Este Shabbat por la mañana comenzaremos la lectura del libro de Debarim y al finalizar leeremos una Haftará especial del libro de Yesha’ayahu (Isaías). A esta Haftará se la conoce como «Jazón» (por su primera palabra) y por extensión al Shabbat antes del 9 de Ab se lo llama Shabbat Jazón.
Este texto de la Haftará se encuentra en el libro de Isaías 1: 1-27, y es una visión profética en la que este gran profeta de Israel reprende a los habitantes de Jerusalem por su falta de integridad y su corrupción. La Haftará describe los pecados que provocaron que Dios ignorara nuestras oraciones y plegarias y eventualmente llevaron a la destrucción de nuestro primer Bet haMiqdash. Al leer y recordar los errores de nuestros antepasados, podemos reflexionar sobre nuestro propio comportamiento, mejorar nuestras acciones y merecer ver nuestro Bet haMiqdash reconstruido muy pronto, en nuestros días.
Entre los muchos puntos que denunció el profeta, vale la pena recordar su criticismo sobre la hipocresía religiosa.
Así dijo a la gente de Yerushalayim en nombre de haShem: 15. [Así dice Dios], cuando extiendas tus manos en oración, apartaré Mis ojos de ti; aun cuando Me ofrezcas muchas oraciones, no te escucharé, [porque] tus manos están llenas de sangre.
Yesha’ayahu denunció a las personas corruptas que mataban, robaban, engañaban en sus negocios, practicaban el soborno, corrompían la justicia y simultáneamente ¡rezaban a Dios! Y no solamente eso: también pretendían que Dios escuchara sus oraciones y respondiera sus pedidos! Como dice el profeta Yesha’ayahu: estos feligreses llegaban al Templo, «con sus manos manchadas de sangre», y ofrecían sacrificios, como si Dios pudiera ser sobornado con regalos u ofrendas para ignorar sus malas acciones. Estos individuos, que quizás no eran pocos, tenían una idea muy infantil, inmadura y pagana de Dios.
Yesha’ayahu les explicó que NO existe el divorcio entre lo que uno hace y cómo uno reza. Un judío no puede practicar todo tipo de inmoralidades, y luego ir al Templo y a rezar ¡como si nada hubiera pasado! Como si todo estuviera bien. Como si Dios no supiera lo que realmente hicieron y la maldad de su corazón. Yesha’ayahu les explica que eso es inaceptable: que la honestidad y la moralidad, la no explotación de los más débiles, es una obligación religiosa imperiosa. Y que cuando una persona se comporta piadosamente en el Templo y es un corrupto en sus negocios, ¡es un hipócrita! Y HaShem detesta la hipocresía religiosa más que la no religiosidad. Dios no está recluido en el Templo. Él sabe lo que hacemos. Rechaza la oración de los corruptos y demanda que nuestra vida sea honesta y virtuosa no solo en el Templo, sino también (o especialmente) fuera del Templo!
Yesha’ayahu también les dice que no están condenados para siempre a ser ignorados por Dios. Les explica que si una persona corrupta se arrepiente, mejora su comportamiento y se vuelve honesta, HaShem lo aceptará nuevamente. Para que esa situación se revierta y Dios esté dispuesto a escuchar sus oraciones, Yesha’ayahu les dice lo que tiene que hacer:
(1: 16-17)
“…Purifíquense [de sus malas acciones]. Dejen de hacer el mal, aprendan a practicar la justicia, busquen la rectitud, defiendan a los oprimidos, luchen por la causa del huérfano, y defiendan a las viudas «.
Cuando HaShem ve nuestro arrepentimiento nos acepta nuevamente y escucha nuestras oraciones. Y así tendremos el mérito de ver nuevamente nuestro Bet haMiqdash reconstruido.