Maimónides, el médico

LOS ÚLTIMOS AÑOS DE MAIMÓNIDES  

Hay una carta interesantísima que Maimónides escribe para uno de sus alumnos, Shemuel Ibn Tibón, que estaba traduciendo “La Guía de los Perplejos” del árabe al hebreo.  Ibn Tibón vivía en Provenza, Francia, y le escribió a Maimónides en 1199 manifestándole su intención de viajar a Egipto para visitarlo, estudiar con él por unos días y consultarle algunos temas de su guía. Maimonides le respondió con una famosa carta donde deja entrever su compleja vida y su extraordinaria bondad. 

“Vivo en Fostat y el sultán reside en el El Cairo; estos dos lugares están alejados uno del otro [3 o 4 kilómetros]. Mis obligaciones con el Sultán son muchas. Lo visito todos los días, temprano por la mañana; y cuando él o alguno de sus hijos, o cualquiera de las mujeres de su harén están indispuestos … permanezco en el palacio la mayor parte del día. También sucede con frecuencia que uno o dos oficiales de la corte se enferman, y yo los debo atender y curar.  Por lo tanto, por lo general llegó a El Cairo muy temprano por la mañana y no regreso a Fostat hasta avanzada la tarde.

En nuestro último artículo hablamos sobre este aspecto de la vida diaria de Maimonides, su trabajo como médico de la corte del famoso Sultán Saladino. 

MEDICO SIN FRONTERAS

Lo que sigue es menos conocido. Maimónides relata en esta carta lo que él hacia una vez que regresaba a su casa, y después de haber trabajado todo ese día; hoy diríamos:  “en su tiempo libre”.    

[Al llegar a mi casa en Fostat ] casi muerto de hambre … encuentro los pasillos de mi casa llenos de pacientes, tanto judíos como gentiles, nobles y gente común, jueces y alguaciles, amigos y enemigos, una multitud mixta que espera el momento de mi regreso. Desmonto de mi animal, me lavo las manos, me acerco a mis pacientes y les suplico que tengan paciencia conmigo mientras tomo un ligero refrigerio, la única comida que consumo en veinticuatro horas. Luego salgo para atender a mis pacientes y escribo recetas e instrucciones para sus diversas dolencias. Los pacientes entran y salen hasta el anochecer y, a veces, te aseguro solemnemente, hasta dos horas o más una vez entrada la noche. Converso con ellos [sobre sus dolencias] y les prescribo sus medicinas mientras me recuesto por el cansancio y cuando cae la noche, estoy tan agotado que apenas puedo hablar. 

Maimónides estableció en su casa una clínica médica “gratuita” donde atendía a todo tipo de pacientes: judíos, gentiles, amigos y enemigos, pobres y ricos.  

UNA OBRA SIN TERMINAR

Maimónides no contaba con mucho tiempo extra. En realidad su obra literaria –intelectual– estaba aún inconclusa. Entre sus planes estaba dedicarse, por ejemplo, a escribir un comentario sobre el Talmud de Babilonia.   

También quería escribir un libro sobre los Midrashim y las Hagadot del Talmud, donde explicaría la lógica detrás de las metáforas rabínicas y las historias Talmúdicas que parecen irreales (algo que su hijo, Rabbenu Abraham, hizo brevemente en su Ma-amar al Hagadot Jazal) 

Pero lo más urgente era resguardar la credibilidad su obra magna, Mishné Torá, el libro que detalla exhaustivamente toda la ley judía. Algunos rabinos contemporáneos de Europa criticaban esta obra porque si bien formulaba la ley final no hacía referencia a las fuentes específicas de las cuales Maimónides había extraído sus Halajot.   Y aunque dejar las fuentes afuera y formular la ley era la deliberada intención de el libro que el había escrito como un código cuya intención es prestar el verdecito final de la ley, Maimónides pensaba que la aceptación de su libro en Europa dependía de que él escribiera las fuentes de su libro y tenía la intención de hacerlo. 

Ahora podemos apreciar mejor la pregunta anterior: ¿cómo es que con tanto trabajo que le quedaba por hacer, Maimónides dedicó su tiempo libre a curar a los enfermos en lugar escribir sus libros? Porque Maimónides decidió que era hora de poner en práctica todo lo que él había enseñado en sus innumerables escritos.   Su preciosísimo tiempo estaría dedicado ahora a algo que él podía hacer mejor que ningún otro hombre de su época: curar a los enfermos.

