertidos automáticamente al judaísmo, lo cual les daba una mayor protección de sus derechos). Si el soldado judío se casaba con ella, debía permitirle guardar luto por su familia, dejando crecer sus uñas y rapando su cabello (siguiendo las costumbres de las civilizaciones gentiles en los tiempos bíblicos) y recién después de que pasara ese período de duelo de unos treinta días, podía desposarla. Una vez casados, no podía tratarla a ella ni a sus hijos como una esposa de segunda categoría, ni hacerla trabajar como una sirvienta.
Todas estas “regulaciones” pasaban por la mente del soldado al encontrarse en el campo de batalla con una mujer cautiva y obviamente lo hacían reflexionar acerca de las consecuencias «legales» a corto y largo plazo que esta acción implicaba. Por un lado, era una forma de entrenar al soldado judío a controlar sus impulsos, aún en el caos de la guerra. Y la idea, obviamente, era que todas estas regulaciones legales a futuro lograran disuadir al soldado judío de tomar a esta mujer indefensa, sabiendo que si se dejaba llevar por su impulso, tendría que hacerse cargo de las consecuencias de su accionar.
Por el otro lado, estas leyes protegían los derechos de las mujeres del enemigo de abuso sexual. Esto es extraordinario porque en el campo de batalla rige un estado de anarquía psicológica, donde cualquier abuso hacia el enemigo puede encontrar su justificación en la venganza, odio natural , enemistad, odio natural hacia el enemigo o el la combinacion de de adrenalina con testosterona.
En un mundo donde al enemigo se lo deshumanizaba, y se lo trataba como un objeto a disponer para ser abusado, torturado, vendido o asesinado, la Torá, vela por sus derechos. FUERA DEL JUDAISMO, NO EXISTE NINGÚN PRECEDENTE DE ESTE TIPO PROTECCIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS DEL ENEMIGO EN NINGÚN PUEBLO DE LA ANTIGÜEDAD.