SHEMOT: Los judíos y los cambios de gobierno

וַיָּקָם מֶלֶךְ חָדָשׁ עַל מִצְרָיִם אֲשֶׁר לֹא יָדַע אֶת יוֹסֵף

«Y un nuevo Faraón surgió en Egipto, que no reconocía a Yosef »

  Exodo 1:8

CAMBIA, TODO CAMBIA

La Torá no es moderna; es eterna. Y como tal, las historias que se relatan en la Torá nunca pierden su relevancia y su actualidad. Hoy vamos a analizar un poco en profundidad, un versículo del libro de Shemot, Exodo, en el cual se describe un cambio de gobierno en Egipto. Un fenómeno político interno, no relacionado con los judíos, pero que desencadenó la persecución, el asesinato de niños y la esclavitud de los judíos. Anteriormente hablamos de cómo los hijos de Israel se prepararon para evitar la asimilación en Egipto a través de la educación, la vida en comunidad y una limitada interacción socio-cultural con el entorno egipcio (ver aquí). El plan funcionó bien, y los judíos vivieron muy holgadamente en Egipto. Pero con el correr del tiempo, tal como ocurrió innumerables veces en el pasado, los cambios politicos en el lugar de residencia de los judíos afectaron directa o indirectamente a los judíos. En el caso de Egipto, como ocurrió en la España de Isabel o en la Alemania del Tercer Reich, las consecuencias de estos cambios internos fueron devastadoras.

UNA NUEVA POLITICA DE ESTADO

Uno de los Sabios del Talmud sugirió que el cambio político en Egipto fue en realidad un cambio de la política del mismo Faraón, que ahora, por alguna razón, se ensañó contra los judíos, y en un enorme despliegue de desagradecimiento, decidió ignorar las contribuciones de Yosef a la monarquía egipcia. Algo parecido sucedió con Isabel la católica en la España de finales del siglo XV, cuando una vez recuperado el sur de España, Isabel decidió que era hora de expulsar a los judíos de su reino, Castilla y Aragón, para tener un país completamente católico. Al igual que el Faraón, Isabel decidió ignorar las contribuciones de los judíos a España, que no eran pocas. Piensen en Lorenzo Badoz, el médico personal de la reina, que la ayudó a dar a luz y salvó su vida varias veces. O Rabbi Abraham Zacuto, cuyas invenciones en el campo de la astronomía y navegación fueron vitales para que Colón llegara a América. O Don Isaac Abarbanel, y su enorme contribución a las finanzas de España, que permitieron la reconquista de Granada en 1492.

UNA NUEVA DINASTIA 

Otros Sabios sugirieron que las palabras bíblicas «un nuevo monarca surgió en Egipto» se refieren a un cambio más radical. Normalmente, los hijos o familiares de los monarcas reinaban en su lugar. Solo cuando esto no ocurría y el nuevo rey pertenecía a otra familia, hablamos de una dinastía diferente. En nuestros días, esto se podría comparar a cuando el partido politico de la oposición llega a la presidencia. En los Estado Unidos, por ejemplo, suele pasar que demócratas y republicanos gobiernan alternativamente cada 4 u 8 años. Y cuando el partido de la oposición recupera el poder hay -entre otras cosas- un «reseteo» de las relaciones diplomáticas de ese gobierno con aliados y enemigos. Así, por ejemplo, la relación que Estados Unidos tenía con el estado de Israel en los tiempos del presidente demócrata Barack Obama –muy tensa– cambió radicalmente cuando el candidato republicano Donald Trump asumió la presidencia. Algo parecido tuvo que haber ocurrido en Egipto cuando el Faraón de una nueva dinastía tomó el poder: la relación con los judíos — posiblemente aliados del gobierno anterior–ahora tenía que cambiar. El nuevo rey, por lo tanto, elige no reconocer a Yosef como un héroe egipcio, sino como un traidor.

EL REY NO HA MUERTO ¡VIVA EL REY!

¿Por qué los Sabios sugirieron que este nuevo rey no era simplemente el sucesor, o el hijo, del rey anterior? Porque cuando el hijo reemplaza al padre el texto bíblico dice: «Y el Rey A murió , y su hijo B reinó en su lugar». Lo que en este versículo llama la atención es que el texto dice que «surgió» un nuevo Faraón y no menciona que el Faraón anterior murió. Esta omisión -que por tratarse de la Torá no podemos atribuirla a la casualidad o a la distracción- nos da a entender que el cambio de gobierno en Egipto fue «dramático». Un golpe de estado. O según el historiador judío Flavio Josefo (ver aquí) algo más dramático todavía.Josefo sugirió la Torá se está refiriendo -brevemente, como de costumbre- a una dramática revolución: la reconquista de Egipto. Me explico. Los Hicsos, un pueblo semita, invadieron Egipto en el siglo 16 aec y esclavizaron a la población egipcia durante mucho tiempo. Si Yosef, sus hermanos y sus hijos se establecieron en Egipto durante ese periodo histórico, y convivieron amigablemente con los Hicsos, ahora, luego de 100 años de ser gobernados por el invasor, cuando el Faraón Amosis derrota a los Hicsos y estableció la decimoctava dinastía, los judíos no van a ser sus amigos favoritos.

LAS VUELTAS Y REVUELTAS DEL PODER

De haber sucedido de esta manera, los judíos ahora eran mal vistos no a pesar de haber ayudado a Egipto, cuando Egipto estaba gobernado por los Hicsos, sino por haber ayudado a Egipto cuando los Hicsos estaban en el gobierno. Si esto fue lo que ocurrió, propondría una nueva traducción -no muy alejada de lo literal por cierto- para la segunda parte de nuestro versículo, es decir, para las palabras que describen la animosidad del nuevo Faraón hacia los judíos. En lugar de traducir asher lo yada et Yosef como que el Faraón no reconocía o no apreciaba a Yosef, deberíamos entender que el nuevo monarca egipcio «despreciaba» a Yosef; no lo quería, porque lo consideraba el amigo de sus enemigos. Este nuevo Faraón que despreciaba a Yosef, tampoco apreciaba a sus descendientes. Y los judíos, como sucedió (y sucede, especialmente fuera de Medinat Israel) se encontraron de pronto en el lado incorrecto de la historia. 
Acto seguido, lo inevitable sucedió. El Faraón se propuso implementar «la solución final». 

Continuará….