¿COMO MURIO MAIMONIDES? 

Maimónides dejó su vida en esta monumental obra de bien. La mayoría de los biógrafos de Maimónides no se extienden demasiado explicar qué causó la muerte de Maimónides y se limitan a indicar la fecha exacta de su partida: el 13 de Diciembre de 1204.  Aunque un historiador de principios del siglo XX , De Goeje, señala que Maimónides murió de “agotamiento físico” (exhaustion). 

El Jajam Yosef Faur z”l en su clase sobre “Los cuatro gigantes de Sefarad» cuenta un detalle muy importante, y que hoy, en tiempos del COVID19, podemos apreciar mejor que nunca: Está documentado que Maimónides falleció como consecuencia de una epidemia. Ya que se negó a dejar de atender a sus pacientes y así se contagió y luego de un tiempo murió por este motivo (escuchar aquí, 1.17m)

Los Jajamim explican que la Torá comienza con Jésed (benevolencia) y termina con Jésed. Y los ejemplos de benevolencia que traen los Sabios no son actos de bondad realizados por seres humanos, sino por el mismo Creador. En su comienzo la Torá nos relata que HaShem proveyó de vestimenta a Adam y Eva, y vestir a los que no tiene lo que ponerse es un acto de Jesed) y la Torá termina contándonos que el Todopoderoso enterró a Moshé Rabbenu, otro acto de beneficencia. 

En los últimos años de su vida, Maimónides se reinventó. Y del estudio pasó a la práctica: a la imitación de Dios.

Presento a continuación la “ORACION PARA UN MEDICO” atribuida a Maimónides (mi traducción). Miles de doctores, judíos y gentiles,  en Israel, Estados Unidos y el resto del mundo , recitan esta oración  todos los días, antes de comenzar su trabajo medico.  

Señor del mundo, antes de comenzar la sagrada tarea de curar a Tus criaturas,  expreso mi ruego delante de Ti, para que me concedas el valor y las fuerzas para hacer mi trabajo médico con integridad, y que el deseo de acumular riquezas o ganar fama no sea lo que guíe mi tarea o enceguezca mis ojos.

Señor del Mundo, es sabido por todos Tus súbditos que Tú eres quien envía el sufrimiento a quienes lo merecen y Tú eres Quien se apiada de los que sufren. Y con Tu infinita Sabiduría, Tú quisiste que yo, Tu humilde servidor de carne y hueso, hecho de polvo y ceniza, con mi limitado saber y mi pobre intelecto, haya aprendido acerca del cuerpo y la mente del ser humano que Tu creaste en este mundo material. 

Y he aquí que yo, siguiendo Tus ordenes y Tus mandamiento y contando con Tu ayuda me preparo a curar, de acuerdo al alcance de mi conocimiento y sabiendo que  en última instancia la vida, la muerte y la curación de las enfermedades están en Tus manos y que eres Tú quien  determina el éxito o el fracaso de mi curación. 

Señor de los Cielos, Rey Eterno, que sea Tu voluntad conceder a Tu servidor la fuerza y la capacidad de seguir aprendiendo el arte de la curación durante el resto de mi vida de boca de aquellos que saben más que yo. 

Concédeme el mérito para que nunca deje de sentir compasión por todos lo que sufren, y concédeme la sabiduría para asistir a quienes vienen a consultar mi consejo, sin diferenciar entre el rico y el pobre, el amigo o el enemigo, el hombre bueno y el hombre malo, para que así, cuando alguien necesita mi ayuda, que yo solo vea al ser humano que sufre la enfermedad y el dolor.   

Que mi amor por el arte de curar me dé el valor para que la verdad sea la luz que me guíe, porque soy consciente que mi negligencia en mi trabajo médico puede resultar en el sufrimiento o en la muerte de la obra de Tus manos. 

Te ruego, Dios, Tú que eres compasivo y misericordioso, que concedas fuerza a mi cuerpo y valor a mi mente, e implantes en mí un espíritu de integridad. 

Bendito eres Tú, Amo de todas las obras, Creador de todos los seres vivos.     

