TERCERA PRUEBA: Cuando no nos damos cuenta de que Dios nos protege

אַל תִּירָא אַבְרָם אָנֹכִי מָגֵן לָך
Bereshit 15: 1
Abraham escucha la Voz Divina y no la ignora. Dios le ordena a Abraham dejar todo atrás y emigrar. Abraham, sacrificando su comoda vida, obedece a Dios y así, pasa la primera prueba. Dios le promete a Abraham bendición y prosperidad en la tierra de Canaan.  Pero al poco tiempo de llegar, se delcara la sequía. Abraham no deshace su compromiso: no regresa al norte, a su tierra natal, sino que se refugia por un tiempo en Egipto, esperando que pase el hambre para regresar a la tierra que Dios lo mandó. Así, Abraham pasa la segunda prueba: aprende a ser leal a Dios, aún cuando aparentemente las promesas Divinas no se cumplen.
LA TERCERA PRUEBA
Abraham se refugia en Egipto. Y allí se encuentra con más problemas: su esposa Sará es secuestrada y llevada al harem del Faraón. Abraham ya había anticipado que los egipcios estarían interesados en Sará, por su gran belleza (¡a pesar de su muy avanzada edad!), pero no imaginó que el propio Faraón se la llevaría. Abraham no pudo hacer nada para evitarlo y tampoco puede hacer nada para rescatar a su amada esposa, de quien nunca se separó a pesar de no haber podido tener hijos con ella.  Como Abraham se hizo pasar por el hermano de Sará, el faraón le concede una generosa dote: ganado, animales y sirvientes. Abraham, que escapo del hambre, ahora se enriquece. ¿Pero de qué le sirve su riqueza si pierde a su querida esposa Sará? Abraham no tiene consuelo. Y Dios sigue sin revelarse . Imagino que Abraham nuevamente habrá pensado que se equivocó en seguir la orden de esa Voz…  que la promesa divina de tener prosperidad en la tierra prometida no se cumplió, y ahora, con su esposa secuestrada ¿cómo se va a cunplir la promesa de la numerosa descendencia?
Pero Abraham no abdandona a Dios.
CAMBIA, TODO CAMBIA
Y entonces de la noche a la mañana ocurre lo inesperado e inimaginable. Abraham es citado al palacio del Faraón. Abraham no tiene idea de por qué el hombre más poderoso del mundo lo queire ver a él…  El Faraón le habla a Abraham enojado y le dice: «¿Como pudiste haberme hecho esto, como no me dijiste que Sará era tu esposa, por qué me mentiste y dijiste que era tu hermana?» Abraham que no tiene idea de lo que ha ocurrido, está seguro que el Faraon lo va a matar por su mentira y para quedarse con su viuda. Pero inesperadamente —y es posible que Abraham nunca haya llegado a saber lo que realmente ocurrió— el monarca egipcio le devuelve a su esposa Sará, sana, salva y sin haber sido abusada. Le otorga más riquezas y ¡lo envía de regreso a Canaan!
CUANDO DIOS INTERVIENE SIN QUE NOS ENTEREMOS
Abraham no sabe lo que los lectores sabemos: que Dios intervino. Castigó al Faraón y le comunicó que Sará era en realidad la esposa de Abraham.
Resumiendo: en esta tercera prueba, cuando Sará es secuestrada,  Abraham no abandona a Dios —a pesar de sus sufrimientos que parecen ilógicos e inmerecidos— y aprende una invaluable lección: Dios actúa de maneras que el ser humano no puede percibir, y que quizás nunca las acabará de entender. Si nos guiamos estrictamente por el texto (peshat) Abraham nunca descubre qué fue exactamente lo que ocurrió. Abraham aprende que a veces HaShem interviene en nuestro benéfico sin que nosotros se lo pidamos y sin que sepamos exactamnte lo que esta pasando. Abraham aprende que la lógica humana no puede comprender la lógica Divina, y que Dios interviene en formas que no podemos anticipar. Esta tercera lección será fundamental en el momento que Abraham decide obedecer a Dios cuándo le solicita que sacrifique a Isaac.
A este nivel de Intervención Divina no solicitada y que no siempre es percibida por nosotros la llamamos “MAGUEN” (escudo), una  protección «invisible” por decirlo de alguna manera. Este es en realidad el nivel más alto de Protección Divina, cuando HaShem nos cuida sin que nos demos cuenta, sin que lo pidamos y antes de que algo malo ocurra. Dios no esta protegiendo constantemente de peligros de los cuales ni siquiera somos conscientes. Por eso —y de alguna manera recordando esta tercera prueba de Abraham Abinu— todos los días bendecimos a HaShem y lo alabamos por haber sido, y seguir siendo, «Maguen Abraham», el protector de Abraham, y de nosotros: sus privilegiados descendientes.