AMEN  

אֵל עֶלְיוֹן, טֶרֶם שֶׁאֲנִי מַתְחִיל בַּעֲבוֹדָתִי הַקְדוֹשָׁה 

לְרַפֵּא אֶת יְצוּרֵי כַּפֶּיךָ, אֲנִי מַפִּיל אֶת תְּחִינָתִי

לִפְנֵי כִּסֵא כְּבוֹדְךָ, שֶתִּתֵּן לִי אֹמֶץ רוּחַ וּמֶרֶץ רַב

לַעֲשׂוֹת אֶת עֲבוֹדָתִי בֶּאֱמוּנָה, וְשְׁהַשְׁאִיפָה לִצְבֹר הוֹן אוֹ

לְשֵׁם טוֹב לֹא תְּעַוִּר אֶת עֵינַי מִלִּרְאוֹת נְכוֹחָה.

אָדוֹן הֲעוֹלָמִים, גֲלוּי וְיָדוּעַ לכֹל בְּנֵי בְּרִיתֶךָ שְׁרָק אָתָה לֶבָד

הוּא מָעָנִישׁ וְמְחַנֶן, מָכֶּה וְמְרָפֶּא. בְּרָם בֶּחֹכְמָתְךָ אֵין

סוֹף רַצִיתָ שְׁאָנִי, עַבְדֶךָ הָאָבְיוֹן, בָּשָׂר וָדָם, עָפָר

וָאֶפֶר בִּיכֹלְתִי הָצָנוֹעַה וּבֶשִׂכְלִי הָקָטָן צָבָרְתִי יֶדָע עָל

גוּף הָאָדָם ועָל רוּחוֹ, שְׁאָתָה בְּרַחֲמֵיךָ הָגָדוֹלִים גִילִיתָ

בֶּעוֹלָמְךָ הָגָשְׁמִי. וְהִנֶה, אָנִי בְּפְּקֻדָתְךָ, בְּמִצְוָתְךָ

וּבְעֶזְרָתֶךָ מַתְחִיל לֶרָפֶּא יְצוּרֵי כַּפֶּיךָ בְּהָבָנָתִי

הָמְלֵיאָה שְׁרָק בִּימִינְךָ הָרָמָה וְהָנִשְׂאֶת הָהָחְלָטוֹת עָל

חָיִים וְעָל מָוֶת, עָל הָבְרָאָה וְעָל חוֹלִי, עָל הָצְלָחָתִי

בְּרִפּוּי הָחוֹלֶה וְעָל כִּשְׁלוֹנִי בְּעָבוֹדָתִי.

שוֹכֵן בִּמְרוֹמָיו, מֶלֶך חַי וְקַיָם, יְהִי רָצוֹן מִלֶפָנֵיךָ שֶתִתֶן לִי,

לֶעַבְדְךָ, לֶבֶּן אֲמָתֶךָ חֶפֶץ, כֹּח וֶיָכוֹלֶת שִׂכְלִית

לֶהַמְשִׁיךְ לִלְמוֹד רַפוּאָה בַּאֵין הָפְסָקָה לֶאוֹרֶךְ כֹּל חָיָי

מִפִי רוֹפְאִים נֶבוּנִים מִמֶנִי.

תְזַכֵּנִי לְהַבִּיט עַל כֹּל סוֹבֵל, הַבָּא לִשְׁאֹל בַּעֲצָתִי, כְּעַל אָדָם,

בְּלִי הֶבְדֵּל בֵּין עָשִׁיר וְעָנִי, יְדִיד וְשׂוֹנֵא, אִישׁ טוֹב

וְרַע, בַּצַר לוֹ הַרְאֵנִי רַק אֶת הָאָדָם, אַהֲבָתִי לְתּוֹרַת

הָרְפוּאָה תְּחַזֵּק אֶת רוּחִי, רַק הָאֶמֶת תִּהְיֶה נֵר לְרַגְלַי,

כִּי כֹל רִפְיוֹן בַּעֲבוֹדָתִי יָכוֹל לְהָבִיא כִּלָּיוֹן וּמַחֲלָה

לִיְצִיר כַּפֶּיךָ. אָנָא ה’ רַחוּם וְחַנוּן, חַזְּקֵנִי וְאַמְּצֵּנִי

בְּגוּפִי וּבְנַפְשִׁי, וְרוּחַ שָלֵם תִּטַּע בְּקִרְבִּי.

בָּרוּך אַתָה, אָדוֹן כֹּל הֲמָעָשִׁים וּבוֹרֵא כֹּל הֲהָבְרָאוֹת